Ahmadineyad gana en las urnas pero Musavi
denuncia un fraude
Por Kim Amor
Enviado especial a Irán
El Periódico, 13/06/09
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Teherán: Protestas de opositores al darse a
conocer los resultados.
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Teherán.–
Los iranís cumplieron ayer con la cita electoral y
acudieron en masa a las urnas para elegir al hombre que
ocupará el cargo de presidente del país durante los próximos
cuatro años. La buena noticia del alto índice de
participación, la más alta registrada en unas elecciones
presidenciales en los 30 años de república islámica, se
diluyó de golpe al cierre de las urnas al atribuirse la
victoria los dos candidatos principales, aunque luego, a
medida que salían los resultados, la victoria se decantaba
hacia el presidente.
El reformista Mirhusein Musavi se adelantó al proclamarse vencedor en una
rueda de prensa al cierre de los colegios. «Soy el seguro
ganador de estas elecciones presidenciales», afirmó. Según
sus cifras, logró el 64% de los votos. Tres cuartos de hora
después, la agencia oficial IRNA aseguró que el triunfador
era el actual presidente, el conservador Mahmud Ahmadineyad,
con el 69% de los sufragios.
El máximo responsable electoral de Irán refrendó las cuentas de IRNA al
revelar, en una comparecencia pública inesperada, que
Ahmadineyad contaba con una amplia ventaja tras un recuento
parcial. Con el 66% de los votos escrutados, Interior daba
esta madrugada un 63% al presidente y un 31% al reformista,
aunque este denunció un pucherazo. Para alzarse con la
victoria en la primera vuelta, uno de los cuatro candidatos
debe obtener al menos el 50%, más uno, de los votos.
Los reformistas mostraron ayer, antes ya del cierre de los centros
electorales, la preocupación de que se registrase un gran
fraude. De hecho, denunciaron irregularidades durante la
jornada. Las denuncias procedieron de un comité de
supervisión de los comicios que comparte Musavi con el otro
candidato reformista, el clérigo Mehdi Karrubi. Según señaló
el comité, se impidió la entrada en el 40% de los centros
de voto de Teherán a los interventores de sus respectivas
candidaturas. Además, se emitieron hasta 7 millones de
papeletas más de las necesarias solo en la capital, y un
tercio de las más de 45.000 urnas eran itinerantes
SEnDviajaron de un pueblo a otro en zonas rurales. El
jueves, el propio Musavi envió una carta al guía supremo,
el ayatolá Jamenei, el verdadero hombre fuerte del país,
pidiendo que no hubiera ningún fraude.
Largas
colas
Al margen de las denuncias, la jornada electoral transcurrió sin incidentes
destacables. En Teherán, las largas colas frente a los
centros de voto eran visibles desde primera hora de la mañana.
Como consecuencia, el cierre de las urnas se prorrogó
cuatro horas. Uno de los más concurridos fue el que estaba
junto a la casa del ya fallecido gran ayatolá Jomeini, el
padre de la República Islámica. Allí votó uno de sus
nietos, Hasan, y también el expresidente reformista,
Mohamed Jatami, quien a la pregunta de este diario de si creía
que las elecciones iban a ser limpias se limitó a
responder: «Espero que sí». Jatami, presidente de 1997 al
2005, ha apoyado a Musavi.
La casa de Jomeini, una vivienda modesta de dos plantas, está situada al
norte de la capital. Es la zona más rica y donde se
concentra la mayor parte de la población liberal de Teherán.
La gran mayoría de electores encuestados respondieron que
votarían a favor de Musavi. «No sé si le dejarán llevar
a cabo sus promesas de más libertad si sale elegido, pero
lo importante es que se vaya Ahmadineyad», dijo un joven
economista.
A pesar de que Musavi, como los otros tres candidatos, forma parte del
sistema político iraní, en cuyo vértice está Jamenei,
que no es elegido por sufragio universal directo, muchos
iranís expresaron su confianza en que el aspirante
reformista sería capaz de introducir ciertos cambios que
permitiesen vivir con un mayor margen de libertad. Jatami lo
intentó en su día pero fracasó.
Núcleo
conservador
«No todo es libertad», dijo un votante de Ahmadineyad en un colegio en el
sur de la capital, tradicional feudo de los conservadores.
El pueblo iraní cumplió con las urnas; solo falta esperar
limpieza en los resultados.
El complicado sistema político iraní combina elementos propios de un régimen
islámico con otros característicos de una democracia
parlamentaria
Una teocracia particular
Por Kim Amor
Enviado especial a Irán
El Periódico, 13/06/09
Desde el punto de vista político, Irán es un país repleto de
contradicciones: un Parlamento en el que están
representadas diferentes corrientes que compiten entre sí,
convive con la figura de un líder supremo nombrado por una
asamblea de clérigos, verdadero número uno del régimen
por encima del presidente. Ésta cuenta con la potestad de
nombrar a los miembros de las instituciones estatales más
influyentes y de fiscalizar la gestión de ministerios
clave.
En 1979, tras la Revolución Islámica del ayatolá Jomeini, Irán pasó de
ser una monarquía casi absoluta gobernada por una dinastía
(los Palevi) al frente de un régimen policial, un país
sometido por un todopoderoso y odiado servicio secreto (la
Savak), a un Estado de carácter teocrático, con
instituciones elegidas por sufragio universal, pero sujetas
a los dictados de las autoridades religiosas chiís.
El “guía espiritual” o “líder supremo” es el hombre sin duda más
poderoso de todo el régimen. Esta figura fue creada por el
ayatolá Jomeini, y fue colocada en la cúspide del poder
del régimen. El líder supremo, un cargo vitalicio, nombra
a la judicatura, el clero y a los miembros del poderoso
Consejo de Guardianes .
Mandatos
presidenciales
El presidente, cargo que ha ocupado en los últimos cuatro años Mahmud
Ahmadineyad, es elegido por sufragio universal y puede
asumir dos mandatos. A falta de un primer ministro, ejerce
de jefe del Gobierno, pero, a pesar de que formalmente
nombra a los titulares de Inteligencia y Defensa, es una
tradición que obtenga la aprobación explícita del líder
supremo en estas dos carteras antes de someter su
nombramiento al Parlamento para un voto de confianza.
Aunque el jefe del Estado preside el Consejo de Ministros, sus poderes están
limitados por los clérigos, y ni siquiera controla el Ejército,
institución que en realidad permanece en manos del líder
supremo.
El Parlamento es otra de las instituciones de carácter democrático y es
elegido por sufragio universal cada cuatro años. Las minorías
reconocidas constitucionalmente están representadas en ese
órgano legislativo. Las leyes aprobadas son sin embarago
sometidas al dictamen del Consejo de los Guardianes, que
puede rechazarlas si son incompatibles con los preceptos islámicos
del régimen.
El Consejo de los Guardianes es algo así como el guardián de las esencias
del régimen. Además de poder rechazar leyes aprobadas por
el Parlamento, puede vetar a candidatos si no cumplen
ciertos requisitos religiosos.
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