Egipto
y Líbano
Dos
huelgas, una estrategia y una realidad
Por
Alberto Cruz (*)
CEPRID,
12/05/08
El
6 de abril se convocó una huelga general en Egipto. Un mes
más tarde, el 7 de mayo, otra en Líbano. Los motivos en
los dos países fueron los mismos: el aumento del salario mínimo
y una mejora en las prestaciones sociales de los
trabajadores, así como una protesta contra las actitudes
políticas neoliberales, fondomonetaristas y prooccidentales
de los respectivos gobiernos.
La
actitud de los gobiernos egipcio y libanés fue la misma,
aunque con diferentes resultados: intentar desactivar la
protesta con la represión, enfrentando a la población y
aumentando in extremis el salario mínimo. El reflejo de las
dos iniciativas sindicales en la prensa fue la misma:
minimizar los efectos en los medios gubernamentales (e
internacionales) y reflejar el éxito de las convocatorias
en la (poca) prensa que se puede calificar de independiente
en estos países.
Egipto
Los
trabajadores egipcios vienen manteniendo una serie de
protestas contra el régimen neoliberal, fondomonetarista y
prooccidental de Hosni Mubarak desde hace tiempo. En el mes
de abril tuvo lugar una huelga general que quiso ser
impedida con el arresto “preventivo” de los principales
líderes sindicales y de significados dirigentes de
organizaciones políticas como los Hermanos Musulmanes,
medidas acompañadas de un impresionante despliegue policial
que, no obstante, no evitó que en localidades como
Al–Mahallah Al–Kubra, población situada en el Delta del
Nilo y cabeza visible de las protestas obreras en Egipto
desde hace años, la huelga se mantuviese durante tres días.
Junto
a la represión directa (los detenidos fueron centenares,
comenzando los encarcelamientos casi un mes antes de la
convocatoria de huelga, y presencia policial en las
principales calles y plazas de las principales ciudades,
como El Cairo y Alejandría) se actuó en tres frentes: el
laboral, con la amenaza directa a los trabajadores de la
Administración Pública de Egipto con serias sanciones si
seguían la convocatoria, incluyendo el despido; el
estudiantil, obligando a las universidades a colocar exámenes
ese día para desactivar a la protesta en las calles y que
se sumasen a los obreros; y el mediático, donde periódicos,
emisoras de radio y de televisión oficiales y partidarios
del régimen unieron esfuerzos difamando y ridiculizando a
los organizadores de la protesta.
La
convocatoria de huelga se hizo casi por medios artesanales,
desde los tradicionales panfletos hasta el boca a boca y los
correos electrónicos para eludir la represión. Pocos
medios oficiales o partidarios del régimen se atrevieron a
informar sobre cuáles eran las reivindicaciones. Se
protestaba contra la neoliberal y fondomonetarista del
gobierno y se ponían de manifiesto las razones, sociales y
políticas, de la huelga. Entre las primeras, “rechazo a
los aumentos de precio, educación para nuestros hijos,
transporte apto para seres humanos, hospitales que cuiden de
nuestra salud, medicamentos para nuestros bebés, un sistema
judicial justo”. Entre las segundas, se podía leer “no
queremos funcionarios policiales matones, ni tortura en las
estaciones de policía, ni más arrestos, ni corrupción, ni
soborno”.
A
pesar de todos los esfuerzos del gobierno de Mubarak, la
huelga fue un éxito. El Cairo fue una capital casi
paralizada durante ese día; los estudiantes de al menos dos
universidades, Hilwan y Al–Azhar, se negaron a acatar el
dictado gubernamental y no acudieron a las clases ni a los
exámenes (1), y los prestigiosos colegios profesionales,
como el de abogados, se sumaron a la protesta y se pusieron
a disposición de los 140 detenidos por participar en la
huelga. La izquierda, representada en el Movimiento Kefaya,
y los islamistas de los Hermanos Musulmanes la apoyaron sin
reservas.
