El
discurso estadounidense para el Líbano
Por
Azmi Bishara
Al Ahram, 22/11/07
Rebelión, 28/11/07
Traducido por Sinfo Fernández
Incluso
aunque Francia se viera tentada a jugar en el Líbano una
vez más el papel de guardián de los cristianos –con la
aprobación esta vez del imperio estadounidense, en vez de
la del Imperio Otomano–, el orden oficial internacional y
árabe no podrían dejar una huella que fuera directamente
favorable a la oposición, ni siquiera a la oposición
cristiana, compuesta por la mayoría de los representantes
cristianos en el parlamento libanés. Desde esta
perspectiva, la reconciliación viene a significar inclinar
el equilibrio de poder, en gran medida favorable a la
oposición dentro del Líbano, hacia la posición
internacional, ajustando los equilibrios de poder
internacionales a la luz del equilibro de poder interior. Si
esto no puede conseguirse, no habrá reconciliación.
El intento,
con o sin la mediación del Consejo de Seguridad, de imponer
equilibrios internacionales de poder sobre partes del mundo
que no se conforman con esos equilibrios, ha provocado
potentes explosiones cuyas destructivas reverberaciones aún
no se han apaciguado. Iraq y Palestina, que han hecho
implosión, son las víctimas más recientes. El conflicto
que asola actualmente el interior de Palestina no es un
cuento entre “chicos buenos” y “chicos malos”. Es un
episodio más del intento de imponer a los palestinos el
equilibrio internacional de poder favorable a Israel con el
objetivo de liquidar los resultados de las últimas
elecciones palestinas (en la forma en que Israel interpretó
esos resultados), a pesar de los perjuicios de esta
estratagema para los intereses palestinos, árabes e
internacionales. Es también un caso de fuerzas locales
igualmente determinadas a darle la vuelta a esos resultados
electorales, incluso aunque eso signifique tener que ceder
ante la fuerza israelí y estadounidense. Es la historia del
fracaso a la hora de completar la construcción de una nación
y trazar ciertas líneas rojas, sobre todo aquéllas ante
las que debería detenerse la intervención exterior en los
asuntos soberanos.
En algunas
ocasiones, los libaneses advierten a otros contra la
intromisión en sus asuntos interiores. Pero esto no les ha
impedido teorizar y entrometerse en los asuntos de quien
quiera que les dé la gana a través de sus medios de
comunicación o por otras vías. Ni ha les impedido dar la
bienvenida e incluso invitar a potencias extranjeras a que
vengan e interfieran todo lo que deseen. Para constatar eso,
es suficiente tan sólo con echar una ojeada a la
sorprendente recua de embajadores occidentales desfilando
hacia el Líbano y haciendo declaraciones.
Todos las
conversaciones internacionales sobre el Líbano (las más
recientes han tenido lugar entre George W Bush y Nicolas
Sarkozy) se están produciendo entre partidarios del actual
gobierno en Beirut. El objeto de sus charlas es si se
arriesgan a desencadenar otra explosión en la región para
imponerle al Líbano el equilibrio internacional de poder o
maquinar la reconciliación entre los equilibrios de poder
interiores e internacionales hasta que se presente la
oportunidad de machacar a la resistencia y/o a sus
partidarios regionales. Las discusiones son siempre sobre cómo
y cuándo enfrentarse a la resistencia, nunca sobre su
derecho a existir (que no debería darse por sentado). Sería
muy fuerte que cualquiera negara esto.
Hace más o
menos un año, ciertas partes en el Líbano hablaban de una
alianza estratégica con la resistencia. Hoy de lo que
hablan es de deshacerse de ella a través del diálogo,
porque aún no se dispone de fuerza suficiente para
lograrlo, o mediante la fuerza, cuando se tenga la
necesaria, es decir, después de la guerra de EEUU contra
los partidarios regionales de la resistencia. No hay nada
como la honestidad, como dicen ellos. Qué agradable es oír
a alguien diciendo que se siente orgulloso de ser parte del
proyecto estadounidense para la región, tan sorprendidos
como deberíamos estar de ver cuántos vueltas y giros han
ido dando las posiciones de algunos en los últimos dos años.
