Se
multiplican las crisis
Por Phyllis Bennis (*)
Znet / Red Pepper, 10/03/08
Traducido
por Beatriz Martínez Ruiz y revisado por Esther Carrera
La
guerra de Iraq está en su sexto año mientras en Oriente
Medio se multiplican las crisis, Gaza está bajo un letal
asedio y los Estados Unidos intensifican las amenazas en la
región, con nuevas sanciones contra Irán.
•
A medida que se acerca el quinto aniversario de la Guerra de
Iraq en medio de una nueva oleada de violencia, los
objetivos de "democratización",
"estabilidad" y "libertad" en su día
reivindicados por los Estados Unidos para la región se ven
aplastados por las actividades violentas, antidemocráticas,
unilaterales y militaristas de Washington en todo Oriente
Medio, que atraviesa unos momentos más que difíciles.
•
La campaña militar a gran escala de Israel contra la Franja
de Gaza de los últimos días es sólo la parte más letal
de una serie de crecientes crisis regionales que están
atravesando Oriente Medio, y que protagonizan Palestina e
Israel, Egipto y Arabia Saudí, Irán, Iraq, Líbano, Siria,
el Consejo de Seguridad de la ONU y los buques de guerra
estadounidenses que merodean por la costa libanesa.
•
En Gaza, Israel ha matado con sus ataques entre 125 y 131
palestinos, de los que la mitad eran civiles y al menos 22
niños, incluidos algunos bebés. Los ataques han devastado
una Franja habitada por 1,5 millones de habitantes que ya
están sufriendo lo que una plataforma de organismos
humanitarios británicos, entre los que se encuentran Amnistía
Internacional y Oxfam, ha denominado como "la peor
situación desde que empezó la ocupación militar israelí
en 1967".
•
A pesar de la oposición de Condoleezza Rice, la necesidad
de un alto el fuego es más urgente que nunca. Hamás ha
ofrecido un cese duradero de las hostilidades en repetidas
ocasiones, pero Israel, con el apoyo de los Estados Unidos,
se ha negado sistemáticamente incluso a estudiar la
propuesta.
•
En El Cairo, Rice presionó a Egipto para que se involucrara
más en el "proceso de paz" de Annapolis. Al
parecer, también envió un mensaje a Siria a través del
Gobierno egipcio, según el cual el actual despliegue de
tres buques de guerra estadounidenses frente a las costas
libanesas pretendía recordar a Siria que los Estados Unidos
siguen siendo la principal potencia militar de la región.
Rice anunció simultáneamente que el Gobierno Bush había
levantado las restricciones del Congreso que permitirían
proporcionar a Egipto otros 100 millones de dólares en
ayuda militar.
•
Las crecientes tensiones podrían cambiar radicalmente los
resultados de la reunión de la Liga Árabe prevista en
estos momentos para fines de marzo. Egipto y Arabia Saudí
habían estado amenazando con boicotear el encuentro para
presionar a Siria, pero las tornas se han vuelto con el
sangriento ataque de Israel contra Gaza, las revelaciones de
Vanity Fair sobre el suministro directo de armas y fondos
por parte de Washington para promover el conflicto interno
palestino, y la presencia de los buques de guerra
estadounidenses frente a la costa libanesa, ya que son
hechos que ponen en evidencia a todos los gobiernos
proestadounidenses de la zona.
•
En Bagdad, aunque la violencia vuelve a recrudecerse, el
presidente iraní Ahmadineyad se paseó por las calles de la
capital iraquí con toda tranquilidad bajo las narices de la
ocupación estadounidense.
•
Y en las Naciones Unidas, los Estados Unidos, con el
respaldo de británicos y franceses, ejerció la presión
suficiente para obligar al Consejo de Seguridad a imponer
una nueva serie de sanciones –aunque menos duras de lo que
pretendía Washington– contra Irán por su programa
nuclear.
