La
alimentación en Iraq
La
maldición de la tierra
Por
Ali al–Fadhily y Dahr Jamail
Inter
Press Service (IPS), 12/05/08
Faluya,
Iraq.– El gran aumento de los precios de los alimentos en
Iraq desató en esta ciudad, 70 kilómetros al oeste de
Bagdad, una nueva ola de repudio contra la ocupación que
encabeza Estados Unidos.
"Este
país está condenado por los estadounidenses desde el
momento mismo en que pisaron suelo iraquí", dijo a IPS
el agricultor Burhan Jassim, del distrito de Sichir, a las
afueras de Faluya.
"Ésta
es la zona de Iraq siempre bendecida por Alá con la mejor
producción en calidad y cantidad, pero la convirtieron en
un páramo", se lamentó Jassim.
Faluya
afronta esta nueva crisis después de que gran parte de la
ciudad quedara destruida por operaciones militares de
Estados Unidos perpetradas en 2004.
Los
alrededores de Faluya constituyen una de las zonas agrícolas
más productivas de Iraq.
Los
agricultores plantan tomates y pepinos al norte de esta
ciudad y otros cultivan papas al sur, cerca de Amiriya.
Ambas zonas tienen grandes cultivos de palma aceitera y
pequeñas plantaciones frutales. Ahora la producción se
redujo a una ínfima proporción de lo que era.
Los
agricultores deben adaptarse a las situaciones cambiantes.
"Cambiamos
nuestros motores eléctricos por el diesel para evitar los
cortes de electricidad cuando la ONU (Organización de las
Naciones Unidas) dispuso sanciones" contra Iraq en los
años 90, dijo a IPS el agrónomo Raad Sammy, propietario de
una pequeña granja en Saqlawiya, a las afueras de Faluya.
"Solíamos
tener un mínimo de 12 horas de electricidad al día con los
cortes programados, pero ahora casi no la tenemos. Y también
padecemos escasez de combustible para hacer funcionar
nuestras bombas de agua y su increíble encarecimiento en el
mercado negro", dijo.
El precio
de los productos agrícolas se disparó.
"El
costo promedio de un kilogramo de tomates es de alrededor de
un dólar, y eso cuando no hay crisis, cuando, por ejemplo,
los estadounidenses bloquean el acceso a la ciudad",
dijo a IPS Yassen Kamil, comerciante de Faluya.
"El
precio se duplica en invierno. Entonces hay que importar
todo de Siria y Jordania", añadió.
Los
residentes de Faluya señalan que el precio de alimentos
ahora excede sus ingresos. El salario promedio de los
funcionarios estatales es de 170 dólares al mes, y no más
de 100 dólares para peones y vendedores.
Los
residentes estiman que más de la mitad de la fuerza de
trabajo local se encuentra desempleada. La crisis
alimentaria golpeó a los iraquíes más que a las
poblaciones de otros países.
"Los
efectos sociales de la situación son enormes", dijo a
IPS Ahmed Munqith, residente de esta ciudad. "Creemos
que la gente se dedica a actividades ilegales para
sobrevivir a diario. La crisis alimentaria creó gran
corrupción y la delincuencia alcanzó el pico."
Al igual
que con cualquier dificultad que deben padecer, muchos iraquíes
creen que esto responde a una política intencional de las
fuerzas ocupantes.
"Es
obvio que los precios están altos y que la vida es difícil
en esta ciudad, y el resto del país, porque así fue
concebido", dijo a IPS el jeque Ala’in, un clérigo
de Faluya.
"Los
ocupantes planearon esta pobreza para que los iraquíes
trabajen para ellos como policías y espías. Iraq flota en
un lago de petróleo, pero no hay combustible para hacer
funcionar nuestras bombas de agua. ¡Qué ironía!",
exclamó.
Independiente
de las razones, la población simplemente desea un respiro.
"Sólo
queremos que nos devuelvan la vida", señaló una
universitaria que dijo llamarse Nada.
"Queremos
comer, comprar ropa, tener una educación decorosa y
respirar aire puro. No le damos las gracias a los
estadounidenses por sus esfuerzos en traernos la democracia
que mató a la mitad de los iraquíes con sus bombas y ahora
parece matar de hambre a la otra mitad", añadió.
"¿Le
puede dar ese mensaje al pueblo estadounidense de nuestra
parte?", preguntó al periodista de IPS.
Al menos
cuatro millones de personas en Iraq carecen de alimento
suficiente, según la ONU.
Alrededor
de 40 por ciento de los 27,5 millones de habitantes del país
no tienen acceso a agua potable y al menos 30 por ciento
carecen de atención médica adecuada.
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