La
“sociología de la guerra”
Nueva
estrategia de dominación estadounidense
Por
Adán Salgado Andrade
Enviado
por el autor, 17/01/08
La
invasión a Irak, se reconoce ya por la propia CIA y el
mismo Bush, se hizo empleando infames, alevosas mentiras,
como las supuestas “armas de destrucción masivas” poseídas
por ese país árabe, que recientemente se ha demostrado que
no fueron más que eso, simples argucias para justificar la neocolonización
que Estados Unidos, junto con Inglaterra, se propusieron
llevar a cabo, sobre todo para, así, apropiarse ilegalmente
de la segunda reserva petrolera mundial, poseída
precisamente por los iraquíes, y que por tal hecho, están
siendo hoy victimados y sometidos a esa moderna manera de
conquistar a un país por la sola fuerza de las armas y el
poder militar.
La
batalla, si así se le puede llamar a la invasión, que
llevaron a cabo conjuntamente estadounidenses e ingleses fue
muy breve. El Pentágono empleó algo que dos militares,
Arthur Cebrowsky y John Garstka (el primero, matemático del
Pentágono, y el segundo, diseñador de algoritmos para
rastrear misiles), indicaron en un artículo que escribieron
entre los dos en el número de enero de 1998 de la revista Proceedings,
publicada por la marina estadounidense, titulado “Network-Centric
Warfare: Its Origin and Future” (La guerra como
sistema centralizado: su origen y su futuro).
En
dicho artículo afirmaban que era posible conducir una
batalla mediante un sistema computarizado en el cual las órdenes
se efectuaran a través de un comando central, empleando
pocos hombres y muchas computadoras, perfectamente
coordinado, y que de esa forma debían realizarse las nuevas
guerras del siglo XXI demandadas por la modernidad. Se
inspiraron, a decir suyo, en el sistema Wal-Mart, según
el cual, la supuesta eficiencia con que trabaja esa
corporación de centros comerciales que están por todo el
mundo, se debe a una organización centralizada que logra
surtir en el menor tiempo posible los artículos que se van
vaciando de sus estantes, coordinando “perfectamente”
las operaciones de compra y de entrega de mercancías con
sus proveedores. Eso, dijeron tan “brillantes
militares”, podría aplicarse en el ejército, organizando
centralizadamente todo, desde la compra y recibo de armas,
hasta las operaciones militares que se efectuaran.
Así,
por ejemplo, los bombardeos que se hicieron en Irak, en el
2003, fueron coordinados desde el comando central, en los
cuales, los soldados simplemente le enviaban a aquél las
coordenadas de los objetivos militares o “sospechosos”
que debían destruirse. Con ellas, el “alto mando”
alimentaba a las así llamadas “bombas inteligentes” que
eran programadas desde los aviones que las debían lanzar, a
los cuales les llegaba la información y, ¡así de fácil!,
casi con un chasquido de dedos, en diez minutos o menos, se
arrojaban tales bombas, y así se efectuaron cientos de
bombardeos, los que no discriminaban entre blancos civiles
(la mayoría) o militares (los menos) y que significaron la
supuesta rápida y certera derrota del ejército iraquí.
La
guerra, desde el comando central, parecía más una especie
de juego bélico en donde los objetivos se iban determinando
en mapas electrónicos y en el cual aparecían también los
aviones bombarderos (sus imágenes virtuales, claro) y los
estallidos que iban produciendo las bombas arrojadas se
mostraban como puntos rojos o targets que se iban
cumpliendo de acuerdo con la bitácora prevista (se les llamó
carpet bombings, debido a que en las pantallas de las
computadoras, las áreas que debían atacarse parecían tapetes
territoriales, los cuales debían abarcarse centímetro
a centímetro, con los bombardeos.
Por
eso yo llamo a esta nueva clase de guerra
“descalificada”, pues los soldados han dejado casi todo
el trabajo a las computadoras, igual que un obrero
descalificado deja a merced de las máquinas la producción.
Ver mi artículo en Internet “Los nuevos soldados
descalificados”, en el buscador Google, bajo ese título).
