Hablan
los supervivientes del ataque norteamericano
La
sangrienta carga de los “cowboys” en Siria
Por
Javier Espinosa
Corresponsal en Siria
El Mundo, 30/10/08
Los
familiares de Daoud Mohamed Abdula han guardado en un garaje
la camioneta con la que el sirio y sus cuatro hijos solían
desplazarse cada mañana a la granja. El vehículo presenta
casi una veintena de impactos de bala.
Forma parte
del legado que dejó la acción norteamericana del pasado
domingo. Lo mismo que los agujeros de proyectiles que marcan
los muros del terreno donde Daoud se construía una nueva
residencia. O los restos de sangre reseca que todavía se
aprecian impregnando la tierra y las zapatillas que nunca
pudieron recoger los cadáveres.
La viuda de
Daoud, Rima Mohamed Ayasimi, todavía no ha podido aceptar
lo ocurrido. No lo entiende. En torno a ella se arremolina
todo un tropel de chiquillos. Los 20 huérfanos que también
generó el ataque estadounidense. Varios son ciegos. Una
pequeña no para de llorar. "Quiere ver a su
padre", explica Rima.
"La
Casa Blanca está llena de bárbaros. ¿Cómo se puede venir
desde el fin del mundo a asesinar a inocentes y dejar todos
estos huérfanos? Somos simples campesinos. ¡Qué locura es
esa de que estamos traficando armas para Al Qaeda!",
clama Nasser Al Haji, cuñado del difunto.
La
indignación que destila Nasser es una constante en las
conversaciones con los habitantes de Abu Kamal, el remoto
poblado sirio que sufrió la ofensiva de helicópteros y
tropas especiales de EEUU, en un suceso que dejó siete
muertos.
Washington
mantiene el silencio oficial sobre lo acaecido pero ha
filtrado que el objetivo de tal operación era un iraquí
llamado Badran Turki al Mazidih, que consideran responsable
del aparato logístico de Al Qaeda en Siria desde el 2004.
Sin
embargo, en Abu Kamal —sita a unos 600 kilómetros al
noreste de Damasco— la población identifica a todas las víctimas
del asalto como nativos del lugar y ajenos a toda
militancia.
'No
dejaban de gritar. Estaban aterrorizados'
"Eran
en torno a las 5 de la tarde. Los cuatro helicópteros
aparecieron de forma súbita. Los soldados hicieron dos
grupos. Uno comenzó a disparar contra nuestra tienda. El
otro contra los trabajadores de la obra [Daoud y sus cuatro
hijos]", explica Suad Zaim.
La joven de
28 años se encuentra postrada en la cama del hospital. Una
bala le alcanzó la barriga. Otra el pecho. Su relato habla
de una "lluvia" de munición que no se interrumpió
durante cerca de 20 minutos.
"Estaba
haciendo té para los obreros en ese instante. Me refugié
dentro de la 'jaima' (tienda de campaña) con mis cinco
hijos. No dejaban de gritar y llorar. Estaban aterrorizados.
Una de las niñas se me escapó y salió corriendo de la
jaima. Cuando intenté rescatarla fue cuando me
hirieron", dice.
Suad tuvo
suerte. Su marido no. Fue uno de los cuerpos que rescataron
los vecinos de Abu Kamal cuando concluyó el tiroteo que se
escuchó en pleno centro de la villa, sito a casi un kilómetro
de la propiedad de Daoud Mohamed Abdula.
"Parecía
una guerra", recuerda el doctor Sleiman Gadban,
director del hospital local. "Vinieron a matar. Todos
los cuerpos tenían la mayoría de los disparos en el pecho.
En uno se contaban ocho balazos", precisa.
El trágico
balance de la agresión norteamericana no ha restado un
cierto tono bucólico al escenario del incidente. La finca
se encuentra ubicada junto a la ribera del Eufrates, entre
sembrados de trigo y rebaños de ovejas. En el interior se
divisa la tienda que ocupaba la familia de Suad y al fondo
los cimientos donde trabajaban el clan de Daoud.
Los lugareños
llegaron a grabar con sus teléfonos móviles varias imágenes
del ataque que ahora exhiben a los periodistas como prueba
de lo ocurrido. "¡Ten cuidado, que no te vean!",
se escucha decir en árabe bajo las imágenes del sobrevuelo
de dos helicópteros. "¿No tendrán francotiradores
no?", inquiere otra voz. "Pero Dios mío, ¿qué
está pasando?", le secunda un tercero.
Akram Hamid
tampoco sabía que estaba ocurriendo. El mecánico sirio de
51 años se recupera en su domicilio del disparo que le
quebró el brazo. Se encontraba en el lugar por pura
coincidencia. Estaba pescando en el río a 500 metros del
recinto asaltado. "Justo cuando lancé la caña
aparecieron los cuatro aparatos. Empezaron a disparar sin
previo aviso y de forma terrible contra la finca. Uno de los
helicópteros aterrizó a 20 metros de donde me encontraba.
Bajaron ocho soldados. Vestidos con uniformes oscuros. Me
senté en el tronco de un árbol paralizado, esperando que
Dios me ayudara", refiere.
Cuando las
ráfagas se acrecentaron, Akram intentó huir en una
motocicleta pero uno de los militares lo derribó con una
salva. "Estaba herido en el suelo y me hacían gestos
para que no se me ocurriera incorporarme. Sólo puede
ponerme en pie y caminar hasta el hospital cuando se
marcharon", acota.
El herido
ha recuperado un alegato que lanzara el lunes el ministro de
Exteriores sirio, Walid al-Moallem, y también califica el
hecho como propio de "cowboys". "Son como los
piratas. Ha sido un crimen injustificable. ¡Esa gente se
estaba construyendo una casa, no tenían nada que ver con Al
Qaeda!", apunta.
El grave
percance ha enrarecido al extremo las relaciones ya
precarias que mantenían Damasco y Washington hasta el punto
de que hoy mismo la embajada de EEUU en la capital árabe
avisó que podría cerrar en cualquier momento ante la campaña
de movilizaciones populares que ya ha iniciado el régimen
sirio para protestar por la arremetida.
Esta mañana
miles de habitantes de Abu Kamal marcharon por las calles de
la villa portando pancartas donde se leían mensajes como
"¡Abajo con el terrorismo de Bush!" y quemando
enseñas de la nación americana.
"Los
responsables de esta tragedia son los mismos criminales que
vinieron a Irak prometiendo la democracia y lo
destruyeron", sentenció Akram Hamid.
|