Líbano,
una guerra fría cada vez más caliente
Por
Alberto Cruz
CEPRID,
30/03/08
“Líbano,
un pequeño país que tal vez esté llamado a jugar un gran
papel en el futuro no ya de Oriente Medio, sino de todo el
mundo árabe”. Con esta frase me despedían amigos en el
aeropuerto de Beirut hace algo más de un año. La capital
comenzaba a reponerse de los bombardeos israelíes contra
los barrios shiíes y había sido testigo de una de las
escenas que mejor pueden ayudar a comprender qué está
pasando en la actualidad. En Madrid, capital del Estado español,
hay dos localidades -Alcobendas y San Sebastián de los
Reyes- separadas por una calle. Supongo que algo parecido
ocurrirá en otras megaciudades que, como consecuencia del
desarrollo y especulación urbanística, han ido expandiéndose
hasta hacer obsoletos los límites municipales. En Beirut
ocurre algo similar, sólo que allí una calle es la
frontera que separa los barrios cristianos de los
musulmanes.
Es
el caso del barrio cristiano-maronita de Ain Al-Rumaneh y
del barrio shií de Shayyah. Aquí se escribieron unas de
las más sangrientas líneas de la guerra civil libanesa.
Son barrios donde predomina la clase media-baja, en el caso
cristiano, y la clase baja, rozando la pobreza, en el shíi.
Según los datos de la Central General de Trabajadores de Líbano
el 54% de la población libanesa roza el umbral de la
pobreza. El gobierno, como es lógico, rebaja sensiblemente
esta cifra y habla de un 31%. Una cifra impresionante, en
cualquier caso. Sin embargo, lo que no puede negar el
gobierno es que el poder adquisitivo de los libaneses se
redujo el 15% durante el año 2007 (1). Y es esta situación,
con una clase media empobreciéndose progresivamente y una
clase baja que no sale de la miseria donde se ha producido
el acercamiento, incluso la comprensión mutua prescindiendo
del tan manido enfrentamiento religioso.
A
primeros de 2006 se produjo un hecho inimaginable en la
situación política libanesa: el acuerdo entre el
Movimiento Patriótico Libre (cristiano) y Hizbolá (shií).
Simbólicamente, el acuerdo se firmó en la calle que separa
Ain Al-Rumaneh y Shayaah. Dos años después, el 6 de
febrero de 2008, sus protagonistas, Michel Aoun y Hassan
Nasralá, respectivamente, han vuelto a escenificar el
acuerdo en el mismo sitio y refrendando la vigencia de lo
firmado hace dos años. Un acuerdo que va más allá del ámbito
político entre dos formaciones que están en muchos
aspectos casi en las antípodas pero que se han puesto de
acuerdo en un programa de mínimos y que, también, se puso
de manifiesto durante la guerra contra Israel del verano de
2006. Muchos vecinos cristianos de Ain Al-Rumaneh,
militantes del Movimiento Patriótico Libre, abrieron sus
casas a las familias vinculadas a Hizbolá del barrio de
Shayyah para que pudiesen huir de los bombardeos israelíes
de las zonas shiíes.
Este
vínculo se mantiene hoy. La alianza entre el MPL y Hizbolá
es mucho más fuerte de lo que algunos creen y es lo que
hace que la situación política libanesa adquiera una
relevancia que trasciende el ámbito local para convertirse
en un referente para la zona, incluso para todo el mundo árabe.
La
decadencia económica
En
Líbano hay que comenzar a hablar de un conflicto de clase.
Tal vez pueda pensarse que es un concepto arriesgado, pero
la revuelta popular que se produjo en enero de 2007 en
contra de la política económica del gobierno neoliberal y
fondomonetarista de Fouad Siniora (2) puso sobre la mesa un
nuevo elemento que no suele aparecer en los análisis que se
publican sobre la situación libanesa: el progresivo
empobrecimiento de la enorme mayoría de la población a
mayor gloria de la élite cristiana y suní. Como en otras
partes del mundo, la brecha entre ricos y pobres en Líbano
se agranda cada día.