Esa, digamos, “centralización y computarización” de la
guerra fue acogida de inmediato por el Pentágono, debido a
la supuesta reducción de costos que ello tendría, sobre
todo porque con unos cuantos soldados y mandos militares sería
posible llevar a efecto las batallas. Claro que tanta
tecnificación tuvo su costo, alrededor de $230,000 millones
de dólares entre 1999 y 2002 para crear la infraestructura
requerida, aparte, por supuesto, de los gastos militares corrientes
que dedican los EEUU cada año a mantener sus ejércitos
y cuerpos militares (cerca de 600,000 millones de dólares
por año, a lo que hay que sumar los grandes costos que la
invasión a Irak sigue teniendo, aproximadamente ¡$275
millones de dólares diariamente, casi mil dólares cada
segundo que pasa!).
Esa
guerra electrónica a distancia aparentó terminar en
un santiamén con el ejército iraquí, el que ni siquiera
pudo lanzar sus viejos cohetes soviéticos Scud, a
pesar de que en algunos casos los soldados iraquíes
superaban en 500 a cada soldado enemigo, además de que no
hubo prácticamente enfrentamientos en tierra firme, como en
las guerras de antes. Eso supuso para EEUU e Inglaterra un
“gran triunfo”, luego de que durante la primera invasión
multinacional a Irak (en 1990, cuando este país invadió
Kuwait, territorio que arbitrariamente se le había
despojado al término de la segunda guerra mundial para
fundar justo a Kuwait, que siempre ha sido un país árabe
pro occidental), ni siquiera logró derrocarse a
Saddam Hussein, a pesar de que más países tomaron
parte en la invasión y ésta duró más tiempo.
Por
tanto, se supuso, una vez que declaró Bush el término de
la guerra, el primero de junio del 2003, que había
significado una “victoria total”, con “muy pocas
bajas” que lamentar entre los soldados estadounidenses e
ingleses. De allí se creyó que la “domesticación” de
Irak sería pronta y muy fácil (ésta se pensó llevar a
cabo muy a estilo de lo que se hizo en Japón, luego de
haber destruido dos de sus ciudades industriales más
importantes mediante bombas atómicas en 1945, casi al final
de la segunda guerra mundial, con lo que ese país capituló.
La llamada Ocupación, dirigida por EEUU, además
de que le prohibió a los japoneses tener un ejército –
medida que se derogó en 1952 –, estableció un plan de
reconstrucción para Japón, que incluyó transferencia de
capitales y tecnología que americanizó a esa nación,
dejándola bastante dócil para los intereses comerciales e
industriales expansionistas que después EEUU consolidó allí).
Pero
para la mala suerte de Bush y sus halcones, luego de casi
cinco años de la invasión, no sólo Irak no se ha
pacificado, sino que los soldados invasores siguen muriendo
por ataques insurgentes (casi 4000 han perecido desde el
inicio de la invasión y unos 30,000 han sido heridos), además
de que la violencia interna continúa cobrando también víctimas
civiles (mueren alrededor de 100 personas en promedio al día
debido a todos los actos violentos, incluidos tanto los
ataques de las fuerzas invasoras, la guerra interétnica,
los ataques suicidas, la violencia urbana y la delincuencia,
entre otras causas.
En
total, se estima que han muerto casi ¡un millón,
doscientos mil iraquíes desde la invasión!), aparte, como
ya mencioné, de los costosos gastos que está generando la
arbitraria invasión (casi ¡500,000 millones de dólares
gastados desde el inicio de la guerra!, en enero del 2003).
Y ello a pesar de que se han incrementado los soldados
estadounidenses acantonados en Irak, unos 150,000
permanentemente (los que se renuevan cada dos o tres meses,
claro), y se han tratado de emplear tácticas
contrainsurgentes por parte de los estadounidenses,
entrenando a sus tropas en combate a las guerrillas (ver mi
artículo en Internet “Bienvenidos a Arabialandia”, en
el que analizo la especie de “parques de guerra” que se
han establecido en varios centros militares de EEUU para
simular pueblos iraquíes en donde los mariners “juegan”
a combatir a extras
quienes se hacen pasar por insurgentes árabes).
