La
guerra como causa y efecto de la crisis mundial
Jorge Beinstein *
Han
sido muy difundidas las declaraciones el pasado 2 de abril de James
Woolsey, ex director de la CIA bajo la presidencia de Clinton y figura
clave en el equipo de Bush dedicado a la administración de Iraq,
pronunció una conferencia en la Universidad de California (1). El
tema central fue por supuesto la guerra en curso en ese momento. El
conferencista lanzó al auditorio sus hipótesis estratégicas. La más
espectacular fue que "Estados Unidos está embarcado en la Cuarta
Guerra Mundial, que se prolongará durante mucho tiempo", para
agregar luego:"considero que esta guerra será más larga que la
primera y segunda. Espero que dure menos que los más de cuarenta años
de la tercera, la guerra fría". Más adelante señaló a los
principales enemigos de Norteamérica en esa contienda: "los
dirigentes religiosos de Irán, los regímenes de Siria e Iraq y los
extremistas islámicos como los de Al-Quaeda", agregando:
"avanzamos
hacia un nuevo Medio Oriente en una marcha que continuará varios años,
y yo creo, lo hará por varias décadas, poniendo nerviosa a mucha
gente, como el presidente egipcio Hosni Mubarak o los dirigentes de
Arabia Saudita, que tendrán que elegir de que lado están".
La
guerra
El discurso se sumerge en las tesis conocidas acerca del choque
de civilizaciones, en la línea argumental de Huntington (2), pero
focalizada por los halcones norteamericanos en el mundo islámico, una
área territorial gigantesca que abarca desde el Océano Atlántico,
en el borde occidental de África hasta el Océano Pacífico, llegando
a las Filipinas, pasando por el Medio Oriente, Paquistán e Indonesia,
incluyendo a más de 1300 millones de personas y extendiéndose al
conjunto del planeta con minorías musulmanas significativas y/o en
expansión (como en América Latina y Europa). Un bocado demasiado
grande para Estados Unidos, en plena declinación económica.
Sin
embargo todo parece indicar que la mirada codiciosa del águila
imperial se extiende mucho más allá de ese espacio, hostilizando a
Corea del Norte, con alta probabilidad de agravación del
enfrentamiento, incluso llegando a la etapa bélica dentro de poco
tiempo. Mas aún, el embajador estadounidense en la República
Dominicana, Hans Hertell, acaba de declarar que la invasión a Iraq
"va a mandar una señal muy positiva y es muy bueno el ejemplo
para Cuba", señalando también que su país estaba embarcado
"en una cruzada liberadora que abarcará a todos los países del
mundo incluida Cuba" (3). La cuarta guerra mundial proclamada por
Woolsey asume entonces la características de una extendida ofensiva
armada contra la periferia (4) que se va plagando de bases militares
de Estados Unidos, donde se han ido multiplicado los frentes de
intervención directa, como en Yugoslavia, Afganistan y ahora Iraq, o
más o menos encubierta como en Colombia y Filipinas. Dicha ofensiva
tiende a controlar mercados empobrecidos, recursos naturales y
posiciones geográficas estratégicas, eliminando estados insumisos.
Desestructuración
periférica
Cuando el plan imperial triunfa, la sociedad sometida es
desestructurada, por el pillaje o la simple destrucción de
infraestructuras físicas e instituciones estatales, que no son por lo
general reemplazadas por administraciones coloniales o dependientes
abarcadoras (controladoras) del conjunto de la población, buena parte
de la cual queda a la deriva. La experiencia muestra que los países
aplastados han devenido ruinas sin recuperación a la vista, donde ni
siquiera se produce una reconversión productiva integrada a las
necesidades económicas del Imperio. Es el caso de Serbia donde el
gobierno colaboracionista se quedó esperando la ayuda financiera
prometida por Occidente que nunca llegó. O el de Afganistán donde
las tropas invasoras ocupan unos pocos lugares, como el centro de
Kabul, dejando el resto en manos de jefes militares locales o en
completa anarquía, haciéndose presente de tiempo en tiempo con
bombardeos contra focos hostiles o como represalia a los ataques de la
resistencia.
No
estamos ante el colonialismo del siglo XIX, que destruía a las
sociedades preexistentes para reconvertirlas por lo general como
proveedoras de materias primas, integrándolas a una división
internacional del trabajo emergente.
Podría
suponerse que en el caso de Iraq será distinto. Sin embargo todo
indica que esa tragedia confirmará la tendencia general.
