El mito de Talibanistán
Por Pepe Escobar (*)
Asia
Times, 01/05/09
Rebelión,
02/05/09
Traducido por Germán Leyens
¡Apocalipsis
Ahora! Pónganse a cubierto. ¡Que vienen los turbantes! Es
el Estado de Pakistán actual, según la histeria en curso
diseminada por el gobierno de Barack Obama y los medios
corporativos de EE.UU. – desde la Secretaria de Estado
Hillary Clinton a The New York Times. Incluso el primer
ministro británico Gordon Brown ha dicho oficialmente que
el Talibanistán paquistaní es una amenaza para la
seguridad de Gran Bretaña. Pero, a diferencia de San
Petersburgo en 1917 o de Teherán a fines de 1978, Islamabad
no caerá mañana ante una revolución de turbantes.
Pakistán no es Somalia ingobernable. Las cifras lo dicen todo. Por lo menos
un 55% de los 170 millones de paquistaníes son panyabies.
No hay evidencia alguna de que vayan a recibir con los
brazos abiertos un Talibanistán; son esencialmente chiíes,
sufís o una mezcla de ambos. Unos 50 millones son sindhis
– fieles seguidores del centrista y abrumadoramente
secular Partido Popular de Pakistán de la difunta Benazir
Bhutto y de su esposo, el actual presidente Asif Ali Zardari.
Los fanáticos de Talibanistán en esas dos provincias –
que representan un 85% de la población de Pakistán, con
una fuerte concentración de la clase media urbana –
constituyen una minoría infinitesimal.
Los talibanes basados en Pakistán – subdivididos a grandes rasgos en tres
grupos principales, que cuentan con menos de 10.000
combatientes, sin fuerza aérea, sin drones Predator, sin
tanques, ni vehículos fuertemente armados – se concentran
en las áreas tribales pastunas, en algunos distritos de la
Provincia de la Frontera Noroeste (NWFP), y en algunas pequeñas
partes muy localizadas del Panyab.
Creer que esa banda variopinta pueda derrotar al bien equipado, muy
profesional ejército paquistaní de 550.000 miembros, las
sextas fuerzas armadas del mundo por su tamaño, que ya ha
enfrentado en el campo de batalla al coloso indio, es una
proposición ridícula.
Además, no hay evidencia de que los talibanes, en Afganistán o en Pakistán,
tengan alguna capacidad para alcanzar un objetivo fuera de
“Af–Pak” (Afganistán y Pakistán). Es un mítico
territorio privilegiado de al–Qaeda. En cuanto a la
histeria nuclear de que los talibanes logren descifrar los códigos
del ejército paquistaní para el arsenal nuclear del país
(la mayoría de los talibanes, a propósito, son semi–analfabetos),
hasta Obama, en su conferencia de prensa en los 100 días de
su gobierno, subrayó que el arsenal nuclear está seguro.
Evidentemente existen algunos jóvenes oficiales pastunes del ejército que
simpatizan con los talibanes – así como secciones
importantes de la poderosa agencia Inteligencia Inter–Servicios.
Pero la institución militar en sí está respaldada por
ningún otro que el ejército estadounidense – con el cual
ha estado estrechamente ligada desde los años setenta.
Zardari sería demente si desatara una matanza masiva de
pastunes paquistaníes; al contrario, los pastunes pueden
ser muy útiles para los propios planes de Islamabad.
El gobierno de Zardari tuvo que enviar esta semana a soldados y la fuerza aérea
para encarar el problema de Buner, en el distrito Malakand
de la NWFP, que comparte una frontera con la provincia Kunar
en Afganistán y por lo tanto está relativamente cerca de
las tropas de EE.UU. y de la OTAN. Combaten a menos de 500
miembros de Tehrik–e Taliban–e Pakistan (TTP). Pero para
el ejército paquistaní, la posibilidad de que el área se
sume a Talibanistán es un gran recurso, porque así se
eleva el control paquistaní del sur de Afganistán pastún,
incluso de acuerdo con la eterna doctrina de “profundidad
estratégica” que prevalece en Islamabad.
Tráiganme
la cabeza de Baitullah Mehsud
De modo que si Islamabad no se va a quemar mañana, ¿a qué la histeria?
Hay varios motivos. Para comenzar, lo que Washington
simplemente no puede tolerar – ahora bajo la estrategia
“Af–Pak” de Obama – es la democracia real y un
verdadero gobierno civil en Islamabad; constituirían una
amenaza mucho mayor para los “intereses de EE.UU.” que
los talibanes, a los que Clinton tuvo el placer de agasajar
a fines de los años noventa.
