Dubai.– Las negociaciones
para formar un nuevo gobierno en Iraq, tras las elecciones de marzo, se
complicaron por las presiones de varios actores internacionales.
Estados Unidos se abstiene
por ahora de tratar de incidir de forma directa, aunque su opinión pesa. Pero
los actores clave son Arabia Saudita e Irán, con Siria y Turquía tratando de
hacer lo suyo.
"En Iraq vemos dos
agendas opuestas, encabezadas por Irán y Arabia Saudita, que se disputan la
supremacía", según Abdel Jaleq Abdulah, profesor de ciencias políticas
de la Universidad de Emiratos Árabes Unidos.
"Irán pretende que Iraq
sea un país sectario, débil y dividido. Arabia Saudita pretende plasmar los
deseos del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y de otros países árabes
de que sea laico, fuerte y unido", señaló Abdulah.
Tras conocerse el viernes el
resultado de los comicios, Irán se esfuerza para que en Iraq gobierne una
figura afín a Teherán y el predominio sea chiita, una de las corrientes del
Islam. Por su parte, Arabia Saudita pretende que tome las riendas del país el
ex primer ministro Ayad Allawi, un chiita laico, pero cercano a los árabes y
a los sunitas.
El Movimiento Nacional Iraquí,
de Allawi, obtuvo 91 escaños, superando al Estado de Derecho del ex primer
ministro Nuri Al Maliki, que logró 89 asientos, pero aun así no son
suficientes para gobernar solo.
Los partidos comienzan un
complicado proceso de negociaciones para formar alianzas sobre la base de
afinidades ideológicas, étnicas, religiosas o de cuestiones más pragmáticas.
A fines de marzo, Allawi acusó
a Irán de tratar de impedir que él fuera primer ministro.
"Teherán tiene más
cartas a su disposición que Arabia Saudita, dada la influencia que Irán ha
tenido en Iraq desde el derrocamiento de Saddam Hussein" (1937–2006),
quien gobernó de 1979 a 2003, según Abdulah.
Estados Unidos tiene más
influencia que Arabia Saudita como para frenar a Irán en Iraq, sostiene el
especialista. "De hecho, los países árabes del Golfo cuentan con que
los estadounidenses hagan el trabajo por ellos", señaló.
Washington y Teherán tienen
diferencias históricas, además del actual conflicto por las pretensiones
nucleares iraníes. En cambio, la batalla entre los países del CCG e Irán es
de carácter más sectario.
Los países del CCG –Arabia
Saudita, Bahrein, Emiratos, Kuwait, Omán y Qatar—son mayoritariamente
sunitas, en cambio Irán e Iraq, chiitas.
Hasta que Saddam Hussein,
quien era sunita, fue derrocado en 2003, Iraq ofició de contrapeso contra Irán.
Pero desde entonces, Teherán extendió su influencia hacia ese país, y también
hacia Líbano, los territorios palestinos e, incluso, Yemen, para la gran
inquietud del CCG y de otros estados árabes.
Dado que Maliki impidió que
cientos de políticos, la mayoría de ellos sunitas, pudieran ser candidatos
por sus supuestos vínculos con el régimen de Saddam Hussein, los países del
CCG creen que si Allawi es primer ministro será más fácil vigilar de manera
más efectiva la influencia chiita y regional de Irán.
Independiente del resultado
de la crisis de liderazgo, Abdulah señaló que las elecciones de Iraq fueron
una agradable sorpresa para el mundo árabe.
"La votación dividida
dejó al descubierto la influencia iraní en los asuntos de de ese país. El
electorado demostró a las claras su preferencia por un menor dominio iraní
en la política y la sociedad iraquíes", indicó.
La buena votación de los
sunitas en las elecciones de Iraq fue recibida con entusiasmo en el mundo árabe.
El influyente periódico saudita Asharq Al Awsat las calificó de
"despertar de la moderación".
La gira que realizó Allawi
por varias naciones árabes durante la campaña, incluida Arabia Saudita, fue
calificada de "arabismo" por el partido de Maliki, que también las
acusó de interferir en los asuntos internos de su país.
"Desde la perspectiva árabe
y del CCG, no se trata de Maliki ni de Allawi, sino más bien de un líder
moderado, y de que Iraq sea estable, laico y seguro. Los países miembro, y en
especial Arabia Saudita, se habrían mantenido neutrales si Maliki hubiera
sido moderado", sostuvo Abdulah.
Allawi debería tener primero
la oportunidad de formar gobierno, de acuerdo con lo ocurrido en otras
oportunidades. Pero Maliki alega hay una decisión judicial que le permite
formar antes una "asociación nacional" y luego revindicar el
derecho a conformar la coalición gubernamental.
"Dado el factor chiita
en las relaciones entre Irán e Iraq, Teherán desempeñará un papel
importante en la política de Bagdad", señaló el analista kuwaití Ali
Jaber Al Sabah. "Es alentador que no haya unanimidad entre ambos sobre
quién o cual de los dos está más autorizado a ser la voz del Islam chiita",
apuntó.
No hay un acuerdo sobre quien
tiene más influencia sobre los chiitas, si el gran ayatolá Ali Al Sistani,
porque en Iraq está la ciudad sagrada de Najaf, a unos 160 kilómetros de
Bagdad, o el líder supremo de la República Islámica de Irán, el ayatolá
Ali Jamenei, porque en ese país está Qom, otro sitio importante para esa
corriente del Islam.
El primero no suele
involucrarse en asuntos políticos, en cambio el segundo desempeña un papel
muy activo.
Sistani se negó en
reiteradas oportunidades a involucrarse en estas elecciones tras trabajar por
una coalición chiita unificada en los primeros comicios nacionales de 2005.
Los sunitas tuvieron una ventaja competitiva para convertirse en actores
importantes.
"Mientras Sistani se
mantenga así, la democracia iraquí estará segura y, en cierta forma, también
los intereses árabes. Si cambiara de opinión, sería apocalíptico para Iraq
y para la región", sostuvo Al Sabah, en alusión a que sería más difícil
controlar a Irán.