¿En qué piensa esta gente de Washington?
Los espejismos de Afganistán
Por Conn Hallinan (*)
Foreign
Policy in Focus–Znet, 13/09/09
Rebelión, 16/09/09
Traducido del inglés por Germán Leyens
Uno de los contactos más extraños – por cierto, surrealistas –
respecto a la guerra en Afganistán tiene que haber sido un
llamado telefónico del pasado 27 de julio. A un extremo de
la línea estaba el historiador Stanley Karnow, autor de
“Vietnam: A History”. Al otro el enviado especial del
Departamento de Estado Richard Holbrooke y el comandante
militar de EE.UU. en Afganistán, general Stanley McChrystal.
La pregunta era: ¿cómo puede evitar EE.UU. el tipo de
derrota que sufrió en el Sudeste Asiático hace 40 años?
Karnow no divulgó lo que dijo a los dos hombres, pero dijo a Associated
Press que la “lección” de Vietnam “fue que no debíamos
estar allí,” y que, mientras “Obama y todos los demás
parecen querer estar en Afganistán,” él, Karnow, se
opone a la guerra.
Apenas puede sorprender que Washington vea paralelos con la debacle en
Vietnam. El enemigo es un enemigo elusivo. La población
local es neutral, si no hostil. Y el régimen gobernante es
corrupto y virtualmente no cuenta con apoyo fuera de la
capital de la nación.
Pero de muchas maneras Afganistán es peor que Vietnam. De modo que es cada
vez más difícil imaginar por qué un gobierno
estadounidense aparentemente inteligente parece determinado
a aferrarse al desastre que se prepara. Es casi como si
hubiera algo en ese inclemente país centroasiático que
trastorna a sus ocupantes.
Espejismo
Nº 1
En su discurso ante los Veteranos de las Guerras en el Extranjero, Obama
caracterizó a Afganistán como una “guerra de
necesidad” contra el terrorismo internacional. Pero la
realidad es que los talibanes son una colección políglota
de corrientes políticas conflictivas que son locales, no un
yihad universal.
“La insurgencia está lejos de ser monolítica,” dice Anand Gopal,
periodista del Christian Science Monitor basado en Afganistán.
“Hay sombríos mullahs de ojos oscuros y estudiantes de
religión, claro está, pero también hay eruditos
estudiantes universitarios, pobres campesinos analfabetos, y
veteranos comandantes anti–soviéticos. El movimiento es
una mezcla de nacionalistas, islamistas y bandidos…
compuesto de comandantes en competencia y diferentes ideologías
y estrategias que sin embargo están de acuerdo en un
objetivo esencial: expulsar a los extranjeros.”
El portavoz de los talibanes Yousef Ahmadi dijo a Gopal: “Luchamos por
liberar nuestro país de la dominación extranjera, y agregó:
“Incluso los estadounidenses se levantaron una vez para
liberar a su país.”
Aparte de los talibanes, hay por lo menos otros dos grupos insurgentes: Hizb–I–Islam
es dirigido por el ex aliado de EE.UU. Gulbuddin Hekmatyer.
El grupo Haqqani, mientras tanto, tiene estrechos vínculos
con al–Qaeda.
La justificación del “terrorismo internacional” de la Casa Blanca es un
paralelo de la tragedia del Sudeste Asiático. EE.UU.
caracterizó Vietnam como parte de una conspiración
comunista internacional, aunque el conflicto era
esencialmente una guerra de liberación nacional generada en
el país.
Espejismo
Nº 2
Una víctima de Vietnam fue la doctrina de la contrainsurgencia, la teoría
de que una guerra asimétrica contra guerrillas pueda ser
ganada capturando los “corazones y las mentes” de la
gente. Por cierto “corazones y mentes” eran una quimera,
aniquilada por masivas víctimas civiles, el uso
generalizado de defoliantes, y la creación de “aldeas
estratégicas” que tenían más en común con campos de
concentración que con aldeas.
Después de Vietnam, la “contrainsurgencia” perdió popularidad, y fue
reemplazada por la “Doctrina Powell” basada en un poder
de fuego masivo para ganar guerras. Con esa estrategia
EE.UU. aplastó al ejército iraquí en la primera Guerra
del Golfo. A pesar de que se redujo el tamaño de esa
doctrina para la invasión de Iraq una década después, ésta
siguió siendo el alma del ataque.
Sin embargo, dentro de semanas después de capturar Bagdad, los soldados de
EE.UU. fueron acorralados por una insurgencia que no formaba
parte de la lección. Emboscadas y bombas al borde de la
ruta causaron continuas bajas a las tropas de EE.UU. y Gran
Bretaña y, previsiblemente, las agresivas contramedidas
volcaron a la población contra la ocupación.
Después de cuatro años de martilleo por los insurgentes, el Pentágono
redescubrió la contrainsurgencia, y su profeta fue el
general David Petraeus, ahora comandante de todas las
fuerzas de EE.UU. en Oriente Próximo y Asia Central. Le
sacaron el polvo a “corazones y mentes”, y las contraseñas
fueron “despejar, retener y construir.” Los soldados debían
permanecer con la gente del lugar, cavar pozos, construir
escuelas, y medir el éxito no por los recuentos de cuerpos
del enemigo, sino por la “seguridad” de la población
civil.
La teoría llevó al gobierno de Obama a enviar una “oleada” de 21.000
soldados a Afganistán, y a considerar el envío de otros
20.000 en el futuro cercano. La idea es que una oleada
reducirá la violencia, como una oleada semejante de 30.000
tropas lo hizo en Iraq.
