Escalada
de amenazas de Estados Unidos
Por
Keith Jones (*)
Global Research,
25/04/09
Rebelión, 28/04/09
Traducido
por Germán Leyens
El
Secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, advirtió a las
autoridades paquistaníes que las relaciones entre EEUU y
Pakistán serán puestas en peligro a menos que Islamabad
preste atención a las admoniciones estadounidenses y
reprima sangrientamente una creciente insurgencia islamista
que ha sido alimentada por la ocupación de Afganistán por
EEUU.
Hablando
el jueves en Camp Lejeune en Carolina del Norte, Gates
declaró: “Es importante que no sólo la reconozcan [la
amenaza], sino que emprendan acciones apropiadas para
encararla.” La acción contra la milicia islamista, dijo
Gates, es “central para nuestra futura cooperación con el
gobierno en Islamabad.”
Las
observaciones de Gates forman parte de un aluvión de
declaraciones de esta semana por parte de funcionarios del
gobierno de Obama, generales del Pentágono, y dirigentes
del Congreso de EEUU, en las que acusan al gobierno y a los
militares de Pakistán de apaciguamiento hacia los talibanes.
El
disparador inmediato para el aumento de la presión sobre
Islamabad fue la pérdida de control del gobierno paquistaní
sobre el distrito Buner de la Provincia de la Frontera
Noroeste, que está a sólo 100 kilómetros al noroeste de
Islamabad, a entre cuatrocientos y quinientos insurgentes
islamistas. Pero los funcionarios estadounidenses,
comenzando por el propio presidente Obama, han estado
presionando durante meses a las autoridades paquistaníes
para que hagan más para apoyar la pacificación de Afganistán,
afirmando que las regiones fronterizas de Pakistán
constituyen un “refugio” para los talibanes y que para
que EEUU se imponga en la guerra afgana, debe ampliarla a
Pakistán. Una preocupación crucial para el Pentágono es
la creciente cantidad de ataques contra rutas de
aprovisionamiento paquistaníes que transportan unos 80% del
alimento, el combustible y el armamento consumidos por la
fuerza de ocupación estadounidense en Afganistán.
El
miércoles, la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton,
reprendió al gobierno de Pakistán por “abdicar ante los
talibanes y los extremistas.”
“No
podemos subestimar la seriedad de la amenaza existencial
posada al Estado de Pakistán por los continuos avances que
ahora llegan a unas horas de Islamabad, por un grupo
flojamente confederado de terroristas y otros que buscan el
derrocamiento del Estado paquistaní,” dijo Clinton al
Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de
Representantes de EEUU.
El
jueves por la mañana, Obama tuvo una reunión de emergencia
con la asistencia de Clinton, el vicepresidente Joe Biden, y
Richard Holbrooke, enviado especial de EEUU a Afganistán y
Pakistán, para discutir las relaciones entre EEUU y Pakistán
y los recientes eventos en Pakistán.
Hablando
con periodistas después de la reunión, el Secretario de
Prensa de la Casa Blanca, Robert Gibbs, dijo que el gobierno
está “extremadamente preocupado,” agregando que Pakistán
“es algo que ocupa gran parte del tiempo del
presidente.” “Lo que ocurre en Pakistán y Afganistán,”
dijo Gibbs, “es el enfoque político central de este
gobierno.”
Manteniendo
una estrategia de agresión ilegal y unilateral comenzada
bajo el gobierno de Bush, Washington organiza regularmente
ataques con misiles de aviones sin tripulación dentro de
Pakistán. A comienzos de este mes, Holbrooke y el jefe del
Estado Mayor Conjunto de EEUU, almirante Mike Mullen,
presionaron sin éxito a Islamabad para que acepten
operaciones conjuntas con fuerzas de EEUU dentro de Pakistán.
Según
Holbrooke, Pakistán y no Afganistán figurarán arriba en
el orden del día cuando Obama reciba una cumbre trilateral
de los presidentes de EEUU, Afganistán y Pakistán el 6 y 7
de mayo. La cumbre, dijo Holbrooke, “fue concebida en una
atmósfera que ahora ha cambiado significativamente, y el
enfoque es cada vez más sobre Pakistán.
