¿Desapareció
el peligro de un ataque contra Irán?
Por
Ray McGovern (*)
Information Clearinghouse, 20/10/08
Rebelión, 23/10/08
Traducido por
Germán Leyens
El 23 de
septiembre, los jefes neoconservadores de la página
editorial del Washington Post se acongojaban, en un tono muy
parecido al que se oye cuando muere un querido amigo, porque
es probable que “un ataque militar de EE.UU. o Israel
[contra Irán no tenga lugar] en los próximos meses”.
Casi se podía escuchar un suspiro melancólico, mientras se
quejaban de que los esfuerzos por detener el programa
nuclear de Irán se han “escapado de la lista de
prioridades de Washington... mientras Irán corre para
acumular suficiente uranio para una bomba”.
Nos
escapamos, esta vez, de los “hongos nucleares.” ¿Pero
correr hacia una bomba? No importa que 16 agencias de la
comunidad de inteligencia de EE.UU. hayan concluido en un Cálculo
Nacional de Inteligencia formal en noviembre pasado que el
trabajo en la parte relacionada con armas nucleares del
programa nuclear de Irán se detuvo a mediados de 2003. Y no
importa que Thomas Fingar, el adjunto del Director Nacional
de Inteligencia, Mike McConnell para cálculos nacionales,
recién haya reiterado esa valoración el 4 de septiembre.
No importa que el propio Walter Pincus del Post haya
informado el 10 de septiembre que Fingar agregó que Irán
no ha reiniciado su trabajo de armas nucleares. Escuchad,
los del editorial lo saben mejor.
La buena
noticia es que a fin de cuentas del editorial del 23 de
septiembre marca una de esas raras ocasiones en la que los
editores de opinión del Post han logrado llegar a una
conclusión correcta sobre Oriente Próximo. Es verdad que
la probabilidad de un ataque israelí o
estadounidense–israelí contra Irán ha disminuido en los
últimos meses. Las preguntas más interesantes son (1) ¿por
qué? y (2) ¿bajo qué circunstancias podría volver a ser
probable un tal ataque?
El Post
atribuye esta marcha atrás de Israel y EE.UU., a la
“crisis financiera y al empeoramiento de la violencia en
Afganistán y Pakistán.” Son dos factores que contribuyen
pero, a mi juicio, no son los más importantes. No sorprende
que el Post y otros socios fundadores de los Medios Serviles
Corporativos (MSC) omitan o subestimen factores que
prefieren no encarar.
Rusia
y la disuasión
Más
importante que el mercado bajista es el oso ruso que, después
de hibernar durante 17 años, ha despertado con fuertes gruñidos
ajustados a la creciente fuerza y resolución de Rusia. El
catalizador fue el fiasco en Georgia, en el que los rusos
vieron las manos de los neoconservadores en Washington y sus
dobles, la extrema derecha en Israel.
Apenas sería
de conocimiento público debido a la cobertura en los M SC,
pero el fiasco comenzó cuando el presidente Mikheil
Saakashvili orden ó a sus fuerzas armadas georgianas
entrenadas por estadounidenses e israelíes que lanzaran un
ataque contra la ciudad de Tsjinvali, capital de Osetia del
Sur, en la noche del 6 al 7 de agosto, matando no solo a
numerosos civiles sino a una cantidad de observadores rusos.
Tal vez sea
verdad que responsables del Departamento de Estado de EE.UU.
hayan aconsejado a Saakashvili que no provocara al oso ruso,
pero es suficientemente claro para todo el que preste atención
a tales cosas que el Departamento de Estado es regularmente
menoscabado/invalidado por funcionarios de la Casa Blanca
como el archi–neoconservador Elliott F. Abrams (F. por
Fiasco). Sus galardones incluyen los obtenidos por su papel
crucial en otros importantes fiascos como el que produjo la
desmesurada situación actual en Gaza. (Y todo porque el
padre del presidente no dejó que Abrams se quedara en la
prisión, en lugar de perdonarlo después de ser declarado
culpable de perjurio en su testimonio ante el Congreso sobre
el fiasco Irán–Contra.)
En todo
caso, es casi totalmente seguro que el primer ministro ruso
Vladimir Putin vio que gente como Abrams, el vicepresidente
Dick Cheney, y sus homólogos israelíes estaban detrás del
ataque contra Osetia del Sur. Durante siglos, los rusos han
estado preocupados – llamémoslo paranoicos – respecto a
amenazas provenientes de su blando bajo vientre sureño, y
su reacción no debiera haber sido una sorpresa para
cualquiera familiarizado con la historia rusa – o, por
analogía, los familiarizados con la historia de EE.UU. y la
Doctrina Monroe, por ejemplo.
