Que
el mundo pague el desastre estadounidense
Por
Hedelberto López Blanch
Boletín Entorno, año 6 Nº 49, 12/06/08
Lejos de
exigir la salida del territorio iraquí de las tropas
estadounidenses que han provocado una catástrofe en el país
con saldo de cerca de un millón de muertos y más de cuatro
millones de desplazados en los cinco años de ocupación,
las Naciones Unidas citaron a una conferencia en las afueras
de Estocolmo, Suecia para que todas las naciones del mundo
ayudaran a levantarla de las ruinas.
El primer
ministro iraquí, Nuri al Maliki, pidió a la comunidad
internacional que " cancelaran la deuda externa"
con su país para iniciar el desarrollo económico, y pese a
que los coches bombas y los atentados continúan
indetenibles por toda la nación árabe, enfatizó a varias
decenas de delegados y de organizaciones internacionales que
asistieron al evento, entre ellos el secretario general de
la ONU, Ban Ki–moon y la secretaria de Estado
norteamericana, Condoleezza Rice, que su gobierno evitó el
"abismo de la guerra civil".
Iraq tiene
una deuda externa de 67.000 millones de dólares, con prácticamente
toda la superestructura industrial, vial, eléctrica y de
acueductos destruida por los bombardeos norteamericanos a
esas instalaciones y la guerra contra los ocupantes que han
mantenido durante cinco años los movimientos de
resistencia. Entre los principales acreedores aparecen
Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Qatar.
La
conferencia fue la primera evaluación del Acuerdo
Internacional para Iraq, un amplio paquete de reformas económicas
y políticas para los próximos cinco años que Ban
Ki–moon ayudó a concretar en Egipto en mayo del año
pasado. Estipula suministrar asistencia internacional a
Bagdad, incluyendo condonación de deudas, pero obvia
mencionar los graves problemas políticos, económicos y
sociales provocados por la invasión norteamericana, y
tampoco menciona la necesaria salida de las tropas
ocupantes, exigida por la mayoría de la población iraquí.
Como si hubiera encontrado la salida perfecta para
involucrar a la comunidad internacional en el futuro destino
de esa nación, Condoleezza Rice expresó que "los
iraquíes no necesitan grandes sumas de dinero, sino
asistencia técnica y apoyo para proyectos de desarrollo. Me
gustaría que la comunidad internacional acelerara sus
esfuerzos para ayudar a hacer de Iraq un Estado
capacitado".
Estados
Unidos ha estado presionando a la ONU para lograr zafarse
del costo actual que le produce esa ocupación, máxime
cuando la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC) advirtió
que, en el balance final, la guerra de Iraq puede llegar a
costar más de un millón de millones de dólares a los
contribuyentes.
Robert A.
Sunshine, director asistente de la OPC aseguró
recientemente que la guerra y los proyectos de reconstrucción
ya consumieron 500.000 millones de dólares del Tesoro
estadounidense y el billón se alcanzará cuando se sumen
costos como la repatriación de soldados heridos, la
asistencia militar y económica al gobierno iraquí y el
mantenimiento de los 190.000 soldados emplazados en ese
territorio. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía y
Linda Bilmes, especialista de la Universidad de Harvard han
asegurado que el costo de la guerra podría superar los dos
billones de dólares cuando se contabilice el gasto por
pensiones de invalidez, asistencia médica a soldados
heridos, mientras que, en contraposición, la guerra de
Vietnam costó 652.000 millones de dólares ajustados a la
inflación.
El
corolario es que las cifras representan el 10% de las
reservas del Estado y por tanto se hace necesario buscar a
otros gobiernos que ayuden a sostener la ocupación para que
Estados Unidos controle y disponga de las enormes reservas
petroleras de Iraq, consideradas las segundas mayores del
mundo.
Las excusas
ofrecidas por la Casa Blanca para atacar, invadir y ocupar a
Iraq en marzo de 2003 fueron inventadas pues se comprobó
que ese país no poseía armas nucleares, ni tenía ninguna
relación con la organización terrorista Al Qaeda.
El 17 de
marzo de 2003 el presidente George W. Bush, para minimizar
su campaña, anunciaba: "los ayudaremos a construir un
nuevo Iraq, próspero y libre". Era el comienzo del
desastre para ese pueblo que ya se extiende por cinco años.
A pocos
meses de la invasión, entraron en la nación árabe las
empresas norteamericanas Halliburton, Kellog, Bechtel, por
citar algunas.
La
Halliburton, dirigida de 1995 al 2000 por el vicepresidente,
Richard Cheney, ha sido la principal beneficiada con
convenios por 40 000 millones de dólares, y también ha
sido la más envuelta en corrupción y escándalos
financieros.
Una
audiencia realizada por el Congreso estadounidense en 2005,
arrojó evidencias sobre la estrecha relación que la
Halliburton mantiene con altos oficiales del Departamento de
Defensa, entre ellos Cheney sí apoyó con mayor interés la
invasión a Iraq y aún recibe beneficios financieros de la
empresa. En la invadida nación árabe han desaparecido o
mal utilizado 65 000 millones de dólares en proyectos
descontinuados.
Un reciente
artículo del diario The New York Times, indicó que un
grupo de inspectores de Estados Unidos constataron que siete
de ocho proyectos de reconstrucción en Iraq, en los que se
invirtieron alrededor de 150 millones de dólares, son un
fracaso.
Compañías
como Northrop Grumman, dedicada a los rubros aeroespacial y
naval, reportó ganancias de 12% en 2007 con respecto al año
anterior.
La General
Dynamics creció en el mismo período en 19% por la
permanente venta de tanques y vehículos blindados enviados
hacia Iraq. La Lockheed Martin, que fabrica aviones y
sistemas aéreos creció el 34% y sus ganancias se situaron
en 778 millones de dólares. La investigadora del Instituto
de Estudios Políticos de Washington, Miriam Pemberton,
informó en una reciente entrevista con la agencia de
noticias IPS, que "el gasto militar proyectado para
2008 es el más alto de la historia de Estados Unidos y la
tendencia sigue al alza".
Con esas
proyecciones, la administración norteamericana tiene que
buscar socios que le ayuden a sufragar los gastos de su
guerra por adueñarse del petróleo del Medio Oriente, y al
parecer algunas voces en la ONU lo respaldan.
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