En
las últimas semanas, conocedores del gobierno de Obama,
generales del Pentágono, y antiguos estrategas del
imperialismo de EEUU como Henry Kissinger y Zbigniew
Brzezinski han estado haciendo declaraciones cada vez más
apocalípticas sobre el futuro de Pakistán. Se ha sugerido
repetidamente que ese Estado con armas nucleares de 170
millones podría pronto despedazarse siguiendo líneas
nacionales–étnicas o caería en gran parte, si no en su
totalidad, bajo el control de fundamentalistas islámicos
contrarios a EEUU.
Nacido
de la partición reaccionaria, instigada por los
imperialistas británicos, del subcontinente indio, Pakistán
es ciertamente acosado por múltiples crisis interconectadas
– crisis que las rapaces políticas del imperialismo de
EEUU exacerban enormemente.
Decidido
a imponerse en la guerra afgana, para afirmar la dominación
en Asia Central rica en petróleo, Washington exige que
Islamabad subordine cada vez más sus intereses a los de
EEUU. Para la elite paquistaní esto representa una doble
amenaza: las políticas que EEUU ha impuesto a Pakistán son
muy impopulares, desacreditando aún más a un sistema político
corrupto y fundamentalmente antidemocrático y alimentando
el descontento social; también están en conflicto con
importantes elementos de la estrategia de Pakistán para
enfrentar a su archirrival India.
La
mayoría del pueblo paquistaní se opone correctamente a la
ocupación de Afganistán por ser una guerra depredadora –
sólo tiene que recordar el apoyo entusiasta del gobierno de
Bush para el dictador general
Prevez
Musharraf. Sin embargo, Washington insiste en que los
militares paquistaníes pongan las regiones fronterizas del
país bajo una ocupación militar cada vez más dura. Los métodos
brutales de pacificación al estilo colonial que los
militares paquistaníes han empleado en repetidas ofensivas
en las Áreas Tribales bajo Administración Federal (FATA,
por sus siglas en inglés) sólo han enardecido a la población
local, atizado el nacionalismo pastún, y causado serias
divisiones dentro de las filas del ejército, muchos de
cuyos soldados proceden del campesinado pastún.
Washington
también apoya plenamente las medidas dictadas por el FMI
para “estabilizar” la economía paquistaní, incluida la
eliminación de los subsidios a la energía, los recortes a
los gastos sociales, y la privatización, lo que sólo
aumentará los sufrimientos de los trabajadores del país.
Los
medios de EEUU se ven obligados a aceptar que Washington es
vituperado por el pueblo paquistaní, pero por cierto no
pueden y no quieren explicar el por qué: el patrocinio por
EEUU de una sucesión de dictaduras militares de derecha; su
uso de Pakistán como un peón en su estrategia geopolítica,
que proviene de los primeros días de la Guerra Fría; su
manipulación cínica de los dólares de ayuda, matonaje y
amenazas; y su implacable presión para una guerra
generalizada de contrainsurgencia en amplias áreas de
Pakistán.
Hillary
Clinton, en su testimonio en el Comité de Relaciones
Exteriores de la Cámara del miércoles pasado, hizo una
referencia indirecta al orden social brutalmente desigual
que EEUU ha ayudado a mantener en Pakistán y que ayuda a
alimentar la insurgencia anti–EEUU y contra el gobierno en
la región fronteriza empobrecida vecina a Afganistán.
“El gobierno de Pakistán,” dijo Clinton, “… debe
comenzar a cumplir con los servicios gubernamentales, de
otra manera van a perder ante los que se presentan y afirman
que pueden resolver los problemas de la gente…”
Las
autoridades paquistaníes minimizaron inicialmente la
“talibanización” de Buner. Recién la semana pasada, la
Asamblea Nacional de Pakistán votó unánimemente a favor
de un “acuerdo de paz” con la milicia islamista, que
durante dos años había luchado intermitentemente contra
las fuerzas de seguridad paquistaníes en el adyacente Valle
Swat. Según este acuerdo, en seis distritos de la División
Malkand de la Provincia de la Frontera Noroeste, incluido
Buner, regirá una forma islámica estricta de la ley sharia.