Sin embargo, esto no debería impedirnos responder con la
misma franqueza: “¿Cuál es el proyecto estadounidense
para la región? Por ejemplo, ¿hasta dónde está el Líbano
implicado en el mismo? Por ejemplo, ¿en liquidar a la
resistencia? Y, honestamente, ¿qué hay de Palestina? ¿Apoyar
a Israel y al proyecto israelí de ocupación incondicional?
¿Y el proyecto estadounidense para Iraq? Uff…” Es
estupendo, señores, ser parte de todo eso y encima sentirse
también orgulloso de serlo, hasta que te des cuenta que
eres parte de un proyecto que persigue tu destrucción. Ese
proyecto, hasta el momento, tiene un historial brutal de
guerras y agresiones, la demolición de Iraq, el uso de
bombas de racimo internacionalmente prohibidas en Líbano…
Por todo
esto es por lo que la cuestión de la presidencia libanesa
no puede resolverse si no se considera un marco de
reconciliación nacional que incluya ciertas garantías. A
menos que el consenso sobre la presidencia se complete
mediante acuerdos en cuestiones esenciales, dicho consenso
servirá tan sólo para tapar otros problemas, dejándolos
sin resolver hasta que los enemigos de la resistencia y sus
aliados exteriores, siguiendo las agendas del Gran Oriente
Medio, encuentren el tiempo necesario para resolverlas a su
propia y tristemente célebre manera.
Desde que
las fuerzas sirias se retiraron del Líbano, las fuerzas que
combaten la hegemonía estadounidense en el Líbano han ido
retrocediendo paso a paso. Esto ha animado a las fuerzas
aliadas con EEUU a aumentar las presiones sobre la oposición
para ganar más terreno aún. Quizá fue este proceso,
evidenciado por los sucesos de un no tan lejano pasado, el
que inspiró que el embajador estadounidense actuara como
alto comisionado ante el Líbano y expusiera, hace pocas
semanas, su punto de vista diciendo que aunque se elija
presidente sin que haya habido reconciliación libanesa, la
oposición, como siempre, echará humo y se pondrá a lanzar
amenazas pero no hará nada.
Siria se
retiró unilateralmente del Líbano sin concluir primero un
acuerdo que regulara el proceso de retirada y sus secuelas.
Algunos interpretaron esto como una victoria para una de las
partes en Líbano y una derrota para la otra. Pero incluso
suponiendo que la presencia siria haya sido una “ocupación”,
uno habría supuesto que la retirada siria y el
reconocimiento de la soberanía libanesa habría satisfecho
a aquellos que habían etiquetado retroactivamente la
presencia siria como tal ocupación, y que podrían ahora
volver página ante todas aquellas cuestiones que ellos, de
nuevo retroactivamente, calificaron de “sacrificios en la
lucha contra la ocupación”. De hecho, Michel Aoun fue el
único político libanés que consideraba la presencia siria
como una ocupación al tiempo que los libaneses invitaban a
entrar a los sirios. Por tanto, no es extraño que sea el único
político importante libanés actual en considerar la
retirada siria como la culminación de la lucha contra la
ocupación y el comienzo de un nuevo capítulo de relaciones
normales con Siria. Aoun es el único político libanés que
trata a Siria como un estado separado. Al igual que la
actual camarilla gobernante en Líbano, que una vez actuó
como si fuera parte de las fuerzas gobernantes tanto en Líbano
como en Siria, y ahora se comporta como si fuera parte de la
oposición siria, como si Siria no fuera un estado
extranjero y no hubiera sido una potencia ocupante que se
hubiera retirado.
Para ellos,
incluso los tratados firmados en el pasado entre los dos países
ya no valen más que el papel en el que estaban escritos. Y
en lugar de reflejar por escrito las promesas libanesas de
establecer la mejor posible relación especial con Siria
tras su retirada, sus críticas sobre las prácticas sirias
en Líbano han ido subiendo de tono hasta convertirse en una
hostilidad flagrante apuntada hacia el corazón de Damasco.