A
medida que se acerca el quinto aniversario de la Guerra de
Iraq, cada vez es más difícil encontrar voces que
defiendan el argumento, en su día incontestable, de que
"el contingente adicional ha funcionado". Mientras
permanecen en Iraq los 30.000 soldados extra de la ocupación
estadounidense, los analistas coinciden en que los motivos más
importantes con que se explicaba el descenso de la violencia
a fines de 2007 –especialmente el surgimiento de las
milicias suníes de Al Sahwa, 'el despertar'– se hacen
cada vez más inciertos. Las milicias armadas por los
Estados Unidos, presentadas como un tremendo éxito de
Washington porque dejaron de atacar a las fuerzas ocupantes
para colocar su punto de mira contra la Al Qaeda activa en
suelo iraquí, están empezando a enemistarse entre sí, lo
cual coincide con un aumento de los ataques de fuerzas
vinculadas con Al Qaeda, la violencia intrasuní, y las
crecientes grietas sociales y políticas en las zonas donde
operan estas milicias. Desde diciembre de 2007, han muerto más
dirigentes de 'el despertar' que soldados estadounidenses,
lo cual indica que los niveles de violencia van al alza,
pero como éstos afectan especialmente a los iraquíes,
Washington lo sigue pregonando como una victoria. En la
misma línea, el hecho de que hace poco Muqtada Al Sadr
anunciara que su milicia prorrogaba el alto el fuego otros
seis meses apunta a cuán poca influencia tienen los Estados
Unidos a la hora de determinar los niveles de violencia. Y
es que Al Sadr podría cambiar de opinión en cualquier
momento. Al parecer, también Irán ha instado a sus aliados
iraquíes a que pongan freno a la violencia; al menos, por
ahora. Y en muchas zonas de Iraq, sobre todo en aquellas que
en su día estaban habitadas por comunidades muy mezcladas,
la violencia ha disminuido porque la salvaje limpieza étnica
que desencadenó la ocupación estadounidense prácticamente
ha tocado fin y, en muchos lugares, la "pureza"
religiosa o étnica es casi total, por lo que simplemente no
hace falta más violencia sectaria para expulsar al
"otro". Los motivos de celebración, por tanto,
son muy pocos.
Y
aunque las probabilidades más inmediatas de un ataque
militar contra Irán se han reducido desde que en diciembre
se diera a conocer un informe de los servicios secretos según
el cual Teherán no tiene ningún programa de armas
nucleares, la posibilidad de que eso suceda no se puede
descartar por completo. La política estadounidense en la
región se basa en la reivindicación de su dominio
indiscutible de la zona, y en desafiar a Irán por la
hegemonía regional. El estacionamiento del buque de guerra
USS Cole frente a las costas libanesas estaba pensado
precisamente para enviar a Siria, el aliado árabe más
cercano a Irán, el mensaje de que los Estados Unidos no
dudarían en recurrir a la fuerza. Si no directamente en
contra de Irán, sí en contra del aliado de Teherán, centrándose
en la influencia siria en Líbano. Incluso los diarios
proestadounidenses en la región están informando de que la
presencia del Cole –ahora sustituido por otros tres buques
de la marina estadounidense– pretendía transmitir el
mensaje de que "los Estados Unidos han perdido la
paciencia con Siria".
La
política en Iraq, mientras tanto, parece basarse en
mantener una ocupación permanente: bases permanentes,
despliegue permanente de tropas (aunque sea con la mitad de
efectivos, según el partido que ocupe la Casa Blanca),
dependencia permanente de mercenarios. En cuanto a Irán, a
pesar de las conclusiones del informe de la inteligencia
estadounidense de que el país carece de un programa de
armas nucleares, prosiguen las amenazas y las presiones, y
la posibilidad de emprender ataques militares "sigue
sobre la mesa". En lo que respecta a
Israel–Palestina, los Estados Unidos se niegan a ejercer
ningún tipo de presión sobre Tel Aviv, incluso para que
aplique un primer plan de lo que sería, según las propias
propuestas de Washington en Annapolis, una solución de dos
Estados a fines de año.
En
Gaza, los cinco días de ataques israelíes han dejado a una
población ya asediada, empobrecida y privada de todos los
derechos, luchando por recuperarse de las mayores pérdidas
humanas desde que Israel ocupó la Franja en 1967. La cifra
de muertos –entre 125 y 131 personas, la mitad de ellas
civiles, al menos 22 niños, 4 bebés– se tradujo en una
multitud de tiendas de duelo que flanqueaban las carreteras
destruidas en las zonas más afectadas. Se tiene noticia de
al menos 370 niños heridos. Los hospitales han tenido que
hacer frente a los cientos de heridos graves sin poder
contar con un suministro eléctrico estable y con una
tremenda escasez de fármacos básicos, piezas de repuesto
para equipamiento médico y material quirúrgico. Incluso
las ambulancias fueron blanco del fuego israelí; 3
trabajadores de equipos médicos han resultado heridos y al
menos uno, muerto. La destrucción se ha cebado
especialmente en los campos de refugiados, ya aquejados por
la insalubridad y el hacinamiento. En la propia ciudad de
Gaza, dos bombas de un F–16 proporcionado por los Estados
Unidos destruyeron el edificio de cinco plantas que
albergaba la sede de la Federación General Palestina de
Sindicatos y dañaron seriamente un gran número de casas
cercanas.
