Por
fin llegan a las noticias las megabases de EE.UU. en Iraq
La
mayor historia nunca contada
Por Tom Engelhardt
Tom Dispatch, 15/06/08
Rebelión,
19/06/08
Traducido
por Germán Leyens
Es
sólo un contrato por 5.812.353 dólares – calderilla para
el Pentágono – y ni siquiera uno de esos tristemente célebres
contratos “sin licitación”. El Cuerpo de Ingenieros del
Ejército solicitó noventa y ocho ofertas y 12 fueron
recibidas antes de que fuera adjudicado el contrato para
“instalaciones de reemplazo para la Base de Operación
Avanzada Speicher, Iraq, el 28 de mayo, a Wintara, Inc.de
Fort Washington, Maryland.” Según un comunicado de prensa
del Departamento de Defensa, se espera que el trabajo en las
“instalaciones” que deben ser reemplazadas en la base
cercana a Tikrit, la ciudad natal de Sadam Husein, será
completado el 31 de enero de 2009, sólo unos 11 días después
de que un nuevo presidente entre al Despacho Oval. Es sólo
un modesto recuerdo de que, cuando el nuevo gobierno llegue
a Washington, las bases estadounidenses en Iraq, grandes y
pequeñas, todavía estarán pasando por la especie de
reparación y mejora que ha estado teniendo lugar durante años.
En
los hechos, durante los algo más de cinco años pasados,
incontables miles de millones de dólares de los
contribuyentes han sido gastados en la construcción y
mejora de esas bases. Cuando preguntaron en el otoño de
2003, sólo días después de la caída de Bagdad en manos
de las tropas de EE.UU., al teniente coronel David Holt,
ingeniero del ejército que entonces “estaba encargado del
desarrollo de instalaciones” in Iraq, indicó
orgullosamente que “varios miles de millones de dólares”
ya habían sido invertidos en esas bases en construcción
acelerada. Incluso entonces, se maravilló como se debía,
comentando que “las cifras son asombrosas.” Imaginemos
lo que podría haber dicho, apenas dos y medio años después,
cuando según los informes EE.UU. tiene 106 bases, entre
mega y micro, en todo el país.
Ahora,
miles de millones se han ido evidentemente en grandes,
masivas megabases, como la base aérea de EE.UU. en Balad, a
unos 100 kilómetros al norte de Bagdad. Es una “fortaleza
de 41,5 kilómetros cuadrados,” que posiblemente alberga a
40.000 soldados, contratistas, individuos de operaciones
especiales, y empleados del Departamento de Defensa. Como señaló
Tom Ricks, del Washington Post, quien visitó Balad en 2006
– en un raro artículo sobre una de nuestras megabases –
es esencialmente “una pequeña ciudad estadounidense justo
en medio de la parte más hostil de Iraq.” En aquel
entonces, el tráfico aéreo en la base ya era comparado con
el del Aeropuerto Internacional O’Hare de Chicago o
Heathrow de Londres – y hay que considerar que Balad ha
sido constantemente mejorada desde entonces para apoyar una
‘oleada aérea’ que, a diferencia de la ‘oleada’ de
30.000 soldados en tierra del presidente en 2007, aún no ha
terminado.
Construyendo
zigurats
Aunque
los periodistas estadounidenses piensan pocas veces que
valga la pena informar sobre esas bases – los hechos más
esenciales en el terreno de EE.UU. en Iraq – la prensa
militar escribe regularmente y con orgullo al respecto. Esos
artículos abren una pequeña mirilla hacia lo ocupado que
está el Pentágono en su trabajo por actualizar y mejorar
lo que ya son guarniciones al último nivel de la técnica.
Lo que sigue es sólo un indicio de lo que ha estado pasando
recientemente en Balad, una de las mayores bases en suelo
extranjero del planeta, y sólo una de posiblemente cinco
megabases en ese país.
Consideremos,
por ejemplo, la siguiente descripción de una mejora de la
pista de aterrizaje en una información de la Fuerza Aérea
de EE.UU., intitulada: “Los 'Dirt Boyz' [cuerpo de
ingenieros para trabajos pesados] pavimentan pista para
aviones, aviadores”:
“En
menos de cuatro meses, los Dirt Boyz de la Base Aérea Balad
han colocado y terminado más de 3.800 metros de hormigón y
agregado aproximadamente 8.300 metros cuadrados de pavimento
al aeropuerto... Sin el pavimento adicional por cortesía de
los Dirt Boyz, la Base Aérea Bala podría recibir y
mantener menos aviones. Menos aviones en la base afectarían
directamente la capacidad de la Fuerza Aérea de mantener en
el aire recursos de vigilancia y lanzar municiones sobre
objetivos. Los actuales proyectos de la Base Aérea Balad
incluyen extensiones del la plataforma de hormigón que
asegurará superficies ocupadas por múltiples aviones de
varios tipos.”
