Annapolis,
continuación y seguramente fin
Por
Alain Gresh (*)
Carnets du
Diplo - Nouvelles d’Orient, 30/11/07
Rebelión,
04/12/07
Traducido
por Caty R. (**)
Estados Unidos permanecerá en Iraq
«US paves way for long-term stay in Iraq» (Estados
Unidos se prepara para permanecer a largo plazo en Iraq) es
el título de un artículo del Financial Times del 27
de noviembre escrito por Steve Negus, Demetri Sevastopulo y
Andrew Ward. El diario económico británico señala que el
presidente Bush y el Primer Ministro iraquí, Nouri
Al-Maliki, han firmado una declaración que prepara una
presencia a largo plazo de las tropas estadounidenses en
Iraq. Las tropas recibieron un mandato de las Naciones
Unidas que finaliza el año próximo. Los dos gobiernos
solicitarán la prolongación de dicho mandato y además
informarán de que están negociando un acuerdo bilateral.
El general Douglas Lute, consejero de la Casa Blanca para
Iraq y Afganistán, declaró que ese acuerdo autorizaría «una
presencia permanente de las tropas estadounidenses y otras
tropas de la coalición, sin mandato de las Naciones Unidas».
Hay que señalar que el número de países pertenecientes a
la coalición cada vez es menor, que los británicos
retiraron la mayoría de sus tropas y que la derrota de la
derecha en Australia seguramente abre la vía a una retirada
de las tropas australianas.
Líbano, ¿una solución a la vista?
En Líbano parece que se esboza una solución. La mayoría
parlamentaria, dirigida por Saad Hariri, parece que acepta
la candidatura a la presidencia de la República del general
Michel Sleimane, jefe de los ejércitos. Esto es tanto más
importante en cuanto que, hasta ahora, esa misma mayoría
había rechazado siempre a este candidato. ¿Y por qué ese
viraje? La cuestión merece un examen y cabe preguntarse si
no será el resultado de la apertura estadounidense hacia
Damasco, concretada por la participación de Siria en la
conferencia de Annapolis (ver más abajo). Michel Aoun,
dirigente del principal partido cristiano maronita y miembro
de la oposición, también aceptó esta elección. Todavía
hay obstáculos (especialmente es necesario proceder a una
revisión de la Constitución). Pero si la elección
prevaleciera Líbano se alejaría del borde del abismo. La
reunión del Parlamento se ha aplazado al 7 de diciembre con
la esperanza de llegar, hasta entonces, a un acuerdo.
Annapolis, continuación y seguramente fin
Al escuchar a los periodistas de las emisoras de radio el
miércoles 28 de noviembre emergía una cuestión: nadie
citaba con precisión la declaración israelopalestina
adoptada en la reunión de Annapolis. Por lo tanto es muy
difícil formarse una opinión precisa más allá de los
emotivos revoloteos sobre la reactivación de la paz.
Incluso para los que, como yo, pensaban que Annapolis iba a
ser algo semejante a los «pueblos de Potemkin» [1] de la
paz, la lectura de este texto no deja de ser un shock: «Nos
comprometemos», afirman israelíes y palestinos, «a
negociaciones activas y continuas y desplegaremos todos los
esfuerzos posibles para llegar a un acuerdo antes de finales
de 2008. Con este fin se ha decidido que una Comisión de
control, dirigida conjuntamente por los responsables de la
delegación de cada parte, se reunirá regularmente». Las
dos partes también se comprometen a aplicar la hoja de
ruta: «Las partes también se comprometen a cumplir
inmediatamente sus obligaciones respectivas decretadas por
la ‘hoja de ruta’ sobre una solución permanente de dos
Estados, resolviendo el conflicto israelopalestino, tal como
se estableció el 30 de abril de 2003 por el Cuarteto, y
convienen en formar una estructura
estadounidense-palestina-israelí, dirigida por Estados
Unidos, destinada a seguir la aplicación de la hoja de ruta».
Pero la hoja de ruta preveía la creación de un Estado
palestino antes de finales de 2005; ¿por qué lo que se
decidió entonces nunca se ha aplicado? ¿Por qué se iba a
aplicar ahora?