La
protesta internacional ha sido intensa, e incluso
funcionarios de la ONU y la Unión Europa han condenado la
violencia "desproporcionada" y
"excesiva" de Israel. Por su parte, Israel ha
aducido, como tiene por costumbre, que sus ataques sólo se
han producido "en respuesta" al lanzamiento de
cohetes por parte de los palestinos. Pero esa excusa pasa
por alto el hecho inmediato de que ese mismo lanzamiento de
cohetes había aumentado sólo después del último
"asesinato selectivo" cometido por Israel contra
un dirigente militante en Gaza, en el que también
resultaron muertos varios miembros de su familia. Y lo que
es aún más importante: ignora por completo el hecho de que
Israel sigue siendo la potencia ocupante de Gaza. Según
John Dugard, relator especial de la ONU sobre la situación
de los derechos humanos en los territorios palestinos,
"ello significa que sus acciones deben evaluarse de
acuerdo con las normas del derecho internacional humanitario
y de los instrumentos de derechos humanos. En virtud de esas
normas, Israel está cometiendo una grave violación de sus
obligaciones internacionales. El castigo colectivo de Gaza
por Israel está prohibido expresamente por el derecho
internacional humanitario y ha dado lugar a una grave crisis
humanitaria".
Dugard
condena debidamente los ataques palestinos que aterrorizan a
civiles israelíes, pero arguye que esos actos son una
"consecuencia dolorosa pero inevitable" de la
ocupación israelí. "Si bien esos actos no pueden
justificarse", escribe Dugard, "debe entenderse
que son la consecuencia dolorosa pero inevitable del
colonialismo, el apartheid o la ocupación". En su
informe, señala también que la violencia no se detendrá
mientras Israel siga ocupando tierras palestinas, y que
"por esa razón es preciso hacer todo lo posible por
poner fin cuanto antes a la ocupación. Mientras no se
logre, no cabe esperar que se restablezca la paz, y la
violencia proseguirá (...) Israel no puede esperar a que la
paz sea total y a que acabe la violencia para poner término
a la ocupación". Las palabras de Dugard adoptan un
significado especialmente impactante en el contexto del
tiroteo perpetrado el 6 de marzo por un palestino en una
escuela religiosa de Jerusalén vinculada con el movimiento
colono, que dejó a ocho estudiantes israelíes muertos y a
muchos más heridos.
Cuando
Condoleezza Rice se dejó caer por la zona, se dedicó a
repetir el mismo papel que desempeñó en 2006, en pleno
bombardeo israelí del Líbano: se negó a instar a un alto
el fuego, ya que eso significaría negociar con el Gobierno
palestino de Gaza encabezado por Hamás o al menos, en
cierto sentido, reconocer su existencia. En lugar de eso,
aprovechó el momento para intensificar la presión sobre
Mahmud Abbas, el dirigente responsable de la Autoridad
Palestina respaldada por los Estados Unidos en Cisjordania,
a seguir con las negociaciones de paz. Abbas, a pesar de las
constantes presiones entre él y el Gobierno de Hamás en
Gaza, respondió a la tremenda presión de su propia población
y, durante los primeros días de los ataques contra la
Franja, suspendió todos los encuentros con Israel. Pero
sometido después a las presiones de la secretaria de
Estado, accedió a reanudar las negociaciones, aunque sin
concretar cuándo. El New York Times se hacía eco de una
humillante secuencia de los hechos: Abbas informaba a los
periodistas de que volvería a las negociaciones sólo después
de que se aceptara una tregua entre Israel y Hamás, a lo
que seguía una llamada telefónica de Rice e,
inmediatamente después, otra declaración de Abbas de que
"tenemos la intención de reanudar" el proceso de
paz.