O
la siguiente orgullosa descripción de lo que el
Destacamento 6 del 732 Escuadrón Expedicionario de
Ingenieros Civiles hizo en su reciente viaje en Balad:
“Construimos
más de 2.232 metros cuadrados de edificios de vivienda,
alimentación y operaciones partiendo de cero,” dijo el
sargento John Wernegreen… “Este proyecto dio al 3er
Escuadrón, del 2º Regimiento Stryker de Caballería del ejército
de EE.UU. y a [soldados] del ejército iraquí un sitio
desde el cual pueden realizar su misión de controlar el
terreno de batalla alrededor de la Provincia Oriental
Divala.”
Y
una leyenda, que acompaña una foto de la Fuerza Aérea del
trabajo en Balad: “Aviadores del equipo de reparación de
equipamiento del 407 Escuadrón Expedicionario de Ingenieros
Civiles repararon el 11 de junio el suministro eléctrico.
El equipo reemplazó aproximadamente 30 metros cúbicos de
concreto sobre cables eléctricos recientemente
instalados.” Y otro: “Un operador de equipo pesado del
Escuadrón Expedicionario de Ingenieros Civiles, modela una
nueva acera aquí, el 10 de junio. La reparación de aceras
es realizada en toda el área residencial de la base para
eliminar riesgos de tropiezos.” (Las aceras en esas bases
vienen con rutas de autobuses, semáforos, y multas por
exceso de velocidad – en un país al que EE.UU. ha ayudado
a convertir en poco más que un gigantesco hoyo.)
O
como esta leyenda para una foto de militares en trabajo de
mejora de cables de cobre como “parte de las nuevas
tiendas para el proyecto de remolques.” No es de extrañar
que, en otra rara publicación, el corresponsal de defensa
de NPR, Guz Raz, haya informado, en octubre de 2007, que
Balad era “un gigantesco proyecto de construcción, con
nuevas carreteras, aceras, y estructuras... todo con vistas
a las próximas décadas.”
Hay
que pensar en esto como la mayor historia estadounidense
nunca contada de estos años – o para ser más exacto, ya
que ha habido unas pocas informaciones sobre un par de estas
megabases – que nunca ha sido mostrada. Después de todo,
ha sido una construcción épica: la construcción por el
Pentágono de toda una serie de ciudades estadounidenses
fortificadas, cada una de alrededor de entre 20 y 30 kilómetros,
con muchas de las comodidades que hay en EE.UU., incluyendo
franquicias renombradas de comida rápida, supermercados
para el personal militar, y cosas semejantes, en un país
hostil, en medio de la guerra y de la ocupación. En cuanto
a tropas, el presidente podrá haber puesto en juego la
estrategia de la ‘oleada’ recién en enero de 2007, pero
su Pentágono ha estado ‘haciendo oleadas’ en la
construcción de bases desde abril de 2003.
Ahora
bien, imaginad también como cientos de miles de
estadounidenses han pasado por estas megabases, incluyendo
la enorme Base Aérea al–Asad (apodada sardónicamente
“Campo Tortita” por sus comodidades) en el desierto
occidental de Iraq, y el mal llamado (o nunca rebautizado)
Campo Victoria al borde de Bagdad. Soldados llegaron como
una ‘oleada’ a estas bases, por cierto. Los contratistas
privados también, en abundancia. Sicarios. Funcionarios del
Pentágono. Comandantes militares. Altas personalidades del
gobierno. Delegaciones en visita del Congreso. Candidatos
presidenciales. Y, por supuesto, periodistas.
Ha
sido, por ejemplo, un lugar común de estos años que
aparezca un corresponsal de la televisión informando sobre
la situación en Iraq, o lo que los militares
estadounidenses hayan tenido que decir sobre Iraq, desde el
enorme Campo Victoria de Bagdad. Y, sin embargo, si piensas
en ello, esa cámara, que fotografiaba a la excelente
periodista de ABC, Martha Raddatz, o a otros periodistas en
similares escalas, nunca se pasea por la base en sí. Ni
siquiera te ofrece un vistazo, a menos que tengas acceso a vídeos
hechos en casa por soldados o propaganda producida por el
Pentágono.
