¿Guerra
o privatización?
¿Guerra
total o “conquista económica”?
Por
Michel Chossudovsky
Global Research, 04/07/08
Rebelión, 10/07/08
Traducido por Germán Leyens
¿Pusieron
en espera la guerra contra Irán?
Teherán va
a permitir que inversionistas extranjeros, en lo que podría
ser interpretado como una apertura a Occidente, adquieran la
propiedad total de empresas del Estado iraní en el contexto
de un programa de privatización de largo alcance al estilo
“libre mercado.”
Con el
precio del petróleo crudo a 140 dólares el barril, el
Estado iraní no está en apreturas económicas como en el
caso de los países en desarrollo más endeudados, obligados
por sus acreedores a vender los activos estatales para pagar
su creciente deuda externa.
¿Cuáles
son las motivaciones políticas tras esta medida? ¿Y por qué
ahora?
Ya han
establecido contactos con siete compañías occidentales.
Teherán permitirá que el capital extranjero “compre
cantidades ilimitadas de acciones de empresas controladas
por el Estado que están en el proceso de ser vendidas.”
Aunque el
programa de privatización de Irán fue lanzado durante el
gobierno de Mohammed Jatami a fines de los años noventa, la
reciente venta de acciones de empresas estatales clave
apunta hacia un nuevo proyecto económico. La medida
subyacente es trascendental. Va más allá del marco de
privatización prevaleciente aplicado en varios países en
desarrollo dentro de la esfera de influencia de EE.UU.:
“La
iniciativa está diseñada para atraer más inversión
extranjera y forma parte del programa global de liberación
económica del país.
“Irán
dejará de hacer distinciones entre firmas nacionales y
extranjeras que deseen adquirir compañías estatales
mientras la propiedad extranjera en su conjunto en una
industria en particular no exceda un 35%... Por ejemplo, una
compañía extranjera puede adquirir una compañía siderúrgica
iraní pero no se permite que compre todas las empresas en
la industria siderúrgica iraní.
Entre las
nuevas medidas incentivas anunciadas, las firmas extranjeras
también podrán transferir fuera del país sus beneficios
anuales de su compañía iraní en la moneda que deseen.”
(“Irán permitirá un 100% de propiedad extranjera,”
Press TV, 30 de junio de 2008)
Es
importante analizar cuidadosamente esta decisión. La
oportunidad del anuncio de la Organización Iraní de
Privatización (IPO) coincide con crecientes amenazas de
EE.UU. e Israel de conducir una guerra en todos los frentes
contra Irán.
Además, el
programa de desinversión cumple con las exigencias del
“Consenso de Washington”. El Fondo Monetario
Internacional (FMI) ha confirmado con algunas reservas, que
Teherán se ha comprometido a una “continua transición
hacia una economía de mercado viable y eficiente,”
implicando al mismo tiempo que la creación de “confianza
para inversiones” requiere una aceleración del programa
de privatización.
En su
Estudio de mayo de 2008 (Art. 4 Consultas), el FMI elogió a
Teherán por su programa de desinversión, que esencialmente
transfiere la propiedad de activos estatales a manos
privadas, mientras subraya también que el programa está
siendo realizado de una manera rápida y eficiente.
Bajo la
amenaza de guerra, ¿tiene esta nueva iniciativa de Teherán
industrias clave la intención de cumplir con las exigencias
del gobierno de Bush?
Se sabe que
las instituciones de Bretton Woods sirven directamente los
intereses de EE.UU. No sólo están vinculadas a Wall Street
y al Tesoro de EE.UU., también están en contacto con el
Departamento de Estado de EE.UU., el Pentágono y la OTAN.
El FMI y el Banco Mundial son consultados a menudo antes del
embate de una gran guerra. En las secuelas de la guerra, están
involucrados en el suministro de préstamos “de
reconstrucción post–conflicto.” A este sentido, el
Banco Mundial es un actor clave en la canalización de
“ayuda externa” tanto a Iraq como a Afganistán.
Las medidas
de privatización sugieren que Irán está dispuesto a
permitir que el capital extranjero obtenga el control sobre
importantes sectores clave de la economía iraní.