Espejismo
Nº 3
Pero como descubrió Patrick Cockburn de The Independent, la oleada no
funcionó en Iraq.
Con la posible excepción de Bagdad, no fueron los soldados de EE.UU. los
que redujeron la violencia en Iraq, sino la decisión de
insurgentes suníes de que no podían seguir librando una
guerra en dos frentes: contra el gobierno iraquí y EE.UU.
El cese al fuego del clérigo chií y líder del Ejército
Mahdi Muqtada al–Sadr también ayudó a calmar las cosas.
En todo caso, como han demostrado los recientes eventos, la
“paz” fue en gran parte ilusoria.
No sólo es poco probable que una “oleada” similar en Afganistán tenga
éxito; la fórmula detrás de la doctrina de la
contrainsurgencia predice que el gobierno de Obama va camino
a una catástrofe.
Según el periodista investigativo Jordan Michael Smith, el “Manual de
campo de contrainsurgencia del Ejército y el Cuerpo de
Marines de EE.UU.” – co–escrito por Petraeus –
recomienda un mínimo de 20 contrainsurgentes por cada 1.000
residentes. En Afganistán, con su población estimada en 33
millones, eso significaría por lo menos 660.000
soldados.” Y eso requiere no sólo cualesquiera soldados,
sino soldados entrenados en la doctrina de la
contrainsurgencia.
Las cifras no cuadran
EE.UU. y sus aliados de la OTAN tienen actualmente unos 64.000 soldados en
Afganistán, y esa cifra aumentará a casi 100.000 cuando se
complete la presente oleada. Unos 68.000 de ellos serán
estadounidenses. También existe la posibilidad de que Obama
agregue otros 20.000, llevando el total a 120.000, más que
el ejército soviético que ocupó Afganistán. Pero todavía
es sólo un quinto de lo que recomienda el manual de
contrainsurgencia.
Mientras tanto, el público estadounidense se desilusiona cada vez más con
la guerra. Según un reciente sondeo de CNN, un 57% de los
estadounidenses se opone a la guerra, un aumento de un 9%
desde mayo. Entre los partidarios de Obama la oposición es
abrumadora: Casi dos tercios de los demócratas
“comprometidos” sienten “fuertemente” que no vale la
pena librar la guerra.
Espejismo
Nº 4
Afganistán no es como Iraq, porque la OTAN está detrás de nosotros. Muy
por detrás.
Los británicos – cuyos soldados realmente combaten, a diferencia de hacer
“reconstrucción” como la mayoría de los de las demás
naciones de la OTAN – han perdido el apoyo de la gente en
su país. Los sondeos muestran una profunda oposición a la
guerra, un sentimiento que se repite en toda Europa. Por
cierto, el ministro de defensa alemán Franz–Joseph Jung
todavía no ha utilizado la palabra “guerra” al
referirse a Afganistán.
Esa pequeña obra de ficción se puso a centellear en junio, cuando tres
soldados de la Bundeswehr [ejército alemán] fueron muertos
cerca de Kunduz en el norte de Afganistán. Por cierto,
mientras los marines de EE.UU. pasan a la ofensiva en el sur
del país, los talibanes levantan campamento y se van al
este y al norte a atacar a los alemanes. La táctica es tan
vieja como la guerra de guerrilla: “Donde el enemigo es
fuerte, hay que dispersarse. Donde el enemigo es débil, hay
que concentrarse.”
Mientras la actual coalición gobernante de socialdemócratas y
conservadores respalda silenciosamente la guerra, los demócratas
libres – que probablemente se unirán al gobierno de la
canciller Angela Merkel después de la próxima elección
– llaman a hacer volver a casa a los 4.500 soldados
alemanes.
El partido de oposición La Izquierda se ha opuesto desde hace tiempo a la
guerra, y esa oposición le ha dado un impulso en las
recientes elecciones estatales.
EE.UU. y la OTAN no pueden – o no quieren – suministrar las tropas
necesarias, y el ejército afgano es pequeño, corrupto e
incompetente. No importa cómo se sumen las cantidades, la
tarea es imposible. ¿Por qué entonces sigue el gobierno un
curso de acción insoportable?
Por qué
combatimos
Existe el oleoducto del Caspio del que nadie quiere hablar. El control
estratégico de la energía es ciertamente un factor
importante en Asia Central. Luego, también existe el temor
de que una derrota de la OTAN en su primera guerra “fuera
del área” podría dañar fatalmente la alianza.
Pero cuando todo ha sido dicho y hecho, también parece haber una cierta
confusión estudiada sobre todo el asunto, una confusión
que quedó en evidencia el 12 de julio cuando el primer
ministro británico Gordon Brown dijo al parlamento que la
guerra muestra “signos de éxito.”
Las fuerzas británicas acababan de sufrir 15 muertes en poco más de una
semana, ocho de ellas en un período de 24 horas. Ahora ha
perdido más soldados de los que perdió en Iraq. Es la
cuarta guerra de Gran Bretaña en Afganistán.
El gobierno de Karzai ha robado la elección. La elección se ha ampliado y
contribuye a desestabilizar y empobrecer a Pakistán con sus
armas nucleares. El público estadounidense y europeo se
opone cada vez más a la guerra. Julio fue el mes más mortífero
para EE.UU., y el gobierno de Obama enfrenta un déficit de
9 billones de dólares.
¿En qué piensa esa gente?
(*) Conn Hallinan es
columnista de Foreign Policy In Focus.
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