Pakistán

EEUU con pocas opciones frente a crisis pakistaní

Por Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 20/11/07

Las esperanzas de Washington de lograr un acuerdo para que el presidente Pervez Musharraf y la ex primera ministra Benazir Bhutto compartan el poder en Pakistán se desvanecen rápidamente.

La ruptura de Bhutto con el dictador que impuso el estado de emergencia a principios de noviembre fue divulgada en Estados Unidos a través de una columna de opinión en el diario The Washington Post, en la que la líder de oposición reclamó la renuncia del mandatario a ese cargo y a la jefatura del ejército.

Ahora será mucho más difícil alcanzar ese acuerdo político para el que el gobierno estadounidense de Geroge W. Bush trabajó duramente durante los últimos meses, según analistas.

El plan contemplaba que Musharraf retuviera la presidencia con la condición de que permitiera el regreso de Bhutto de su exilio en Londres y convocara a elecciones que le permitirían convertirse por tercera vez en primera ministra.

Asimismo, Musharraf renunciaría a la jefatura del ejército a favor de su segundo, el general Ashfaq Parvez Kayani, el favorito de Washington.

La prensa estadounidense describe rutinariamente a Kayani como "moderado" y "prooccidental". El diario The New York Times señaló que pertenece a un grupo de militares reformistas "deseosos de quitar al ejército de la escena política para centrar su atención exclusivamente en los temas de seguridad".

Esta preocupación se relaciona con la presencia de insurgentes islámicos, vinculados a la milicia Talibán, quienes consolidaron y expandieron su control en el área fronteriza con Afganistán desde que Musharraf declaró el estado de emergencia.

Pero, con Bhutto bajo arresto domiciliario y miles de políticos opositores, activistas, abogados y defensores de los derechos humanos también en la cárcel, la posibilidad del acuerdo parece haberse esfumado. Las opciones de Washington se han reducido y la situación se ha vuelto más riesgosa.

Es mucho lo que está en juego. Se considera que la cooperación del ejército de Pakistán es esencial para estabilizar al vecino Afganistán y derrotar a la red terrorista Al Qaeda.

Un agravamiento de la crisis política podría fracturar a los militares a lo largo de líneas regionales, una perspectiva preocupante en un país que, se cree, tiene alrededor de 50 armas nucleares en diversas partes de su territorio.

Además, la falta de voluntad del gobierno de Bush para romper con Musharraf y declarar su apoyo a las demandas de la oposición civil puede alinear aún más a la ciudadanía de este país de 160 millones de habitantes contra Estados Unidos, cuya imagen cayó a un nivel nunca visto antes de la presente crisis.

Paralelamente, la "agenda de libertad" de Bus, que ya es objeto de un razonable escepticismo, puede quedar expuesta como un fraude total.

"Si alguien en el mundo musulmán todavía creía en las promesas históricas de Bush acerca de su apoyo al establecimiento de la democracia, esas esperanzas se ven sacudidas por la crisis en Pakistán", dijo Mohamad Bazzi, un profesor visitante en el Consejo de Relaciones Exteriores.

Para intentar de reparar la situación, Bush envió a Islamabad al subsecretario de Estado (vicecanciller) John Negroponte, para reunirse con Musharraf y otras figuras políticas, incluyendo probablemente a Butto.

El objetivo básico es examinar si se puede revivir el acuerdo para compartir el poder, según un funcionario que pidió no ser identificado.

Negroponte llamará la atención sobre las amenazas del Congreso legislativo de suspender la ayuda militar de casi 2.000 millones de dólares anuales, que Pakistán ha recibido desde el inicio de la "guerra contra el terrorismo". También se podría dejar sin efecto una venta de aviones de combate F–16.

Esto sucedería si Musharraf no deja sin efecto el estado de emergencia, se retira como jefe del ejército y permite la realización de elecciones libres, entre otras condiciones.

Pero analistas creen que eso no será suficiente para hacer cambiar de parecer a Musharraf, quien parece convencido de su capacidad para capear el temporal, sobre todo a causa de la tibieza de la reacción de las potencias occidentales frente a su autogolpe de Estado.

Para Negroponte, el general Musharraf es un aliado "indispensable" en la "guerra contra el terrorismo".

Pero aun si el presidente paquistaní cede a las presiones, los especialistas dudan que Bhutto se sume ahora al acuerdo.

En los últimos días la ex primera ministra se aproximó a otros partidos de oposición para establecer un frente democrático unido y podría perder su credibilidad personal si se acerca al gobierno.

