Pakistán
se escapa del control de Washington
Tensión y
vacío de poder: la tesis del golpe militar
IAR
Noticias, 06/09/08
Sin la mano
dura de Musharraf, atacado por un vacío de poder
ascendente, metido en un espiral de crisis económica, y con
una escalada indetenible de violencia y atentados en las
grandes ciudades, Pakistán, un resorte geopolítico–militar
clave en la estrategia regional de Washington y un aliado
invalorable en el marco de la disputa con Rusia e Irán,
comienza convertirse en un dilema difícil de resolver para
los halcones de la Casa Blanca.
Si hay
quien lamenta por estas horas la ausencia de Musharraf en
Pakistán, éste es Washington: El antiguo aliado
"contraterrorista" era el único que controlaba a
la decadente partidocracia "demócrata"
(pro–USA–UE) dividida y debilitada por sus luchas
internas, y a la furia de la guerrilla talibán con la cual
ex presidente jugaba alternativamente a la guerra y al diálogo.
Es tanta la
confusión, la crisis y el vacío de poder que reina en
Pakistán luego de la renuncia del "hombre
fuerte", que el nuevo presidente
propuesto por la Asamblea ni siquiera tiene nombre
propio: Lo llaman el "Viudo de Bhutto.
En este
escenario, la Asamblea Nacional, el Senado, y las cuatro
asambleas provinciales en Punjab, Baluchistán, Sind y North
West Frontier deberán elegir al candidato a presidente
por más del 50% de los votos.
El
"viudo" de Benazir Bhutto y líder del gobernante
Partido Popular (PPP), Asif Alí Zardari, un político
irrelevante y sin carisma de conductor, fue escogido por las asambleas paquistaníes como nuevo
presidente del país.
El
"Viudo de Bhuto", entonces, es el número puesto
para suceder a Musharraf, pero su debilidad congénita (ya
fue víctima de tres atentados en los últimos días) y las
divisiones partidocráticas lo proyectan como una pieza más
del vacío de poder y la violencia que reina en Pakistán.
Al vacío
de poder se suma la crisis económica
Pakistán,
con 165 millones de habitantes, está en un avanzado proceso
inflacionario con alza de precios de los alimentos, cortes
de luz masivos, acompañados de una escalada de violencia y
atentados en las grandes ciudades, con espectaculares
ataques del talibán y más bombardeos en la frontera con
Afganistán.
En este
escenario, las usinas conservadoras de EEUU ya comienzan a
barajar hipótesis de "salida militar" para
retomar el control en un país que se les va de las manos.
Cuando se
habla de Pakistán, se habla de Afganistán: Una frontera
por donde –en la visión de Washington– se infiltra la
"guerra contraterrorista" en el gigante islámico
con dientes nucleares.
Para EEUU y
las usinas conservadoras de EEUU, Pakistán, también en
frontera con Irán, es una extensión natural del combate
contra el terrorismo en Afganistán, metido en la geografía
de los corredores energéticos y del conflicto en el Cáucaso.
Pero para
EEUU la alianza "antiterrorista" con Pakistán
también reviste una importancia estratégica prioritaria:
La proyección hacia la frontera de Irán por el sur, un
punto clave si EEUU decide lanzar operaciones militares
contra el régimen de Teherán.
Además, el
eje Afganistán–Pakistán resulta un emplazamiento clave
para la proyección militar hacia
Asia y China, una aliada económica de Washington,
pero que hace su propio juego geopolítico militar regional
de competencia con la OTAN por áreas de influencia en
alianza con Rusia.
Otro punto
que ilustra la importancia estratégica de la alianza con
Pakistán para EEUU, es la plataforma terrestre de proyección
al Indico y al vital Estrecho de Ormuz (una de las llaves
del petróleo mundial) que representa la nación islámica
en frontera con Irán.
En suma, un
país demasiado grande y estratégico para EEUU en la región
que resulta imposible –dicen las usinas conservadoras
USA– dejar en manos de partidos políticos divididos y
enfrentados.
La renuncia
del general Pervez Musharraf, un puntal con
"acreditada" experiencia en la "guerra
contraterrorista" de Washington en la región, ha
dejado un vacío de poder en Pakistán difícil de llenar
por la corrupta y decadente partidocracia pakistaní que le
sucede.
Luego del
golpe de Estado "institucional" que protagonizó
el año pasado, Musharraf había caído en desgracia con
Washington, pero su posterior renuncia a la jefatura del ejército
le permitió negociar y seguir en el poder hasta su renuncia
en el mes de agosto .
La
desaparición de Benazir
Bhutto, muerta en un atentado en diciembre del año
pasado –manejada originalmente como "alternativa
democrática" frente al desgastado poder dictatorial de
Musharraf– arrojó nuevas sombras e incertidumbre sobre el
destino inmediato de Pakistán, un gigante islámico con
poder nuclear, que juega un papel clave y un rol de
equilibrio en la estrategia del poder imperial de EEUU en la
región.
Según la
prensa norteamericana conservadora,
el vacío de poder en Pakistán es una invitación a
los talibanes para que se infiltren en los resortes del
poder pakistaní quebrando el equilibrio regional que antes
controlaba Musharraf.
Aún para
la prensa estadounidense con veleidades y orientación
"demócrata" (como el caso de The New York Times)
no hay ninguna duda de que la desaparición de Musharraf
debilita los planes de la "guerra
contraterrorista" impulsados por la Casa Blanca en
Pakistán y Afganistán.
Musharraf
en el poder, constituía una "figura fuerte" con
amplio manejo de los servicios
de inteligencia y de la intrincada red de los talibanes y
del "terrorismo islámico" que tienen sus búnkeres
operativos en la frontera de Pakistán con Afganistán.
Además, la
renuncia del general "contraterrorista" se produce
en un momento de feroz contraofensiva talibán en Afganistán
donde las fuerzas de EEUU y la OTAN permanecen empantanadas
y sus bajas y derrotas fisuran y agrietan cada día más a
la coalición imperial liderada por Washington.
La guerra
interna por el poder proyecta una crisis institucional que
complica la continuidad de los planes de control militar del
país, sobre todo en la peligrosa frontera con Afganistán
donde los grupos talibanes han recrudecido sus operaciones
tanto hacia Afganistán como hacia adentro de Pakistán.
Esto crea,
a su vez, un vacío de poder en las fuerzas armadas y en los
servicios de seguridad donde sus oficiales,
mayoritariamente, siguen una marcada línea de fidelidad a
Musharraf quien los privilegió económicamente con los
cuantiosos fondos otorgados por Washington como
"ayuda" para la guerra contra el
"terrorismo".
Este cuadro
de descomposición y decadencia del poder, a su vez motiva
la hipótesis (entre analistas de EEUU) de una posible
salida militar del conflicto (muy al estilo de Pakistán)
por medio de la cual Washington podría intentar restablecer
el control en una zona de alta importancia estratégica para
su dominio en la región.
Pakistán,
un aliado estratégico clave de EEUU, es un país en crisis
y en "guerra permanente", y en este escenario
–afirman las usinas conservadoras– resulta suicida dejar
el país en manos de políticos débiles y divididos. Es la
tesis del golpe militar.
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