Pero lo más inquietante de la declaración común es la
ausencia de cualquier base jurídica o legal para las
negociaciones; no hay ninguna referencia al Derecho
Internacional, ni a la Resolución 242 del Consejo de
Seguridad, ni al planteamiento del intercambio de paz por
territorios. Las dos partes se comprometen «a negociaciones
bilaterales en toda buena fe». ¿En toda buena fe? Pero, ¿qué
significa esa expresión? Ehud Olmert piensa, «en toda
buena fe», que Jerusalén, incluida la parte árabe
conquistada en 1967, es «territorio israelí»; piensa «en
toda buena fe» que los grandes bloques de colonias deben
anexionarse a Israel. Piensa, también «en toda buena fe»,
que la seguridad de los israelíes es más importante que la
de los palestinos.
Además apareció una nueva exigencia apoyada por el
presidente Bush en su discurso: el reconocimiento de Israel
como «un Estado judío». Como explica Jeff Halper en la
web Counterpunch, en un texto del 28 de noviembre de
2007 titulado «Israel's Strategy for Permanent Ocupation»
(la estrategia de Israel para una ocupación permanente):
«Se pide a los Palestinos que reconozcan formalmente al
Estado de Israel. Ya lo hicieron en 1988 cuando aceptaron
una solución basada en dos Estados; después, al principio
del proceso de Oslo; y han reiterado esta posición durante
los dos últimos decenios. Ahora aparece una nueva demanda:
que antes de cualquier negociación, reconozcan a Israel
como Estado judío. Eso no solamente introduce un nuevo
elemento que Israel sabe que los palestinos no pueden
aceptar, sino que además esa demanda pone en entredicho el
estatuto de igualdad de los ciudadanos palestinos de Israel,
que representan un 20% de la población israelí. Eso abre
la vía a los traslados, a la limpieza étnica. Tzipi Livni,
la ministra israelí de Asuntos Exteriores, dijo
recientemente en una rueda de prensa que el futuro de los
ciudadanos árabes de Israel está en el futuro Estado
palestino, no en el propio Israel».
Al contrario que algunos lectores de este blog, que ven
en la Autoridad Palestina traidores listos para vender
Palestina (acusación que se utilizó regularmente contra la
OLP y Yasser Arafat a partir de los años ochenta), pienso
que la dirección palestina actual no puede negociar
compromisos sobre la retirada israelí de todos los
territorios ocupados en 1967, ni sobre Jerusalén, ni sobre
el principio del derecho de retorno de los refugiados. Sus
exigencias mínimas serán las mismas que las de la dirección
palestina en 2000-2004, de la cumbre de Camp David a
la reunión de Taba. Ahora bien, estas exigencias (las mínimas)
son inaceptables por la dirección israelí. Por lo tanto lo
más probable no es una «capitulación» de la dirección
palestina, sino la continuación del callejón sin salida
que dura desde hace… cuarenta años.
Uno de los elementos nuevos de esta reunión es la
implicación más directa de Estados Unidos en el asunto,
implicación que la administración Bush lleva evitando
siete años. Pero hay que señalar que no se implicará en
las negociaciones sobre la solución definitiva, sino que
estará en «una estructura estadounidense-palestina-israelí,
dirigida por Estados Unidos, destinada a seguir la aplicación
de la hoja de ruta». (...) «Estados Unidos supervisará y
juzgará el cumplimiento de los compromisos de las dos
partes en cuanto a la hoja de ruta». Por otra parte esto
vuelve a dejar de lado, una vez más, a los demás miembros
del Cuarteto (Rusia, la Unión Europea y las Naciones
Unidas), a quienes se supone encargados de supervisar la
hoja de ruta.
Entonces, ¿una reunión para nada? No exactamente, si se
comprenden las verdaderas razones de la cumbre, precisadas
en el editorial de Le Monde del 29 de noviembre, «¿Derniere
Chance?» (¿La última oportunidad?): «Siete años después
de su llegada a la Casa Blanca, George Bush por fin ha
decidido hacerse cargo de la cuestión israelopalestina cuya
gestión, hasta ahora, había dejado en las manos de los
sucesivos gobiernos israelíes. Procede saludar este
compromiso estadounidense, aunque sea tardío, y señalar lo
mucho que le debe a la Secretaria de Estado Condoleezza
Rice. Pero también es necesario buscar las verdaderas
razones al este de Jerusalén, en Irán, más concretamente».