Pero
el éxito total se logró en Al–Mahallah Al–Kubra. Los
trabajadores del textil se han situado en la vanguardia de
la lucha contra el régimen de Mubarak (2) y el gobierno tenía
especial interés en que la huelga fracasase allí. La policía
impidió la salida del turno de noche de la fábrica
principal de Al–Mahallah Al–Kubra (el textil es el rubro
de producción más importante, que da trabajo a 20.000
obreros) para que así continuasen trabajando la jornada del
día 6 y no se interrumpiese la producción, y tomó las
principales calles de la localidad pero no logró impedir
que 6.000 trabajadores se reuniesen y se enfrentasen a las
fuerzas represivas. El resultado, 331 detenidos y 60 heridos
entre los trabajadores. Un vídeo de lo que aconteció y de
la combatividad de los trabajadores se puede ver en el
portal You Tube (3).
El
éxito de la huelga animó a la oposición política a
convocar otra para el 4 de mayo, pero ésta no tuvo el mismo
seguimiento. A un nuevo aumento de la represión –70
equipos de las Fuerzas de Seguridad Central se trasladaron a
la localidad díscola, añadiéndose a las que se mantenían
en ella desde la huelga de abril (4)– hay que añadir la
compra, por parte del gobierno, de conciencias: a los
trabajadores de Al–Mallah Al–Kubra que no se sumaron a
la huelga de abril les premió con un sueldo extra de un
mes. A quienes se sumaron a la misma, curiosamente también
se les premió, pero con un sueldo equivalente a 15 días de
trabajo. Para el resto de trabajadores, se estipuló justo
la víspera de esta nueva convocatoria de huelga un aumento
del 30% del salario mínimo.
Líbano
Algo
parecido a lo de Egipto sucedió en Líbano. La Confederación
General del Trabajo convocó una huelga general para el 7 de
mayo con parecidas reivindicaciones que las de sus colegas
egipcios. La principal, el aumento del salario mínimo. Pero
la huelga también llevaba un mensaje político: el gobierno
del neoliberal, fondomonetarista y prooccidental de Fouad
Siniora quiere privatizar gran parte del servicio público
(telefonía, aeropuerto, agua e incluso la sanidad, entre
otros) y eso es inaceptable para los trabajadores libaneses.
Las fuerzas que apoyan al gobierno, agrupadas en la coalición
“14 de Marzo”, se opusieron a la misma argumentando que
era una huelga política. Las fuerzas de la oposición,
agrupadas en la coalición “8 de Marzo”, la arroparon.
En
enero de 2007 Líbano vivió una huelga general masiva. En
esta ocasión, ha sido mayoritaria pero no tan general. La
prensa menos partidaria establece el seguimiento de la misma
en un 80%, siendo total en las zonas del sur de Beirut y en
la Bekaa como referentes principales. Razones: el gobierno
aprobó una subida del salario mínimo del 82% (pasando de
300.000 a 500.000 libras libanesas, unos 320 euros), las
empress amenazaron a sus trabajadores con despidos si la
secundaban (5) y los partidos del “14 de Marzo” y sus
ramificaciones sindicales llamaron a sus partidarios a no
secundarla argumentando que se habían logrado los objetivos
y que la huelga era política. Merece la pena recordar que
la CGT solicitaba que el salario mínimo fuese establecido
en 960.000 libras libanesas (610 euros, aproximadamente)
argumentando que en los últimos años se ha encarecido la
vida hasta extremos insoportables para la gran mayoría de
la población, de forma especial por el aumento de precios
de productos básicos como la leche, el pan, arroz, azúcar,
carne, etc. (6).
La
estrategia
El
éxito de las movilizaciones en Egipto y Líbano no hubiese
sido posible sin un hecho inimaginable hasta hace dos años:
la victoria de Hizbulá en la guerra contra Israel. Desde el
mismo momento en que el pueblo árabe, desde Marruecos a
Irak, comprobó que el arrojo y decisión de un movimiento
político–militar podía romper la estrategia
imperialista, el miedo comenzó a recorrer la espina dorsal
de los regímenes de la zona, haciéndose cada vez más
patente el miedo a sus pueblos. Durante esa guerra, las
calles de las ciudades árabes, con independencia de
confesiones religiosas y adscripciones partidarias se
llenaron con carteles donde la efigie del secretario general
de Hizbulá se mezclaba con la de Nasser (ex presidente
egipcio) y el Ché al tiempo que un grito resonaba unánime:
“sin justicia no hay paz”. Un grito que obligó a los
neoliberales, fondomonetaristas y prooccidentales gobiernos
árabes a desempolvar viejas propuestas y planes, con el
aprobado en 2002 sobre el reconocimiento de Israel a cambio
de la retirada a las fronteras de 1967 y pocas cosas más.
