La madre de todas las peleas de gallos
Guerra de Obama contra “Pastunistán”
Por Pepe Escobar (*)
Asia
Times 17/04/09
Rebelión,
22/04/09
Traducido por Sinfo Fernández
Por
un lado, el hombre más poderoso sobre la Tierra, que lleva
un segundo nombre musulmán. Por otro, la mayor nación
tribal del mundo, que resulta ser musulmana. Bienvenida sea
la madre de todas las peleas de gallos.
Fuentes gubernamentales filtraron al diario pakistaní The News que el
porcentaje de éxito de la guerra con aviones teledirigidos
Predator, una especie de “infierno desde el cielo”, de
la administración Barack Obama sobre las Áreas Tribales
Administradas Federalmente (FATA) de Pakistán es de un mero
6%. [Estas “Áreas Tribales” son la región fronteriza
con Afganistán, N. de SoB.]. De los “sesenta ataques con
Predator perpetrados entre el 14 de enero de 2006 y el 8 de
abril de 2009, sólo diez de ellos alcanzaron sus objetivos
matando a catorce dirigentes buscados de al–Qaida”, pero
la mayoría de ellos sirvieron para “matar a 687 inocentes
civiles paquistaníes”. Todos ellos pastunes. [La misma
etnia que habita en el lado afgano dela frontera, N. de SoB.]
Cualquier dirigente sensato despediría a los responsables de tal desatino.
No ha hecho tal Obama con los responsables del Pentágono,
que se sientes obligados a continuar con el único juego (pastún)
aceptado por todos, basado en acumular inexistente información
de inteligencia sobre el terreno; sumando insoportables
“daños colaterales”; provocando una rebelión masiva
pastún contra el desacreditado ejército pakistaní de
650.000 hombres; y asegurando la definitiva humillación pública
del ejército.
La pasada semana, el supremo del Pentágono, Robert Gates, no dejó duda de
que el futuro del Pentágono tiene que ver con la “guerra
expedicionaria” u “operaciones COIN”, (operaciones de
contrainsurgencia, por sus siglas en inglés), en las cuales
el “infierno desde el cielo” de la diplomacia de los
Predator es un superstar.
La estrategia también incluye repetir la táctica COIN de los “Hijos de
Iraq” acuñada por el Jefe del Mando Central, el General
David Petraeus, rebautizada ahora como Fuerza de Protección
Pública Afgana, que va a chocar mucho, de forma inevitable,
con el gobierno de Hamid Karzai en Kabul, al igual que los
iraquíes sunníes chocan con el Primer Ministro Nuri al–Maliki
en Bagdad.
No hace falta decir que este “futuro” saturado de COIN pobladas de
teledirigidos Predator y Reaper, fuerzas especiales y
sensores aire–tierra de alta tecnología va dedicada
fundamentalmente a los países musulmanes. El colonialismo
británico, en un pasado pre–COIN, solía llamar a esto
“guerra colonial” o “pequeñas guerras” contra los
morenos.
Culpen
a la perfidia de Albión
El altanero equipo de analistas estratégicos de Obama parece haber pasado
por alto que es a causa de las tropas ocupantes
estadounidenses y de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN) por lo que los moderados miembros de las tribus
pastunes apoyan a los talibanes o se unen a ellos.
Obviamente, los analistas y estrategas de Obama olvidaron
preguntar a los mismos pastunes qué opinaban de la nueva
“estrategia” estadounidense.
En Washington está claro ahora que la troika formada por el enviado
especial Richard Holbrooke, Petraeus y la Secretaria de
Estado Hillary Clinton se las arreglaron para venderle a
Obama un esquema de construcción nacional afgana basada en
las COIN que, si suena a contradictorio, es porque lo es.
Dispuesto siempre a apoderarse de los ciclos de las
noticias, Obama prefirió pavonearse con su pegajosa y
aliterativa tríada (“desbaratar, desmantelar,
derrotar”) que, en teoría, dicen que eliminará el mal de
al–Qaida del escenario de la guerra en Afganistán y
Pakistán, o Af–Pak.
Pero los hechos prosiguen invariables: la guerra de Obama en Af–Pak es una
guerra contra los pastunes.
El enviado especial de Obama a Afganistán y Pakistán Holbrooke, en una
involuntaria suplantación del Inspector Clouseau, lo admitió
en el State of the Union de la CNN hace menos de tres
semanas:
La gente a la que combatimos en Afganistán y la gente que se refugia en el
oeste de Pakistán representan una amenaza directa –esos
son los tipos del 11–S, son los que mataron a Benazir
Bhutto (ex primera ministra)– y pueden estar seguros, como
que estamos hoy aquí sentados, que están planeando nuevos
ataques contra los EEUU y nuestros aliados.