Según
datos de la revista Euromoney Líbano ocupa en estos
momentos el puesto 127 (de un total de 185) en la categoría
de riesgo-país. A posición más baja, mayor riesgo para el
capital internacional. Además, otra calificación negativa
sobre el país ha venido de firmas como Moody's y Standard
& Poor's, lo que complica los intentos del gobierno de
Siniora de obtener préstamos en los mercados
internacionales a bajo interés. Y, por si todo ello fuese
poco, Líbano ocupa el puesto 16 de entre los 19 países árabes
(3). Estas cifras ponen de manifiesto el fracaso de cumbres
megalómanas como las de la famosa Conferencia de Donantes
celebrada en enero de 2007 en París (que se conoce como París
III) y en la que supuestamente se ofrecieron 5.850 millones
de dólares para revitalizar la economía del país.
Los
datos anteriores expresan lo que es la cotidianeidad del
ciudadano libanés: el costo de la vida ha llegado a su máximo
histórico con las subidas de los productos básicos (pan,
leche, arroz, azúcar, carne). El país se derrumba en medio
de una deuda externa de 42.000 millones de dólares y por la
situación de debilidad del dólar y la alarmante subida de
los precios del petróleo, lo que hace que la proletarización
de la mayoría de los habitantes de Líbano esté a la
vuelta de la esquina. Por lo tanto, no es descartable a
medio plazo una nueva revuelta popular por la situación
económica. Y si esa revuelta se produce, ya no será sólo
una revuelta, más o menos pacífica, más o menos violenta,
sino una guerra civil que ya no será sólo entre los
pro-occidentales de la coalición “14 de Marzo” y la
oposición representada en la coalición “8 de Marzo”,
sino entre clases.
De
hecho, la CGT ha comenzado a exigir un incremento del
salario mínimo hasta las 950.000 libras libanesas (en la
actualidad es de 300.000 libras libanesas, unos 192 euros),
lo que implica una petición de subida que triplica el
salario mínimo actual, que se mantiene inalterable desde
1996. Y la CGT, que cuenta con 350.000 afiliados y suma el
apoyo de las fuerzas del “8 de Marzo”, ha amenazado con
una nueva etapa de protestas y huelgas si sus demandas no
son atendidas (4) no sólo en el aspecto económico, sino
social. La CGT se opone a la privatización de los servicios
públicos que pretende Siniora (entre las que están la
compañía nacional de electricidad, Electricite du Liban;
la compañía aérea MEA, la gerencia del aeropuerto
internacional Rafiq Hariri de Beirut, y los sistemas de agua
y depuración de aguas residuales, entre otras cuestiones) y
reclama la inmediata mejora de las prestaciones médicas y
sociales.
Mientras
el gobierno se enroca, amparado por sus aliados occidentales
y árabes, los empresarios, conscientes de la gravedad de la
situación, han dado el primer paso y ofrecen aumentar el
salario mínimo hasta 375.000 libras libanesas (243 euros),
muy lejos de lo que piden los sindicatos pero lo que supone
un movimiento significativo que parece marcar el camino a un
gobierno paralizado. Los empresarios ven las orejas al lobo
y quieren si no parar, al menos retardar la explosión
social que se avecina.
Y
es que, efectivamente, la situación es explosiva. Hay
barrios concretos de Beirut que sólo tienen energía eléctrica
6 horas al día. Aunque casi todos los barrios, con
independencia de si son cristianos, suníes o shiíes sufren
cortes de electricidad, son los barrios shiíes los más
afectados y es aquí donde las familias más humildes no
pueden correr el lujo de pagarse un generador diesel para
tener luz eléctrica. Por el contrario, los barrios lujosos
del centro de Beirut cuentan con electricidad 20 horas al día.
Y la situación en el resto del país no es diferente. Por
ejemplo, en el valle de la Bekaa -feudo tradicional de
Hizbolá- el corte de electricidad se produce sistemáticamente
a partir de las 6 de la tarde. Esto ya ha provocado una
pequeña revuelta el 27 de enero que fue reprimida por el ejército,
causando varios muertos, en un incidente que está siendo
investigado y por el que están detenidos varios soldados y
oficiales del ejército libanés.
Ya
colectivos de trabajadores concretos, como los taxistas, han
realizado acciones de bloqueo de carreteras en protesta por
el aumento del precio del combustible. No obstante, esta
protesta de taxistas no fue seguida en el barrio suní de
Hamra, lo que indica una posible división dentro de los
trabajadores en función de su adscripción político-religiosa.
