Afganistán

Vienen tiempos difíciles para las tropas de ocupación

La cercana primavera incrementará la violencia
hasta Kabul

Por Txente Rekondo (*)
Kaos en la Red, 22/02/09

Este pasado fin de semana se ha cumplido el vigésimo aniversario de la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, que siguieron el mismo camino que un siglo atrás tuvo que emprender el colonialismo británico en las mismas tierras. Y en pleno siglo veinte, podemos encontrarnos ante una repetición de la historia, que muestra cómo el país asiático siempre ha rechazado cualquier intento de ocupación. En esta ocasión las tropas ocupantes dirigidas por Estados Unidos pueden estar abocadas al mismo destino que sus predecesores.

Algunos analistas occidentales anuncian la vuelta de los talibanes, como si éstos hubiesen abandonado alguna vez Afganistán. Y es en esa interpretación donde reside uno de los errores de partida y que está abocando a los estrategas de la ocupación a repetir la historia pasada. Como bien señalaba un experto conocedor de la región, desde 2001 son muchos los analistas de renombre que han fallado en sus predicciones y en sus enfoques acerca de la realidad afgana.

“El optimismo que mostraban estaba basado en falacias como que los talibanes eran agentes extraños para la sociedad de aquel país y que no contaban con apoyo local”. En palabras de esos “expertos”, autores de libros publicados en diferentes lenguas, tras la invasión del 2001, era “poco probable que una resistencia residual taliban se instale” al tiempo que anunciaban la desaparición de los movimientos islamistas radicales en Afganistán”.

Este conjunto de afirmaciones ha contribuido a una falsa percepción de lo que realmente acontecía en aquella zona, y del mismo falso optimismo se han contagiado los autores de la estrategia ocupante.

La fortaleza y el avance de la resistencia afgana han quedado señalados recientemente en un importante documento del Consejo Internacional para la Seguridad y el Desarrollo (ICOS). Bajo el título “La lucha por Kabul: el avance taliban”, describe la situación a finales del año pasado, resaltando que la llamada comunidad internacional puede estar ante las perspectivas más negras en Afganistán.

Afirman así mismo, que desde 2005 el movimiento taliban ha ido incrementando su poder y su presencia, “siendo ésta permanente en un setenta y dos por ciento del país” (un 25% más que hace un año). De hecho, la resistencia afgana es el gobierno de facto en numerosos pueblos y ciudades del sur del país, y su expansión está llegando a las puertas de la capital. Para ese organismo, esta situación refleja “que la estrategia política, militar y económica de los taliban está teniendo más éxito” que la de las fuerzas de ocupación, y son las fuerzas resistentes las que en definitiva “están dictaminando los términos políticos y militares actuales en Afganistán”.

La estrategia de la resistencia afgana hasta la llegada de la primavera se ha centrado en tres pilares. Por un lado el corte de las vías de suministros para las fuerzas ocupantes, principalmente las que procedían de Pakistán. El corte de las mismas, con los sabotajes a vehículos, los robos de armamento (recientemente fuentes estadounidenses reconocían la desaparición de cerca de cien mil armas en estos tres últimos años), han puesto en una delicada situación a EEUU y sus aliados que estarían buscan rutas alternativas.

El segundo pilar es el cerco de Kabul. En estos momentos, de las cuatro “salidas” de la capital, tan sólo una de las carreteras que va hacia el norte (la que se dirige hacia el valle Panjshir, el túnel Salang y Mazar) se considera “segura para el tránsito internacional y afgano”. De esa forma, la resistencia ha establecido bases a las puertas de Kabul, estrangulando en cierta medida a la capital e incrementando dramáticamente sus ataques dentro de la misma, como hemos podido comprobar hace escasos días.

Finalmente, tras los pasos anteriores, se presenta el intento de continuar avanzando hacia el norte, y probablemente la nueva campaña de la primavera centrará buena parte de sus esfuerzos en ese sentido.

