La semana pasada, el
Presidente Obama anunció ceremoniosamente que las operaciones de combate de
EEUU en Iraq habían llegado a su fin. Como los demócratas se enfrentan a una
ardua batalla en las inminentes elecciones de mitad de mandato, Obama sintió
que tenía que cumplir con la promesa de su campaña de trasladar los combates
de Iraq a Afganistán. Pero, mientras las matanzas aumentan en Afganistán, en
Iraq todo sigue igual.
Estados Unidos, con su
inmensa embajada en Bagdad y sus cinco grandes bases por el territorio iraquí,
continuará manejando allí los hilos. La pasada semana, el Vicepresidente
Biden entregó un plan de reparto del poder a los iraquíes, que no han
conseguido formar aún gobierno en los seis meses transcurridos desde la
celebración de elecciones en marzo, habiéndose llegado a un punto muerto
total. “Pensamos que es mejor para el futuro de Iraq”, declaró Biden. The
New York Times especulaba sobre si “los estadounidenses van a poder cerrar
el acuerdo”. Pero EEUU va a seguir haciendo mucho más que plantear
simplemente sugerencias sobre cómo los iraquíes deberían repartirse el
poder político.
La oportunidad del anuncio de
Obama de que las tropas de combate están abandonando Iraq se fundamenta en el
Acuerdo sobre el Estatuto de las Fuerzas (SOFA, por sus siglas en inglés) que
la administración Bush negoció con los iraquíes en 2008. En él se pide que
las tropas de combate estadounidenses abandonen Iraq el 31 de agosto de 2010.
El SOFA requiere también que el Pentágono retire todas sus fuerzas a finales
de 2011, si bien esta fecha podría prorrogarse.
El discurso de Obama sobre la
retirada de tropas de combate de Iraq representa un esfuerzo para demostrar el
cumplimiento del SOFA al acercarse las elecciones de mitad de mandato. Pero
los acontecimientos sobre el terreno revelan que se limita a desplegar una
especie de versión política del viejo juego de trileros. Mientras Obama
proclamaba el redespliegue de un batallón Stryker fuera de Iraq, 3.000
soldados de combate del 3er Regimiento de la Caballería Blindada se volvían
a desplegar de nuevo en Iraq llegados de Fort Hood, Texas. Y ese regimiento de
caballería va a tener abundante compañía. El Departamento de Estado está
duplicando sus “contratistas de seguridad”, unos 7.000, para asegurar que
los intereses estadounidenses estén protegidos. Y con ellos llegarán 24
helicópteros Blackhawk, 50 vehículos anti–minas y anti–emboscadas y
otros equipamientos militares variopintos.
50.000 soldados permanecerán
en Iraq. 4.500 soldados de las fuerzas especiales estadounidenses continúan
combatiendo y matando junto a las fuerzas especiales iraquíes. Los soldados
estadounidenses siguen estando autorizados a desarrollar acciones preventivas
contra cualquier amenaza que crean percibir. La política respecto a los
ataques aéreos y bombardeos seguirá inalterable. Y un innumerable número de
“contratistas civiles” –es decir, mercenarios, por su nombre exacto–
se quedarán en Iraq sin responsabilidad alguna de la que dar cuenta por sus
crímenes de guerra.
Cuando Obama habló a la nación
sobre el fin de las operaciones de combate en Iraq, pronunció su mensaje en
unos términos de los que George W. Bush se habría sentido orgulloso. Obama
renombró la ocupación estadounidense de Iraq como “Operación Nuevo
Amanecer” y se puso a hablar de los sacrificios que hicimos durante la
“Operación Libertad para Iraq”. Pero se olvidó de mencionar los más de
100.000 muertos iraquíes, las innumerables cifras de heridos iraquíes y los
dos millones de iraquíes, o más, que tuvieron que escapar al exilio. No dijo
nada tampoco de las escasas horas de electricidad al día de que disfrutan los
iraquíes. Se olvidó también señalar que los sindicatos están proscritos y
la infraestructura de Iraq hecha añicos. Y omitió cualquier referencia a la
ilegalidad de la guerra de agresión de Bush –en violación de la Carta de
las Naciones Unidas– o a la política de torturas y malos tratos de Bush
hacia los iraquíes –en violación de los Convenios de Ginebra–. Obama
decidió alabar a su predecesor, obviando todo lo anterior, al decir: “Nadie
podría dudar del compromiso del Presidente Bush… con nuestra seguridad”.