El acuerdo incluye que los milicianos islamistas en el Valle
Swat entreguen sus armas a las autoridades. En lugar de
hacerlo, muchos de ellos se fueron a Buner este miércoles,
obligaron a los policías locales a refugiarse en estaciones
de policía, y tomaron el control de un importante lugar
sagrado.
Como
reacción, el gobierno paquistaní envió a menos de 150
Policías Fronterizos. El primer contingente fue obligado a
retirarse después de ser atacado en una emboscada en la que
murieron dos policías.
Pero
el jueves, como reacción a la presión de EEUU, el gobierno
y los militares prometieron que no permitirían que se
cuestionara el orden jurídico del gobierno paquistaní. El
primer ministro Yousaf Raza Gilani dijo que se revisaría el
acuerdo del Valle Swat si continuaban los desafíos a la
autoridad gubernamental. “Nos reservamos el derecho de
decidirnos por otras opciones si la talibanización continúa,”
dijo Gilani.
El
jefe del ejército, general Ashfaq Kiyani prometió que los
militares “no permitirán que los militantes dicten
condiciones al gobierno o impongan su modo de vida a la
sociedad civil de Pakistán” y dijo que la pausa en las
operaciones del ejército contra la milicia islamista estaba
orientada a dar “a las fuerzas reconciliadoras una
oportunidad [y] no debe ser considerada como una concesión
a los milicianos.”
Al
mismo tiempo, Kiyani denunció los “pronunciamientos de
potencias extranjeras que expresan dudas sobre [el] futuro
de Pakistán.”
Los
talibanes paquistaníes dijeron el viernes que se retiraban
de Buner, y la televisión paquistaní transmitió un vídeo
sobre su retirada.
Hay
informes de que pronto se ordenará a los militares
paquistaníes, a pesar de ello, que desarmen a la milicia
pro–talibán o la expulsen del Valle Swat.
A
pesar de todo, las tensiones entre EEUU y la elite paquistaní
seguirán siendo muy elevadas. La ‘oleada afgana’ del
gobierno de Obama – la casi duplicación a 65.000 del
personal militar en Afganistán – resultará en una masiva
escalada del derramamiento de sangre en Afganistán que
inevitable se rebalsará hacia Pakistán e incitará a más
oposición por parte del pueblo paquistaní.
La
elite paquistaní, mientras tanto, está amargamente
resentida por la floreciente cooperación estratégica entre
EEUU e India. Esa cooperación ha significado un aumento de
las ventas de equipamiento militar avanzado a India y que
Washington haya levantado un embargo del comercio nuclear
civil internacional con India, lo que permitirá a India la
concentración de los recursos de su programa nuclear indígena
en el desarrollo de armas.
Funcionarios
del gobierno de Obama han exigido repetidamente que
Islamabad trasfiera tropas de su frontera oriental con India
a las regiones fronterizas con Afganistán, mientras
repudian públicamente sugerencias anteriores de que podrían
presionar a India para que haga concesiones a Pakistán
respecto a Cachemira.
Para
disgusto de Islamabad, India, con pleno apoyo de Washington,
ha emergido como un proveedor crucial de ayuda económica y
entrenamiento militar al gobierno afgano impuesto por EEUU.
En una declaración que sólo puede haber enfurecido a la
elite paquistaní, Clinton afirmó el miércoles que India
juega un papel esencial en la ayuda a EEUU en Afganistán y
Pakistán. “EEUU,” dijo al Comité de Relaciones
Exteriores de la Cámara, “progresa en su relación con
India como parte de una amplia agenda diplomática para
enfrentar los sobrecogedores desafíos coronados por la
situación en Pakistán y Afganistán.”
(*)
Keith Jones es un colaborador frecuente de Global Research.
|