Líbano

Huelga general contra la carestía y por salarios lleva al enfrentamiento

Las fuerzas de la oposición libanesa plantan cara a
los paramilitares del gobierno prooccidental

Mundo Árabe, mayo 2008

La huelga general convocada por la Confederación General de Trabajadores del Líbano (CGTL), la principal central obrera del país, en demanda de aumentos salariales –congelados desde 1996–, degeneró en enfrentamientos entre partidarios del Gobierno prooccidental del Líbano y de la oposición, liderada por Hizbolá.

La huelga convocada desde miércoles sigue paralizando la capital Beirut, donde los principales accesos siguen cortados por barricadas y neumáticos en llamas, mientras que el aeropuerto ha tenido que suspender el servicio. El paro, convocado por sindicatos y grupos de oposición en protesta por los bajos salarios y el aumento de los precios, cuenta principalmente con el apoyo de Hizbolá que aglutina la oposición al gabinete de Fuad Siniora.

La tensión entre los paramilitares partidarios del gobierno y los militantes de la oposición degeneró en enfrentamientos armados en una ciudad vacía y tomada por las fuerzas de seguridad. La causa de estos enfrentamientos es la decisión del Gobierno libanés de declarar ilegales las redes de comunicación de Hizbolá.

Ayer, el secretario general de Hizbolá, Hasan Nasralah, quien intenta forzar la dimisión del primer ministro, Fuad Siniora, acusó a la Corriente Futuro, principal formación política en el Gobierno que recibe apoyo y financiación de Arabia Saudí, de seguir las ordenes de la Administración Bush y calificó al Gobierno de Beirut de ser un "puñado de delincuentes", según señala la prensa árabe.

Estas declaraciones se producen después de que la mayoría pro–occidental que está detrás del Gobierno de Siniora –una coalición de fuerzas sunitas, cristianas, falangistas y drusas– votara el martes en una sesión maratoniana el desmantelamiento de la red de telefonía de Hizbolá, un sistema de comunicaciones que Hizbolá usó con gran eficacia para hacer fracasar la ofensiva israelí de verano de 2006. En realidad, la actuación del gobierno apoyado por Estados Unidos, Francia y Arabia Saudí pretende debilitar a la oposición libanesa que lidera Hizbolá.

Esta mañana, un responsable de la oposición afirmó que la huelga continuará y se transformará en "desobediencia civil" hasta que el gobierno cambie sus decisiones sobre la red de telecomunicaciones de Hizbolá. "La red de comunicaciones está destinada a defender al país de Israel", dijo Nasrala.

Líbano registra su crisis política más grave desde el fin de la guerra civil en 1990, y está sin presidente desde el 24 de noviembre del año pasado.


Hizbolá se hace con la mitad de Beirut en
otro pulso al gobierno

El Periódico, 10/05/08

No exageran quienes ven al Líbano a un paso de la guerra civil después de la última demostración de fuerza en pleno Beirut del partido chií Hizbolá, protegido de Irán, que ha ocupado el oeste de la ciudad con la ayuda del partido Amal. La parálisis institucional –el Parlamento lleva 18 meses sin reunirse– y la imposibilidad de elegir a un presidente después de seis meses de infructuosas consultas presagiaban lo peor, y el error de cálculo cometido por el Gobierno de Fuad Siniora al disponerse a neutralizar la red de telecomunicaciones de Hizbolá no ha hecho más que confirmar el realismo de los más pesimistas. Con la mayoría de los actores de la anterior guerra civil (1975–1990) comprometidos en la contienda, y un Ejército incapaz y en peligro de división, los radicales de ambos bandos parecen en mejor posición que nunca para hacerse con las riendas del conflicto.

La gran diferencia con relación a otros episodios fratricidas es la capacidad militar de Hizbolá y la influencia de su líder, Hasán Nasrala, en buena parte de la opinión pública musulmana. Aunque Estados Unidos y Francia apoyan a Siniora y sus aliados, nadie ha olvidado en el Líbano que los combatientes chiís detuvieron al poderoso Ejército de Israel en verano del 2006. Aquel episodio consagró la influencia política de los guerrilleros de Nasrala en la misma medida en que puso en evidencia la incapacidad del Ejército regular libanés de preservar su autoridad y lograr el desarme de las milicias, de acuerdo con una resolución de la ONU.

Después de que el general Michel Suleimán, jefe del Ejército y frustrado candidato a presidir el país, ha aconsejado al Gobierno no decretar el estado de emergencia y ha justificado la parálisis de sus soldados en la necesidad de no alentar a los combatientes, cabe temer que es inviable un desenlace institucional de la crisis, salvo una eventual implicación política directa de las potencias tutelares del Gobierno de Siniora. Una situación que, como se teme desde hace tiempo, puede condenar al Líbano bien a un régimen de protectorado –ya lo fue de Siria– bien a un declive imparable en el que podría convertirse en un Estado frustrado a las puertas de Israel.

Para el millar de soldados que España mantiene en el sur del Líbano –territorio de Hizbolá– bajo mandato de la ONU, ambas perspectivas son inquietantes porque exceden con mucho la misión que en un principio les fue encomendada.