Según el
presidente de la Organización Iraní de Privatización
(IPO), Gholamreza Kord–Zanganeh, unas 230 compañías
estatales están destinadas a ser privatizadas hasta fines
del año iraní (marzo de 2009). Las acciones de unas 177
compañías estatales fueron ofrecidas en la Bolsa de
Comercio de Teherán en el último año iraní (que terminó
en marzo de 2008).
La estatal
Compañía de Telecomunicación de Irán (TCI) ya ha
indicado que “una serie de compañías extranjeras de
telecomunicaciones han expresado interés en la adquisición
de sus acciones cuando el gobierno venda parte de sus
intereses dentro de un mes. Informes de la prensa local no
nombraron a los posibles inversionistas. TCI tiene el
monopolio del mercado de líneas fijas de Irán y es también
el mayor operador celular del país a través de su
subsidiaria MCI.” Alcatel, de Francia, el grupo MTN de Sudáfrica
y Siemens de Alemania ya poseen considerables
participaciones en la industria de telecomunicaciones de Irán.
Otros
sectores clave de la economía, incluyendo las industrias
del aluminio, cobre, hierro y acero han sido recientemente
ofrecidos para ser privatizados, y las acciones de compañías
estatales han sido introducidas en la Bolsa de Comercio de
Teherán (TSE).
Más
complejo de lo que parece
¿Está
relacionada de alguna manera esta decisión de Teherán de
implementar un trascendental programa de privatización, con
la continua belicosidad y presión de EE.UU.?
A primera
vista parecería que Teherán estuviera cediendo a las
exigencias de Washington para evitar una guerra total.
¿Serían
entregados los haberes de Irán en una bandeja de plata a
los inversionistas occidentales extranjeros, sin que sea
necesario que EE.UU. conquiste nuevas fronteras económicas
por medios militares?
Pero la
cosa es más compleja de lo que parece. Washington no tiene
interés en la imposición de un programa de privatización
a Irán, como “alternativa” a una guerra total. En los
hechos es precisamente lo contrario. Existen indicios de que
el objetivo principal del gobierno de Bush es paralizar el
programa de privatización.
En lugar de
ser aplaudido por Washington como un paso en la dirección
correcta, el programa de privatización de Teherán coincide
con el lanzamiento (mayo de 2008) de una resolución de
largo alcance en el Congreso de EE.UU. (H.CON. RES 362), que
llama a imponer sanciones financieras mundiales dirigidas
contra Irán:
"[H.
CON. RES. 362] insta al presidente, en los términos más
firmes, a utilizar de inmediato su autoridad existentes para
imponer sanciones al Banco Central de Irán... bancos
internacionales que continúen realizando transacciones
financieras con bancos iraníes proscritos;... compañías
de energía que han invertido 20.000.000 dólares o más en
el sector petrolífero o de gas natural iraní en cualquier
año dado desde la promulgación de la Ley de Sanciones
contra Irán de 1996; y todas las compañías que sigan
haciendo negocios con el Cuerpo de Guardia Revolucionaria
Islámica de Irán.” (Vea texto completo en inglés de
H.CON RES 362) (Énfasis agregado)
La resolución
exige además que “el presidente inicie un esfuerzo
internacional para aumentar inmediata y dramáticamente la
presión económica, política, y diplomática sobre Irán...
prohibiendo la exportación a Irán de todos los productos
de petróleo refinados; imponiendo estrictos requerimientos
de inspección de todas las personas, vehículos, barcos,
aviones, trenes, y carga que entre o salga de Irán; y
prohibiendo el movimiento internacional de todos los
funcionarios iraníes no involucrados en la negociación de
la suspensión del programa nuclear de Irán.” (Énfasis
agregado)
Si esas
sanciones económicas fueran realizadas e impuestas,
paralizarían las transacciones comerciales y monetarias.
Sobra decir que también debilitarían el programa de
privatización de Irán e impedirían la transferencia de
activos iraníes a manos extranjeras.
Guerra
económica
¿A cuenta
de qué se opondría el gobierno de Bush a la adopción de
un programa de desinversión al estilo neoliberal, que
despojaría a la República Islámica de algunos de sus
activos más lucrativos?
Si la
“conquista económica” fuera el objetivo final de una
agenda militar impulsada por las ganancias, ¿cuál es
entonces el propósito de bombardear Irán, si Irán
realmente acepta entregar sus activos a precios por los
suelos a inversionistas extranjeros, de un modo muy parecido
a como lo han hecho otros países en desarrollo como
Indonesia, las Filipinas, Brasil etc.?