Difícilmente
se producirá un boom petrolero colonial en Iraq, ello sería posible
si la economía mundial llegara a reactivarse absorbiendo mayores
precios y cantidades de dicho producto. Pero nos encontramos ante una
recesión global duradera de carácter deflacionaria. Una
sobreproducción de petroleo deprimiría sus precios perjudicando a
las transnacionales del sector, y golpeando a economías petroleo-exportadoras
como las de Kuwait o Arabia Saudita, desestabilizando todavía más al
Medio Oriente. De todos modos la renta petrolera iraquí ya no será
acaparada por ese estado nacional, que acaba de ser destruido, sino en
primer lugar por las empresas explotadoras anglo-norteamericanas (que
se llevarán la parte del león), luego por el estado norteamericano,
que cobrará algún tipo de tributo que compense los gastos de la
invasión y la larga ocupación previsible, y finalmente por la
administración colonial que hará una distribución del magro resto
priorizando los apetitos de los rapiñeros locales y dejando en ultimísimo
lugar a las necesidades de la población sumergida, la abrumadora
mayoría.
Generalizando
el fenómeno es posible vincular la destrucción guerrera en curso con
la degradación del conjunto de la periferia desde los años 80 y
exacerbada en los 90: Proceso que afectó negativamente a la demanda
mundial, agravando la crisis internacional de sobreproducción.
La
depredación periférica, principalmente financiera, compensaba la
declinación o el estancamiento de los beneficios en la economías
centrales, permitía a las empresas globales seguir a flote, pero al
mismo tiempo degradaba una fuente decisiva de esas ganancias: el
tercer mundo. Los dráculas imperiales necesitan más y más sangre
para vivir y la extraen a los pueblos subdesarrollados, pero al
hacerlo matan o debilitan de modo extremo a sus víctimas, lo que los
hace más voraces y desesperados, provocando el desastre general,
incluido el de los vampiros en penuria de alimentos.
Es
la dinámica parasitaria del capitalismo global integralmente atrapado
por la telaraña financiera.
La
anexión y pillaje de la ex URSS y la Europa del Este, se inscribe en
ese panorama de desastre periférico. Sus burocracias creyeron o
hicieron creer a importantes sectores de sus poblaciones que la
instauración del capitalismo era la entrada al Primer Mundo, la
multiplicación de empresas, exportaciones y consumos. Pero esos países
no ingresaron a la esfera de los negocios productivos sino a la nueva
y ascendente corriente de la especulación financiera global, de los
veloces saqueos macroeconómicos: El viejo capitalismo productivo de
Keynes había cedido hacía mucho tiempo la hegemonía a las tramoyas
financieras y mafiosas de George Soros. Entonces su acercamiento a la
economía de mercado significó abrirle la puerta de par en par a la
criminalidad económica externa. Que por supuesto era anticipada por
la avanzada putrefacción burocrática interna, que encontró en la
primera su ideal de vida.
Enfrentamientos
en el Primer Mundo
La crisis ha significado no solo mayor belicosidad
contra la periferia sino al mismo tiempo la irrupción de nuevas y
viejas rivalidades al interior del Primer Mundo ante un mercado global
en desaceleración. La euforia financiera de los años 90 lo anticipó,
la misma no era en esencia otra cosa que la apropiación por vía
especulativa de los ingresos de la producción existente. La pelea por
mercados, fuentes seguras y baratas de materias primas y por tajadas
en el saqueo de la periferia (capitalista tradicional o ex socialista)
llevaba inexorablemente al incremento de los enfrentamientos entre las
grandes potencias. La irrupción militarista norteamericana aceleró
dicho proceso. La guerra contra Iraq ha sido al mismo tiempo el fin de
la fraternidad occidental, expresada por la muerte de organizaciones
heredadas de la época de la guerra fría, como la OTAN, las Naciones
Unidas, y casi seguramente el ocaso de otras instituciones como la
Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial e inclusive el
FMI.
Cuando
Estados Unidos extiende sus protectorados coloniales y bases militares
a lo largo del Asia Central, en torno de la Cuenca del Mar Caspio y
llegando al Medio Oriente; está no solo estableciendo el chantaje
petrolero contra Japón y la Unión Europea, sino también amenazando
desde el sur a una potencia subdesarrollada como Rusia. Y luego al
hostilizar a Corea del Norte busca desestabilizar al Asia del Este,
encuadrar a Japón, acotar a China. En respuesta a ello los dirigentes
Francia y Alemania presionan contra Estados Unidos, amenazan con
arrinconarlo en el plano económico, tejen alianzas con Rusia,
dialogan con China, proclaman la búsqueda de una cierta autonomía
militar. Es la lógica del todos contra todos, que ha descripto Wim
Dierckxsens (5), expresión de la inviabilidad histórica del
capitalismo. El circulo vicioso La recesión ha empujado al
establishment norteamericano hacia el militarismo, pero es evidente
que la escalada bélica le esta causando más crisis. Es altamente
probable que su agravación incentivará aún más el empleo del
superpoderío militar, para ganar a través de la guerra las
posiciones perdidas por culpa de su declinación económica. Un
verdadero circulo vicioso de guerra y crisis.
