La
renuncia de Musharraf debilita la "guerra
contraterrorista" de Washington, en medio de feroz
ofensiva de los talibanes
Pakistán
en crisis y sin liderazgo
IAR
Noticias, 21/08/08
La renuncia
del general Pervez Musharraf, un puntal con
"acreditada"experiencia en la "guerra
contraterrorista" de Washington en la región, ha
dejado un vacío de poder en Pakistán difícil de llenar
por la corrupta y decadente partidocracia pakistaní que le
sucede. Luego del golpe de Estado "institucional"
que protagonizó el año pasado, Musharraf había caído en
desgracia con Washington, pero su posterior renuncia a la
jefatura del ejército le permitió negociar y seguir en el
poder hasta ahora.
La
desaparición de Benazir
Bhutto, muerta en un atentado en diciembre pasado,
manejada originalmente como "alternativa democrática"
frente al desgastado poder dictatorial de Musharraf, arrojó
nuevas sombras e incertidumbre sobre el destino inmediato de
Pakistán, un gigante islámico con poder nuclear, que juega
un papel clave y un rol de equilibrio en la estrategia del
poder imperial de EEUU en la región.
Todavía no
están claras las motivaciones de la renuncia de Musharraf ,
pero no hay ninguna duda de que su desaparición debilita
los planes de la "guerra contraterrorista"
impulsados por la Casa Blanca en Pakistán y Afganistán.
Musharraf en el poder, constituía una "figura
fuerte" con amplio manejo de los
servicios de inteligencia y de la intrincada red de
los talibanes y del "terrorismo islámico" que
tienen sus búnkeres operativos en la frontera de Pakistán
con Afganistán.
Además, la
renuncia del general "contraterrorista" se produce
en un momento de feroz contraofensiva talibán en Afganistán
donde las fuerzas de EEUU y la OTAN permanecen empantanadas
y sus bajas y derrotas fisuran y agrietan cada día más a
la coalición imperial liderada por Washington.
No han
pasado ni 24 horas desde la celebrada dimisión de Pervez
Musharraf de la presidencia de Pakistán y el gigante islámico
con dientes nucleares ya podría estar precipitándose a su
primera crisis: las esperadas negociaciones entre los
decadentes socios "democráticos" de la coalición
sobre la formación del nuevo gobierno terminaron este
martes sin resultado.
Además la
guerra interna por el poder proyecta una crisis
institucional que complica la continuidad de los planes de
control militar del país, sobre todo en la peligrosa
frontera con Afganistán donde los grupos talibanes han
recrudecido sus operaciones tanto hacia Afganistán como
hacia adentro de Pakistán.
En esta
pelea de conventillo, respecto del destino de Musharraf, los
partidos mayoritarios no acuerdan sobre si debe recibir
inmunidad o ser enjuiciado por sus supuestos delitos, entre
los que se incluyen el desvío ilegal de fondos y hasta
acusaciones de traición.
Esto crea,
a su vez, un malestar en las fuerzas armadas y en los
servicios de seguridad donde sus oficiales,
mayoritariamente, siguen una marcada línea de fidelidad a
Musharraf quien los privilegió económicamente con los
cuantiosos fondos otorgados por Washington como
"ayuda" para la guerra contra el
"terrorismo".
Este cuadro
de descomposición y decadencia del poder, a su vez hace
pensar a los analistas en una posible salida militar del
conflicto (muy al estilo de Pakistán) por medio de la cual
Washington podría intentar restablecer el control en una
región de alta importancia estratégica para su dominio en
la región.
Un grupo de
parlamentarios pidió durante un debate en la Asamblea
Nacional que Musharraf no abandone el país y sea enjuiciado
en "un proceso claro y transparente", informó la
prensa local. A su vez, miembros de la oposición, en
especial de la Liga Musulmana Paquistaní, defendieron al ex
presidente. Finalmente, la mayoría de los legisladores del
Partido Popular abogó por dejar la decisión sobre el
futuro de Musharraf a una votación parlamentaria.
Dirigentes
de los cuatro partidos mantuvieron un encuentro infructuoso
de más de cinco horas el martes, en el que no consiguieron
llegar a un acuerdo sobre la restauración de los jueces
destituidos por Musharraf en 2007, a pesar de que ya se habían
comprometido a rehabilitarlos "inmediatamente"
después de su salida del poder.
El Partido
Popular de Pakistán (PPP) y la Liga Musulmana de Pakistán–Nawaz
(PML–N) no pudieron ponerse de acuerdo sobre la modalidad
de restitución de los 60 magistrados y de la sucesión de
Musharraf.
"Éste
era el momento que la amplia mayoría de la clase política
esperaba", clamó en su editorial el rotativo Dawn, que
hizo un llamamiento al Gobierno para que se enfrente "a
los problemas más acuciantes que atraviesa la nación"
y no se enzarce en uno de sus "regateos eternos"
con el relevo de Musharraf.
Precisamente,
fueron las desavenencias entre el PPP y la PML–N sobre el
el tema del Supremo las que desencadenaron la ruptura del
Gobierno el pasado mes de mayo, cuando los ministros de la
Liga abandonaron sus cargos para presionar al partido de
Asif Zardari, el viudo de Benazir Bhutto.
"Los
paquistaníes se darán cuenta de que Musharraf no es el
motivo de todos los males", comenta el sociólogo Ikram
Sehgal citado por Reuters.
El gobierno
apenas dio valor alguno en los últimos meses a enfrentar
problemas urgentes como la mejora de la situación económica
y de la seguridad en el país, afirma Sehgal.
Los
expertos temen que el vacío de poder y la guerra interna
por el poder haga resurgir el conflicto político entre el
PPP y el PML–N que ya asoló el país en los años 90 y
que dio un motivo a Musharraf para su golpe de Estado en
1999.
El cuadro
de inestabilidad política se produce en un momento en que
la mayoría del territorio de Pakistán se encuentra
envuelto en conflictos armados y atentados
"terroristas".
Un portavoz
de los talibán paquistaníes amenazó este martes
abiertamente con atentados suicidas en todo el país si las
fuerzas de seguridad no ponen fin de inmediato a sus
operaciones militares en las regiones tribales fronterizas
con Afganistán.
Este es el
punto clave que hoy debe enfrentar Washington sin la
presencia de su hábil aliado "contraterrorista"
Pervez Musharraf.
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