Ni
siquiera Afganistán, invadido desde el 2001, se ha
“pacificado”completamente, y todo indica que los
derrocados talibanes se están reorganizando (quizá por
esos malos resultados, Bush se haya visto obligado a remover
a Donald Rumsfeld del Pentágono). Sí, nada de las tácticas
empleadas en la “guerra científica” están funcionando
para la “pacificación”, ya no digamos de todo Irak,
pues ni siquiera sirven para calmar pequeños poblados en
los cuales los insurgentes se mezclan con la población
local, la que los protege, y constantemente andan atacando a
los soldados invasores, provocando frecuentes bajas entre
ellos. Lo peor para EEUU es que los insurgentes ya están
sirviéndose de las mismas tácticas guerreras empleadas por
el Pentágono, tales como el Internet, computadoras, correo
electrónico, laptops, celulares... para combatir a los
invasores, tecnologías que los mismos estadounidenses han
ido mejorando al incrementar la calidad de las
telecomunicaciones en ese país, tan necesarias para su
“guerra centralizada”.
(Además,
en esta época en que todo se vuelve un espectáculo, como
la guerra, los insurgentes también han sacado provecho de
ello. Sí, si las grandes batallas de EEUU combatiendo a
Irak se transmiten, digamos, por YouTube, como si fueran
heroicas proezas, en lugar de deleznables, prepotentes actos
de dominación, pues de la misma forma, los insurgentes
transmiten los ataques que provocan a las fuerzas invasoras,
los atentados que realizan, exhiben a los secuestrados, en
fin, con eso de alguna manera también se trata de legitimar
la insurgencia iraquí frente al mundo).
Ni
siquiera ha servido que, con tal de lograr ciertas
“alianzas” con los locales, el Pentágono haya debido
recurrir a los “colaboracionistas”, mercenarios iraquíes
dispuestos a dar información sobre los insurgentes o,
incluso, a combatirlos, claro, si se les ofrece buena paga,
por lo menos unos $50 dólares al mes (es poco dinero, ya
que un obrero gana allá alrededor de 8 dólares diarios,
pero como hay tanto desempleo, algunas personas, no muchas,
aceptan).
Se
les conoce a tales mercenarios como “cocodrilos”, debido
a que emplean camisas azul claro, color que distingue la
rugosa piel de tales lagartos. Incluso, se ha llegado al
extremo de excarcelar a delincuentes, tales como Sayeed
Jassem, ex alcalde de la población de Tarmiya, quien fue
aprehendido por actos de corrupción y por supuestamente
ayudar a los insurgentes con dinero (véase, pues, qué tan
desesperados están los estadounidenses, de incluso
colaborar con delincuentes, como si fuera esto un clásico plot
de cinta hollywoodesca de espionaje, en donde se
le ofrece a un prisionero su libertad y hasta un buen
trabajo, con tal de que “colabore” a encontrar a los
“malos de la historia”). Pero eso no garantiza una incondicional
lealtad de los “cocodrilos”, pues muchos de ellos
son insurgentes que se hacen pasar por colaboracionistas,
para así enterarse de los planes de los enemigos.
Pero
como hasta ahora todas esas tácticas han resultado inútiles,
en adelante se dará paso no a más soldados, ni a más
comandos centrales de combate, ni a tantos “cocodrilos”,
ni a asociaciones con delincuentes locales, sino nada menos
que a científicos sociales, sociólogos, programadores,
psicólogos, expertos en cultura local... y así, para
formar lo que el Pentágono eufemísticamente ha dado en
llamar Human Terrain Teams (Equipos de reconocimiento
humano), que pretenderán entender y comprender más
a fondo a la invadida sociedad iraquí, inmiscuirse,
entrelazarse en los problemas que afectan a los sometidos.
Pero
de entrada, no parece que fuera a ser efectiva esa nueva
estrategia, dado que los iraquíes están invadidos y la
insurgencia que día a día se fortalece más y más, es una
muy particular forma de esa nación de expresar su
desacuerdo (con todos los errores que ello conlleve, como,
por ejemplo, los ataques suicidas hechos entre la propia
población civil, que nada tiene de culpa, aunque
probablemente varios de esos ataques quizá sean dirigidos a
colaboracionistas que se encuentren en determinado sitio público
y se conviertan en blanco de los atacantes). Para ello, o
sea, darle una orientación sociológica a la guerra, se
están destinando 41 millones de devaluados dólares con tal
de lograr un primer acercamiento a las “necesidades de la
población local”.