Incluso pidieron un cambio de régimen, como si la
naturaleza del régimen sirio fuera un asunto interno libanés.
Esas fuerzas que ahora estaban pidiendo sangre no sólo no
habían mirado la presencia siria en Líbano como una
ocupación extranjera, sino que habían sido parte del orden
securitario sirio en Líbano e incluso habían concebido el
marco teórico para ese tipo de relación sirio–libanesa.
Eso está muy lejos de ser una ocupación. Ni es así como
operan normalmente los agentes de un poder ocupante.
Normalmente, los agentes de una potencia ocupante no hacen
declaraciones sobre sí mismos ni se dedican a teorizar.
Esas son las mismas personas que se habían quejado de que
las cosas no marchaban bien, ni siquiera en Siria. No hace
tanto tiempo que les oíamos aullar atacando violentamente a
los dirigentes sirios que habían sido sus asociados en el
poder y les habían ayudado a asegurar su liderazgo sobre
las facciones libanesas. Pero eso fue antes del asesinato de
Rafik Al–Hariri. Después, emprendieron la ofensiva y esa
ofensiva es cada vez más viciosa. No respetaron las
fronteras entre ellos y Siria. Tampoco Siria respetó esas
fronteras.
Aunque las
fuerzas que actualmente gobiernan el Líbano no hubieran
podido formar gobierno con sólo la fuerza de los votos que
consiguieron en las elecciones parlamentarias, actúan como
si ellos y sus acciones estuvieran en conflicto con el
programa de la campaña por la que fueron elegidos. Se
apropiaron de los resultados electorales al igual que
Michael Aoun se apropió de la oposición a la presencia
siria e incluso del título de Fuerzas del 14 de Marzo (*)
Aunque el
Presidente Emile Lahoud ha mantenido las distancias, el
consejo de ministros le ha tratado como si no existiera en
absoluto y ha tomado de hecho la decisión que tenía ya en
mente. Al cerrar sus oídos a las advertencias del
presidente, el consejo de ministros, en solitario, aprobó
todo lo referente al tribunal internacional. Los ministros,
que en la jerga libanesa de Taif eran considerados como
representantes de una facción importante en el gobierno, se
retiraron y se unieron a la oposición. Quienes siguieron en
el consejo de ministros se encogieron de hombros y siguieron
gobernando a pesar de la acusación, basada en el Acuerdo de
Taif y en la constitución, de que su gobierno era ahora
ilegítimo. Basaban su insistencia en permanecer en el poder
en lo que podríamos calificar como influencia de la balanza
de poderes internacionales en la región. Pero esto no puede
ser interpretado en modo alguno como legitimidad
internacional, es sólo algo que tiene que ver con las
relaciones entre naciones, no con las relaciones internas.
Una vez que
la resistencia libanesa malogró el obsceno y salvaje ataque
israelí contra el Líbano, llegó el momento de
contraatacar. Esta acción fue dirigida por fuerzas que habían
forjado un movimiento de oposición auspiciado por su
sentido del patriotismo y la legitimidad y por su enorme
simpatía hacia la resistencia y su población civil, que
habían sufrido horrendamente durante la guerra. Sin
embargo, al mismo tiempo, hubo una deriva peligrosa. Algunos
intelectuales libaneses, incapaces de desprenderse de su
ceguera sectaria y política, empezaron a plantear la idea
de que Israel había sido la víctima de la agresión de
Hizbullah y por tanto estaba justificado su ataque contra el
Líbano y, por extensión, también todas sus guerras
anteriores contra los árabes. Llamemos o no a esto
intromisión pro–israelí en los asuntos árabes, ¿cuándo
es que Israel ha seguido el sendero de la guerra sin alegar
una u otra justificación? En 1948, fue la negativa de los
árabes al Plan de Partición de Naciones Unidas. En 1956,
fueron los ataques de los fedayines de Gaza. En 1967, fue el
bloqueo de los estrechos de Tirán. En 1982, fue el intento
de asesinato contra el Embajador Argov. Aceptar la lógica
de los apologistas israelíes acerca del Líbano supone
reconocer que los árabes fueron los agresores en todas las
ocasiones. Seguramente la captura por Hizbullah de un par de
soldados es una excusa mucho más débil para ir a la guerra
que el bloqueo de un paso marítimo. Pero seguimos llamando
a la guerra de 1967 acto de agresión israelí. La captura
de un par de soldados israelíes para conseguir la liberación
de prisioneros libaneses en Israel no es un acto de guerra y
no es una justificación para la masacre horriblemente
destructiva que Israel desató contra el Líbano.