Y más recientemente, el día 17 de marzo, los trabajadores
de la compañía aérea MEA realizaron una sentada en el
aeropuerto internacional de Beirut en protesta por los
planes de privatización (5).
La
flota de EEUU, la OTAN y la FINUL
Es
en este marco en el que hay que ver la presencia de la flota
estadounidense que, encabezada por el portaaviones USS Cole,
se ha posicionado en aguas internacionales pero enfrente de
Beirut. No es sólo un aviso a Siria, como han interpretado
algunos, ni un intento de desviar la atención de la represión
israelí sobre Gaza, como han dicho otros, sino un claro
intento de intervenir en los asuntos internos libaneses, un
claro reforzamiento por las armas del gobierno neoliberal de
Siniora y un amedrentamiento evidente, con amenaza de
intervención militar, de las fuerzas populares y patrióticas
que se oponen a las políticas del gobierno. En especial, es
una amenaza directa contra Hizbolá después que el
secretario general de este movimiento político-militar
declarase en los funerales por el asesinado Imad Mughniye
que si Israel quería una guerra abierta, la habría.
Como
ha dicho Thierry Meissan recientemente (6) los navíos
estadounidenses presentes en la zona, así como las unidades
encargadas de reabastecerlos de combustible, pertenecen a la
6ª Flota de Estados Unidos, o sea la flota de la OTAN en el
Mediterráneo. Y las unidades navales de la FINUL también
son de las que forman parte de la OTAN. Un despliegue sutil
que tiene como objetivo final asentarse en Líbano (y ahí
está el proyecto de creación de una base militar en
Kleilat, al norte del país y muy cerca del campamento
palestino de Narh al Bared) y “proteger a Israel de un
Hizbolá victorioso y amenazante” porque EEUU es
consciente “que la correlación de fuerzas se ha invertido
en el Medio Oriente: el ejército israelí, que hasta hace
poco parecía invencible, fracasó en el Líbano en 2006 y
acaba de fracasar nuevamente en Gaza en 2008”.
Resulta
sorprendente observar cuál ha sido la actitud de las
fuerzas que apoyan al gobierno de Siniora. Ni una sola
palabra de crítica o reproche ante el envío de las fuerzas
navales y, lo más importante, en un documento hecho público
coincidiendo con la fecha del 14 de marzo, nombre que
adoptaron como coalición como recordatorio de las
manifestaciones que se produjeron en 2005 para pedir la
salida del país de las tropas sirias, no aparece ni una
sola mención al hecho ni a la responsabilidad de Israel en
la guerra del verano de 2006 ni la secuela de destrucción y
avalancha de refugiados que conllevó. Tampoco se menciona
la ocupación por este país de las granjas de la Shebaa, a
pesar de que el gobierno de Siniora, apoyado por las fuerzas
del “14 de Marzo”, las incluyó en el documento de 7
puntos que entregó a la ONU durante la guerra como condición
para aceptar el alto el fuego, (7) y que ha sido ratificado
por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en su último
informe sobre Líbano (8) donde, como de costumbre, vuelve a
inclinar la balanza del lado israelí y cargando contra
Hizbolá y las organizaciones palestinas Frente Popular para
la Liberación de Palestina-Comando General y Fatah
al-Intifada por su negativa a desarmarse.
Precisamente
en las cercanías de las granjas de la Shebaa las tropas de
la FINUL han realizado un ejercicio militar la semana del 3
al 9 de marzo. Las maniobras, calificadas como
“entrenamiento”, se realizaron en las áreas de extensión
de Aarqoub y la zona fue elegida “para proporcionar a las
fuerzas [de la FINUL] familiaridad con el terreno como
preparación de cualquier contingencia en la evolución de
la seguridad a lo largo de la frontera israelí” (9). Cabe
recordar que esto no es frontera israelí, sino un
territorio ocupado que Líbano reclama como propio.