De
la misma manera, el año pasado, el presidente aterrizó,
seguido por periodistas, en Campo Tortita para una reunión
con el primer ministro iraquí Nuri al–Maliki. Pudiste ver
fotos de su persona bajando del avión (como lo hace por
todas partes), haciéndose el tonto con soldados, o
apretando la mano del primer ministro iraquí pero, que yo
sepa, ninguno de los periodistas que lo acompañaban se quedó
para darnos una idea de la propia base.
Imaginad
que nadie haya sabido que habían construido las pirámides.
Ídem para la Gran Muralla de China, los Jardines Colgantes
de Babilonia, el Coliseo, la Torre Eiffel, la Estatua de la
Libertad. O cualquier otra maravilla arquitectónica del
mundo que se os ocurra.
Después
de todo, esas bases gigantescas, levantadas en la cuna
destruida de la civilización occidental, no fueron sólo
erigidas sobre (y a veces usando trozos de) antiguas ruinas
de ese país, sino son zigurats funcionalmente modernos. Son
los monumentos preciados del gobierno de Bush. Incluso si
sus portavoces se han negado regularmente a utilizar la
palabra “permanente” en relación con ellas – de
hecho, en relación con cualquier base de EE.UU. en el
planeta – han sido construidas para sobrevivir de por
mucho tiempo al propio gobierno de Bush. Fueron, en los
hechos, destinadas claramente para ser guarniciones clave de
una Pax Americana en Oriente Próximo durante generaciones
futuras. Y, como era de esperar, saben a permanencia. Son la
esencia inevitable – a menos que no sepáis que existen,
como la mayoría de los estadounidenses – de la
planificación del gobierno de Bush en Iraq. Sin ellas,
ninguna discusión de la política iraquí de este país
tiene realmente sentido.
Y
eso, por cierto, es lo que hace que su condición de
desaparecidas en combate en el paisaje estadounidense sea
tan sorprendente. Es verdad que un par de buenos periodistas
estadounidenses han escrito artículos sobre una o dos de
ellas, pero la mayoría de los estadounidenses, como
sabemos, recibe sus noticias de la televisión y – aunque
nadie puede mirar todas las noticias que fluyen día y noche
a las salas de estar de EE.UU., es una apuesta razonable que
un porcentaje inmenso de los estadounidenses no ha tenido
nunca la oportunidad de ver esas notables estructuras en
Iraq ocupado que han sido pagadas, y siguen pagando, con los
dólares de sus impuestos.
Es
algo que se puede esperar de prisiones, o gulags, o campos
de concentración en ultramar, al estilo de Bush. Y, sin
embargo, los estadounidenses han visto regular y
repetidamente cómo es Guantánamo. Han visto algo de la
prisión Abu Ghraib en Iraq. Pero no las bases. Tal vez una
explicación sea la siguiente: En raras ocasiones, cuando
los encuestadores preguntan a los estadounidenses si desean
“bases permanentes” en Iraq, mayorías importantes
responden por la negativa. Sólo cabe suponer que, como en
numerosos otros temas, el gobierno de Bush prefirió volar
por debajo de la pantalla de radar en este asunto – y los
medios generalmente lo consintieron.
Y
recordemos una base más, aunque nunca es llamada de esa
manera – la masiva embajada imperial, tal vez la mayor del
planeta, que está siendo construida, por casi 750 millones
de dólares, en un sitio que tiene casi el tamaño del
Vaticano, casi 42 hectáreas dentro de la Zona Verde en
Bagdad. Albergará a 1.000 “diplomáticos.” Costará
algo como 1.200 millones de dólares al año, sólo en
costes operativos. Con sus propios sistemas eléctricos y de
agua, sus defensas contra misiles, recreación, áreas de
“comercio minorista y compras,” y espacios de trabajo
“a prueba de explosiones,” es esencialmente una
ciudadela fortificada, una base dentro del corazón
fortificado estadounidense de la capital de Iraq. Como las
megabases, emite un aura de “soberanía” estadounidense,
no iraquí. También, es construida “para los tiempos
futuros.”