Holbrooke se las arregla para confundirlo todo: mezclando árabes de al–Qaida
con talibanes pastunes, dando a entender que los talibanes
pastunes estuvieron implicados en el 11–S y también el
asesinato de Benazir (sobre el cual hay algunos que llegan
incluso a afirmar que fue un trabajo interno de los
servicios de inteligencia/ejército de Pakistán), por no
mencionar la insinuación de que los pastunes están
conspirando para atacar EEUU en una reedición del 11–S.
Así es, con este nuevo lenguaje, como el establishment de
Washington bajo Obama vende ahora una guerra imposible de
ganar ante la opinión pública estadounidense.
¿Qué tienen que decir los pastunes sobre el particular? Según Zar Ali
Khan Musazai, presidente del Consejo Democrático Pastún:
“La sangre pastún ha llegado a ser más barata que el
agua en la zona administrada por Pakistán”. Acusa que lo
que está teniendo lugar es “el genocidio de los pastunes,
que es inhumano y va contra el derecho internacional”.
Pero también señala el detalle decisivo de que EEUU y la OTAN son tan frágiles
–hasta el punto que no pueden proteger ni siquiera sus
propios convoyes y almacenes militares– que nadie cree que
“vayan a proteger a los pastunes del terrorismo y de la
ira de sus mentores”. Y afirma lo inevitable: “El día
en que los pastunes se levanten y exijan su patria histórica;
en resumen, Pastunistán.
La abrumadora mayoría de pastunes son conscientes de cómo, en 1893, Henry
Durand, un funcionario colonial británico, trazó su ahora
infame frontera cruzando las zonas tribales pastunes que los
afganos consideraban su propio territorio. Al menos, la
guerra de Obama está ahora dando sentido al término
“Af–Pak”. Los pastunes nunca aceptaron esas fronteras
artificiales, ni tampoco el estado afgano en cuanto se vio
libre de interferencias extranjeras.
Los pastunes de ambos lados de la Línea Durand saben que los 3.300 kilómetros
de longitud de la frontera de Af–Pak fue una invención clásica
del “divide y vencerás” del Imperio Británico.
Consideran que la FATA y la Provincia de la Frontera
Noroccidental (NWFP, por sus siglas en inglés) están
ocupadas por Pakistán, por lo que describen como “fuerzas
pakistaníes–punjabíes, que utilizan esas zonas para
promover la desestabilización de Afganistán.
Rutinariamente se refieren al “establishment
pro–terrorista pakistaní”. Y para ellos, la
“unificación de los pastunes con su patria Afganistán”
no tiene posibilidad alguna.
Comparen esto con la forma en que el establishment de la inteligencia/ejército
pakistaní entiende por “desestabilización”. El
establishment está totalmente vinculado con los neo
talibanes en Pakistán –y con los talibanes “históricos”
que tomaron el poder en Afganistán en 1966– como parte de
la doctrina de “profundidad estratégica” para combatir
cualquier posible influencia india en Afganistán. Su última
paranoia es que Washington pierde interés en Afganistán
–de nuevo– y que así deja a Pakistán a merced del
“envolvimiento” indio y ruso.
Islamabad controla la mayor parte de Pakistán –las provincias de Sind y
del Punjab– con mano de hierro. El ejército y la policía
pakistaníes controlan la mayor parte de la NWFP. En el
“separatista” Balochistan sólo vive el 5% del total de
la población. Que Washington crea que una pequeña
aglomeración rural, de bandas tribales pastunes, con un máximo
de treinta combatientes cada una, sin fuerza aérea ni
artillería pesada ni tanques podría apoderarse de un
Pakistán, que cuenta con un ejército de 650.000 soldados
bien entrenados, es una idea absolutamente ridícula. Y que
Washington crea –como Holbrooke señaló– que unos pocos
miembros tribales pastunes y unos cuantos yihadistas
expatriados puedan cargarse a la civilización occidental
como un todo es también una idea absolutamente ridícula.
