Creciente tormenta en Bagdad
Por Dahr Jamail (*)
Truthout, 02/04/09
Rebelión, 08/04/09
Traducido por Beatriz Morales Bastos
El pasado fin de semana el gobierno iraquí arrestó a un
dirigente del Grupo Despertar [“Awakening”] en un barrio
de Bagdad y después entró en la zona. Con ayuda de las
fuerzas de ocupación desarmaron a los miembros de la
milicia que estaban bajo su control, pero sólo después de
que estallaran los enfrentamientos entre las fuerzas de
seguridad del gobierno iraquí respaldadas por Estados
Unidos y la milicia del Grupo Despertar sunní formado por
Estados Unidos. Este inquietante acontecimiento es lo que la
mayoría de los iraquíes temían desde hace tiempo: que la
relativa calma que había actualmente en Iraq se pudiera
romper cuando estallara las luchas entre estas dos
entidades.
La política estadounidense que ha llevado a esta reciente
violencia se ha estado gestando durante mucho tiempo, con lo
que sólo ha sido cuestión de tiempo para que se deshiciera
la endeble tregua entre los grupos. Porque ha sido una
tregua construida sobre una política estadounidense
profundamente corrupta de respaldar a las fuerzas
predominantemente chiíes del gobierno iraquí mientras
pagaba a la resistencia sunní para no luchar ni contra el
gobierno ni contra las fuerzas de ocupación.
La mayoría de nosotros recordamos demasiado bien los
elogios prodigados por la administración Bush a los Grupos
Despertar, una milicia sunní formada (según el ejército
estadounidense) por ex–combatientes de la resistencia y
miembros de al–Qaeda; a cada miembro se le pagó 300 dólares
al mes procedentes del dinero de los contribuyentes
estadounidenses. Fue creciendo hasta estar formada por
100.000 hombres.
La ayuda estadounidense a los Consejos se cortó el pasado
mes de octubre con la idea de que sus miembros serían
absorbidos por las fuerzas del gobierno iraquí. Hasta la
fecha, a menos de un tercio de ellos se les ha dado puestos
del gobierno.
Hace dos meses visité la zona de Bagdad llamada
al–Dora, una zona periférica controlada por las fuerzas
Despertar. Uno de sus comandantes me dijo que estaba
preocupado porque el gobierno no estaba dando trabajo a sus
hombres. "Les falta el sueldo y la mayoría de ellos
están cada día más enfadados, puesto que les han hecho más
falsas promesas de las que pueden soportar", me explicó
mientras bebíamos té. "A muchos de mis hombres no se
les ha pagado desde octubre. Esto no puede seguir".
Mientras, el gobierno iraquí respaldado por Estados
Unidos y encabezado por el primer ministro, nombrado por
este país, Nouri al–Maliki sigue atacando a los
dirigentes de los Grupos Despertar. Maliki los considera una
amenaza tanto política como militar y desde octubre ha
estado atacando a sus dirigentes en partes de Bagdad y en la
inestable provincia iraquí de Diyala.
The Washington Post informó tras el espasmo de violencia
en Bagdad el pasado fin de semana: "Mientras helicópteros
Apache sobrevuelan el barrio bagdadí de Fadhil,
ex–insurgentes sunníes luchan desde los tejados y las
esquinas contra fuerzas estadounidenses e iraquíes, según
testigos, contra la policía y el ejercito iraquí. Al menos
15 personas resultaron heridas en los tiroteos que duraron
varias horas. Al caer la noche los combatientes callejeros
habían tomado como rehenes a cinco soldados iraquíes. Los
combates, los más feroces en Bagdad en casi un año,
estallaron minutos después de la detención de Adil
Mashadani, dirigente del Consejo Despertar Fadhil que está
compuesto de ex–insurgentes sunníes que se aliaron con el
ejército estadounidense a cambio de sueldos mensuales que
ahora paga el gobierno iraquí".
Por supuesto, la razón dada para justificar la detención
por parte del gobierno del dirigente de Despertar en la
zona, el incidente que disparó el derramamiento de sangre,
fue "actos terroristas" del grupo, según el
portavoz del mando militar de Iraq, el general Qassim Atta.
Como era previsible, el portavoz del grupo Despertar en la
zona, Abu Mirna, declaró a The Washington Post: "Si no
lo liberan lucharemos contra ellos hasta el final".
Fue una política conveniente el haber encargado a los
grupos Despertar para acabar temporalmente con la violencia
total en Iraq. Los combatientes de la resistencia se
precipitaron a las colas para cobrar los cheques, y a la
protección del ejército estadounidense de las milicias chiíes,
que ahora comprende en gran parte el aparato de seguridad
del gobierno. Sin embargo, ahora Estados Unidos ha perdido
claramente interés en seguir apoyando a los grupos
Despertar y el gobierno Maliki está tratando de
desmantelarlos. Como era de esperar, los miembros de
Despertar se están defendiendo porque, sin una paga y con
otra promesa incumplida por parte de las fuerzas de ocupación
que los aliente, ¿por qué se iban a sentar a esperar y
permitir que los detengan, maten o traicionen otra vez?
Con todo, no convirtamos a los grupos Despertar en mártires.
