¿Piensan
irse de Iraq?
Por
Alberto Piris (*)
CSCAweb,
mayo de 2008
Por
mucho que desde diversos puntos de vista, tanto en EEUU como
en otros países, se desarrolle una discusión interminable
sobre la posible retirada militar de Iraq, la forma de
hacerlo, sus consecuencias y las discrepancias, más o menos
acusadas, entre EEUU y la UE sobre esta cuestión, los
hechos y las realidades sobre el terreno parecen contradecir
cualquier intención de retirada. Sin ser muy malicioso,
podría sospecharse que si la Casa Blanca contribuye, de
cuando en cuando, a fomentar ese debate, es precisamente
porque desea distraer a la opinión pública del núcleo
central del problema: EEUU no abandonará Iraq, aunque las
razones para hacerlo sean abrumadoramente convincentes.
Según
informa la agencia AP, durante el mes de mayo los diplomáticos
estadounidenses comenzarán a ocupar la gigantesca embajada
construida en la Zona Verde bagdadí, cuyo coste se estima
en 736 millones de dólares. Comparada en extensión con el
Estado Vaticano, es la mayor representación diplomática de
EEUU. Está constituida por una veintena de edificios
resistentes a las explosiones, ocupa una superficie de más
de 40 hectáreas y proporciona "espacio de trabajo
fortificado" a unos mil funcionarios, además de
numerosos vigilantes armados, personal contratado, de
servicio y auxiliares de todo tipo, por un total de cerca de
cuatro mil personas. De fuentes senatoriales se sabe que su
coste anual rondará los 1.200 millones de dólares.
Dispone
de su propia central eléctrica, suministro de agua
independiente, campos de deportes, piscinas, centros
comerciales y toda clase de establecimientos que la
convierten en un fragmento de EEUU enclavado en el centro
del corazón de Bagdad. Y aunque también está dotada de un
sistema autónomo de defensa antiaérea contra misiles,
durante algún tiempo el personal que trabajaba en su
construcción tuvo que protegerse de los ataques con mortero
de los resistentes iraquíes que pretendían mostrar la
vulnerabilidad del impresionante complejo.
Se
diría, visto lo anterior, que no se trata de una simple
embajada de EEUU en un país extranjero. Más bien, cabría
sospechar que estamos ante la futura embajada estadounidense
en Oriente Próximo, desde la que el Imperio intentará
controlar una zona tan crítica para sus intereses. Es, al
menos, lo que opinan algunas fuentes vinculadas al servicio
exterior de EEUU. ¿Es esto compatible con cualquier plan de
retirada de Iraq? Por descomunales que parezcan los recursos
de EEUU, no parece lógico invertir tanto dinero y esfuerzos
en algo que habría que abandonar en un plazo relativamente
corto.
Por
si lo anterior fuera poco, añádase el hecho de que las
tropas de EEUU han echado ya profundas raíces en territorio
iraquí. Las cuatro grandes bases militares proyectadas
inicialmente por las fuerzas armadas de EEUU han sido
progresivamente reforzadas, lejos de los focos de los medios
de comunicación. Al norte de Bagdad se halla la enorme base
aérea de Balad, que alberga unas cuarenta mil personas. La
base de Al Asad es también otro gran complejo dotado de
toda clase de servicios de esparcimiento y descanso para los
militares, lo que hace que sea llamada coloquialmente Camp
Cupcake, o "campamento de pastas para té".
Según
se leía en la página web del británico The Guardian hace
unos días, se han preparado planes secretos para el futuro
de las fuerzas estadounidenses en Iraq, en los que se prevé
una "presencia militar sin límite definido". En
las negociaciones entabladas entre los gobiernos de
Washington y Bagdad se pretende sustituir el mandato de
Naciones Unidas por un acuerdo bilateral que autorice a EEUU
a "efectuar operaciones militares en Iraq y detener a
quienes se considere necesario por motivos de
seguridad". Aunque la autorización se describe como
"temporal" y se indica que "no se desea
mantener bases ni presencia militar permanente", al no
haber establecido un plazo límite es fácil deducir que
ambas expresiones sólo pretenden suavizar los términos del
acuerdo y hacerlo más aceptable por la opinión pública
doméstica.
Si
a esto se une el factor petrolífero, pudorosamente oculto
pero permanente e insoslayable en este conflicto, y el hecho
de que el ejército iraquí es todavía incapaz de
garantizar la seguridad del Estado y no da muestras claras
de progresar en este sentido, no parece que la situación en
Iraq vaya a cambiar, reduciendo sustancialmente la presencia
militar extranjera en el país.
Cuestión
ésta que, con toda seguridad, tendrá que abordar con
presteza el nuevo presidente de EEUU, toda vez que los
candidatos que ahora pugnan por serlo dejan ese asunto en
manos de sus asesores, que vienen dando muestras de una errática
percepción del problema, más interesados en conseguir
votos en las elecciones del próximo noviembre que en
resolver uno de los más graves problemas de política
internacional en los que EEUU se ha visto sumido en el curso
de toda su historia.
(*)
General de artillería en la reserva del Estado Español.
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