Un arma más efectiva para presionar al presidente paquistaní es la suspensión de los 100 millones de dólares mensuales que el Departamento (ministerio) de Defensa de Estados Unidos entrega directamente al ejército como fondo antiterrorista, dijo Selig Harrison, un experto del Centro para las Políticas Internacionales, con sede en Washington.

Buena parte de ese dinero se distribuye en efectivo y se lo utiliza para asegurar la lealtad de la cadena de mandos.

Pero el gobierno de Bush no parece dispuesto a hacer tal cosa. Existe el temor de que la suspensión de la ayuda reduzca la ya tibia y esporádica cooperación de Pakistán contra Al Qaeda y el movimiento Talibán. Asimismo, la sanción podría fortalecer a los militares islámicos, que se han resistido por mucho tiempo a seguir las prioridades de Washington.

"Si usamos esta herramienta podemos lograr que Musharraf haga muchas cosas, pero no tengo ninguna razón para pensar que vamos a emplearla. Francamente, sin esa forma de presión creo que ya es tarde para realizar algo efectivo", señaló Harrison a IPS.

La otra alternativa que tiene el gobierno de Bush, y que ya se habría puesto en práctica, según observadores, es acercarse a otros generales más favorables a los intereses de Washington, comenzando con Kayani, para que presionen a Musharraf para que renuncie o tomen la acción en sus manos si se niega a hacerlo.

En este aspecto, la elección de Negroponte como enviado de Bush es particularmente irónica. Como embajador en Honduras a principios de los años 80, este funcionario se alineó con el brutal jefe de las fuerzas armadas, general Gustavo Álvarez Martínez, quien respondió con tanta fidelidad a los intereses de Washington en la región que sus propios comandantes lo derrocaron.

Negroponte, quien al parecer no tuvo información sobre el complot, dejó de ser embajador poco tiempo después.


Washington ya tiene un "nuevo socio" en Pakistán, pero hay dudas sobre la próxima jugada de Musharraf

El nuevo aliado de la "guerra contraterrorista"

IAR Noticias, 20/11/07

EEUU –según The Washington Post– ya decidió el final de Musharraf y ya eligió a su "sucesor" al frente de la comandancia de las fuerzas armadas y del liderazgo de la "guerra contraterrorista" en Pakistán.

No obstante –y según la prensa norteamericana– con el general golpista-presidente que hoy controla el poder con mano de hierro en Pakistán (una potencia nuclear islámica con 165 millones de habitantes, clave para el equilibrio regional del poder de EEUU y para la contención de Afganistán), no está todo dicho. Y nadie puede prever la próxima jugada de Musharraf, un experto en golpes militares y en promesas incumplidas de "restauración de la democracia" desde que tomó el poder en 1999.

En lo que todavía no está claro si se trata de una señal de concesión a EEUU o de una movida para distraer y "ganar tiempo", el gobierno de Musharraf anunció la liberación este martes de unos 3.400 abogados y opositores políticos que habían sido detenidos durante el "estado de excepción" (aunque la oposición lo niega) cumpliendo de esa manera con una de las exigencias de enviado de Washington, John Negroponte.

Algunos interpretan esa medida como una señal de que el general–golpista–presidente ha comenzado a ceder, o que, Negroponte, el "experto" favorito de los halcones de Washington, terminó por imponerle su medicina de presión, cuya última opción es el asesinato o el derrocamiento.

Washington no bromea con Pakistán: un desenlace fuera de programa y con Musharraf fuera de control, por su implicancia estratégica en el tablero geopolítico y militar y su incidencia en el conflicto de Afganistán, puede detonar los mercados y desatar una disparada de los precios del petróleo fuera de programa.

Según lo que sugerían algunos expertos esta semana, Negroponte, un experto en resolución de conflictos de alto espectro, viajó a Pakistán con dos objetivos alternativos: convencer por las "buenas" a Musharraf de que retome la senda del "pacto democrático", o preparar las condiciones para un derrocamiento por "contragolpe" o asesinato.

De cualquier manera, y según deslizan en entrelineas los analistas norteamericanos, en la lista del "enviado" de Washington sólo había dos opciones: arreglo por las "buenas" o desarreglo por las "malas" (con derrocamiento y/o asesinato incluido).

Según el influyente diario imperialista USA The Washington Post, la segunda opción ya se puso en marcha cuando Negroponte pisó Pakistán y se reunió con el segundo al mando de las fuerzas armadas pakistaníes, el general Prevés Kiani, señalado ya como el "nuevo socio" de Washington en la "guerra contraterrorista".

