Dos semanas después que los últimos miembros de las
fuerzas armadas estadounidenses partieran de Iraq a hurtadillas el 21 de
diciembre, la idea de un país en vías de estabilización lanzada por los
americanos y la coalición internacional comienza a hacerse añicos: orden de
arresto contra el vicepresidente sunita Tarek al-Hachemi acusado de
terrorismo, emitida por el primer ministro chiíta Nouri al-Maliki; atentados
mortales en Bagdad el jueves 22; negativa del Gobierno Autónomo del Kurdistan
iraquí a entregar Tarek al-Hachemi (refugiado en ese territorio) a las
autoridades de Bagdad; atentado violento contra el Ministerio del Interior el
26 de diciembre… La crisis política se agrava. Una crisis atizada por las
tensiones regionales, con la crisis siria y el conflicto entre Arabia Saudí e
Irán como telón de fondo.
Según el dirigente sunita Iyad Allaoui (New York Times,
27 de diciembre) Iraq está a las puertas de una "catástrofe". El débil
régimen institucional impuesto a trancas y barrancas bajo tutela
norteamericana, que desembocó en la Constitución de 2005 y las elecciones de
2010, se muestra obsoleto y tambaleante.
En este Estado ficticio de Iraq, el poder ejecutivo es
compartido por tres personas: el presidente Jalal Talabani, kurdo; el primer
ministro Nouri al-Maliki, chiita; y el presidente del Parlamento Oussama al-Noujaifi,
sunita. Cada uno de ellos cuenta con dos colaboradores provenientes de los
otros dos sectores confesionales iraquíes. A pesar de ello, en la tribuna del
New York Times, co-firmada por al-Noujaifi, se afirma que Iraq va camino de
convertirse en un "Estado autoritario de partido único" y que el
apoyo incondicional de los Estado Unidos al primer ministro Nouri al-Maliki
conducirá a la "guerra civil".
Mediapart ha entrevistado a Loulouwa al-Rachid, politólogo
especializado en Iraq, que nos habla de las características de esta crisis
política, de la salida de las tropas norteamericanas (que no pone fin a la
presencia de los Estados Unidos en Iraq) y de las tensiones regionales que
alimentan la crisis iraquí.
Usted acaba de volver de
Iraq a principios de mes
(diciembre). ¿Cuál es la situación del país tras la salida de las tropas
norteamericanas?
Estuve en Iraq durante la celebración de la Ashura
(festividad religiosa musulmana en la que la comunidad chiita conmemora, también,
la masacre del Imán Hussein, que consideraban legítimo sucesor de Mohamed y
72 miembros de su familia) y la situación era tensa desde el punto de vista
de la seguridad. Todo el mundo tenía la impresión de que podía ocurrir lo
peor. Algo habitual en Iraq; sin embargo, me llamó la atención el nivel de
la desconfianza intercomunitaria en una sociedad en la que la gente
perteneciente a etnias y confesiones distintas se atrinchera tras estas
identidades.
El miedo en la sociedad es difuso: toda la gente lo
tiene, pero no se expresa abiertamente. Se hace evidente si habla de los
acontecimientos de 2003; parece que, ocho años después de haber comenzado,
la guerra aún no hubiera concluido. En torno a estos hechos (cómo cayó
Bagdad…) existen dos visiones confesionales: la chiíta y la sunita.
Aunque la situación de Iraq haya perdido peso
progresivamente en los medios de comunicación internacional -las revueltas árabes
de 011 ha traído consigo que los grandes medios hayan desplazado su personal
a los países de las revueltas-, el país se encuentra lejos de haber logrado
estabilizarse.
¿Cómo explicarse los atentados de esta última semana?
¿Dónde se encuentra Iraq desde el punto de vista de la violencia?
Los atentados violentos han disminuido mucho desde 2008.
Ya no existen atentados que siegan de un golpe la vida a 300 personas en un
mercado de Bagdad. Tampoco existen los IED, artefactos explosivos que se
colocaban a lo largo en las carreteras y que eran tan mortíferos.
La violencia ya no es tan indiscriminada. Ahora se
definen los objetivos, se selecciona a lo individuos cuidadosamente. No pasa
un día sin que algún oficial del ejército o de los cuerpos de seguridad,
algún médico, juez u hombre de negocios no sea abatido en plena calle con
pistolas provistas de silenciador, las famosas katem al-sawt. Asistimos a una
violencia sin ruido. Otra técnica son las bombas-lapa (sticky bomb); una
bomba de alcance limitado que sólo mata a los ocupantes de los vehículos sin
afectar a los edificios colindantes, como era el caso, hace un tiempo, con los
camiones cargados de TNT.