La
visita de Rice debe entenderse como el último episodio de
la larga tradición de suministro directo de armas e
instigación de la violencia palestina por parte de
Washington, como demuestra un explosivo artículo de Vanity
Fair recién publicado que documenta, por primera vez, el
papel directo desempeñado por el Gobierno Bush a la hora de
armar y fomentar la guerra civil que tuvo lugar el año
pasado en Gaza. La acción encubierta fue aprobada por el
presidente Bush y puesta en práctica por la propia Rice y
por Elliott Abrams, el principal asesor de Bush en Oriente
Medio del Consejo de Seguridad Nacional y famoso por haber
sido condenado por mentir al Congreso durante el escándalo
Irán–Contra en los años ochenta. El artículo confirma
con toda suerte de detalles cómo los Estados Unidos
asumieron la iniciativa de forzar la militarización de la
brecha entre Hamás y Fatah, confiando para ello en el jefe
de seguridad de Fatah, Mohamed Dahlan –al que el mismo
Bush había aludido como "nuestro hombre"– , y
posibilitando la acción con millones de dólares en armas y
formación militar. Cuando el Congreso prohibió parte del
gasto en armas para las fuerzas palestinas, el Gobierno Bush
(como sucedió con el Irán–Contra) recurrió a sus
aliados del mundo árabe para que éstos se comprometieran a
aportar fondos y armamento.
Pero
incluso mientras Rice seguía presionando a Abbas para que
no interrumpiera las infructuosas "negociaciones"
con Israel, los ataques israelíes contra Gaza, aunque de
menor escala, no cesaron, como tampoco se detuvo la expansión
de los asentamientos en Cisjordania. La oficina de
coordinación humanitaria de la ONU en Jerusalén informó
de que, en Cisjordania, Israel había impuesto "un
aumento en el número de obstáculos físicos desde
Annapolis", refiriéndose, entre otras cosas, a puestos
de control militar, vallas, barreras y montañas de tierra.
La ONU documentó hasta 580 de este tipo de barreras en
Cisjordania, un 50% más que en 2005. Y en Gaza, incluso
antes de la explosión de violencia de los últimos días,
las condiciones se estaban deteriorando hasta niveles muy
peligrosos. Según un nuevo informe elaborado por organismos
humanitarios y de derechos humanos británicos, el 80% de la
población de Gaza depende de la ayuda alimentaria
internacional, un porcentaje que en 2006 era del 63%. El
desempleo se sitúa oficialmente por encima del 40%, en gran
medida porque hasta el 95% de la industria de Gaza ha
cerrado a raíz de que Israel ha prohibido todas las
importaciones de materias primas a la Franja asediada y
todas las exportaciones de ésta.
Y
el Congreso siguió echando leña al fuego, poniendo en
manos de Israel más armas y contraviniendo la legislación
estadounidense en materia de control de exportación de
armas y ayuda externa. Este año, los contribuyentes
estadounidenses proporcionarán a Israel 2.550 millones de dólares
en envíos de armamento, lo cual representa un aumento del
9% con respecto al gasto real en 2007. Éste es el primer
envío del compromiso asumido por los Estados Unidos de
incrementar, durante los próximos diez años, los envíos
de armas a Israel en un 25%. Así, del total de 30.000
millones de dólares, Israel gastará un 25% en sus propios
fabricantes de armas, mientras que el 75% restante irá a
parar principalmente a empresas estadounidenses que se
lucran con las guerras como Motorola, Caterpillar, Lockheed
Martin, Boeing o General Dynamics. Y aún frente al ataque más
sangriento contra Gaza en los 40 años de ocupación, el
Congreso respondió con un voto de 404 contra 1 a favor de
apoyar a Israel y condenar el lanzamiento de cohetes por
parte de palestinos contra civiles israelíes; al parecer,
los aproximadamente 130 civiles palestinos no existían.
(Ron Paul votó 'no'; los diputados McDermott, Moran,
Capuano y Abercrombie votaron "presente".)