Durante su visita, Negroponte –según el Post– se entrevistó en tres oportunidades (que incluyeron dos largas cenas) con Prevés Kiani, subjefe del Estado Mayor del Ejército de Pakistán, destinado a convertirse en el nuevo "hombre fuerte" tras la partida de Musharraf.

En la percepción de The Washington Post, las entrevistas de Negroponte con Kiani dan una clara señal de que EEUU ya eligió a su nuevo socio en la lucha antiterrorista.

No obstante, algunos analistas de las cadenas norteamericanas se muestran escépticos respecto de la sumisión de Musharraf a las presiones de Washington, argumentando que el general  acredita una dilatada experiencia en el juego político–militar y su astucia y manejo de las estrategias de inteligencia lo convierten en un hueso duro de roer. Por otra parte, Musharraf es un experto en promesas incumplidas de "restaurar la democracia" desde que se apoderó del poder en 1999.

Tampoco descartan que Musharraf –un experto en el doble juego y doble discurso– pueda sacar de la maga alguna jugada con el "terrorismo islámico" (una cadena de atentados contra la oposición, por ejemplo), o un conflicto armado con India en la frontera, que sumiría a la región en un escenario de "tensión nuclear".

No son pocos los expertos que ven en Mushararf demasiada experiencia en el control militar como para ceder tan fácilmente al "apriete" de EEUU, que tampoco cuenta con mucho para imponer un "solución militar" al general que adiestró en la década del ochenta a los mujaidines que combatían al imperio ruso desde Pakistán.

Además, todavía no está en claro la cadena de lealtades o deslealtades que cosecha el golpista–presidente en los mandos de las fuerzas armadas y en los servicios de inteligencia.

Según The Washington Post el lunes, en la conversación urgente de dos horas con Musharraf, el subsecretario de Estado John Negroponte transmitió “un mensaje muy enérgico”, exhortando al general  a poner fin al estado de emergencia, renunciar al cargo de jefe del estado mayor del ejército y poner en libertad a miles de presos políticos.

Musharraf –según el diario– se negó en principio a todas las exigencias del planteo, pero 48 horas después habría tomado la decisión de dar alguna "señal" de flexibilidad a la Casa Blanca para no romper el tablero de negociaciones mientras ganaba tiempo convocando a elecciones.

En este escenario, la liberación de prisioneros opositores es tomada –según publica este martes la prensa estadounidense– como una señal de buena voluntad por el gobierno de Bush, pero, sin embargo, no está claro cual será la próxima movida del general.

Los halcones del Pentágono y de la Casa Blanca conocen demasiado a Musharraff –su más emblemático aliado en la "guerra contraterrorista"– como para quedarse tranquilo con sus promesas y gestos tácticos.

Antes de su conversación con el enviado de Washington, Musharraf había dicho a los medios de comunicación que los norteamericanos saben que él es la única persona que puede mantener la estabilidad en Pakistán. “Nosotros necesitamos golpear a los terroristas, necesitamos un estado de emergencia para salvaguardar el ambiente de paz”, puntualizó el general.

Según The Washington Post  Musharraf dijo a Negroponte en la conversación: “La guerra antiterrorista necesita a Musharraf; Musharraf es favorable para los EEUU”.

Pero se sabe, ya es vox populi en Washington, que los halcones de la Casa Blanca y el Pentágono ya no confían en Musharraf , y que la versión de su "pacto secreto con los talibanes" de Afganistán es la peor pesadilla que acecha al gobierno de Bush, que algunos señalan como seducido por la idea de un bombardeo sorpresa a la frontera de Pakistán con Afganistán.

Y el general sabe que si delega el poder de las armas y el control militar sin luchar, se convertirá en un "presidente sin poder" al que Washington podrá jubilar, encarcelar o matar cuando se le ocurra.

En suma, demasiadas variables y un escenario demasiado complejo como para quedarse con la hipótesis de la sumisión de Musharraf a las presiones de Washington.

Y hay que recordar las palabras del general, Mirza Aslam Beg, el emblemático ex jefe de Estado Mayor de las fuerzas armadas de Pakistán  quien dijo que Musharraf "va a pelear hasta el final, y no se con quién lo hará".

Y no hay que olvidarse de las advertencias del precandidato demócrata s a la presidencia de EEUU, el senador Joe Biden, quien comparó a Mushararf y a Pakistán  con lo sucedido durante la revolución de Komeini de fines de los setenta en Irán.

"Es difícil imaginar una pesadilla mayor para EEUU que el segundo país con más musulmanes en todo el mundo se convierta en un estado fallido y caiga en manos de fundamentalistas con un arsenal de armas nucleares y una población más grande que las de Irán, Irak, Afganistán y Corea del Norte juntas", advirtió Biden.