Apropiación
de tierras, al estilo estadounidense
El
tema de las megabases en Iraq salió a la luz por primera
vez sólo días después de la caída de Bagdad. Para ser
exacto, fue el 20 de abril de 2003, y Thom Shanker y Eric
Schmitt escribieron en la primera plana del New York Times
en un artículo intitulado: “El Pentágono espera un
acceso a largo plazo a bases cruciales en Iraq” que:
“Responsables militares estadounidenses, hablaron en
entrevistas durante esta semana, de mantener posiblemente
cuatro bases en Iraq que podrían ser utilizadas en el
futuro,” incluyendo la que se convirtió en Campo
Victoria. La historia, y la idea misma de bases
“permanentes,” fueron rápidamente desmentidas por el
Secretario de Defensa Ronald Rumsfeld – y luego
desaparecieron esencialmente de las noticias durante años.
(Hasta hoy, de nuevo que yo sepa, el New York Times nunca ha
vuelto a escribir un importante artículo de primera plana
sobre el tema.)
Sin
embargo, las bases llegan, repentina y sorprendentemente, a
las noticias (y, por cierto, se escribe sobre ellas y son
discutidas en la televisión como si hubieran sido desde
hace tiempo parte del análisis mediático de todos los días).
Esta semana, en los hechos, llegaron a la primera plana del
Washington Post, debido a protestas de dirigentes iraquíes
cercanos al gobierno de Bush. Se enojaron e hicieron como
condenados filtraciones al respecto, debido a tácticas de
intimidación estadounidenses en negociaciones para un
Acuerdo de Estatus de Fuerzas (SOFA) a largo plazo que
implantaría oficialmente bases controladas por EE.UU. en
Iraq a largo plazo, potencialmente ataría las manos de un
futuro presidente estadounidense respecto a la política en
Iraq, y representaría una apropiación de soberanía de
primera clase. (Un comentario típico de un político iraquí
favorable a Maliki en ese artículo del Post: “Los
estadounidenses están haciendo exigencias que conducirían
a la colonización de Iraq...”)
Las
crecientes protestas iraquíes – en las calles, en el
parlamento, y entre los negociadores – ciertamente
ayudaron a provocar la cobertura del asunto en este país.
Un persistente e intrépido periodista británico, Patrick
Cockburn de The Independent, ayudó a revelar la historia de
las exigencias del gobierno de Bush días antes de que
fueran noticias significativas en EE.UU.
Pero
la mayor parte del crédito debería realmente ir al propio
gobierno de Bush que, a pesar del flujo a largo plazo de los
eventos en Iraq, todavía lo quería todo. Codicia,
combinada con desesperación, parecen haberlo logrado. En
todos los años de la ocupación, los responsables de este
gobierno han mostrado su incapacidad de darse cuenta de la
era post colonial en la que viven. Nunca ha penetrado su
conciencia que la mayor historia del Siglo XX fue que los
pueblos previamente sometidos y colonizados habían
conquistado (o reconquistado) su soberanía.
El
gobierno lo mostró, en 2003, con su sueño mismo de asentar
sus tropas en una nación árabe importante, potencialmente
hostil, intensamente nacionalista, en el corazón de las
tierras petrolíferas del planeta. Que la construcción de
enormes bases estadounidenses y el asentamiento de tropas en
la relativamente pacífica Arabia Saudí después de la
Primera Guerra del Golfo haya llevado al desastre – pensad
en Osama bin Laden – no tuvo ni la menor importancia para
los máximos responsables del gobierno.
No
podría haber sido más obvio lo poco que les importaba la
soberanía o el orgullo de Iraq cuando L. Paul Bremer III,
el representante personal de George W. Bush y virrey en
Bagdad, antes de “devolver la soberanía” oficialmente a
los iraquíes en junio de 2004, firmó la infame (aunque, en
este país, poco percibida) Orden 17. Como ley de Estado en
Iraq aseguró, entre otras cosas, que todos los extranjeros
involucrados en el proyecto de la ocupación recibirían
“libertad de movimiento sin retardo en todo Iraq,” y que
ni sus naves, ni sus vehículos, ni sus aviones serían
“sometidos a inscripción, matrícula o inspección por el
gobierno [iraquí].” Tampoco serían sometidos en sus
viajes: diplomáticos, soldados, consultores, guardas de
seguridad extranjeros, o ninguno de sus vehículos, naves, o
aviones a “tasas, aranceles, o cobros, incluyendo pagos
por aparcamiento o aterrizaje,” etc.
En
cuanto a importaciones, incluyendo las de “sustancias
controladas,” no habría aranceles o inspecciones de
aduana, impuestos, o cualquier otra cosa; ni habría el
menor cobro por el uso de “cuarteles, campos y otras
propiedades” ocupadas, ni por el uso de electricidad,
agua, u otros servicios. Y todos los contratistas privados
tendrían inmunidad total contra procesos judiciales en
cualquier parte del país. La Orden 17 habría parecido
familiar a cualquier colonialista europeo del Siglo XIX.
