La
tercera Intifada palestina en ciernes
Por
Ramzy Baroud (*)
Asia
Times, 29/10/08
Rebelión,
31/10/08
Traducido por
Sinfo Fernández
En una
reciente conferencia, me hicieron varias preguntas acerca de
las perspectivas de un tercer levantamiento palestino o
Intifada. La pregunta, aunque parezca muy sencilla, es a la
vez compleja e importante y no puede contestarse en uno o
dos minutos.
Una
“tercera Intifada” implicaría que la segunda ha
terminado ya. ¿Es realmente así? ¿O es que sencillamente
ha perdido impulso, enfoque y dirección, despilfarrándose
sus energías –como levantamiento popular– en disputas
entre facciones y divisiones internas?
Algunos de
sus líderes iniciales ya no están implicados en ella. No
puede haber un levantamiento cohesivo cuando muchos de sus
protagonistas han cambiado de bando, han cambiado su papel o
han desaparecido completamente. Para aproximarnos a la
cuestión de forma realmente práctica, deberíamos analizar
más profundamente la primera Intifada, la que surgió en
1987.
Las
revueltas colectivas palestinas no siempre suponen una
respuesta singular a problemas singulares provocados por
elementos ajenos como, por ejemplo, el mandato británico,
los planes coloniales sionistas, la ocupación israelí,
etc. A menudo se obvian factores internos que indignan a las
masas palestinas, como son los errores de sus dirigentes,
las divisiones, los giros, la corrupción, el nepotismo,
etc.
El
levantamiento de 1987 se ajustó a ese modelo, aunque inspiró
ciertamente un cambio paradigmático. Por una parte, fue un
grito colectivo por la justicia y un intento serio de acabar
con la ocupación israelí de la tierra palestina ocupada en
1967. Pero también representó el deseo instintivo por
recuperar la lucha palestina, que durante mucho tiempo se
había estado manipulando desde el exterior: desde Jordania,
desde el Líbano y, más o menos entonces, desde Túnez,
Entre los
palestinos de los territorios ocupados fue extendiéndose la
conciencia de que su situación había devenido en luchas de
poder entre las distintas facciones que tenían su sede en
varias capitales árabes, y que esas disputas apenas eran
ideológicas sino que giraban más bien alrededor de
cuestiones como el control, el dinero y el estatus.
El primer
levantamiento elaboró rápidamente sus propias ideas,
mecanismos y símbolos, reflejando todos ellos la unidad de
objetivos entre los palestinos. De hecho, el énfasis
manifiesto en la “unidad nacional” de los símbolos y
eslóganes de la Intifada fue una clara señal de la
denuncia palestina de la desunión de las facciones.
Aunque la
respuesta israelí a la primera Intifada fue letal, apenas
puede compararse con la respuesta mucho más violenta ante
la segunda, que estalló en 2000. El gobierno israelí quería
aplastar la revolución antes de que desarrollara un ritmo y
alcanzara un compromiso popular a largo plazo. Israel
actuaba también con la errónea suposición de que el
levantamiento era obra del difunto líder de la Organización
para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat, para
conseguir concesiones políticas.
El hecho es
que tanto a Israel como a la Autoridad Palestina (AP)
–constituida tras los Acuerdos de Oslo de 1993 como
alternativa a todo lo que rodeaba a la OLP–, les cogió
totalmente por sorpresa que los palestinos tomaran las
calles para desafiar no sólo la ocupación israelí sino
también las actitudes vacilantes y la corrupción rampante
que impregnaba a sus propios dirigentes.
Si debemos
aceptar que la segunda Intifada acabó ya, o que la agotaron
las luchas intestinas entre Fatah y Hamas, es necesario
entonces que analicemos sus resultados. Aunque la segunda
Intifada no logró acabar con la ocupación israelí, ha
tenido realmente un impacto muy grave sobre las
instituciones políticas palestinas. Ha dado lugar a que
aparezca otro liderazgo, el de Hamas, y ha obligado a un
replanteamiento serio del movimiento de Fatah como
movimiento dirigente.
La segunda
Intifada socavó en gran medida a la Autoridad Palestina, y
con ella a los Acuerdos de Oslo que facilitaron su
existencia, afianzando la necesidad de instituciones políticas
alternativas –que sean realmente representativas–
activando, por ejemplo, una nueva versión de la OLP.
En efecto,
todas las revueltas palestinas importantes del pasado
pusieron en marcha nuevas e impredecibles realidades y, a
pesar de todos los intentos, el statu quo que definió los
períodos anteriores a las revueltas fue a menudo
insignificante después. Se introducen en la mezcla nuevos
rostros, nombres, prioridades, eslóganes y símbolos,
aunque siguen definiéndose por un imperecedero deseo de
justicia, paz auténtica y libertad.
Los métodos
de Israel para someter a los palestinos y aplastar los
levantamientos han producido asimismo nuevas realidades,
puntos de partida y sistemas de relaciones. Métodos tales
como muros inmensos, nuevos asentamientos y armas de
aniquilación masiva complican a menudo la ya penosa
existencia de los palestinos bajo la ocupación, lo que se
traduce en nuevas revueltas.
La primera
Intifada llevó la lucha a casa e introdujo en ella a
dirigentes locales que competían en todos los frentes con
la vieja guardia, incluyendo la cuestión del derecho a
articular las demandas y aspiraciones palestinas. La segunda
Intifada sirvió para valorar los Acuerdos de Oslo y su
consiguiente ‘cultura de paz’ como un proceso sin valor
alguno que no mejoraba en nada la espantosa realidad sobre
el terreno, aunque sí logró que una clase específica de
palestinos se hiciera con todo el poder tanto a nivel
financiero como político.
En la
actualidad, los palestinos se encuentran en un momento de
transición de resultado incierto. Hay más interrogantes
que respuestas: ¿Adónde va a llevar el enfrentamiento
Fatah–Hamas? ¿Seguirá manteniendo Fatah su actual
estructura? ¿Continuarán los palestinos adhiriéndose a la
demanda en otro tiempo incuestionable de la solución de los
dos Estados? ¿Qué credibilidad tiene esa fórmula ya en
las actuales circunstancias, donde no sólo resulta
complicado hacer una clara separación sino también
totalmente inviable? ¿Se acabará la escisión geopolítica
entre Cisjordania y Gaza en los próximos años?
Los
levantamientos palestinos son a menudo una respuesta
colectiva ante situaciones muy duras. Las perspectivas
plantean que probablemente la próxima Intifada –siempre
habrá Intifadas mientras la ocupación continúe– se
encontrará de nuevo con el rechazo popular a los males que
han aquejado y aquejan a la causa palestina y servirá, una
vez más, para reafirmar la importancia, cuando no el papel
dirigente, del pueblo palestino como verdadero dueño de su
destino y guardián de su propia lucha.
(*)
Ramzy Baroud ( www.ramzybaroud.net ) es autor y editor de
PalestineChronicle.com. Sus trabajos se publican en muchos
periódicos y revistas de todo el mundo. Su libro más
reciente es “The Second Intifada: A Chronicle of a
People’s Struggle” (Pluto Press, London).
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