Los mayores
inversionistas extranjeros en Irán son China y Rusia.
Mientras las compañías de EE.UU. están claramente
ausentes de la lista de inversionistas extranjeros directos,
Alemania, Italia y Japón tienen importantes participaciones
inversionistas en el petróleo y el gas, la industria
petroquímica, la generación de energía y la construcción,
así como en el sistema bancario. Junto a China y Rusia, son
los principales beneficiarios del programa de privatización.
Uno de los
principales objetivos de las sanciones económicas
propuestas en H. RES CON 362 es impedir que compañías
extranjeras (incluyendo las de la Unión Europea y de Japón),
adquieran una mayor parte de la economía iraní bajo el
programa de desinversión de Teherán.
Otros países
con importantes inversiones en Irán son Francia, India,
Noruega, Corea del Sur, Suecia y Suiza. Svedala Industri, de
Suecia, tiene grandes participaciones en las minas de cobre
de Irán.
Francia,
Japón y Corea tienen participaciones en la industria automóvil,
en la forma de acuerdos de licencia con fabricantes iraníes
de autos.
ENI Oil, de
Italia, está involucrada en el desarrollo de las fases 4 y
5 del campo petrolífero South Pars, que asciende a 3.800
millones de dólares. (Vea Organización Iraní de
Privatización, informe 2008). Total y el conglomerado
anglo–holandés Shell están involucrados en el gas
natural.
Aunque el
proceso de privatización no incluye la desinversión de la
compañía petrolera estatal de Irán, crea un ambiente que
favorece la inversión extranjera en la refinería de petróleo,
la industria petroquímica, la economía de servicios para
el petróleo, así de la infraestructura para el petróleo y
el gas, incluyendo la exploración, oleo y gasoductos de una
serie de países que incluyen a China, Rusia, Italia,
Malasia, etc.,
A pesar de
que varias corporaciones estadounidenses realizan
(extraoficialmente) negocios en Irán, el régimen de
sanciones comerciales de EE.UU. (renovado bajo el gobierno
de Bush) declara ilegal que ciudadanos y compañías
estadounidenses tengan negocios con Irán. En otras
palabras, no se permitiría que corporaciones de EE.UU.
adquieran activos del Estado iraní bajo el programa de
privatización a menos que se levante el régimen de
sanciones comerciales de EE.UU.
Además,
todas las firmas extranjeras son tratadas en condiciones de
igualdad. No hay tratamiento preferencial para las compañías
de EE.UU., no hay un corrupto arreglo al estilo colonial
como en Iraq desgarrado por la guerra, que favorece la
transferencia directa de la propiedad y el control de
sectores enteros de la economía nacional a un puñado de
corporaciones de EE.UU.
En otras
palabras, el programa de privatización de Teherán no sirve
los intereses económicos y estratégicos de EE.UU. Tiende a
favorecer a países que tienen relaciones y comerciales y de
inversión con la República Islámica desde hace mucho
tiempo.
Favorece a
inversionistas chinos, rusos, europeos y japoneses a costas
de EE.UU. Socava y debilita la hegemonía estadounidense. Va
contra el plan de Washington de auspiciar un Nuevo Orden
Mundial “unipolar” a través de medios económicos y
militares.
Es el
motivo por el cual Washington quiere paralizar este programa
mediante un régimen mundial de sanciones económicas que,
si fuera implementado, paralizaría el comercio, la inversión
y los flujos monetarios con Irán.
El régimen
de sanciones económicas propuesto bajo H. CON 362 tiene el
propósito de aislar a Irán y de impedir la transferencia
de activos iraníes a manos de potencias económicas
competidoras como China, Rusia, la Unión Europea y Japón.
Es equivalente a una declaración de guerra.
Como amarga
ironía, H CON 362 sirve para debilitar los intereses económicos
de varios aliados de EE.UU. La Resolución les impediría
posicionarse en Oriente Próximo, a pesar de que esos
aliados (por ejemplo Francia y Alemania) también participan
a través de la OTAN en la planificación de la guerra
contra Irán.
Guerra
y manipulación financiera
El gobierno
de Bush ha optado por una guerra total contra Irán en
alianza con Israel, a fin de establecer una esfera de
influencia exclusiva de EE.UU. en Oriente Próximo.