Un plan que, de nuevo, duerme el sueño de los justos pasado
el susto inicial. Pero la justicia no se refería únicamente
a la cuestión palestina, sino a la vida cotidiana, a la
mejora de las condiciones de vida, al rechazo a las políticas
neoliberales y demostrando, al mismo tiempo, el hartazgo por
la corrupción, el soborno y la prepotencia gubernamental.
Mientras
que los gobiernos reaccionarios volvieron a lo de siempre
–en Jordania, por ejemplo, se ha permitido la celebración
del 60 aniversario de la creación del Estado de Israel,
pero han reprimido las manifestaciones palestinas que
recuerdan el 60 aniversario de la Nakba, la catástrofe
(7)–, los pueblos y sus organizaciones reaccionaron. El
caso más claro y espectacular es el de Hamás en Palestina,
pero también los Hermanos Musulmanes de Egipto, y el Frente
de Acción Islámico de Jordania. Ellos, como otras
organizaciones de corte islamista en otros países árabes,
se están acercando a las organizaciones de izquierda de sus
respectivos países y esa alianza, así sea coyuntural, a
poco que se consolide va a marcar el nuevo Oriente Medio, el
Oriente Medio de los pueblos y no el soñado por el
imperialismo y sus acólitos.
Eso
es algo que quiere evitar, sea como sea y cueste lo que
cueste, el imperialismo. La estrategia es internacionalizar
la crisis –invocando el derecho de injerencia del que se
habló en su momento en Haití para justificar el envío de
tropas– y dar otro papel a las tropas de la ONU que están
ya en la zona. Ese otro papel sería el de la OTAN, que
actuaría al margen del organismo internacional y que se está
convirtiendo ya en el brazo ejecutor de los intereses
imperialistas en todo el planeta. Las tropas francesas del
contingente de la FINUL han venido realizando maniobras
contra “objetivos terroristas” en Líbano y, además, la
propia FINUL ha hecho lo mismo en la zona próxima a las
granjas de la Shebaa, ocupadas por Israel.
La
realidad
La
huelga general en Líbano ha sido seguida de una
impresionante demostración de fuerza de Hizbulá, que ha
llegado a tomar el control de la zona musulmana de Beirut, y
ha puesto de manifiesto de la forma más palpable la
debilidad de un gobierno que sólo sobrevive gracias al
apoyo de los regímenes neoliberales, fondomonetaristas y
prooccidentales árabes, así como de sus patrocinadores
europeos y estadounidenses. Es evidente que el statu quo de
Líbano se ha modificado radicalmente y que la sede del
poder real está en Hizbulá. Hizbulá ha dado un puñetazo
sobre la mesa. En un país en el que la economía está a la
deriva, donde como única receta se plantea una dura política
fondomonetarista y neoliberal, en un país que tiene una
estrategia de defensa nacional que es incapaz de responder a
la agresión israelí y donde la ley electoral –herencia
del colonialismo grancés– prima a los cristianos cuando sólo
representan al 35% de la población no puede hablarse de
gobierno legítimo. El motivo de lo sucedido en Beirut ha
sido la amenaza del gobierno de retirar el aparato de
vigilancia que Hizbulá tiene instalado en el aeropuerto de
Beirut. Para ser exactos, en las pistas del aeropuerto. El
ilegítimo gobierno libanés lo considera ilegal, así como
el sistema de comunicaciones de Hizbulá. Sin embargo, esa
red fue vital para el triunfo sobre Israel en la guerra de
2006 y, en lo que respecta al aeropuerto, el sistema fue
instalado ante la certeza de que una de las pistas, la
1–7, iba a ser utilizada por Israel para una operación
relámpago contra las instalaciones de la resistencia a
finales de abril y que, finalmente, fue abortada. Esto, algo
conocido en Beirut, también ha sido reflejado por Robert
Fisk en sus crónicas (8) que se pregunta, como la gran
mayoría de la población libanesa si el gobierno libanés
no estaría haciendo el juego a Israel al plantear la
retirada de dicho sistema. Y, de forma especial, el
dirigente drusoWalid Jumblat, a quien se considera ya como
el principal aliado de Israel y de los EEUU en Líbano. El
hecho de que el Ejército libanés haya dicho públicamente
que esas medidas no van a ser aplicadas significa que Hizbulá
ha vuelto a triunfar.