La explicación de este cambio se encuentra en el hecho
de que quienes la ejercen no son los excluidos del sistema político, como
ocurría antes con los sunitas que trataban de encontrar su sitio en el Iraq post-baasista. Ahora mismo la violencia la ejercen quienes se encuentran
dentro del sistema y sus sponsor regionales. Los últimos atentados se
inscriben en esta lógica y son el reflejo de un proceso político que no
avanza en el interior y está totalmente envenenado por múltiples
interferencias exteriores.
La respuesta a la orden de arresto emitida por el primer
ministro chiíta Nouri al-Maliki contra el vice-presidente sunita al-Hachemi
no se hizo esperar. El centro de Bagdad y el Ministerio del Interior fueron víctimas
de atentados. Al-Maliki es, desde las elecciones de marzo de 2010, titular en
funciones de las carteras de Interior y de Defensa, dos ministerios que no
piensa ceder a los miembros de la coalición tal y como se recoge en los
acuerdos para la formación del Gobierno. Está empeñado en prolongar esta
provisionalidad y desgastar a sus adversarios.
¿Tiene algún fundamento la acusación de terrorismo
realizada contra el vicepresidente sunita iraquí, Tarek Al-Hachémi? ¿Ha
saltado por los aires la coalición gubernamental que tanto costó lograr?
A pesar de que las elecciones de 2010 fueron consideradas
un éxito e, incluso, casi una prefiguración del hambre de democracia en el
mundo árabe, desde esa fecha Iraq no ha conocido ni un verdadero gobierno ni
una verdadera oposición. ¿Cómo gobernar y reconstruir la economía en esas
condiciones?
Con el pretexto de no excluir a nadie, el país se
encuentra en manos de enemigos políticos coaligados en el seno de gobierno
condenada de antemano al fracaso y a la corrupción. Lo único que une al
gobierno es la preocupación de las distintas fracciones por acaparar el máximo
de recursos, por otra parte considerables, de esta ficción de Estado. Entidad
establecida en 2003 con su constitución, sus instituciones, su corte suprema
y sus fuerzas armadas.
La solución de una fórmula que integrara a todos los
sectores políticos fue impulsada por los Estados Unidos que temían que un país
mayoritariamente chiíta basculara del lado de Irán. Pero no funciona,
provoca una parálisis administrativa permanente. Lo que ocurre en el sector
eléctrico es un buen ejemplo de ello. Ante la imposibilidad de negociar y
ejecutar un contrato para rehabilitar la red eléctrica con los proveedores
internacionales, el gobierno suministra fuel de forma casi gratuita a los
propietarios de los grupos electrógenos que proliferan en el país que se
encargan de vender la electricidad a los particulares. Se trata de soluciones
de compromiso para evitar rupturas; pero de ese modo, mientras lo que se
denomina la "coalición gubernamental" continúe siendo un campo de
batalla para acaparar recursos, será difícil avanzar.
Tengo un sentimiento de caos y tristeza. Quizás el análisis
en caliente exagere los disfuncionamientos de la dinámica actual. Iraq es un
país petrolífero de recursos considerables y posiblemente tiene por delante
un futuro prometedor (a diferencia de Egipto, por ejemplo); sin embargo, en
muy poco tiempo se ha pasado de soñar con el fin de la dictadura a vivir en
una pesadilla orquestada por una clase política irresponsable y abyecta.
Todos los responsables políticos, dejando aparte los
intereses extranjeros, tienen un insaciable deseo de enriquecerse. La imagen
habitual de los políticos es de quien, por razones de seguridad, ha
expatriado a su familia y pasa su tiempo hablando a través de tres o cuatro móviles
conectados a Teherán, Riad, Beirut o Doha. Los negocios han inundado la política.
Se puede ver a políticos que, durante el día, se insultan en el Parlamento o
en las cadenas de radio y TV y, a la noche, se dedican a firmar contratos
comerciales. Estos políticos progresan a cuenta de la debilidad del Estado.
Están permanentemente en guerra, pero una guerra controlada, con sus códigos
y sus rituales, donde nadie busca la ruptura total porque todos se benefician
de la prolongación de este estado de provisionalidad.