En cuanto al ejército pakistaní, cuando ven las actividades del Frente de
Liberación de Balochistan, o la carretera que se construye
desde la provincia de Nimruz en Afganistán hasta el puerto
iraní de Chabahar, ven la mano de Nueva Delhi. Con toda la
paranoia que pueda suponer, incluso los altos oficiales del
ejército pakistaní creen en un complot concertado India–EEUU
para desestabilizar la FATA y el país como un todo y después
confiscar las armas nucleares de Pakistán. La guerra de
Obama contra los pastunes servirá sólo para exacerbar aún
más esta ya volátil mezcla.
El
premio
La guerra de la administración Obama contra Pastunistán puede ser tan sólo
una digresión. Por muchos giros que dé Washington no puede
ocultar el hecho de que Afganistán está actualmente –y
seguirá estando– ocupado por EEUU y la OTAN prácticamente
de forma indefinida como peón estratégico del Nuevo Gran
Juego en Eurasia. Es siempre fundamental recordar que el
asesor de seguridad nacional, el General Jim Jones, es un ex
comandante supremo de la OTAN (2003–2006) y un enorme fan
de la expansión imparable de la OTAN en Eurasia.
Como informó el Washington Post, el ejército estadounidense está
construyendo bases militares por valor de no menos de 1.100
millones de dólares (más o menos el presupuesto anual del
gobierno del Presidente Hamid Karzai en Kabul) y planeando
1.300 millones de dólares extra en proyectos para 2009, según
el Coronel Thomas E O’Donovan, comandante del Cuerpo de
Ingenieros del ejército estadounidense en el Distrito de
Afganistán.
Y en cuanto a la OTAN, su misión será proteger lo proyectado, 7.600
millones de dólares (y aún no hemos acabado de contar)
perennemente conflictivos del gaseoducto TAPI que va de
Turkmenistán a la India a través de Afganistán y Pakistán,
si los inversores son lo suficientemente locos como para
seguir adelante.
Como si la opinión pública importara en el Nuevo Gran Juego en Eurasia,
una reciente encuesta de la BBC revelaba que el 73% de los
afganos estaban contra el incremento de tropas de Obama –o
guerra contra los pastunes– y que una mayoría apoyaba un
final negociado a la guerra, incluso con un gobierno de
coalición que incluyera a los talibanes. “La Sombra”
misma, el líder talibán pastún, el Mullah Omar, a través
del rey saudí Abdullah, avanzó su plan: un calendario de
retirada y un “gobierno de consenso nacional” con los
talibanes incorporados al Ejército Nacional Afgano.
El escenario de la otra alternativa es el que avanzó la Organización para
la Cooperación de Shanghai (SCO, por sus siglas en inglés):
este insoluble problema no se negociaría con la OTAN sino
que se debatiría y resolvería conjuntamente entre los
vecinos de Afganistán, los miembros de la SCO China y Rusia
y los observadores de la SCO (que pronto serán miembros) Irán,
Pakistán y la India.
Obama debería saber ya que Islamabad no combatirá a los neotalibanes. El
ISI (servicios de inteligencia pakistaníes) les apoya, así
como diferentes estamentos pastunes del ejército. Por eso
Obama puede “mantener el rumbo” a lo Donald Rumsfeld,
como el ex secretario de defensa solía decir. Puede
mantener el incremento de tropas para ir contra los pastunes
mientras se deshace de Karzai en Afganistán y del
Presidente Asif Ali Zardari en Pakistán (sombras de
Vietnam).
Lo que no quiere hacer –y el Pentágono tampoco lo permitiría– es
repetir otro Vietnam y dejar que el último helicóptero
abandone Bagram, porque no quiere ser recordado como el
presidente que perdió el imperio de bases estadounidenses y
el sueño de reinar en el Nuevo Gran Juego en Eurasia.
Mientras tanto, habrá un infierno de Predator escupiendo bombas sobre los
indignados integrantes de las tribus afganas. Boing,
boom, tschak. Boing, booom, tschak. (El
Pentágono podría considerar la posibilidad de alquilar la
legendaria banda Krafwerk para que ponga la banda sonora
para los ataques; y ya puestos, ¿por qué no sacar también
un videojuego?). Fiestas de boda pastunes sin cuento serán
incineradas en nombre de la nueva marca “operaciones de
emergencia exterior”, antes denominadas “guerra global
contra el terror”. No se equivoquen: habrá sangre
–mucha sangre– en la madre de todas las peleas de
gallos.
(*)
Pepe Escobar, estadounidense y columnista del Asia Times, es
autor de “Globalistan: How the Globalizad World is
Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “ Red
Zone Blues: a shapshot of Baghdad during the surge”. Acaba
de publicarse su nuevo libro “Obama does Globalistan” (Nimble
Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com.
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