Otorgó lo que solía ser llamado “extraterritorialidad”
a los estadounidenses. Hay que verla como una gigantesca
carta “Sal de la cárcel gratis” para una nación
ocupante.
Ahora
bien, imaginad que, incluso después de años de desastre,
incluso en un estado de descontrol, con suministros globales
inseguros de petróleo que llegan a 140 dólares por barril,
el gobierno de Bush sigue manteniendo la misma actitud
mental de la Orden 17. Comenzó con esa actitud sus
negociaciones con los iraquíes. Cockburn (y después de él
otros periodistas) informó que pedían una inmunidad al
estilo de la Orden 17 para los militares de EE.UU. y todos
los contratistas privados que estuvieran en el país, así
como el uso de hasta 58 bases, a pesar de que “sólo”
tenían 30 bases mayores en el país. (Un destacado político
de la Organización Badr afirmó que los negociadores de
EE.UU. presionaron realmente por el uso de una cantidad
asombrosa de 200 instalaciones en todo el país.)
También
insistieron evidentemente en el control del espacio aéreo
iraquí hasta 8.839 metros de altura, el derecho a ingresar
y sacar tropas del país sin informar a los iraquíes, y el
derecho a “realizar operaciones militares en Iraq y de
detener a individuos cuando sea necesario por razones
imperativas de seguridad,” de nuevo sin notificación a
los iraquíes, y menos todavía aprobación de algún tipo.
Pueden haber insistido incluso en la libertad de atacar a
otros países desde sus bases iraquíes, de nuevo sin
consulta o aprobación. Además, informó Cockburn,
intentaban obligar a sus homólogos iraquíes a aceptar un
acuerdo semejante con la amenaza de negarles por lo menos
20.000 millones de dólares en fondos del petróleo iraquí
depositados en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York.
Gulf
News informó también que, según la versión
estadounidense del acuerdo: “instituciones iraquíes de
seguridad como los ministerios de Defensa, Interior y de
Seguridad Nacional, así como los contratos de armamento,
estarían bajo supervisión estadounidense durante diez años.”
Esto fue confirmado en parte por Walter Pincus del
Washington Post, quien informó sobre un contrato plurianual
que acaba de ser adjudicado a un contratista privado por el
Pentágono para suministrar “mentores para funcionarios en
los ministerios de Defensa e Interior de Iraq... [quienes]
‘asesorarían, entrenarían, [y] ayudarían... a ciertos
funcionarios iraquíes.’”
Si
el gobierno de Bush hubiera mostrado la más mínima
limitación, podría haber elaborado una versión mucho más
cosmética del establecimiento permanente de fuerzas
militares en Iraq. Podría haber entregado oficialmente las
megabases a los iraquíes y haber vuelto a alquilarlas por
casi nada. Podría haber dejado que los hechos sorprendentes
que había creado en el terreno hablaran por sí mismos.
Podría haber ofrecido “comandos conjuntos” y otros
remedios paliativos (como evidentemente considera hacerlo
ahora) que habrían hecho que su apropiación a largo plazo
de la soberanía pareciera menos significativa – sin
necesariamente serlo. Pero su capacidad de crear estrategias
fuera del palco (de Bush) ha sido limitada desde hace mucho
tiempo.
Hay
que pensar en ellos como la “generación del yo” adicta
a esteroides, global e imperial. O reconocer su
consecuencia. Son soñadores dementes que todavía no logran
despertar, incluso cuando se ven en una sala llena de sales
aromáticas.
En
lugar de hacerlo, han intentado volar bajo las pantallas de
radar tanto del Congreso de EE.UU. como del pueblo iraquí,
mediante sus negociaciones secretas SOFA. Querían implantar
a perpetuidad bases permanentes y una política de ocupación
en Iraq, sin dejar que el tema tuviera el valor de un
tratado. (Por ello, sin requerir ni la opinión ni el
consentimiento del Senado de EE.UU.)
No
es sorprendente que este episodio, otro más, amenace
terminar en una debacle. La jefatura iraquí se encuentra en
una revuelta virtual. En todo el espectro político, como ha
escrito Tony Karon del blog Rootless Cosmopolitan, las
negociaciones han impuesto a los iraquíes una especie de
“encuesta instantánea o sondeo informal... sobre la
presencia a largo plazo de EE.UU., y los objetivos para
Iraq” de los que es probable que los estadounidenses
emerjan como perdedores.
