El
aliado indeciso de Estados Unidos
Por
Jim Lobe
Inter
Press Service (IPS) 19/12/07
Las
demandas de políticos estadounidenses de que Pakistán
coopere en forma más estrecha con Washington en su
"guerra contra el terrorismo" no toman en cuenta
ni la incompetencia ni las diferentes prioridades estratégicas
de los militares pakistaníes.
Así
lo indica el estudio "Pakistán: indeciso aliado en
la guerra contra el terrorismo", divulgado por el
independiente Carnegie Endowment for International Peace
(CEIP) en medio de una creciente preocupación en Occidente
sobre los esfuerzos de reconstrucción de Afganistán, el
resurgimiento del movimiento islamista Talibán y la
inestabilidad en las zonas fronterizas con Pakistán.
El
autor, Ashley Tellis, señala que amenazar a Pakistán con
fuertes sanciones o con una intervención unilateral
estadounidense contra las fuerzas islamistas en las Áreas
Tribales Administradas Federalmente (ATAF), como instaron
candidatos presidenciales tanto del gobernante como el
Partido Republicano como del opositor Partido Demócrata,
"intensificará la resistencia a las operaciones
contraterroristas y a la estrecha colaboración con Estados
Unidos" en el sistema de seguridad nacional pakistaní.
"Sean
cuales sean los defectos de Islamabad, la posibilidad de
tener como adversario a un enorme y precario Estado musulmán,
con armas nucleares y con un desagradable historial de
proliferación, debería llamar a la calma incluso a los políticos
más hastiados", dijo Tellis, quien recientemente fue
consejero en asuntos de Asia meridional para el Departamento
de Estado (cancillería) y para el Consejo de Seguridad
Nacional.
Desde
julio, cuando la comunidad de inteligencia estadounidense
concluyó que la red terrorista Al Qaeda estaba recuperándose
de su desalojo hace seis años de Afganistán y
reconstituyendo su base central en sitios seguros de las
ATAF, Pakistán saltó al tope de la lista de preocupaciones
de política exterior de Washington.
Los
temores se agravaron con una serie de crisis políticas
internas, incluyendo el intento del presidente Pervez
Musharraf de remover al jefe de justicia de la Suprema
Corte, el sangriento desenlace de la ocupación de la
Mezquita Roja de Islamabad por parte de islamistas radicales
y el estado de emergencia de seis semanas adoptado por el
mandatario principalmente contra la oposición secular.
La
confusión no tiene perspectivas de menguar. Aunque
Musharraf levantó el estado de emergencia la semana pasada,
los partidos de oposición lo acusaron de querer fraguar las
elecciones parlamentarias del mes próximo. Analistas creen
que los comicios podrían dar origen a una nueva lucha de
poder que rápidamente podría propagarse a las calles y
arriesgar la estabilidad de todo el país.
Tellis
y otros especialistas en Washington, sin embargo, creen que
la política contraterrorista de Pakistán permanecerá bajo
el exclusivo dominio del ejército y del aparato de
inteligencia sin importar el resultado de las elecciones, y
que el gobierno de Bush tendrá los mismos problemas que ha
tenido desde 2001 para asegurarse la cooperación de
Islamabad en estos temas.
A
Washington le preocupa la renuencia de los militares
pakistaníes a abandonar a sus antiguos clientes, incluyendo
el Talibán y grupos terroristas opuestos a India antes
concentrados en la disputada provincia de Cachemira.
También
temen por la "ineptitud en las operaciones
contraterroristas" contra los miembros del Talibán en
Pakistán, en su mayoría de la etnia patana, y por los
fracasos políticos de los principales aliados del
presidente afgano Hamid Karzai: las fuerzas de Estados
Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN).
Luego
de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en
Nueva York y Washington, Musharraf y los militares adoptaron
lo que Tellis llamó una estrategia contraterrorista
"selectiva". Aunque combatió con severidad a
grupos terroristas internos y Al Qaeda, no así a los
talibanes y a los grupos cachemiros que sirvieron como apoyo
del ejército y de los servicios de inteligencia en su histórico
conflicto con India.
Al
mismo tiempo, mientras el gobierno formalmente proscribió a
algunos de los principales grupos cachemiros, sus líderes
continúan vinculados con el Talibán y Al Qaeda, y no está
claro si los militares y los servicios de inteligencia han
permitido o estimulado esos vínculos, indicó Tellis.
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