Hasta el
neoconservador Randy Scheunemann, asesor de política
exterior del senador John McCain y ex cabildero para
Saakashvili de Georgia, lo habría sabido. Y esto presta
credibilidad a la especulación de que es precisamente el
motivo por el cual se dice que Scheunemann incitó al
presidente georgiano a emprender su operación. La reacción
de Rusia fue totalmente previsible, y posibilitó que McCain
“se enfrentara a Rusia” con una retórica muy fuerte y
sugerencias no demasiado sutiles de que su experiencia en
política exterior asegura una importante ventaja sobre su
oponente para enfrentar el creciente peligro de una Rusia
resurgente.
Es probable
que los dirigentes rusos hayan visto en la provocación de
Saakashvili, en el intento de obtener la membresía en la
OTAN de Georgia y Ucrania, en el despliegue de defensas
antimisiles en Polonia y en la República Checa, y en el
apresurado reconocimiento estadounidense de un Kosovo
independiente, indignidades que Rusia ya no debiera tolerar.
Puedo
imaginar que los generales rusos hayan dicho a Putin:
“¡Basta!
Mire a los debilitados estadounidenses. Han destruido lo que
queda de su Ejército y de su Cuerpo de Marines, desparramándolos
y desmoralizándolos en dos guerras que no pueden ser
ganadas. Sabemos lo difícil que es con sólo una guerra que
no se puede ganar. No ha pasado tanto tiempo desde Afganistán.
Pero, Vladimir Vladimirovich, antes de que nos dejemos
tentar por la alegría por el mal ajeno, considere lo que
presagian tales acciones – un tipo de irreflexión total
pocas veces vista en Washington.
“¿Quién
puede asegurarnos que «los locos» – la cábala
Cheney–Abrams–Bush – no aliente a los israelíes a
precipitar el tipo de provocación armada contra Irán que
«justificaría» que EE.UU. salga a defender a su
“aliado” bombardeando y atacando a Irán con misiles?
Usted conoce la importancia del lobby de Israel, y como los
políticos estadounidenses compiten por mostrar cuál es el
más apasionado en su amor por Israel.
“Intentos
periódicos del Congreso para pedir al presidente Bush que
busque su aprobación antes de ordenar un ataque contra Irán
han fracasado miserablemente. De modo que sus manos están
libres para otra «guerra preventiva» antes de que deje el
poder. Después de todo, Bush ha prometido públicamente a
los israelíes que encarará la “amenaza iraní” antes
esa fecha. Además, nuestros analistas políticos sugieren
que Bush y Cheney podrían pensar que una guerra ampliada
podría ayudar a los republicanos en la elección de
noviembre.”
A ningún
oso grande le gusta que le pellizquen la nariz. Pero la
reacción rusa frente a Georgia no fue sólo por disgusto.
Se convirtió en una acción estratégica bien planificada
para sacar de su error a Israel y a EE.UU. de que Rusia
pudiera quedarse tan quieta ante un ataque contra Irán, un
país muy importante en la cercanía general de Rusia. Después
de Georgia, los rusos estaban determinados a barrer “de la
mesa” planes semejantes, por decirlo así, y parecen haber
tenido éxito.
Las señales
de una nueva determinación rusa son de dominio público,
aunque los MSC no les han dado mucha prominencia. Lo que es
más revelador es el efecto sobre Israel y EE.UU. Desde
principios de agosto ha habido una aguda disminución en las
frases hechas utilizadas en la retórica contra el “camino
hacia las armas nucleares” de Irán, especialmente entre
los responsables políticos de EE.UU. y en los medios
estadounidenses, después del conflicto en Georgia y la
expiración del último “ultimátum” notificado a Irán
para detener su programa nuclear.
El cambio
en las declaraciones oficiales israelíes fue el más
pronunciado. Después de una actitud permanentemente
agresiva hacia Irán, el presidente de Israel, Shimon Peres
dijo al Sunday Times de Londres a principios de septiembre:
“Hay dos
maneras [de encarar la amenaza nuclear de Irán], una
militar y una civil. No creo en la opción militar –
cualquier tipo de opción militar... un ataque puede
provocar una guerra mayor.”
Y luego
vino la devastadora sorpresa de Ehud Olmert en su entrevista
de despedida aparecida en el periódico israelí Yediot
Ahronot el 29 de septiembre. Olmert argumentó que Israel ha
perdido su “sentido de proporción” al creer que podría
ocuparse de Irán con medios militares.
No
sólo Rusia
En un giro
curioso, pero para su gran crédito, altos oficiales
militares, como el almirante William Fallon, quien se retiró
en lugar de permitir que se le convirtiera en el receptor de
una orden para atacar a Irán, y el almirante Mike Mullen,
jefe del Estado Mayor Conjunto, se opusieron y siguen
librando una acción en la retaguardia contra los sueños y
planes de “los locos” en la Casa Blanca de atacar Irán.