En este contexto, ¿por qué Maliki se lanza contra
Hachemi?. Hachemi tiene menos influencia de lo que se pregona. Se trata de un
antiguo militar de origen urbano y con una base electoral limitada. Situado en
la órbita de los Hermanos Musulmanes no forma parte, sin embargo, de los
exiliados que volvieron en 2003. Ahora bien, su pragmatismo y oportunismo le
han permitido ser una de las figuras del mapa político actual. Fue
vicepresidente entre 2006 y 2010, aunque la figura presidencial en Iraq tiene
un valor decorativo.
Tras las elecciones de 2010, el presidente, así como sus
dos vicepresidentes no tienen capacidad de veto sobre el legislativo, por lo
que, desde un punto de vista constitucional, Hachemi no tiene capacidad para
poner en riesgo al primer ministro.
Por contra, el presidente del Parlamento, Oussama al-Noujaifi,
sunita al igual que Hachemi, tiene mucho más poder. Al principio de la nueva
legislatura, mantuvo un pulso con Maliki durante varios meses, hasta que éste
encontró una salida de compromiso sobre la distribución de prebendas y
puestos ministeriales. Así pues la operación de Maliki contra Hachemi tiene
visos de responder a una operación demagógica ligada a las tensiones
regionales.
Por una parte, porque el confesionalismo es rentable. Ya
en las elecciones de 2010, Maliki utilizó el argumento de la desbaasificación
para impedir la presentación de cierto número de candidatos y ahora mantiene
viva la llama de los sentimientos anti-sunitas asimilando periódicamente (y
de forma colectica) a los sunitas con Al-Qaeda.
Por otra parte, el conflicto entre el sunita Hachemi y el
chiita Maliki forma parte de las tensiones entre Irán y los países árabes
seguidores de Arabia Saudí con el telón de fondo de la crisis siria.
¿Constituye Iraq
el terreno de juego en el que se
enfrentan dos potencias políticas y religiosas como Irán y Arabia Saudí?
Ciertamente, la ofensiva de los países del Golfo contra
el régimen iraní pasa por territorio iraquí. Irán está interesada en
mostrar su capacidad ofensiva. Incluso si pierde a su aliado sirio, Irán
cuenta con 28 millones de habitantes chiítas dirigidos por un presidente
islamista chiíta y considerables recursos petrolíferos. Enfrente, los países
sunitas del Golfo no tienen tanto peso. A pesar de que Hachemi lo niegue,
cuenta con el apoyo de los países del Golfo e incluso puede que de Turquía.
La mayoría de los políticos iraquíes están
interesados en seguir el juego y dar continuidad a la situación de crisis
actual. ¿Quién se interesaría por los electos locales o los jefes de tribu
si no existieran estas tensiones regionales? En un contexto en el que cunde la
incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir en la frontera con Siria, estos políticos
pueden sacar provecho económico por los servicios otorgados a todas las
potencias regionales: contrabando, mensajeros, mercenarios… En Iraq están
muy presentes las enormes codicias y dinámicas de confrontación regional.
Pero, al mismo tiempo, estas potencias regionales no
pueden intervenir a su antojo en Iraq debido a una multitud de agentes locales
que actúan por su cuenta. Arabia Saudí,por ejempleo, a pesar de todo el
dinero invertido, jamás ha logrado tener un líder sunita potente y
consensual. Entre otras cosas, porque la comunidad sunita no es tan homogénea
como se piensa. Evidentemente, existen divisiones geográficas e ideológicas
entre los antiguos baasistas y los islamistas, entre la gente del campo y de
la ciudad, etc. Lo mismo se puede decir de Irán. A pesar de que Iraq esté
gobernado por los partidos chiitas, tanto en Teherán como en Bagdad, los
conflictos internos entre ellos pesan más que los acuerdos.
Por otra parte, al igual que en el pasado, el Estado
iraquí está atravesado de fuertes interferencias regionales y cada comunidad
tiene sus sponsor extranjeros. Se habla mucho de Irán y Arabia Saudí pero,
también habría que mencionar a Turquía. Desde hace tiempo este país afirma
que "estamos con todos los iraquíes, entre nosotros son bienvenidas
todas las comunidades"; pero, en la práctica, los turcos saben que
carecen de influencia al Sur de Bagdad e incluso en la capital, donde el peso
mayor corresponde Irán junto a los Estados Unidos.
Ocurre también que el interés político y económico de
Turquía está más centrado en el Kurdistán iraquí y que cada vez está más
interesada en la comunidad sunita. Mosul, que constituye un inmenso mercado
es, hoy en día, una zona de influencia exclusivamente turca. La necesidad de
continuar creciendo económicamente obliga a Turquía a estar presente en Iraq
aún cuando asuma de mala gana el apelativo de potencia regional y que se
hable de su implicación militar...