Pero la ocupación extranjera de Iraq y el maltrato de prisioneros nunca nos
han proporcionado seguridad alguna.
Obama también olvidó
recordarnos que fuimos a la guerra en base a dos mentiras de la administración
Bush: que Iraq tenía armas de destrucción masiva y que al–Qaida se
acostaba con Saddam Hussein.
Obama habló de “elecciones
creíbles” en Iraq. Pero, “Iraq no tiene una democracia funcional”, dijo
Raed Jarrar, asesor sobre Iraq para el American Friends Service Committee y
miembro importante de Peace Action. “No se puede esperar que de una ocupación
extranjera salga una democracia funcional para Iraq”, dijo en Democracy Now!
“El nuevo estado iraquí
está entre los más corruptos del mundo”, escribió el periodista Nir Rosen
en Foreign Policy. “Sólo resulta eficaz en brutalidad y apenas proporciona
un mínimo nivel de seguridad. Tampoco ofrece servicios adecuados a su pueblo,
en el que millones de seres apenas logran sobrevivir. Los iraquíes están
traumatizados. Cada día se perpetran asesinatos con pistolas con silenciador
y pequeñas bombas–lapa colocadas bajo los coches”.
Obama sitúa los costes de
las guerras en tres mil billones de dólares, una suma espeluznante que podría
haberse utilizado en proporcionar atención sanitaria universal, educación de
calidad y mejora de infraestructuras para crear empleo en este país. Y pasó
también por alto el coste de los tratamientos para nuestros veteranos de
guerra discapacitados, muchos de los cuales vuelven con heridas traumáticas
cerebrales y trastornos de estrés postraumático. “No hay duda alguna de
que la guerra de Iraq ha incrementado sustancialmente la deuda federal”,
escribieron Joseph Stiglitz y Linda Bilmes en el Washington Post. “La crisis
financiera global se debió, al menos en parte, a la guerra”, añadían.
Independientemente de cómo
Obama trata de distorsionar su mensaje sobre el desastre que Estados Unidos ha
creado en Iraq, el 60% de los estadounidenses piensan que la invasión
estadounidense de Iraq fue un error, el 70% cree que no mereció la pena
sacrificar vidas estadounidenses y sólo una cuarte parte siente que nos ha
vuelto más seguros. La mayoría de los iraquíes rechaza asimismo la ocupación
de EEUU.
Mientras reflexiono sobre los
acontecimientos que se suceden en Iraq y los esfuerzos de Obama para explicárnoslo,
me viene a la memoria el muy condecorado General del Cuerpo de Marines Smedley
Butler. Hace casi setenta años, declaró: “La guerra es una estafa”. Se
estaba refiriendo a la utilización de marines en Centroamérica durante los
primeros años del siglo XX para proteger a corporaciones estadounidenses como
la United Fruit, que estaban explotando los recursos agrícolas de toda la
región. Bajo mi punto de vista, la guerra de Iraq tenía un objetivo similar:
asegurar los ricos campos petrolíferos de Iraq y ponerlos a disposición de
las corporaciones para que continúen alimentando la adicción al petróleo de
EEUU.
Si hubiera pronunciado un
discurso más honesto, Obama habría dicho que conseguimos eliminar a un
dirigente que no se mostraba muy amistoso respecto a los intereses económicos
y geopolíticos de EEUU, y que le reemplazamos con gentes al servicio del
dinero y de los recursos estadounidenses. Se ha reducido y renombrado a las
fuerzas estadounidenses. Los “puestos de presencia permanente” (nueva
nomenclatura para las bases de EEUU en Iraq) se asegurarán de mantener
nuestra hegemonía en Iraq. ¡Misión cumplida!
(*)
Marjorie Cohn es profesora de la Facultad de Derecho Thomas Jefferson, fue
presidenta de la Asociación Nacional de Abogados, es vicesecretaria general
para comunicaciones exteriores de la Asociación Internacional de Abogados
Democráticos y representante de EEUU en el comité ejecutivo de la Asociación
de Juristas de EEUU.