Si, como
algunos piensan, la agresión israelí contra el Líbano y
las justificaciones estadounidenses para apoyarla fueron una
forma de supuesta intervención colonialista que trataba de
resolver una discusión interna libanesa por otros medios,
entonces hubo momentos significativos en que la escalada de
acciones de la oposición libanesa constituyó una
continuación de su victoria sobre esa tentativa
intervencionista. Entonces, esa tentativa se paró por
completo. Probablemente, al detener sus acciones, las
fuerzas de la oposición actuaban responsablemente.
Posiblemente querían impedir que se diera una situación
que sus adversarios pudieran aprovechar para intensificar fácilmente
la lucha sectaria. Entonces, el movimiento de retroceso
empezó en cuando la camarilla en el poder aprobó todas las
medidas que quiso.
Durante
este período, fueron asesinados algunos miembros
prominentes del grupo del 14 de Marzo. La camarilla en el
gobierno pasó por todo eso con entereza ilimitada. Frente
al peligro de asesinato, uno no podría sencillamente
pedirles que cambiaran a la gente en el poder o que
debatieran las precauciones de seguridad que tomaron para
protegerse. Sí, esa panda pagó un precio alto. Pero actuó
por sí sola y fue gradualmente consiguiendo todo lo que se
había propuesto, confiando en el sentido de responsabilidad
de la oposición.
Pero la
presidencia es otro asunto. Es una línea de gol, y para
alcanzarla por ambos lados deben dar un paso atrás para
poder trabajar juntos y llegar a un punto donde puedan
converger en un acuerdo sobre la identidad del presidente,
la composición del gobierno (lo que provocó y sostuvo las
protestas actuales fue la cuestión de la composición del
gabinete, no la cuestión de la presidencia) y una nueva ley
electoral. A menos que se llegue a un acuerdo, todo el mundo
se preguntará si el partido gobernante va a intentar
avanzar aún más, tomando el control de la presidencia, el
ejército y el gobierno para asegurar que el proyecto
estadounidense prevalezca en el Líbano. ¿Es esta la línea
desde la cual no habrá retirada porque la oposición está
contra la pared? Después de todo, ¿por qué debería el
partido interior más fuerte desistir de deshacerse del
partido que está determinado a eliminar? La reconciliación,
en el sentido descrito con anterioridad, ofrece a todos los
partidos una oportunidad de arriesgarse a un examen
lacerante sobre la gravedad de esas opciones.
N.
de la T.:
(*)
Fuerzas que componen el Grupo del 14 de marzo (partidos
anti–sirios que constituyen la actual mayoría
parlamentaria): Corriente del Futuro. Sunní, mayoritaria en
número de escaños. A esta formación pertenece el Primer
Ministro, Fuad Siniora; Partido Socialista Progresista.
Dirigido por Walid Jumblatt, hijo del que fuera fundador del
partido, Kamal Jumblatt. Representa mayoritariamente la
comunidad cristiana drusa; Fuerzas libanesas. Partido
cristiano (esencialmente maronita), dirigido por Samir
Geagea; Falanges libanesas. Movimiento cristiano maronita,
nacionalista y conservador, Pierre Gemayel, asesinado el 21
de noviembre, pertenecía a esta formación.
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