Al
mismo tiempo, y continuando con la cita del periódico, el
contingente francés hizo lo mismo en otras zonas del sur
como Abbasiyeh, Mari, Ain, Wazzani y las colinas Hamames. No
es la primera vez que los franceses hacen algo similar: ya
en el mes de agosto de 2007 realizaron ejercicios similares
en el pueblo de Tiri, cerca de la frontera israelí. Se
trataba de "interceptar a un enemigo que procuraba
cruzar la Línea Azul [frontera entre Líbano e Israel] y
asaltar las áreas bajo la protección de la FINUL". En
ese ejercicio militar se utilizaron tanques Leclerc y terminó
"con la detención de docenas de terroristas". Según
el coronel Chaptal, al mando del ejercicio, el término
enemigo se refería a "cualquier persona que [en el sur
del Líbano] amenazase u obstruyese la puesta en práctica
de la resolución 1701 del CS de la ONU (10).
La
situación libanesa es de una gran fragilidad, pero por el
momento las fuerzas opositoras están actuando con una gran
frialdad y cabeza. Mientras las formaciones que apoyan al
gobierno de Siniora cifran todas sus esperanzas en la
intervención de EEUU - “EEUU garantiza al 100% la
independencia de Líbano”, ha dicho el dirigente de la
organización Fuerzas Libanesas Samir Geagea (11)- la
oposición mantiene sus pretensiones de un gobierno de
unidad nacional que elabore una nueva ley electoral basada
en la representación proporcional; un estado secular y
democrático; lucha decidida contra la corrupción y el
soborno; coexistencia pacífica para eliminar el sectarismo,
y condena de los asesinatos políticos, entre otras.
Hay
que recordar que la votación para elegir un nuevo
presidente se ha pospuesto ya en 16 ocasiones y que el cargo
está vacante desde noviembre. El candidato de consenso es
el actual jefe del Ejército, Michel Suleiman, un hombre que
no es del todo del agrado de EEUU. Suleiman es aceptado por
las fuerzas de la oposición siempre que junto a su
nombramiento se produzca una renovación del gabinete de
forma equitativa entre las fuerzas del 14 de Marzo y las del
8 de Marzo, algo a lo que se opone Siniora. El primer
ministro y sus partidarios han amenazado con nombrar un
candidato propio por mayoría parlamentaria simple (en
contra de lo que dice la Constitución), nombramiento que
sería apoyado por EEUU y algunos estados árabes como
Arabia Saudí.
La
última propuesta para salir de una situación estancada,
que se va calentando cada día, fue rechazada por Siniora.
Consistía en una paridad de ministros, 10 por cada fracción
-del “14 de Marzo” y del “8 de Marzo”-. Ahora se
comienza a saber cuál es la razón: los EEUU están
presionando a shíies pretendidamente independientes para
que acepten formar parte del gobierno de Siniora (12). Según
la constitución, no puede haber un gobierno legítimo si
una de las confesiones religiosas no está representada en
el gobierno, y ahora no hay shíies en el mismo después de
la renuncia de los ministros de Hizbolá. Una “clara
provocación”, como lo ha calificado el dirigente
cristiano Michel Aoun, y una nueva muestra de la injerencia
occidental en Líbano.
La
presencia de EEUU, de la OTAN y las maniobras de la FINUL
son elementos que se mueven todos en la misma dirección:
prepararse para una nueva guerra en la que el objetivo será
la derrota total de las fuerzas opositoras y, especialmente,
de Hizbolá como factor político y militar no ya de Líbano,
sino de Oriente Medio.
(*)
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor
especializado en Relaciones Internacionales.
(1)
The Daily Star, 12 de marzo de 2008.
(2)
Alberto Cruz, “La revuelta popular libanesa contra el
neoliberalismo”
(3)
The Daily Star, 12 de marzo de 2008.
(4)
The Daily Star, 15 de marzo de 2008.
(5)
The Daily Star, 18 de marzo de 2008.
(6)
Voltairenet, 10 de marzo de 2008.
(7)
Ya Libnan, 14 de marzo de 2008.
(8)
Punto 57 del Informe del Secretario General sobre la
aplicación de la resolución 1701 (2006) del Consejo de
Seguridad. S/2008/135. 28 de febrero de 2008.
(9)
The Daily Star, 13 de marzo de 2008.
(10)
Alberto Cruz, “La ONU en Líbano: el cementerio del
elefante”
(11)
Ya Libnan, 18 de marzo de 2008.
(12)
The Daily Star, 19 de marzo de 2008.
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