Lo
sucedido pone de manifiesto la realidad: la fuerza de Hizbulá
sólo puede ser parada con la intervención militar
extranjera. Las fuerzas que apoyan al gobierno de Siniora,
cuyo supuesto respaldo militar se ha disuelto como un
azucarillo en una taza de café, piden abiertamente a los
imperialistas y a sus acólitos (la famosa “comunidad
internacional”) “intervenir para poner fin al golpe”
(9) y se está llegando a hablar de la puesta en marcha de
una especie de puente aéreo, en el que participarían
Arabia Saudí y Jordania con apoyo egipcio y estadounidense,
para salvar al gobierno de Siniora. Y la siempre inoperante
e ineficaz Liga Árabe, tan reacia a reunirse para
solucionar la crisis humanitaria de Gaza por el ilegal e
inhumano bloqueo israelí, europeo y estadounidense se
presta, ahora, a reunirse de urgencia argumentando que lo
que está sucediendo en Líbano pone en riesgo la región.
Es decir, sus gobiernos.
Por
lo tanto, cobra fuerza una internacionalización de la
crisis de Líbano. Pero aquí Hizbulá es fuerte, tiene el
aeropuerto está en manos de Hizbulá y si esta injerencia
incipiente de los países árabes reaccionarios no quiere
arriesgarse a un enfrentamiento abierto con quien ha
demostrado su fuerza ¿dónde se situaría ese puente aéreo?
Sólo hay una alternativa: el norte del país, donde la OTAN
plantea una base en la localidad de Qleiat, muy cerca de Trípoli
–donde se asienta el campo de refugiados palestinos de
Nahr el Bared– y de la frontera norte con Siria, y
prevista para albergar un escuadrón de helicópteros y
unidades de fuerzas especiales de la OTAN (10).
Cada
vez es más evidente que la presencia de buques de guerra de
EEUU, los planes de la OTAN y las maniobras de la FINUL son
elementos que se mueven todos en la misma dirección:
prepararse para una nueva guerra en la que el objetivo será
la derrota total de las fuerzas opositoras y, especialmente,
de Hizbulá como factor político y militar no ya de Líbano,
sino de Oriente Medio. Eso es algo que a los progresistas de
todo el mundo corresponde evitar. En Líbano, organizaciones
de izquierda como el Movimiento Independiente Nasserista
(Morabitun), organización laica suní, dice estar “harto
con el secuestro que de los suníes hace una parte que no
nos representa ni expresa nuestros valores”, en referencia
al sector que lidera Saad Hariri y el propio Fouad Siniora,
y expresa su reconocimiento a Hizbulá.. El Movimiento Patriótico
libre, organización cristiana maronita, considera que los
culpables son tanto el Consejo de Seguridad de la ONU como
la llamada comunidad internacional por mantener su apoyo a
un gobierno “que margina a la mayoría de su pueblo”.
Hizbulá no busca el derrocamiento del gobierno, sino uno de
unidad nacional en el que se recoja la composición real del
país y la reforma de la ley electoral. Aún desconociendo
qué han dicho el resto de organizaciones progresistas
libanesas, como el Partido Comunista, la izquierda debería
tener en cuenta que la lucha que está manteniendo el pueblo
libanés contra un gobierno neoliberal, fondomonetarista y
prooccidental es de gran importancia no sólo para Líbano,
sino para toda la región.
(*)
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor.
Especializado en Relaciones Internacionales.
(1)
Al–Masri Al–Yawm (Egipto), 7 de abril, 2008.
(2)
Joel Beinin y Hossam el–Hamalawy: “El sector obrero
egipcio hace frente al Nuevo Orden Económico”,
http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article48
(3)
http://youtube.com/watch?v=hmHiWXflGwM
(4)
Prensa Latina, 4 de mayo de 2008.
(5)
The Daily Star, 6 de mayo de 2008.
(6)
Alberto Cruz: “Líbano, una guerra fría cada vez más
caliente” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article81
(7)
Prensa Latina, 7 de mayo de 2008.
(8)
The Independent, 8 de mayo de 2008.
(9)
The Daily Star, 10 de mayo de 2008.
(10)
Alberto Cruz: “La nueva estrategia de EEUU en Líbano: la
guerra secreta contra Hizbulá”
http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article31.
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