La
actual intensificación de la violencia pone de manifiesto
la urgente necesidad de un alto el fuego inmediato, que
incluiría el fin del lanzamiento de cohetes de los
palestinos contra objetivos civiles y el cese de todos los
ataques militares por parte de Israel (entre otros,
bombardeos desde aviones, helicópteros y aeronaves
teledirigidas; ataques con cohetes, ataques navales contra
los pescadores de Gaza, e incursiones con tanques y
soldados), de los asesinatos deliberados conocidos como
"asesinatos selectivos", de las demoliciones de
casas y del cerco sobre la Franja. Tras abandonar la región,
Condoleezza Rice apoyó al jefe de la Autoridad Palestina,
Mahmud Abbas, y pidió a Egipto que negociara con Israel y
Hamás "un mecanismo para calmar la situación en la
Franja de Gaza". A pesar de todo, se negó a emplear el
término "alto el fuego" porque ello implicaría
otorgar legitimidad o reconocimiento a Hamás.
Dada
la nefasta situación política a la que se enfrentan los
palestinos que viven bajo la ocupación y el apartheid, las
posibilidades de acción se limitan principalmente a formas
de resistencia violenta, formas de resistencia no violenta y
popular, o a la capitulación. Un auténtico alto el fuego
podría volver a abrir las puertas a la segunda opción de
resistencia de que disponen los palestinos: la movilización
no violenta generalizada y a gran escala. Esa fue
precisamente la elección estratégica de la primera
intifada o levantamiento (1987–1993), una elección que
siguió viva, aunque con menor protagonismo, durante la
segunda intifada y que se ha vuelto a ver por última vez en
Gaza, que fue testigo, gracias al apoyo de Hamás, de un
extraordinario acto en que participó más de la mitad de la
población para reivindicar colectivamente el derecho humano
a desplazarse y viajar, y a cubrir necesidades vitales básicas,
durante años negados por el ejército de Israel, a través
de los agujeros abiertos en el muro fronterizo que separa
Gaza de Egipto por el paso de Rafah el mes pasado.
Y
dado que aún no existe ninguna estrategia gubernamental o
intergubernamental seria para poner fin a la ocupación
israelí y modificar sus políticas segregacionistas, el
papel de los movimientos de la sociedad civil internacional
sigue siendo de vital importancia. Tanto en los Estados
Unidos como en el resto del mundo, la campaña a favor del
boicot, las desinversiones y las sanciones está ganando un
nuevo impulso y aumentando su influencia como instrumento
para ejercer una presión económica colectiva y no violenta
sobre Israel.
La
visita de Rice a la región llegó sólo unas semanas antes
de que se celebre en Damasco una reunión de la Liga Árabe,
la primera desde la conferencia de Annapolis organizada por
Bush en noviembre con el objetivo de consolidar el apoyo árabe
para su movilización contra Irán. Egipto y Arabia Saudí,
que cuentan con el respaldo estadounidense, habían estado
organizando un boicot del encuentro con la idea de obligar a
Siria y Líbano a aceptar el plan de la Liga Árabe para
abordar la larga crisis constitucional que afecta al
dividido Gobierno libanés. Pero las dinámicas de poder de
la cumbre se revelan ahora muy distintas. Las sociedades árabes
están furiosas con Israel y sus aliados estadounidenses por
la matanza de Gaza; buques de guerra estadounidenses están
surcando las aguas frente a la costa libanesa,
desacreditando a la coalición mayoritaria proestadounidense
de Beirut y reavivando el recuerdo de los bombardeos del USS
New Jersey en Líbano en 1983; y los aliados estadounidenses
están a la defensiva, corriendo tanto como pueden para
distanciarse de todo vínculo con Washington.
La
demostración de fuerza de los Estados Unidos, con sus
buques de guerra fondeados frente a las costas libanesas, se
debe tomar muy seriamente. Arabia Saudí y otros países del
Golfo aconsejaron a sus ciudadanos que abandonaran Líbano
el día después de que el primer buque tomara posiciones.
El ex embajador estadounidense en Siria, Richard Murphy,
tildó la medida de "diplomacia de cañón",
afirmando que los Estados Unidos no sabían qué hacer con
respecto a Líbano. Washington dice que está desplegando
los buques como señal a Siria y otros países de Oriente
Medio del compromiso estadounidense con la región. Y no se
puede descartar nada teniendo en cuenta que se trata de un
Gobierno con los días contados, conocido por su imprudencia
y su confianza en la fuerza militar como primera opción y
resuelto a mantener su hegemonía en Oriente Medio a pesar
de lo que por parte de Irán se podría considerar como un
desafío.
