Pese
a considerar positivos los incentivos
Irán
se prepara para la guerra
Por
Nazanín Amirian (*)
Rebelión, 07/07/08
Un ultimo
tanteo, para ganar tiempo uno y el otro. De nuevo, el
paquete de incentivo ofrecido a Irán por los miembros
permanentes del Consejo de Seguridad y Alemania (5+1) a
cambio de suspender su enriquecimiento de uranio no incluye
las garantías de seguridad, –la principal exigencia de Irán–,
y deja libres las manos de EEUU e Israel para atacarle
aunque ponga fin a su plan nuclear. La trampa tendida a Irán
es la misma que atrapó a Irak: el Occidente en vez de
presentar pruebas de que Saddam tenia las armas de destrucción
masiva, se le presionaba para que demostrara lo contrario.
¡Simplemente, imposible!. En 2004 el gobierno de Jatami
paralizó el programa de la discordia, y sin embargo las
presiones y amenazas han ido en aumento.
Aun así,
estamos ante una nueva situación. Por un lado, las amenazas
militares contra Irán provienen principalmente más de
Israel que de EEUU; pues el informe de la Inteligencia
Nacional estadounidense sobre la detención del programa
nuclear de Teherán en el año 2003 ha complicado las
iniciativas de Bush, a la vez que las palabras “no
medidas” de Ahamadineyad sobre el gobierno israelí –que
no sobre los judíos–, hacen que la opinión publica
asimilara mejor un ataque de éste país que uno iniciado
por Washington. Por otro lado, el gobierno iraní ya ha
dejado de calificar estas amenazas como "guerra psicológica"
y de palabrerías sobre el “hundimiento de EEUU en el
pantano iraquí”, para hablar abiertamente de la
posibilidad real de una agresión militar contra el país.
Las recientes maniobras del ejercito israelí con un
centenar de aviones de combate, la distribución de equipos
atómicos, biológicos y químicos entre su población, las
afirmaciones de Mofaz, su viceprimer ministro que considera
“'inevitable'” un ataque preventivo sobre Irán, y el
pronóstico profético de John Bolton, el ex Embajador de
los EEUU en ONU, de que la agresión tendría lugar entre 4
de noviembre el día de las elecciones de norteamericanas y
la transferencia del mando, despiertan a cualquier dormido.
Irán
en estado de alerta
“Nadie
podrá imaginar cuál será nuestra reacción”, avisa el
Coronel Yafari, comandante de los Guardianes islámicos–,
que así revelaba parte de la represalia diseñada, si cae
una bomba sobre Irán: bloquear la salida de las petroleras
del Golfo Pérsico, y dejar el mundo sin el 40% del crudo
que recibe a diario, atacar los intereses de Israel y de
EEUU donde puedan y convertir la región en una bola de
fuego, y eso solo para empezar.
Los iraníes
ya conocen el plan TIRANNT (Theater Iran Near Term), un
modelo de teatro de guerra trazada para Irán como escenario
de un conflicto total, que toma dimensiones estremecedoras
con anuncios como el del diario turco Milli Gazete, que
afirmaba la semana pasada que EEUU ha trasladado decenas de
cabezas nucleares de la base turca de Incirlik a Arbil, la
ciudad kurda de Irak, próxima a Irán.
Este
escenario también incluye planes para desestabilizar el régimen
desde dentro. Cumpliendo La Ley de Apoyo a la Libertad y
Democracia en Irán (Iran Freedom and Democracy Support
Act), el congreso ha destinado 400 millones de dólares para
crear y financiar a grupos opositores. El núcleo de esta
quinta columna lo componen “jondolalha “soldados de
Dios”, de corte Al Qaedista que opera en Baluchistán de
Irán; los Muyahedines del Pueblo, veterano grupo terrorista
chiita; o el nuevo Partido para la Vida Libre del Kurdistán.
Su misión consiste en provocar disturbios étnicos en un país
con el 60 por ciento de la población pertenecientes a las
minorías éticas, para luego justificar una intervención
militar con el fin de “salvarles de una limpieza étnica”
cometida por los ayatolas. Los Guardianes Islámico, en el
medio de un atentado contra la vida del Coronel Amangaha,
(responsable de la detención de los 15 marineros británicos
el año pasado), y una pena de muerte para un hombre acusado
de espiar para Israel, emprenden la reestructuración de su
organización por primera vez en 20 años, para enfrentarse
a las “amenazas internas y externas”. Se han dividido en
equipos autónomos para operar en 31 zonas del país, han
creado 600 escuadrones de acción rápida, y han fortalecido
a los Kade, las fuerzas especiales.
Los
ciudadanos que aun sufren las consecuencias de la larga
guerra con Irak, y son testigos de la tragedia de este
pueblo tras la ocupación de su tierra, viven aterrorizados
ante lo que se avecina; son conscientes de que EEUU no
desistirá en su intento de controlar a un Irán sinónimo
de geoenergía en mayúsculas, y de neutralizarlo en la región
para consolidar la hegemonía de Israel.
Sin
autoridad legal ni moral Washington y sus aliados vuelven a
colocar al mundo ante una catástrofe de consecuencias
imprevisibles.
(*)
Escritora iraní que actualmente vive en Barcelona. Graduada
en Ciencias Políticas, entre sus publicaciones en
castellano podemos mencionar "Cuentos Persas"
(1997), "El cuentacuentos persa" (2000), "Al
gusto persa" (2003), "Los kurdos. Kurdistán, un
país inexistente" (2005). Es también traductora de
Omar Khayam y otros poetas persas.
¿Habrá
o no habrá?
