Economía neoliberal-islámica: Ahmadineyad privatizó el 80 por ciento de
las empresas estatalizadas
El hombre de Dios
Por Azadé Kayani (*)
www.nazaninamirian.es, 17/06/09 de junio
De aspecto frágil, este ex militar de fuertes convicciones religiosos, no
es la primera vez que se enfrenta a la acusación de un
fraude electoral. Ya en junio del 2005 y a pesar del boicot
de gran parte de los cuidadnos, Ahmadineyad se convertía en
el presidente de la que fue llamada “una farsa
electoral”. Así, a pesar de que las encuestas daban una
victoria a Hashemí Rafsenyani, clérigo corrupto y
aspirante al aperturismo, de las urnas salió Ahmadinezhad
el ultimo en cuanto posibilidades reales, apoyado por Alí
Jamenei, el líder de la teocracia, y el rival de Rafsenyani.
Los guardianes islámicos habían llegado incluso a detener
a los inspectores del ministerio de Interior en los colegios
electorales.
Ahamdineyad, que había sido jefe de los Guardianes islámicos en la región
de kurdistán y había aplicado una durísima represión
contra los kurdos –pueblo que al igual del resto de las
minorías étnicas del país (cerca del 60% de la población)
carecen del derecho de gestionar sus asuntos-, en 2003 se
convirtió en el alcalde de Teherán, donde el futuro jefe
del Ejecutivo puso a prueba su plan de “reislamización”
del país: paralizó la construcción de centros culturales
y deportivos para levantar más mezquitas; separó los
ascensores del Ayuntamiento para hombres y mujeres, y obligó
a ellos llevar la barba y a ellas enfundarse en el chador.
Una vez presidente, cumplió su promesa de enterrar en los
campus universitario el cuerpo de los caídos en la guerra
contra Irak, a pesar de las protestas de estudiantes y también
parte del clérigo, contrarios a confundir los centros académicos
con cementerios.
Fiel seguidor del grupo apocalíptico de Hoyatíe -ilegalizado por Ayatolá
Jomeini como secta peligrosa, que espera la aparición del
Mahdi (el duodécimo Imán chiita, oculto desde 872) en el
momento que el mundo se llene de caos-, Ahmadineyad llegó a
afirmar haberle avistado en la sala de la ONU cuando
pronunciaba su discurso.
Su forma de vida modesta y sus referencias a edalat “justicia”
confundieron, en un principio, a quienes no descifraban su
lenguaje. No tenía la intención de invertir los beneficios
del petróleo en puestos de trabajo, o dar la tierra a quien
la trabajan, su justicia pertenecía solo a los más
devotos. Hoy, quedando con los votos que no le pertenecen,
“hace justicia” porque afirma que se lo merece. A demás,
podrá recurrir a taghiyya (disimulo) que permite
ocultar la verdad a un chiita, para salir de una situación
difícil.
Economía
neoliberal islámica
Incapaz de paliar los problemas económicos, políticos y sociales,
Ahmadineyad propuso a los ciudadanos comer pan y queso para
no caer en una vida consumista, fuente de la corrupción y
el desvío, a la vez que concedía la licencia de las
grandes obras como la construcción del gaseoducto de Paz
(entre Irán-Pakistán-India) a sus allegados, asignándose
ingentes comisiones.
Luego y en el marco de la economía neoliberal-islámica lanzó un nuevo
ajuste estructural, privatizando cerca del 80 por ciento de
las empresas estatalizadas (como los bancos, los astilleros,
las líneas aéreas), generando una inflación de 34% y un
desempleo que afecta a unos 12 millones de jóvenes, sin que
reciban ninguna prestación. Según le ministro de
Bienestar, cerca del 25% de la población vive por debajo de
la línea de la pobreza, en uno de los países más ricos
del planeta.
Hoy, acusado por el candidato Musavi de corrupción y de la desaparición de
unos 160 mil millones de dólares, Ahmadineyad ha dejado de
ser lo que era en imagen, y para vengarse ha lanzado a las
calles a su principal base social, las milicias armadas
–gente desclasada, arrancada del campo que sin conseguir
trabajo en la industria, recibió armas, dinero y poder,
para defender con sus balas la oligarquía teocrática
islamista–.
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Azadé Kayani es autora del libro “La mujer en el país de
los ayatolás”, Flor del viento, Barcelona 1997
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