El
déficit presupuestario estadounidense superaba en el actual ejercicio
fiscal los 300 mil millones de dólares, el gasto militar adicional de
más de 75 mil millones de dólares autorizado por el parlamento,
acerca ese déficit a los 400 mil millones. Y los gastos militares
seguirán seguramente aumentando...
Pasó
desapercibido que al mismo tiempo que el Senado le permitía a Bush
aumentar los gastos en 75 mil millones, cortaba brutalmente las
reducciones fiscales que él había propuesto, del orden de los 650
mil millones de dólares durante diez años, a solo 350 mil millones.
Con esa medida que beneficiaba principalmente a las fortunas más
altas y a las grandes empresas, Bush pretendía reactivar la economía.
Pero no solo el estado está sobre endeudado, también los están las
empresas y las familias. La deuda total norteamericana (pública,
empresaria y personal) equivale actualmente al 300% de su Producto
Bruto Interno. Si el estado sigue inflando su deuda, hará subir tarde
o temprano las tasas de interés, lo que sumado al enorme déficit
comercial, causará más recesión, pudiendo precipitar una corrida
global generalizada contra el dólar. La consecuencia sería un crack
financiero estadounidense, con cesaciones de pagos incluidas. Ese
fantasma ha empezado a recorrer (discretamente) el mundo financiero en
los últimos meses, algunos expertos europeos han comenzado a comentar
en voz baja el tema.
La
tragedia está escrita, sus principales actores se preparan para el
desenlace. La financiarización norteamericana y global estaba
inscripta en la crisis de sobreproducción no resuelta desde comienzos
de los años 70, dicha financierización significó no solo el
desquicio económico (sobre equipamiento industrial, consumismo
desenfrenado con ahorros personales iguales a cero, endeudamiento
generalizado, delirio bursátil), sino también la degradación social
e institucional, que desató al demonio del autoritarismo guerrero.
Este último se presenta ahora como la tabla de salvación del
Imperio, pero su dinámica lleva a la economía norteamericana a un
callejón sin salida, no aporta reactivación (como ocurría en la
remota época del keynesianismo militar) sino más recesión. La
hiperproductividad de la industria de guerra significa que más gastos
en armamento no implican más empleo sino sencillamente más déficit
fiscal que pesa depresivamente sobre un estado abrumado por las
deudas. La decadencia constituye un fenómeno irresistible. El
postcapitalismo se acerca al escenario...
Publicado
en Rebelión y Correo de Prensa de la IV Internacional - 30/4/03
Notas:
*
Doctor de Estado en Ciencias Económicas (Universidad de Franche Comté
– Besançon, Francia), especialista en pronósticos económicos, ha
sido durante los últimos veinticinco años consultor de organismos
internacionales y gobiernos, dirigió numerosos programas de
investigación y fue titular de cátedras de economía internacional y
prospectiva tanto en Europa como en América Latina. Actualmente es
profesor titular de las cátedras libres "Globalización y
Crisis" en las universidades de Buenos Aires y Córdoba
(Argentina) y de La Habana (Cuba), y Director del Centro de
Prospectiva y Gestión de Sistemas(Cepros).
(1)
cable de CNN publicado en la página web rusa Irakwar el 4-4-2003 (www.irakwar.ru).
(2)
Samuel P. Huntington, "El choque de civilizaciones", Paidos,
Buenos Aires, 1997.
(3)Miguel
Bonasso, "Topos y condenas", Página 12, p. 21, Buenos
Aires, 13-04- 2003
(4)
Andre Gunder Frank sostiene desde la primera guerra del Golfo (1991)
que se está desarrollando una Guerra Mundial del Norte contra el
Tercer Mundo. Ver en este número de "Enfoques Alternativos"
su articulo "Los zarpazos del tigre de papel" (páginas 4 a
7).
(5)
Wim Dierckxsens; "De la guerra global a la resistencia
mundial", Enfoques Alternativos, nº 12, marzo 2003.
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