Nadie
apoya a los talibanes, pero la gente odia al gobierno
corrupto
Kandahar
en poder de los rebeldes
Por
Robert Fisk
The Independent, 27/11/08
La Jornada,
10/12/08
Traducción de Gabriela Fonseca
Kabul.–
El colapso de Afganistán está más cerca de lo que el
mundo cree. Kandahar está en manos del talibán –toda la
ciudad, con excepción de 1.6 kilómetros cuadrados en el
centro de la ciudad– y los primeros puestos de control
talibanes están a escasos 24 kilómetros. El gobierno
profundamente corrupto de Hamid Karzai es casi tan impotente
como lo es el gabinete iraquí en la Zona Verde de Bagdad.
De hecho, los transportistas afganos ahora llevan licencias
del talibán, que opera sus propias cortes en áreas remotas
del país.
La Cruz
Roja ya advirtió que las operaciones humanitarias están
siendo drásticamente socavadas en la mayor parte de
Afganistán; más de 4 mil personas, un tercio de ellas
civiles, han sido asesinadas en los últimos 11 meses, al
igual que gran cantidad de soldados de la OTAN y 30
trabajadores humanitarios.
Tanto los
talibanes como el gobierno de Karzai están ejecutando a sus
prisioneros en cada vez mayor número. Las autoridades
afganas ahorcaron este mes a cinco hombres por asesinato,
secuestro o violación –si bien un prisionero, pariente
lejano de Karzai, como era de esperar, vio su sentencia
conmutada–. Hay más de 100 personas condenadas a muerte
en Kabul.
Éste no es
el resurgimiento de un Afganistán democrático, pacífico y
“sensible a los géneros” que se le prometió al mundo
después de derrocar a los talibanes en 2001. Fuera de la
capital y en el lejano norte, casi todas las mujeres andan
cubiertas toalmente con la burkha, mientras que combatientes
originarios de Cachemira, Uzbekistán, Chechenia y hasta de
Turquía están llegando a unirse a las filas de los
talibanes. Se cree que hay más de 300 combatientes turcos
en Afganistán, y la mayoría de ellos tiene pasaporte
europeo.
“Nadie
que conozco quiere que el talibán vuelva al poder”, me
dijo un ejecutivo de negocios de Kabul –en estos días se
insiste en el anonimato como en 2001–, “pero la gente
detesta al gobierno y al Parlamento, que nada hacen por su
seguridad. Con tantas personas desplazadas que llegan a
Kabul desde las provincias, hay desempleo masivo, pero no
existen estadísticas.
“El
‘libre mercado’ llevó a muchos al desastre financiero.
Afganistán es sólo un campo de batalla de ideología, opio
y corrupción política. Tenemos a todos estos consorcios
comerciales que reciben contratos de gente como (la
organización humanitaria) USAID. Primero se apropian entre
30 y 50 por ciento de sus propias ganancias, luego
subcontratan a otras compañías, de manera que sólo queda
10 por ciento del presupuesto originalmente destinado a los
afganos.
Afganos que
trabajan para organizaciones de caridad y Naciones Unidas se
quejan con sus patrones de que los talibanes los presionan y
les exigen información o casas seguras. En el campo, los
agricultores viven atemorizados por ambos lados de la
guerra. Un funcionario de muy alto rango en una organización
no gubernamental (ONG) de Kabul –quien insistió en el
anonimato– dice que tanto los talibanes como la policía
amenazan regularmente a pobladores de aldeas.
“Un grupo
talibán de 15 o 16 personas puede llegar a la casa de un líder
local y exigirle comida y alojamiento. El líder dice al
pueblo que alimenten al grupo y le permita quedarse en la
mezquita. Luego llegan la policía o el ejército y acusan a
los habitantes del pueblo de colaborar con el talibán,
detienen a hombres inocentes y amenazan a la comunidad con
retirarles la ayuda humanitaria. Y siempre existe el peligro
de que la aldea sea bombardeada por los estadunidenses”.
En Ghazni,
el talibán ordenó que todos los teléfonos móviles fueran
apagados entre 5 y 6 de la tarde por temor a que espías
pudieran usarlos para revelar las posiciones de la
guerrilla. La guerra de los celulares puede ser un conflicto
en que el gobierno está ganando. Con la ayuda que Estados
Unidos brinda a la policía del Ministerio del Interior, ésta
ya está en condiciones de rastrear y triangular llamadas.
Una vez más,
los estadounidenses hablan de formar “milicias tribales”
para combatir a los talibanes, como hicieron en Irak y han
intentado las autoridades paquistaníes en su frontera
noroeste. Pero los caciques de los años 80 fueron
corrompidos por los rusos cuando el sistema se puso en práctica
hace dos años –se llamó Fuerza Policial Auxiliar– y
fue un fiasco. Los miembros de esa formación dejaron de ir
a trabajar, se robaban las armas y se unían a las milicias
privadas.
“Cada vez
que llega a Kabul un embajador occidental, vuelven a
recalentar esta idea” dice otro desesperado activista de
ONG. “Oh, formemos milicias locales, es una idea
brillante”. Pero nada hacen por solucionar el problema del
pillaje y la crueldad del talibán y los bombardeos aéreos
que los afganos hallan intolerables. La comunidad mundial
debe dejar de darle vueltas al asunto y pensar en los
cimientos que debieron haberse construido hace cuatro o
cinco años”.