Uno
de tales miembros del ejército que están practicando ya
las llamadas operaciones psicológicas (conocidas
en la jerga militar como psyops, abreviatura de psychological
operations) es el sargento Joe Colabuno, quien, de
nuevo, empleando tácticas que más parecerían de cintas de
acción, que estrategias reales, trata de disuadir a
los iraquíes para que se unan a los estadounidenses en sus
“esfuerzos” por pacificar Irak. “Lo que trato de hacer
es hallar a las personas correctas para adecuarlas y
que luego ellas nos ayuden a adecuar al resto”. Así,
Colabuno emplea cuantas tácticas psicológicas puedan
auxiliarlo, afirma, para convencer a los iraquíes de que
los insurgentes deben de ser contrarrestados e incluso
eliminados para que haya “paz” en su nación.
Ha
puesto, por ejemplo, carteles propagandísticos, similares a
los colocados por los insurgentes, en los que denuncia las
“atrocidades” que éstos cometen. En uno de ellos expuso
el caso de un niño que se había hecho detonar en un
atentado suicida con el cinturón de explosivos adherido a
su cintura, a lo que alegó: “hay verdaderos criminales en
esa deplorable acción y eso es algo que Alá no dice en el
Corán y quien lo haga tiene su lugar en el infierno”.
Colabuno
emplea logotipos muy parecidos a los de los insurgentes con
tal de que provoquen el mismo impacto en la población, para
que ésta sea atraída y los lea, como ha sucedido con
varios de los habitantes de Faluja, que es el poblado en
donde está experimentando el “ingenioso” sargento su
“sociología de la guerra”. Tan efectivo resultó ese poster,
en particular, que incluso varios insurgentes se quejaron de
la publicación, según algunos pobladores le informaron a
Colabuno, pensando que el libelo era obra de otras facciones
guerrilleras.
Pero
también Colabuno echa mano de una generalizada ignorancia
que parece imperar, junto con pobreza, enfermedades y otras
calamidades, entre los iraquíes. Por ejemplo, cuando
enfrentó a un líder local en el pueblo de Askeri, ayudado
por un intérprete, claro (Colabuno no se ha involucrado
tanto aún como para haber aprendido ya árabe, a pesar de
que lleva cuatro años en Irak. Quizá pese sobre él el síndrome
del conquistador, que obliga a los conquistados a hablar el
impuesto idioma), sobre la razón por la cual no había
muchos voluntarios allí, deseosos de convertirse en
“cocodrilos” (o sea, soplones, dicho simple y
llanamente), pues se requerían 125 y no llevaban reclutados
ni la mitad, el citado líder le objetó que la paga era
poca (como dije antes, son 50 dólares al mes lo que reciben
los “cocodrilos”), ante lo que, indignado, Colabuno le
espetó que: “¿¡Ah, sí!?... ¡pues fíjese que ésa es
una muy pobre excusa. He leído el Corán y en ningún
lado vi que Mahoma demandara un mejor salario para
predicar la palabra de Dios. Nada más dejen que se entere
el Sheikh Hamsa de esto, a ver si no se avergüenzan!”.
Al
referirse al Sheikh Hamsa, Colabuno dio a entender cuan
metido está en la vida de los locales al conocer a Hamsa,
otro líder local, pero, además, al involucrar cuestiones
religiosas, como a Mahoma y el Corán, es decir, hablarles
a los iraquíes con sus propios símbolos culturales, y
además tan directamente, sin escrúpulos, resulta que
aquellos caen redonditos. En esa misma plática, uno
de los árabes trató de objetar la acción de los
estadounidenses, reclamando: “Ustedes, americanos, están
aquí porque no quieren más que nuestro petróleo”, a lo
que el sargento, empleando un irónico tono, respondió, de
nueva cuenta muy cinematográficamente, como si
hubiera estado en una escena de película en la que actuara
como un abogado defensor de un inocente, injustamente
inculpado, ante un jurado: “Sí, sí, claro, queremos su
petróleo – refiere que dijo, lo que provocó ojos de
sorpresa entre los iraquíes – , sí... pero queremos
comprarles su petróleo, claro, para que ustedes
puedan tener trabajos, para que puedan pagar su luz, su
agua, para que a ustedes les vaya mejor y se hagan ricos”.