Lo que ciertamente podría encantar a Washington sería otro golpe militar
– y hay fuentes que informan a Asia Times Online que el ex
dictador, el general Pervez Musharraf (Busharraf como le
dicen burlonamente) está activo tras la escena de la
histeria.
Es crucial recordar que cada golpe militar en Pakistán ha sido realizado
por el jefe del estado mayor del ejército. De modo que el
hombre de la hora – y de las próximas horas, días y
meses – es el discreto general Ashfaq Kiani, el ex
secretario del ejército de Benazir. Se sentía muy cómodo
con el jefe militar de EE.UU., el almirante Mike Mullen, y
de ninguna manera es alguien que abrace a los talibanes.
Además, en la burocracia militar/de seguridad paquistaní hay quienes que
no quisieran nada mejor que extraer más dólares de
Washington para combatir a los pastunes neotalibanes que al
mismo tiempo arman para combatir a los estadounidenses y a
la OTAN. Funciona. Washington está actualmente en un frenesí
de contrainsurgencia, y el Pentágono está ansioso de enseñar
tácticas semejantes al primer oficial paquistaní que cruce
su camino.
Lo que nunca mencionan los medios corporativos de EE.UU. son los tremendos
problemas sociales que Pakistán tiene que encarar por el lío
en las áreas tribales. Islamabad cree que entre las Áreas
Tribales bajo Administración Federal (FATA) y la NWFP, hay
por lo menos 1 millón de personas desplazadas (para no
mencionar las que necesitan urgentemente ayuda alimentaria).
La población de las FATA es de cerca de 3,5 millones – en
su inmensa mayoría pobres campesinos pastunes. Y,
obviamente, la guerra en las FATA se traduce en inseguridad
y paranoia en la mítica capital de la NWFP, Peshawar.
En todo caso, el mito de Talibanistán es sólo una diversión, un diente en
la grande y parsimoniosa rueda regional – que forma en sí
parte del gran nuevo gran juego en Eurasia.
Durante una primera etapa – llamémosla la estigmatización del mal –
los think–tanks de Washington y los medios corporativos
martillaron ininterrumpidamente con la “amenaza de al–Qaeda”
para Pakistán y EE.UU. Las FATA fueron calificadas de
central terrorista – el sitio más peligroso del mundo
donde eran entrenados “los terroristas” y un ejército
de atacantes suicidas y eran desatados contra Afganistán
para matar a los “liberadores” de EE.UU. y de la OTAN.
En la segunda etapa, el nuevo gobierno de Obama aceleró la guerra del
“infierno desde lo alto” de los drones Predator contra
los campesinos pastunes. Ahora viene la etapa en la que
pronto se presentará a los 100.000 soldados de EE.UU. y la
OTAN como los verdaderos liberadores de los pobres en Af–Pak
(y no a los “malos” talibanes) – una trama esencial en
la nueva narrativa para legitimar la ‘oleada’ Af–Pak
de Obama.
Para que todo comience a ir bien, se necesitaba a un nuevo súper espíritu
diabólico. Y es el rol del líder de TTP, Baitullah Mehsud,
quien curiosamente nunca había sido alcanzado ni siquiera
por un falso drone de EE.UU. hasta que, a comienzos de
marzo, oficializó su lealtad al histórico líder talibán
Mullah Omar, “la sombra” en persona, de quien se dice
que vive sin ser molestado en algún sitio cerca de Quetta,
en el Baluchistán paquistaní.
Ahora ofrecen una recompensa de 5 millones de dólares por la cabeza de
Baitullah. Los Predator han alcanzado, como es su deber, las
bases de la familia Mehsud en Waziristán del Sur. Pero –
cada vez es más curioso – el ISI envió no una vez sino
dos, un expediente detallado sobre la ubicación de
Baitullah directamente a su prima, la Agencia Central de
Inteligencia. Pero no fue atacado por drones.
Y tal vez no lo hagan – especialmente cuando un confuso gobierno Zardari
comienza a considerar que el anterior súper diablo – un
cierto Osama bin Laden, no es más que un fantasma. Los
drones pueden incinerar cualquier fiesta matrimonial pastún
que tengan a su alcance. Pero los enigmáticos fantasmas
internacionales – Osama, Baitullah, Mullah Omar –
estrellas en las nuevas OCO (siglas en inglés de
operaciones de contingencia en ultramar), antes GWOT (siglas
en inglés para “guerra global contra el terror”),
ciertamente merecen ser tratados como estrellas.
(*)
Pepe Escobar, estadounidense y columnista del Asia Times de
Hong Kong, es autor de “Globalistan: How the Globalizad
World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007)
y “ Red Zone Blues: a shapshot of Baghdad during the
surge”. Acaba de
publicarse su nuevo libro “Obama does Globalistan” (Nimble
Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com.
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