Es lo mismo que explicaba Steven Erlanger en la web del International
Herald Tribune el 27 de noviembre de 2007, en el artículo
titulado «A large shadow cast by an absent Iran» (La larga
sombra de la ausencia de Irán): «La conferencia de paz
sobre Oriente Próximo se convocó oficialmente para
solucionar el conflicto israelopalestino pero, bajo la
superficie, había un objetivo del que no se habló: detener
el avance de la influencia de Irán y del radicalismo islámico».
Un análisis que compartía Shmuel Rosner en la web del
diario Haaretz, el mismo 27 de noviembre, en su artículo
«Analysis: Four quick points on Israel-Palestinian joint
statement» (Análisis: cuatro puntos rápidos sobre la
declaración conjunta israelí-palestina), en el que explica
que «la sincronización de la conferencia es importante
especialmente para Israel. (...) Es el año en que Bush debe
tomar una decisión importante que concierne a Israel: hay
que impedir, por todos los medios que hagan falta, que Irán
consiga el arma nuclear».
Desde este punto de vista, ¿se puede hablar de éxito
estadounidense? Es difícil responder. La amplia participación
árabe es indiscutiblemente importante para ellos. Pero un
país como Arabia Saudí se hizo el remolón y su ministro
de Asuntos Exteriores rechazó la foto con su homólogo
israelí. Y Ahmad Kasshogi, en el diario saudí Al-Watan
del 28 de noviembre, denunciaba «la falsa idea de los
estadounidenses de que en la región hay un campo moderado y
otro extremista, y que el reino saudí e Israel, con otros,
pertenecen al campo moderado mientras que Irán, Hamás,
Siria y Hezbolá están en el segundo campo. El reino, Irán,
Siria y Hamás, con Egipto, Jordania y otros países árabes
pertenecen al mismo campo y están vinculados entre sí por
la historia, la religión, la lengua y la pertenencia a
Oriente. Israel es otra cosa completamente distinta».
¿Cómo analizar la presencia siria? Por el momento tengo
dificultades para descifrarla. ¿Quizá la invitación
enviada a Damasco y la aceptación de éste de participar señalan
una alteración de las relaciones sirio-estadounidenses? En
todo caso Bush no mencionó a Siria en su discurso, pero los
debates sobre el Golán deberían comenzar enseguida en Moscú.
Finalmente en Líbano, con la candidatura a la presidencia
del general Sleimane, jefe de los ejércitos, parece que se
desbloqueará una relación poco favorable para Damasco.
Nota:
(*) Alain Gresh, redactor jefe de Le Monde
diplomatique y miembro del comité editorial de la revista
Magreb-Machrek, es un escritor y periodista francés nacido
en Egipto en 1948. Ha publicado numerosos artículos sobre
Oriente Próximo y varios libros: Palestine 47, un partage
avorté, Éditions complexes, 1994 y Les 100 portes du
Proche-Orient, Éditions de l'Atelier, 1996 (en colaboración
con Dominique Vidal); L'islam en questions, Actes Sud, 2000
(con Tariq Ramadan); Israël, Palestine : Vérités sur un
conflit, Fayard, 2001 ; L'Islam, la République et le Monde,
Fayard, 2004 y 1905-2005 : les enjeux de la laïcité,
L'Harmattan, 2005.
(**) Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión,
Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir
libremente a condición de respetar su integridad y
mencionar al autor, a la traductora y la fuente.
(1) En enero de 1787 el ministro de la Guerra de la
zarina Catalina II invitó ésta a visitar las nuevas
provincias recientemente conquistadas por Rusia y con relación
a este hecho su biógrafo lanzó la leyenda de que el
ministro Potemkin erigió pueblos artificiales de cartón
piedra a lo largo del curso del río en las nuevas
provincias, para halagarla y tranquilizarla en cuanto a la
situación de sus dominios. Desde entonces la expresión se
utiliza para denunciar las tentativas de los gobiernos de
confundir a la opinión pública.
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