La mayoría de sus dirigentes son matones, lo mismo que sus
miembros. A las pocas semanas de que se formaran los grupos
en 2006, los iraquíes que vivían en las zonas que
empezaron a estar bajo su control se quejaban de la
brutalidad de los combatientes en su zona. Se dispararon la
extorsión y el soborno, y muchos iraquíes consideraban a
las fuerzas Despertar colaboracionistas de los ocupantes de
su país.
Por ejemplo, hace poco tuve la oportunidad de pasar un
tiempo con el presidente del Consejo Despertar de Faluya, el
jeque Aifan Sadun, que como otros dirigentes de este grupo,
tiene a cientos de miembros de seguridad bajo su mando. Era
justo antes de las elecciones del 30 de enero en Iraq y
competía por el poder político con un grupo sunní rival
en la ciudad, el Partido Islámico Iraquí. El jeque Aifan,
que conversaba conmigo mientras conducía su BMW fuertemente
blindado hecho de encargo y que valía su 420.000 dólares
por la ciudad que había sido destruida por dos asedios
estadounidenses en 2004, acusaba a sus rivales de amañar
las próximas elecciones.
Me dijo que utilizaría "cualquier medio que fuera
necesario" para luchar contra ellos si robaban las
elecciones. Para estos dirigentes de Despertar era, y es, únicamente
una cuestión de poder. Y de dinero. El jeque Aifan, como la
mayoría de los dirigentes de Despertar, entró rápidamente
en el "negocio de la construcción" cuando el
pasado mes de octubre el ejército estadounidense dejó de
hacer pagos directos. Ahora estos pagos llegan en la forma
de "contratos de construcción". Al propio jeque
Aifan se le han concedido "contratos" por valor de
250 millones de dólares: tenga usted esto en mente durante
este periodo fiscal porque es su dinero el que está pagando
cosas como la milicia privada del jeque, su BMW y su mansión
a las afueras de Faluya.
En el vecino Ramadi, la capital de al–Anbar, el jeque
Ahmad Abo Risha es presidente del Consejo Despertar de toda
la provincia. Justo antes de las elecciones, él, al igual
que el jeque Aifan, estaba tratando de mantenerse agarrado
al poder. Su rival en las elecciones era el jeque Hamid
Al–Hayis, otro dirigente del Consejo Despertar de la
ciudad y de la misma tribu. Abo Risha no tenía palabras
amables para al–Hayis. "Al–Hayis tiene relaciones
con el gobierno y contratos petrolíferos, y consigue dinero
de ello utilizando una posición que nosotros le hemos
ayudado a conseguir", me dijo Abo Risha en el cuartel
general de Depertar en Ramadi. "Yo pertenezco a una
larga tradición de jeques, pero al–Hayis lo es sólo
desde 2006 cuando empezamos los grupos Despertar", dijo
Abo Risha. Si al–Hayis gana las elecciones, "habrá
una revolución".
Cuando pregunté a Abo Risha por el Partido Islámico, al
que el jeque Aifan acusaba de tratar de robar las
elecciones, me dijo que si el Partido Islámico ganaba las
elecciones con un fraude, "esto será como Darfur".
No se cumplieron ninguna de estas amenazas ya que ambos
resultaron victoriosos sobre sus rivales. Pero su retórica
belicosa es indicativa del tipo que personas que son y hasta
dónde están dispuestos a llegar para mantener el poder o
conseguirlo.
A pesar de la corrupción y de las inherentes luchas
internas entre los dirigentes de Despertar, la mayoría de
ellos y las decenas de miles de hombres que están bajo su
control lucharán sin dudarlo si son atacados o provocados,
como quedó demostrado el pasado fin de semana en Bagdad.
Ampliando el marco de referencia, tengan ustedes en cuenta
que tanto en los barrios de Bagdad como en la provincia de
Diyala se están produciendo detenciones, asesinatos y
amenazas hacia miembros o dirigentes de Despertar. Deberíamos
esperar violencia en las zonas de Bagdad que ellos controlan
ya que el gobierno iraquí sigue dando pasos para
eliminarlos antes de las elecciones nacionales programadas
para finales de este año. Por tanto, observen ustedes las
siguientes zonas de Bagdad en las próximas semanas y meses:
Adhamiyah, Amiriyah, Gazaliyah y al–Dora, por nombrar sólo
unas pocas. Y más allá, observen también Baquba y las
zonas de alrededor que los Grupos Despertar control
ampliamente.
Y mantengan en mente al–Anbar. Esta provincia, que es un
tercio del área geográfica de Iraq, está ampliamente
controlada por los grupos Despertar. Ésta es la zona en la
que ha habido la más firme resistencia a la ocupación y si
las fuerzas de ocupación estadounidenses o el gobierno
iraquí respaldado por Estados Unidos empieza a atacar a
hombres como el jeque Aifan o Abo Risha, los los resultados
serán los previsibles.
Como dijo a The Washington Post el miembro de Despertar
Abu Ayad, de 58 años, "todos nosotros nos
convertiremos en bombas suicidas" si el gobierno iraquí
no libera a su dirigente, Mashadani.
(*)
Dahr Jamail, periodista independiente, es autor de "Beyond
the Green Zone: Dispatches From an Unembedded Journalist in
Occupied Iraq” (Haymarket Books, 2007). Jamail cubrió la ocupación de Iraq durante ocho meses,
así como la situación de Libano, Siria, Jordania y Turquía
durante los últimos cuatro años.
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