Fallon hizo la famosa declaración de que los militares de
EE.UU. no iban a “terminar con Irán mientras yo esté
presente” como comandante de Centcom.
Aparte de
su franca oposición a la apertura de un “tercer frente”
en el área de Iraq y Afganistán, Mullen ha hecho mucho
entre bastidores para hacer entrar en razón a los israelíes.
Por la prensa israelí sabemos que Mullen llegó a advertir
a sus homólogos israelíes que ni llegaran a pensar en otro
incidente como el del 8 de junio de 1967, cuando aviones de
guerra israelíes y torpederas israelíes hicieron
deliberadamente lo posible por hundir al barco recolector de
inteligencia USS Liberty frente a la costa del Sinaí.
Una acción
audaz. Los israelíes saben que Mullen sabe que ese ataque
fue deliberado – no alguna especie de error desafortunado.
Mullen no podría haber evocado un tema más neurálgico al
disparar un tiro de advertencia para quien pudiera estar
pensando en algún tipo de provocación en el Golfo Pérsico.
Hay que
quitarse el sombrero ante los nuevos almirantes... que
eclipsan a almirantes predecesores que se inclinaron ante la
presión del presidente Lyndon Johnson para que mostraran
los ataques israelíes por aire y con torpedos contra el USS
Liberty, que costaron la vida a 34 marineros estadounidenses
e hirieron a más de 170, como si hubieran sido un error en
la neblina de guerra – a pesar de evidencia irrecusable de
que fueron deliberados.
Hay que
quitarse el sombrero, asimismo, ante los movimientos de base
que lograron anular resoluciones en ambas cámaras del
Congreso que pedían el equivalente de un bloqueo de Irán.
Varios miembros realmente retiraron su anterior patrocinio
de la resolución bajo la presión pública. Muchos de ellos
llegaron a comprender que facilitar una nueva guerra podía
llevar a que fueran vulnerables ante acusaciones de poco
sentido común – el tipo de acusaciones que sabotearon a
la senadora Hillary Clinton, quien, irónicamente, pensó
que había sido muy astuta desde el punto de vista político
al votar para dar autoridad al presidente para que atacara
Iraq.
El
peligro no ha desaparecido por completo
Sigue
habiendo mucho “locos” entre los dirigentes israelíes,
así como aquí en Washington – locos que creen que hay
que atacar a Irán mientras la pista esté en buen estado. Y
nunca estará en tan buen estado como con Bush y Cheney en
la Casa Blanca. Si los Randy Scheunemann de este mundo son
capaces de incitar a gente de la índole de Saakashvili para
que actúe irresponsablemente, pueden tratar de hacer lo
mismo con una palmadita en la espalda a los locos en Tel
Aviv.
El que la
campaña McCain/Palin parezca estar seriamente en peligro es
un incentivo adicional para la imprudencia. Si, como parecen
pensar todos, un evento terrorista de algún tipo pudiera
representar una ventaja para McCain, muchos podrían argüir
que el mismo resultado podría ser logrado con una guerra más
amplia que incluyera a Irán, requiriendo el liderazgo más
maduro, experimentado de alguien que ha “llevado
uniforme.”
Y hay un
incentivo más para que Bush y Cheney favorezcan un ataque
contra Irán... un incentivo muy personal. Es una apuesta
segura que si pierde John McCain, Bush y Cheney y otros se
verían plagados por varias acciones legales en su contra
por los crímenes de guerra por los que son evidentemente
responsables. Serían también posibles bajo un presidente
McCain o una presidenta Palin – pero mucho menos
probables.
Pero atacar
a Irán sería demencial, diríais. No es por nada que se
han referido a muchos de los que rodean a Bush y Cheney como
“los locos” desde comienzos de los años ochenta.
Algunos siguen ahí; y hacen cosas.
En abril de
2006, uno de mis colegas en Profesionales Veteranos de la
Inteligencia por la Cordura (VIPS), en una conversación con
el general de Marines Anthony Zinni, preguntó al general si
él pensaba que EE.UU., o EE.UU. junto con Israel, atacarían
a Irán. Zinni negó con la cabeza vigorosamente, diciendo:
“Sería una locura.” Luego se detuvo y rápidamente
agregó que tenemos que ver con “locos.”
(*)
Ray McGovern trabaja con “Tell the Word”, el brazo
editor de la ecuménica Iglesia del Salvador en Washington,
DC. Ex oficial del ejército y analista de la CIA, trabajó
en Alemania durante cinco años, es cofundador de los
“Profesionales Veteranos de la Inteligencia por la
Cordura”. Este artículo apareció primero en
Consortiumnews.com.
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