¿Y qué pasa con los Estados Unidos? ¿La retirada de
tropas significa el fin de la presencia norteamericana en Iraq?
Me sorprende que se hable del fin de la presencia
americana en Iraq. Es el fin de la ocupación pero no de su presencia. Los
Estados Unidos han retirados sus tropas pero ¿cuántos instructores
militares, consultores, hombres de negocios, técnicos y espías continúan
sobre el suelo iraquí? Hablamos de una embajada con más de 20.000
personas…
Los Estados Unidos han aprendido la lección de lo que
supone una intervención militar directa muy costosa y sin grandes resultados;
así pues, cambian el terreno de juego y ahora centran su actividad en el
trabajo de inteligencia al tiempo que negocian bajo manga las modalidades de
su presencia a partir del 31 de diciembre de 2011. No asistiremos a un acuerdo
con mucho bombo sino a negociaciones secretas con el gobierno de Maliki. Lo
que, por otra parte, supone un acuerdo de mínimos con Irán. Por otra parte,
EE UU siguen conservando su influencia en Iraq a través de otros países
de la región como la Arabia Saudí y Turquía.
Con ocasión de la salida de las últimas tropas
norteamericanas, se oye hablar de que los Estados Unidos han logrado construir
un Estado pero no una nación. ¿Es correcta esta visión?
Se trata de un mito que los norteamericanos se han visto
obligados a crear para legitimar la buena conciencia en su país y, también,
de la opinión de quienes quieren creer que el edificio institucional es
estable y que los resultados electorales son la prueba de que la democracia
puede extenderse al resto de los países árabes.
Sin duda, existe una consolidación del Estado en torno a
la figura del primer ministro, Maliki, pero esta consolidación no se
considera legítima por quienes no ven con buenos ojos la concentración de
poder en manos de una persona. Es lo que explica que los adversarios de Maliki
le acusen regularmente ser "un dictador peor que Saddam". En tanto
que jefe de las fuerzas armadas, Maliki es hoy en día el hombre más poderoso
del país y el poder judicial está totalmente sumiso a él, que gracias a los
recursos del Estado tiene una gran capacidad de cooptación.
Por lo tanto, la situación es paradójica. Por un lado,
la consolidación del poder de Maliki permite el retorno a la normalidad, una
seguridad relativa y el comienzo de la reconstrucción. Por otro, esta misma
consolidación fragiliza las perspectivas democratizadoras, lo que lleva a los
opositores de Maliki a una política de obstrucción, sabotaje y violencia,
como lo muestran los recientes atentados.
Además, las instituciones apenas funcionan. Quienes en
Francia quisieron creer lo contrario y volvieron a Iraq para hacer negocios,
salieron defraudados. No existen garantías ni seguridad para realizar las más
básicas transacciones económicas. A resultas de ello, son los asiáticos y
los turcos quienes se benefician de esta situación, porque están dispuestos
a correr mayores riesgos, incluso en temas de seguridad.
Cuando observo el miedo que tiene la gente, me pregunto dónde
está ese Iraq estable que se nos ha vendido a diestro y siniestro. Voy a
contar una anécdota. En febrero de 2011, durante la primavera árabe,
asistimos a un principio de movilización popular en Bagdad, Mosul y Basora en
demanda de mejores condiciones de vida y el fin de la corrupción. Como en
otros países, Maliki respondió con una mezcla de amenazas y promesas; otorgó
un poco de dinero para calmar a la gente pero la represión fue terrible. Hubo
muertos, heridos y arrestos arbitrarios.
El responsable de un gran periódico americano en
Iraq informó tanto de las manifestaciones como de la represión y tan pronto como
apareció la noticia impresa, la embajada de los Estados Unidos le convocó
para recriminarle ¡haber exagerado la amplitud de la represión! Su artículo
desmentía la imagen que venden los americanos de que el proceso iraquí va
viento en popa.
Esta concentración de poder en Maliki ¿no puede ser
considerada como una etapa? ¿Por dónde pasaría la construcción de un
entramado institucional sólido y legítimo?