La
idea de itinerarios para la partida estadounidense vuelve a
ser presentada en Iraq. Según Reuters: “Una mayoría del
parlamento iraquí ha escrito al Congreso rechazando un
acuerdo de seguridad a largo plazo con Washington si no está
vinculado al requerimiento de que partan las fuerzas de
EE.UU.,” y responsables estadounidenses anónimos comiezan
ahora a refunfuñar que no se logrará un acuerdo SOFA antes
de que el gobierno de Bush deje su mandato.
El
hombre del gobierno estadounidense en Bagdad, el primer
ministro Maliki, ha declarado que la propuesta inicial de
EE.UU. está “en una calle sin salida” e incluso ha
comenzado a amenazar con solicitar que las fuerzas
estadounidenses se vayan cuando su mandato de la ONU expire
a fin de año. (Aunque gran parte de esto puede ser un
alarde de su parte, ¿qué alternativa le queda?
Considerando las actitudes iraquíes ante la posibilidad de
un establecimiento permanente de militares de EE.UU., ningún
dirigente iraquí podría permanecer en su puesto o incluso
entregar el poder y aceptar condiciones semejantes. Sería
como estampar y sellar su propia orden de ejecución.)
Los
sadéristas están en las calles protestando contra la
presencia estadounidense y su líder acaba de llamar a una
“nueva ofensiva de las milicias” contra las fuerzas de
EE.UU. Los baderistas – pro–iraníes, pero respaldados
por los estadounidenses, están indignados. (“Hay soberanía
para Iraq” – ¿O no la hay? Si quedara en las manos de
ellos [el gobierno de Bush], pedirían inmunidad hasta para
los perros estadounidenses.”) Los iraníes votan
vehementemente que no. La opinión en la región, sea chií
o suní, parece pensar lo mismo. El Congreso de EE.UU.
protesta, exigiendo más información y orientándose
posiblemente hacia audiencias sobre el acuerdo SOFA y las
bases. El candidato presidencial Barack Obama ha insistido
en que todo acuerdo sea sometido al Congreso, precisamente
algo cuya prevención ha sido organizada durante un año por
gobierno de Bush.
Y,
milagro de milagros, los medios dominantes finalmente están
escribiendo sobre las bases como si fueran de importancia.
Algún día, antes de que todo esto haya pasado, todos
nosotros podremos ver realmente lo que fue construido en
nuestro nombre y con nuestros dólares. Será un choque,
especialmente si se considera lo que el gobierno de Bush ha
sido incapaz de construir, o reconstruir, en Nueva Orleans y
en otros sitios en este país. Mientras tanto, el presidente
parece estar en camino a una derrota auto–infligida más.
Fuentes
para trabajo y más lectura:
En
sus recientes artículos, como en sus pasados reportajes
no–empotrados, Patrick Cockburn, ha mostrado lo que un
buen periodista puede hacer por el resto de nosotros.
Gracias especiales van a Nick Turse por su excelente y rápida
investigación para este trabajo y a Christopher Holmes por
su excelente corrección de pruebas a pedido. Al reunir
material, también me he basado en una serie de sitios,
incluyendo el invaluable blog de Juan Cole Informed Comment
(que visito sin falta a diario), a esos espléndidos
recolectores–cazadores de noticias en Antiwar.com y en el
diario Media Patrol de Cursor.org, el excelente blog de Dan
Froomkin White House Watch en el Washington Post, y en los
ojos de lince de Paul Woodward en su blog War in Context.
Para aquellos de vosotros que queráis ver un poco más de
sentido en las interminables actividades de construcción de
bases del gobierno de Bush, revisad la locuaz hoja
informativa (pdf) de la Redhorse Association, “un grupo de
miembros pasados y presentes de las unidades de ingenieros
en combate Prime Beef y Red Horse de la Fuerza Aérea de
EE.UU.”
(*)
Tom Engelhardt dirige Tomdispatch.com del Nation Institute,
es cofundador del American Empire Project
(http://www.americanempireproject.com/). Ha actualizado su
libro: “The End of Victory Culture” (University of
Massachussetts Press) en una nueva edición. Editó, y su
trabajo aparece en, el primer libro de lo mejor de
Tomdispatch: “The World According to Tomdispatch: America
in the New Age of Empire” (Verso), que acaba de ser
publicado. Concentrado en lo que no ha sido
publicado por
los medios dominantes, es una historia alternativa de los
demenciales años de Bush.
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