Por
Juan Gelman
Rodelu.net, 06/07/08
¿Guerra
con Irán? Los “halcones–gallina” la quieren antes de
que W. Bush termine su mandato, en enero del 2009. Pese a
las genuflexiones de Obama ante el Comité
estadounidense–israelí de asuntos públicos (Aipac, por
sus siglas en inglés), el poderoso lobby pro–Israel no le
cree mucho. Tampoco Tel Aviv y las dos instancias actúan
como pinza para que el ataque se produzca. Durante su
disputa con Hillary Clinton por la candidatura del Partido
Demócrata, el probable futuro presidente de EE.UU. habló
de reunirse con el presidente iraní para zanjar las
diferencias mediante negociaciones diplomáticas. Corrido
abruptamente al centro, Obama ha atenuado no poco tal
posibilidad, pero lo dicho, dicho está. Y, se sabe, la
confianza mata al hombre.
La fuerza aérea
israelí llevó a cabo el mes pasado una maniobra masiva
sobre el Mediterráneo oriental y Grecia, que sería el
simulacro de un bombardeo a Irán. El mismo día en que el
New York Times publicaba esta información –20 de
junio—, el primer ministro de Israel Ehud Olmert se reunía
secretamente con el coronel (R) Aviam Sela. Este aviador no
es cualquier aviador: fue el cerebro de la operación que
destruyó el reactor nuclear iraquí de Osirak en 1981. Según
fuentes israelíes, Olmert habría consultado a Sela sobre
la posibilidad de un operativo similar contra Irán
(Ma’ariv, 22–6–08). No sorprende: en su discurso ante
el Aipac, Olmert llamó a “la comunidad internacional” a
tomar “medidas drásticas” contra Irán (www.mfa.gov.il,
3–6–08). El viceprimer ministro israelí Shaul Mofaz fue
más lejos: señaló que el ataque contra Irán es
“inevitable” (Reuters, 6–6–08).
La razón
que se esgrime es siempre la misma, pero ahora se cocina con
carbones de histeria: Tel Aviv proclama que Irán poseerá
bombas nucleares en un par de años y que es imprescindible
impedirlo, aunque los 16 servicios de Inteligencia
norteamericanos han coincidido en que Teherán cesó su
programa de producción de la bomba en el año 2003. Pero
una cosa fue destruir un reactor nuclear en Irak –un solo
blanco– y otra muy distinta bombardear las dispersas y
subterráneas instalaciones nucleares iraníes. Israel
necesita la intervención de su socio mayor, EE.UU., y del
tema se ocupa el Aipac junto con el vicepresidente Dick
Cheney. Por lo pronto, la Casa Blanca aumentó en 170.000
millones de dólares la ayuda militar a Tel Aviv. Y el lobby
pro–israelí está trabajando duro para que el Congreso
apruebe la imposición de un bloqueo naval a Irán.
Se trata
del proyecto de resolución 580 del Senado y 362 de la Cámara
de Representantes, cuya aprobación el Aipac y Tel Aviv
consideran decisiva. La medida cuenta ya con el patrocinio
de 30 senadores y de 220 representantes de los dos partidos.
Su texto es hipócrita: proclama que “nada de esta
resolución se entenderá como una autorización para llevar
a cabo una acción militar”, pero declara que el Congreso
solicita al presidente “que encabece un esfuerzo
internacional para aumentar inmediata y dramáticamente la
presión sobre Teherán a fin de que suspenda de manera
verificable sus actividades de enriquecimiento de uranio,
entre otras cosas prohibiendo la exportación de productos
petroquímicos a Irán” (www.govtrak.us/congress,
2–6–08).
Teherán
anunció que, en el caso de un ataque, “actuaría
definitivamente para imponer su control sobre el Golfo Pérsico
y el Estrecho de Ormuz”, por el que pasa el 40 por ciento
del petróleo que el mundo consume. La respuesta, que revela
planes hechos, no se hizo esperar: el vicealmirante Kevin J.
Cosgriff, comandante de la 5ª Flota de EE.UU. con base en
Bahrein, vociferó que al Estrecho “no lo van a cerrar
(los iraníes)”. No se les permitirá que lo cierren.
Nuestro control del Golfo Pérsico y del Estrecho de Ormuz
sería una de nuestras acciones” (AFP, 30–6–08). La
guerra, pues.
Está claro
que EE.UU. no sólo quiere petróleo: su objetivo es, además,
geopolítico, imperial. Los conservadores “realistas” y
no pocos jefes del Estado Mayor Conjunto se han opuesto a la
aventura iraní: temen que el conflicto se regionalice, que
se multipliquen los atentados terroristas en suelo
estadounidense y/o contra los intereses de EE.UU. en el
exterior y, sobre todo, saben que el precio del oro negro se
irá a las nubes –aumentó un 50 por ciento en lo que va
del 2008– y que podría llegar a los 200 dólares por
barril y más. También seguirá subiendo el descontento del
pueblo norteamericano por el encarecimiento de la gasolina y
de los productos de primera necesidad: un sondeo de Los
Angeles Times/Bloomberg reveló que el 70 por ciento de los
interrogados sufre graves problemas financieros y que más
del 80 por ciento culpa a la Casa Blanca de no haber hecho
lo debido para solucionarlos (www.calendarlive.com,
25–6–08).
El fenómeno
más curioso –o no– es que la comunidad judía de
EE.UU., que el Aipac dice representar, se opone sin medias
tintas a una acción militar contra Irán. La última
encuesta sobre el tema es la de USA Today/Gallup y muestra
que el 73 por ciento de los judíos estadounidenses se
inclina por “los esfuerzos económicos y diplomáticos”
para que Irán detenga su programa nuclear; sólo el 18 por
ciento se pronunció a favor de una “acción militar”
(www.pollingreport.com, 2/4–11–07). Tal vez estos
resultados molestaron al Aipac: desde noviembre del año
pasado no se han vuelto a realizar encuestas similares.
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