Es cierto que salir de una dictadura y de una guerra
requiere tiempo. También puede ocurrir que yo me equivoque al pensar que los
cambios no se hacen por decreto sino que son fruto de un proceso que va
tomando cuerpo en la sociedad. Pero, en la medida que los pequeños tiranos
que proliferan en Iraq continúen impunes, sin temer al Estado de derecho, la
democracia será muy débil. Los reflejos de período de Saddam siguen ahí.
La gente sigue teniendo miedo de la arbitrariedad y de los poderosos, aunque
no sean los mismos. Y el deseo de emigrar al extranjero habla largo y tendido
sobre el pesimismo de la gente en torno al porvenir del país.
Una de las principales dificultades de la reconstrucción
del aparato institucional en Iraq se encuentra en los recursos humanos,
totalmente obsoletos. Tenemos lo que queda de la vieja tecnoestructura del
Estado baasista y una joven generación de funcionarios que, en muchos casos,
han entrado en la administración de la mano de tal o cual partido político.
Es difícil encontrar gente competente.
La gente joven ha pasado su vida y ha hecho su
trayectoria profesional entre guerras, el embargo y el hundimiento del sistema
educativo en los años 90. La más capaz ha marchado al extranjero y muchos jóvenes
no tienen otra formación que los estudios primarios y religiosos.
Los hospitales de Bagdad fueron construidos en los 70 y
no quedan más que médicos viejos, que se jubilarán pronto, y jóvenes con
una formación penosa. Para hacer funcionar una central eléctrica se precisa
de ingenieros bien formados. Si el único criterio de selección es tener un
enchufe y sortijas en cada dedo de la mano, como cualquier buen chiíta, no
veo como se podrá restablecer la electricidad en el país.
¿Se puede dar una desmembración de
Iraq?
Las reivindicaciones regionalistas muestran hasta que
punto la Constitución iraquí no constituye hoy en día sino un texto que
sirve más para complicar el proceso político, atizar las tensiones, que para
pacificarlas. Son contados los parlamentarios que conocen el contenido de la
Constitución aún cuando estén disputándose todo el día sobre lo que
permite y no permite el texto constitucional.
Para los americanos, una Constitución poco precisa era
la única manera de avanzar en 2005. En lo que tiene que ver con el
federalismo, los americanos lo veían como la mejor garantía para garantizar
la libertad a la minoría kurda, sin tener en cuenta al resto de las regiones
o confesiones del país.
Ahora mismo, ese carácter confuso de la Constitución
constituye una fuente de conflictos. El Tribunal Constitucional encargado de
su interpretación y de la regulación de la vida política está vendido a
Maliki y hace suyas su visión de la relación de fuerzas. Sin embargo, en lo
que respecta a la creación de regiones autónomas, como en Kurdistán, la
Constitución es clara.
Cuando el gobierno chiíta de Basora, rico en petróleo,
evocó su derecho a constituirse en región federada, el poder central le dejó
hacer, pero cuando los gobiernos en manos sunitas reivindican el mismo derecho
Maliki se ofusca y ve en ello el fin de la unidad territorial del país.
Paradójicamente, los sunitas que, durante muchos años,
han combatido el federalismo y el riesgo de desmembración del país, ahora
tratan, por todos los medios, de encontrar su sitio en el Iraq post-baasista.
Al principio lo hicieron a través de la insurrección armada; luego, se
integraron en el proceso político. Ahora bien, a pesar de que participan en
el Gobierno, se consideran agraviados. De ahí que se vean atraídos por el
modelo kurdo. Desde el momento en que una o más provincias se declaren región
(iglim) autónoma, no sólo ganan prerrogativas administrativas y de seguridad
sino que se incrementa sustancialmente la parte que les corresponde del
presupuesto federal.
Si Mosul, que cuenta entre 3 a 4 millones de habitantes,
obtuviera el mismo estatus que el Kurdistán, vería cuadruplicarse automáticamente
su presupuesto actual.
El poder central se opone a este proyecto que ha
denunciado como confesional, lo que no hizo en el caso de Basora. Aquí el
problema no es el petróleo sino geoestratégico, ya que las provincias con
mayoría sunita se encuentran a las puertas de Bagdad y se convertirían en
una espina en el pie para el poder de Maliki. Por ello Maliki, aunque no tenga
ninguna argumento para ello, ha declarado inconstitucional el proyecto..
Si se organizara un referéndum para resolver el
problema, el poder central no podría oponerse. Fue la decisión adoptada para
los kurdos. La cuestión es que entonces, durante la ratificación de la
constitución en 2005, nadie podía pensar que esta disposición pudiera ser
utilizada por los árabes y mucho menos por los sunitas.