El fraude más grande
Por Juan Gelman
Bitácora, 27/02/09
Ha habido records en la materia. El reciente del
"mago de Wall Street", Bernard Madoff –50.000
millones de dólares–, habrá hecho palidecer de envidia a
Nick Leeson, que en 1995 segó la ancianidad del británico
Barings Bank –233 años de existencia– haciéndole
perder 1300 millones de libras esterlinas. El grupo
financiero holandés ING compró entonces el Barings, de
funesta memoria en el Cono Sur de América, por una libra
esterlina solitaria.
Otro muerto de envidia ha de ser Jérome Kerviel, que en
2008 defraudó 4900 millones de euros a Société Générale,
el segundo banco más importante de Francia. Sir Robert
Allen Stanford –el primer estadounidense nombrado
caballero del Reino Unido y sospechado de lavar dinero del
narco– no puede aspirar al primer puesto de la lista:
apenas malversó 8 mil millones de dólares.
Los grandes fraudes disimulan los pequeños, que poco
espacio consiguen en la prensa. Una dependencia del
Departamento del Tesoro de EE.UU., la Red de aplicación de
la ley a los delitos financieros (FinCEN, por sus siglas en
inglés), informó el año pasado que los casos de fraude
hipotecario denunciados por los bancos del país se
multiplicaron por diez, y con creces, del año 2001 (4696)
al 2007 (52.868) (www.fincen.gov, 3/4/08). Pocos llegan a la
Justicia: un tercio de los agentes del FBI que investigaban
estos temas han pasado a tareas de seguridad desde el 11/9.
Cabe recordar que la punta del iceberg económico que
actualmente enfría al mundo fue, precisamente, la burbuja
hipotecaria.
Hay un fraude que le está ganando a Madoff: La Oficina
del inspector general especial de EE.UU. para la
reconstrucción de Irak (Sigir, por sus siglas en inglés),
sucesora de la Autoridad Provisional y encargada de
supervisar el manejo de los fondos destinados al destruido
país, ha comenzado a investigar a los jefes militares y
funcionarios civiles norteamericanos estacionados en Irak
que se encargaron y encargan de administrar los 125.000
millones de dólares invertidos desde la invasión de 2003.
Nunca se sabrá con exactitud qué proporción de esa suma
fue malversada, pero un informe de la Sigir sugiere que
puede superar los 50.000 millones de dólares (www.sigir.mil/reports,
febrero 2009). Madoff ha sido destronado.
Los auditores de la Sigir descubrieron, por ejemplo, que
el contralor estadounidense para el centro sur de Irak,
Robert Stein Jr., había recibido 57,8 millones de dólares
en billetes de 100 junto a los cuales, de pie, se fotografió
triunfal. Es de los pocos condenados por fraude y lavado de
dinero.
Los dirigentes políticos iraquíes están convencidos de
que el robo o la pérdida de ingentes sumas de dólares
norteamericanos y de dinares iraquíes no pudieron tener
lugar sin la participación corrupta de militares
estadounidenses de alto rango.
En 2004/2005, todo el presupuesto militar iraquí para la
compra de armas, unos 1300 millones de dólares, fue
invertido en helicópteros rusos de 28 años de edad
incapaces de volar y de vehículos cuyo "blindaje"
era pulcramente atravesado por una bala de fusil.
Ninguna grúa interrumpe el cielo de Bagdad, salvo las que
funcionan en la amurallada Zona Verde para terminar la
construcción de la Embajada de EE.UU. –la más grande del
mundo– y las que enmohecen detrás de media mezquita
gigante que nunca llega a serlo porque cesó cuando Saddam
Hussein fue derrocado. Una de las pocas señales de inversión
en Bagdad son las palmeras y las flores plantadas en los
camellones del centro de la ciudad. Cada pocos meses las
quitan y las vuelven a plantar (The Independent, 16/2/09).
Una investigación de las que exploran los fraudes y robos
cometidos por personal estadounidense en los primeros años
de la ocupación de Irak atañe al coronel (R) Anthony B.
Bell, responsable de la contratación de obras en 2003/2004,
y al teniente coronel de la fuerza aérea Ronald W. Hirtle,
encargado de la misma tarea en Bagdad durante el 2004.
Los auditores de la Sigir han retomado las revelaciones
que, en su momento, les hiciera llegar Dale Stoffel, un
vendedor de armas y contratista norteamericano que pidió y
obtuvo una inmunidad limitada en sus negocios a cambio de
informar sobre la red de corrupción en la Zona Verde.
Stoffel dibujó un panorama digno de novela negra: decenas
de miles de dólares llegaban furtivamente en envases de
pizza o bolsas de papel a las oficinas de contratación (International
Herald Tribune, 15/2/09). Hubo más de pulp fiction: en el
2004, Stoffel y uno de sus socios fueron acribillados en un
tiroteo que nunca se aclaró.
Militares, funcionarios y contratistas de EE.UU. en Irak
han ido más lejos que Madoff. Muchos siguen impunes,
mientras Bernie padece arresto domiciliario: sus íntimos
amigos cuando él era mago no quisieron aportar los 10
millones de dólares de la fianza que, durante el juicio, lo
dejaría en libertad.
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