Los errores de los ocupantes también han contribuido a la actual situación . Los fracasos políticos, las operaciones militares con numerosas víctimas civiles “colaterales”, la ausencia de ayudas económicas efectivas para el desarrollo y la reconstrucción del país, son algunas muestras.

Desde hace tiempo que EEUU y sus aliados presentan a la resistencia como una realidad dividida susceptible de fragmentarse. Es cierto que dentro de la misma coexisten diferentes organizaciones, siendo los taliban y el grupo Hizb–i islami de Gulbuddin Hekmatyar las más importantes. Pero los intentos por presentar a los primeros como una división entre “moderados y duros” es un craso error. Si bien dentro de los taliban podemos encontrar diversos puntos de vista, presentar éstos como una potencial división o escisión es intentar ocultar la realidad.

Para Gilles Dorronsoro, conocedor de la región, “desde 2001 no se conocen grupos escindidos, y por el contrario, el movimiento taliban está mucho mejor organizado”.La complejidad de sus recientes acciones y el cerco estratégico de Kabul muestran “una impresionante capacidad de coordinación”.

Las presiones a Pakistán para que incremente su presión contra los taliban y otros grupos, es otro de los guiones de Washington, al que parece abrazarse el actual presidente de EEUU. Si se continúa tensando la cuerda pakistaní en clave afgana, nos podemos encontrar a medio plazo con un nuevo problema de dimensiones mucho mayores y con una mayor potencialidad desestabilizadora para el conjunto de la región. La compleja y delicada situación paquistaní puede convertirse en un polvorín apunto de estallar de seguir la estrategia intervencionista de EEUU.

El aplazamiento de las elecciones presidenciales es otra muestra del fracaso occidental en Afganistán. Toda la ingeniería política e institucional que en su día se puso en marcha en torno al actual presidente Hamid Karzai hace grietas por doquier. La ausencia del gobierno central más allá de las paredes del palacio presidencial o de las bases extranjeras es un claro síntoma de lo descrito anteriormente. La caída en desgracia del propio Karzai y la ausencia de recambio para el mismo complican aún más los deseos de los ocupantes para materializar la “transición “del país.

Otra alternativa que baraja la nueva administración de Washington es el incremento de tropas. El anuncio de retirar determinados efectivos de Iraq y destinarlos a Afganistán, junto al llamamiento para que los aliados de la OTAN aumenten también sus efectivos militares habría que enmarcarlos en esa estrategia intervencionista. El plan del general Davis Petraeus, para aplicar la fórmula iraquí en Afganistán puede encontrarse con muchos obstáculos.

Y es que e n este contexto todos los actores, locales y extranjeros quieren su parte del pastel afgano. Es interesante observar la participación de Irán en el conflicto, aprovechando su ventajosa situación (algunos hablan del puerto iraní de Chabahar como ruta de suministros para los ocupantes) estaría dispuesto a obtener contrapartidas para su colaboración. Otro tanto se puede decir de Rusia (ofrece sus propias rutas alternativas) pero todo ello a cambio de contraprestaciones muy concretas.

Finalmente no podemos olvidar el acercamiento de India hacia el gobierno de Karzai, o los movimientos de China, que recientemente invitó a una delegación de Jamaat–i–Islami (principal partido islamista de Pakistán) a visitar el país.

Los estrategas occidentales han señalado que les es indiferente si en Afganistán se forma “una república, una monarquía o una teocracia”, lo importante es poner a salvo su propios intereses, a nivel local como internacional. El propio Robert Gates ha reconocido recientemente que su plan de incrementar tropas supondrá “un auge considerable de las víctimas aliadas”, sin mencionar el coste en vidas que esa postura implica para el conjunto de la población afgana.

La primavera está a las puertas de Afganistán, y la resistencia ha demostrado que la guerra asimétrica que mantienen les está dando importantes victorias. A ello se añade la ventaja de conocer mucho mejor el terreno, los estrechos lazos con la población local y la propia porosidad fronteriza, argumentos de peso para prever que las cosas pueden ir mucho pero para las fuerzas de ocupación en Afganistán.


(*) Txente Rekondo, del Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).