Incluso
mientras aumenta la presión directa de los Estados Unidos
sobre el principal aliado árabe de Irán, Siria, la
movilización de Washington contra Teherán sigue estando
firmemente en pie. La sonada visita del presidente iraní a
Bagdad pareció casi como un gesto de burla al presidente
Bush. El trayecto en coche de Ahmadineyad desde el
aeropuerto a la capital iraquí y otras ciudades, y sus
paseos, aparentemente relajados, por mercados y mezquitas,
fueron deliberadamente orquestados para contrastar con el
secretismo y la alta seguridad que caracterizan las breves
visitas de Bush a Iraq, donde se cobija en alguna base
militar estadounidense durante unas horas para después
salir a toda prisa. También representó un desafío más
serio al mismo control del Gobierno iraquí, al recordar a
Washington que aunque los funcionarios hayan sido elegidos
al amparo de la ocupación estadounidense, muchos de ellos
tienen vínculos más tradicionales con Teherán.
Este
desaire simbólico, sin embargo, no cambia la gravedad de
los continuos esfuerzos del Gobierno Bush por aislar y
castigar a Irán. A pesar del informe de los servicios
secretos que salió a la luz en noviembre, en que los 16
organismos de la inteligencia estadounidense coinciden en
que Irán no tiene un programa de armas nucleares, y a pesar
de un informe más reciente de la Agencia Internacional de
la Energía Atómica (AIEA), en que se constataba que Irán
estaba colaborando para dar respuesta a sus preguntas y que
los investigadores de la AIEA sólo necesitaban un poco más
de tiempo para finalizar el trabajo, los Estados Unidos no
cejaron en su empeño por ampliar las sanciones contra Irán.
Dadas
las nuevas circunstancias tras conocerse los informes de la
inteligencia estadounidense y la AIEA, las duras sanciones
que los Estados Unidos hubieran deseado imponer contra Teherán
tuvieron que suavizarse significativamente para que la
postura de Washington pudiera ser viable en el Consejo de
Seguridad de la ONU. De forma que la sustancia real de la
resolución sobre las sanciones tiene pocas consecuencias
inmediatas; la adopción de medidas como las restricciones
de viajes o la congelación de bienes depende,
voluntariamente, de cada país. Pero el simbolismo del acto
fue muy importante, y la aprobación de la resolución con
un voto casi unánime representó un tremendo golpe a la
legitimidad del Consejo y del conjunto de las Naciones
Unidas, y un triste recordatorio del poder que detentan los
Estados Unidos y sus aliados europeos más fuertes (en este
caso, Francia, Gran Bretaña y Alemania) con respecto a los
gobiernos más comprometidos con el no alineamiento. En los
días que precedieron a la votación, los diplomáticos ante
el Consejo de Seguridad de Sudáfrica, Libia e Indonesia
dejaron claro que no respaldarían nuevas sanciones. Viet
Nam no se pronunció, pero todo indicaba que rechazaba en
gran mediad la iniciativa estadounidense. El viernes
anterior a la votación, prevista para el lunes 3 de marzo,
los periodistas esperaban al menos cuatro votos en contra.
Tras
un fin de semana de presiones orquestadas bajo la batuta del
presidente francés Sarkozy, respaldado por Bush, el Consejo
emitió un voto de 14 contra 0 a favor de imponer las nuevas
sanciones, de momento inofensivas. Indonesia se abstuvo. Sudáfrica,
Libia y Viet Nam respaldaron a los Estados Unidos. Lo que aún
no está claro es qué amenazas se plantearon. Pero ninguno
de esos gobiernos intentó siquiera afirmar que Irán
representara una amenaza a sus intereses nacionales; por el
contrario, todos ellos tienen vínculos tradicionales con
Teherán. Ninguno de ellos intentó denunciar que Irán está
construyendo armas nucleares. En lugar de todo eso, unos
diplomáticos visiblemente incómodos hablaron de mantener
la unidad del Consejo, de hablar con una sola voz, de que Irán
tendría "que escuchar". Fue un cuadro vergonzoso,
especialmente para los países tradicionalmente no
alineados, una traición a la notable independencia que en
su día representó este movimiento.
(*)
Phyllis Bennis es investigadora del Institute for Policy
Studies ( www.ips–dc.org) y del Transnational Institute (
www.tni.org). Acaba de publicar, junto con el equipo de
trabajo sobre Irán de IPS, un nuevo informe sobre las
tensiones entre Washington y Teherán: “Iran in the
crosshairs: How to prevent Washington's next war”.
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