Y
así, con ese trillado, barato, común discurso, la gente
pareció convencerse y con buenos apretones de manos, se
llegó a un compromiso. Al día siguiente, refiere Colabuno,
se completaron las solicitudes y hasta sobraron
“voluntarios” para hacerse “cocodrilos”.
Como
puede verse, si el iraquí que objetó lo de que los
estadounidenses desean sólo el petróleo, hubiera estado más
informado, es decir, hubiera tenido más cultura, leído más
periódicos, revistas políticas, libros… muy fácilmente
hubiera refutado los pobres argumentos de Colabuno, replicándole
que a cinco años de la invasión a Irak, la referida
riqueza, los mentados empleos, los celebrados servicios de
los que el sargento habló, por ningún sitio se ven
y sólo se han beneficiado las empresas constructoras, de
seguridad, automotrices, petroleras… y tantas otras
pertenecientes a los invasores, como Halliburton, de la que
el vicepresidente estadounidense Dick Cheney es accionista.
Pero no defendió más su correcta opinión por falta de
argumentos y suficientes conocimientos que validaran lo que
se aventuró a decir (por lo menos se atrevió a hacerlo).
Así que la ignorancia sería otro enemigo de los iraquíes
en esta etapa de neocolonialismo.
Como
aparentemente los operativos psicológicos funcionaron en
esa ocasión, más gente local pretendió denunciar a los
insurgentes, a través sobre todo de celulares. La respuesta
de los guerrilleros fue la voladura de las torres que
permiten la comunicación telefónica. La respuesta de
Colabuno fueron nuevos carteles en donde criticaba el
comportamiento destructivo guerrillero, arguyendo que ya que
ellos mismos, los insurgentes, empleaban celulares, pues era
como si se hicieran daño a sí mismos. Esto podría ser
cierto, pero son las tácticas que se emplean en la guerra,
como cuando los soldados de un bando dinamitaban un puente,
con tal de que el contrario no pudiera pasar por allí, pero
que al final ni ellos mismos, los destructores, podían
luego emplear.
Quizá
es cierto que se bloquean los insurgentes destruyendo las
torres de telecomunicaciones, pero probablemente sea mayor
el beneficio que el perjuicio que con ello logran (por
ejemplo, bloquear por algunos días las comunicaciones
enemigas).
Sea
como sea, en resumen, el Pentágono está cambiando soldados
y mandos castrenses por sociólogos, psicólogos, científicos
sociales... o militares como Colabuno y sus cinematográficos
argumentos, con tal de “ganarse” a los iraquíes en su
intento por apoderarse pacíficamente de su petróleo.
Esas tácticas integracionistas dieron resultado en el Japón
de la posguerra, sí, pues se trató de un pueblo humillado,
destruido, con el que se probó la energía nuclear de
manera infame y alevosa. Nada tenían los japoneses, más
que destrucción, muerte y cientos de miles de enfermos
radiados que no tardaron en morir, y por eso tan dócilmente
aceptaron la “ayuda” norteamericana.
Pero
el Irak invadido de hoy día no es Japón y aunque también
están sus habitantes padeciendo destrucción y muertos, son
árabes y los árabes son más firmes en sus bases
culturales, más orgullosos y, sobre todo, más belicosos.
Además, la invasión ha despertado muchos otros problemas,
como los odios raciales que están tomando fuerza
especialmente entre sunitas y chiítas (los ataques a
mezquitas de uno y otro bando son muestras de ello), además
del separatismo promovido por los kurdos, así que es muy
probable que eso pueda generar una guerra civil que tampoco
contribuirá a la ansiada “pacificación”. Y por ello,
la “sociología de la guerra” pareciera ser la nueva
esperanza, pero francamente dudo que aquélla logre todos
los resultados esperados por el Pentágono.
Por
todos los problemas que la invasión estadounidense a Irak
ha provocado, los cuales no han generado beneficios reales
hasta la fecha, al contrario, más gastos y soldados
muertos, ya una buena parte de los congresistas de EEUU,
tanto demócratas, como republicanos, le han pedido a Bush
que fije una fecha para la salida de las tropas
norteamericanas de Irak. Quizá sólo así logre pacificarse
esa nación... o no, quizá, también, cuando eso suceda,
los problemas se agraven y sea el fin de Irak como un solo
país.
Contacto: studillac@hotmail.com:
adansalgadoandrade.blogspot.com
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