Marginación
de sunitas armados augura más violencia
Por
Zainab Mineeia y Ali Gharib
Inter
Press Service (IPS), 10/09/08
Informes
acerca de una supuesta campaña del gobierno para eliminar a
las sunitas Fuerzas del Despertar, financiadas por Estados
Unidos, preocupan a analistas, que temen el retorno de la
violencia entre comunidades religiosas o incluso la guerra
civil.
Sólo una
fracción de los estimados 100.000 miembros de ese
movimiento, también conocido como Sahwa o "Hijos de
Iraq", se integró en las fuerzas de seguridad
regulares. Esto alimenta el temor de que el resto, la gran
mayoría, reanuden los combates contra el gobierno, de
predominio chiíta.
Gran parte
de los integrantes de ese grupo son ex insurgentes sunitas
que se desvincularon de la red extremista Al Qaeda en Iraq y
se alinearon con las fuerzas estadounidenses, fenómeno que
produjo una notable mejora en materia de seguridad.
El proceso
podría revertirse si el gobierno del primer ministro Nouri
al–Maliki continúa demorando la completa integración de
los ex insurgentes, o realiza acciones que sugieren que
busca desmovilizar y dispersar a ese grupo.
El Sahwa,
como fuerza organizada, nunca tuvo apoyo del gobierno iraquí.
Su lealtad fue sólo con Estados Unidos. Se basó sobre la
enemistad compartida hacia Al Qaeda y el apoyo de
Washington, incluido un salario mensual de 300 dólares a
cada uno de sus miembros.
Aproximadamente
la mitad de los "hijos de Iraq" están radicados
de la provincia de Anbar.
Estados
Unidos planea ceder su control ––junto con el de estos
grupos–– al gobierno central el 1 de octubre. Esto podría
interrumpir el pago, lo que contribuirá a que los ex
insurgentes se sientan marginados en lugar de integrados.
El destino
de los grupos Sahwa está relacionado con una lucha de poder
entre los sunitas y el papel que juega en la cada vez más
impredecible relación entre las fuerzas de ocupación
estadounidenses y el gobierno de Al–Maliki.
Algunos
analistas hacen referencia a un orgullo
"desmesurado" del primer ministro y su círculo íntimo,
como resultado de algunas acciones recientes, entre ellas
ofensivas en Basora y Ciudad Sadr, además de su fuerte
oposición a la versión original de un acuerdo de seguridad
entre su gobierno y Estados Unidos.
Ese
orgullo, sugieren algunos, ha llevado a Al–Maliki a
intentar desmantelar a los grupos Sahwa, a pesar de sus
estrechos lazos con Washington y el riesgo de que puedan dar
nuevamente su apoyo a la insurgencia.
"El
gobierno iraquí realmente quiere eliminarlos y no desea
incorporarlos a las fuerzas de seguridad, mientras que
Estados Unidos le pide que incorpore al menos a
50.000", dijo a IPS Juan Cole, profesor de la
Universidad de Michigan.
También
mencionó a las luchas de poder entre los sunitas como un
factor importante.
Aunque
muchos sunitas boicotearon las elecciones de 2005, el
Partido Islámico Iraquí, cuyos miembros pertenecen a esa
comunidad, participó en ellas y luego se integró en el
bloque sunita en el parlamento. Al–Maliki apoyó a esa
fuerza política y esto podría explicar su desdén hacia
los grupos Sahwa.
Estos últimos
desconfían de la preferencia del primer ministro por el
Partido Islámico y temen ser perjudicados en los próximos
comicios provinciales, que supuestamente tendrían lugar en
octubre pero fueron postergados indefinidamente.
Hubo
enfrentamientos entre miembros de los grupos Sahwa y del
Partido Islámico en la provincia de Anbar. Ya sea que
Al–Maliki intente convertir a esa fuerza política en la
única voz legítima de los sunitas o no, es evidente el
desprecio de gran parte del gobierno central hacia los
"hijos de Iraq".
"El
Estado no puede aceptarlos. Sus días están contados",
declaró al diario estadounidense The New York Times
Jalaladeen al–Sagheer, un importante dirigente chiíta de
la coalición de Al–Maliki.
El gobierno
emitió órdenes de arresto contra alrededor de 650 líderes
de los grupos Sahwa y algunos ya han sido detenidos. Otros
miembros abandonaron sus casas y pasaron a la
clandestinidad.
Al–Maliki
declaró el lunes que pagaría e integraría en las fuerzas
de seguridad a 20 por ciento de los integrantes de los
grupos Sahwa, pero un portavoz del gobierno, Ali
al–Dabbagh, puso en duda los números.
Aunque
Estados Unidos asegura que son casi 100.000, Al–Dabbagh señaló
que para el gobierno hay sólo 50.000 y señalo, además,
que unos cuantos deberían ser "purgados".
"Esto
suena como la receta para tener a 85.000 miembros de esos
grupos extremadamente descontentos. Hay que ver qué ocurre
finalmente, pero no soy optimista, a juzgar por la
experiencia pasada sobre cómo han sido tratados por el
gobierno iraquí", señaló Marc Lynch, profesor de la
Universidad George Washington.
A su
juicio, "esto será otro clavo en el ataúd de la idea
de que mejoras en materia de seguridad llevarán al gobierno
a un entendimiento con sus rivales".
Si los
miembros de los grupos Sahwa reanudan la actividad
insurgente, se desvanecerán los éxitos de la estrategia
estadounidense aplicada a partir de 2006, que llevó a
decrecientes niveles de violencia en Bagdad y otras áreas
sunitas.
Si uno de
los objetivos principales de esa estrategia fue crear las
condiciones para la reconciliación política, estas
disputas entre el gobierno y los ex insurgentes sunitas
indican que es prematuro declarar que ha sido exitosa.
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