Lo que esto
significa para esos occidentales que han pasado años en
Kabul es simple: ¿Es en verdad la “democracia” la
ambición irrenunciable de los afganos? ¿Es posible crear
un Estado federal fuerte? ¿Está la comunidad internacional
dispuesta a combatir a los señores de la guerra y
productores de droga del gobierno de Karzai? Y lo más
importante de todo: ¿tiene el desarrollo realmente algo que
ver con “mantener el control sobre el país? El viejo y
cansado proverbio estadounidense de que “donde termina el
pavimento comienza el talibán” es falso. Los talibanes
están montando puestos de control en las carreteras recién
reconstruidas.
El
Ministerio de Defensa tiene 65 mil hombres bajo sus dudosas
órdenes pero necesita 500 mil para controlar el país. Los
soviéticos fracasaron en su intento de conservar el control
sobre la nación con 100 mil hombres y 150 mil soldados
afganos que los apoyaban.
Ahora que
Barack Obama se prepara para enviar otros 7 mil soldados
estadounidenses a ese pozo que es Afganistán, los españoles
e italianos están hablando de retirarse mientras los
noruegos podrían hacer lo mismo con sus 500 hombres en la
zona del norte del país.
Repetidamente,
los líderes occidentales se refieren a la “clave” de
entrenar a cada vez más afganos para ingresar al ejército.
Pero esa fue la misma “clave” usada por los rusos, y
resulta que no funcionó.
“Nosotros”
no estamos ganando en Afganistán. Hablar de aplastar al
talibán es tan desolador e irreal como siempre lo ha sido.
De hecho, cuando el presidente afgano trata de tener un
encuentro con el mullah Omar –según Estados Unidos es uno
de los principales objetivos de esta guerra miserable– ya
se sabe qué esperar. Omar ni siquiera quiso hablar con
Karzai.
La partición
del país es una opción que nadie discutirá –darle el
sur afgano a los talibanes y conservar el resto, pero daría
pie a otra crisis con Pakistán ya que los pashtunes, la
mayor parte del talibán, querrían todo lo que consideran
es “Pashtuntistán” y que incluyen territorios tribales
paquistaníes.
Esto también
implicaría volver al “gran juego” de rediseñar las
fronteras del sureste asiático, algo que, como la historia
ha demostrado, siempre viene acompañado de derramamiento de
sangre.
Rebeldes
mantienen presencia en más de 70 por ciento de territorio
afgano
Pro
talibanes en Pakistán incendian otros 100
camiones con suministros para las tropas de
la OTAN en Afganistán
Reuters,
08/12/08
Islamabad
(Pakistán), 8 de diciembre. Un grupo pro talibán incendió
este lunes otros 100 camiones con suministros destinados a
Afganistán, en el segundo ataque consecutivo contra depósitos
de vehículos y contenedores de abastecimiento de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en
Pakistán, acción que fue minimizada por el Pentágono.
Unos 200
hombres lanzaron el ataque a primera hora de esta mañana
cerca de la ciudad de Peshawar, al día siguiente de la
destrucción de 100 camiones de la OTAN en la misma zona.
Un
investigador de la policía dijo que los militantes viajaron
a Peshawar desde la región tribal de Khyber, fronteriza con
Afganistán, y que estaban muy bien equipados, en comparación
con lo mal provista que está la policía, que además es
inferior en número a los militantes.
Otro alto
responsable policial destacó que los guardias no están
preparados para enfrentarse a las complejas operaciones de
los insurgentes.
El vocero
del Pentágono, Bryan Whitman, aseguró que los ataques de
insurgentes paquistaníes contra los camiones de la OTAN
tienen un “impacto insignificante” sobre las provisiones
de las fuerzas estadunidenses y de la alianza atlántica en
Afganistán y no afectan las operaciones de combate.
Whitman
dijo que los algunos camiones afectados contenían
suministros destinados al ejército de Afganistán y no para
las tropas de la OTAN. “Aunque parte de de nuestro
equipamiento ha sido interrumpido en estos movimientos a
través de la frontera, hemos podido abastecer a las fuerzas
estadunuidenses en Afganistán sin ningún impacto en sus
operaciones”, aseguró.
Un informe
del Consejo Internacional de Seguridad y Desarrollo
difundido hoy en Kabul, reveló que los talibanes mantienen
presencia permanente en 72 por ciento del territorio afgano,
lo que representa un incremento de 45 por ciento en
comparación con el año anterior.
El informe
del centro europeo señaló que los rebeldes “mantienen de
facto un poder establecido en un buen número de ciudades y
pueblos del sur”, y amenazan tres de las cuatro
principales vías de acceso a Kabul.
El criterio
para definir presencia permanente es la realización de uno
o más ataques por semana durante el año, pero el gobierno
de Kabul cuestionó el reporte y la OTAN aseguró que los
talibanes sólo se concentran en el sur y este de Afganistán.
En
Washington, el presidente electo de Estados Unidos, Barak
Obama, llamó a asumir la lucha contra el terrorismo en el
sur de Asia con una nueva estrategia que comience con la
promesa de una mejor vida para los afganos.
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