Una operación
militar contra Irán patrocinada por EE.UU. e Israel, tendría
una considerable y violenta repercusión contra los
intereses económicos y financieros de varios de los aliados
de EE.UU., incluyendo a Alemania, Italia, Francia, y Japón.
De un modo
más general, una guerra contra Irán afectaría a intereses
corporativos involucrados en la economía civil, a
diferencia de los que están vinculados más directamente al
complejo militar–industrial y a la economía de guerra.
Debilitaría economías locales y regionales, la economía
de manufactura para el consumo y los servicios, a la
industria automóvil, las líneas aéreas, a la economía
del turismo y el ocio, etc.
Además,
una guerra total alimentaría la agenda impulsada por los
beneficios de la banca global, incluyendo a los
especuladores institucionales en el mercado energético, los
poderosos gigantes del petróleo anglo–estadounidenses y
los productores de armas de EE.UU., los cinco grandes
contratistas de la defensa, más British Aerospace Systems
Corporation, que tienen un papel importante en la formulación
de la política exterior de EE.UU. y la agenda militar del
Pentágono, para no mencionar la gama de compañías de
mercenarios y contratistas militares.
Una pequeña
cantidad de corporaciones e instituciones financieras
globales se ceban de la guerra y la destrucción en
detrimento de importantes sectores de actividad económica.
En líneas generales, la parte principal de la economía
civil está amenazada.
Ante
nosotros tenemos conflictos y rivalidades entre los niveles
superiores del sistema capitalista global, que opone en gran
parte a los protagonistas corporativos que tienen interés
en la guerra a la economía capitalista en general que
depende en última instancia del continuo desarrollo de la
demanda de consumo civil y de inversiones.
Estos
intereses creados en una guerra motivada por los beneficios
también se alimentan de la recesión económica y de los
trastornos financieros. El proceso de colapso económico
resultante, por ejemplo, de los aumentos especulativos de
los precios del petróleo y los alimentos, provoca
bancarrotas en gran escala, que terminan por posibilitar que
un puñado de corporaciones e instituciones financieras
globales “saquen las castañas del fuego” y consoliden
su control global sobre la economía real así como sobre el
sistema monetario internacional.
La
manipulación financiera está íntimamente relacionada con
el proceso de toma de decisiones militares. Los grandes
bancos e instituciones financieras tienen vínculos con los
aparatos militares y de inteligencia. El conocimiento
anticipado o la información confidencial por parte de esos
especuladores institucionales respecto a ataques terroristas
específicos “de bandera falsa”, u operaciones militares
en Oriente Próximo es la fuente de tremendas ganancias
especulativas.
Tanto la
agenda belicista como el propuesto régimen de sanciones
económicas provocan, de un modo bastante deliberado, una
atmósfera global de inseguridad y de caos económico.
Por su
parte, los especuladores institucionales en Londres, Chicago
y Nueva York no sólo viven del caos económico y de la
inseguridad, sus acciones manipuladoras en los mercados de
la energía y de las materias primas contribuyen a llevar a
la bancarrota a amplios sectores de la economía civil.
Los
trastornos económicos y financieros que resultan de los
aumentos en los precios del petróleo crudo y de los
alimentos básicos son la fuente de beneficios financieros
de un puñado de protagonistas globales. A los especuladores
no les preocupan las consecuencias de gran alcance de una
guerra más amplia en Oriente Próximo, que podría llevar a
un escenario de una Tercera Guerra Mundial.
El lobby
pro–israelí en EE.UU. sirve indirectamente a esos
poderosos intereses financieros. En el contexto actual,
Israel es un aliado con importantes capacidades militares
que sirve el objetivo general de EE.UU. en Oriente Próximo.
Washington, sin embargo, se preocupa poco por la seguridad
de Israel, que en el caso de una guerra contra Irán sería
el primer objetivo de una acción de represalia de Teherán.
El objetivo
general de EE.UU. consiste en el establecimiento, a través
de medios militares y económicos, de una esfera exclusiva
de influencia de EE.UU. en todo Oriente Próximo.
(*)
Michel Chossudovsky es autor del éxito de ventas
internacional: “America’s ‘War on Terrorism’”
Global Research, 2005.
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