Estados
Unidos en Afganistán
Ocho
años más tarde
Por
Gabriel Kolko (*)
CounterPunch,
23/09/09
Rebelión,
27/09/09
Traducido
por S. Seguí
Estados
Unidos nunca llegó a prever en qué complejo desastre se
estaba metiendo cuando llevó la guerra a Afganistán, el 7
de octubre de 2001. Pero llegará un momento –quizás
dentro de años– en que sufra la misma suerte que
Alejandro Magno, Gran Bretaña y la ahora extinta Unión
Soviética: la derrota.
Lo
que se llama Afganistán es en realidad una colección de
tribus y grupos étnicos –pastunes, tayikos, uzbekos,
etc.–, en total siete grandes grupos étnicos, cada uno
con su propia lengua. Además hay 30 lenguas de menor
importancia. Los pastunes son el 42 por ciento de la población
y los talibanes forman parte de esta etnia. Las fronteras
del país son discutidas y altamente permeables, y Al Qaeda
es más potente en las regiones pastunes del norte de Pakistán
y Afganistán. "El destino de Afganistán y Pakistán
están inextricablemente vinculados", declaró George
Bush en diciembre de 2007. Este hecho complica mucho más la
guerra, sobre todo porque las enormes cantidades de ayuda
militar enviadas a Pakistán son en su mayor parte inútiles.
Peor
aún, Pakistán posee entre 70 y 90 armas nucleares y
Estados Unidos teme que alguna pueda caer en manos de los
extremistas islámicos. Al menos tres cuartas partes de los
suministros esenciales para el esfuerzo bélico de Estados
Unidos y sus aliados pasan por Pakistán, y a menudo sufren
ataques. Por otra parte, una gran y creciente mayoría de
los paquistaníes desconfía de los motivos de EEUU La
preferencia de EEUU por Nueva Delhi a partir de 2007, que
potenció en gran medida la capacidad nuclear de la India,
ha hecho a Pakistán mucho más reacio a cumplir las órdenes
de Washington.
Afganistán
es un desastre, complejo más allá de cualquier descripción,
y con un terreno montañoso a su altura. Sus principales
problemas son de carácter político, social y cultural, y
son debidos en gran parte a que Gran Bretaña se inventó
arbitrariamente el país. No hay una solución militar que
pueda ser duradera para muchos de sus problemas. Como en
Vietnam, EEUU va a ganar batallas, pero no tiene ninguna
estrategia para ganar esta guerra.
Por
encima de todo, el contexto geopolítico regional es
decisivo, e incluye las relaciones India–Pakistán, un
factor que prevalecerá hagan lo que hagan Estados Unidos y
sus aliados. El interés más vital de Pakistán es tener un
gobierno amigo en Afganistán, no importa quién sea. Este
principio es irrenunciable. El ejército paquistaní
mantiene sin lugar a dudas que la India es su objetivo
fundamental, y si bien se opone a Al Qaeda y sus miembros árabes,
mantiene buenas relaciones con los talibanes anti Karzai,
con los que colaboró en la lucha contra los soviéticos.
La
autoridad del presidente nominal de Afganistán, Hamid
Karzai, apenas se extiende más allá de Kabul, y su
ineficiencia y corrupción sorprende a muchos líderes
estadounidenses, si bien la mayoría de ellos, como en
Vietnam del Sur, están dispuestos a tolerar en última
instancia estas deficiencias. Los paquistaníes ven a Karzai
como un títere de la India, y aunque muchos de sus
dirigentes se oponen al separatismo pastún o a los
talibanes, temen mucho más a la India. Su ejército está
estructurado para luchar contra la India, no para
operaciones de contrainsurgencia contra los talibanes y sus
aliados que operan dentro de sus fronteras.
Karzai,
un pastún que está sin embargo mucho más cerca de los
tayikos y uzbekos, mantiene una actitud muy amistosa con la
India. La ayuda externa india a su gobierno ha ascendido a más
de mil millones de dólares. Su "reelección" a
principios de este mes –en un momento en que es cada vez más
impopular– es cuestionada por haber sido obtenida mediante
fraude. El ex presidente Jimmy Carter declaró: “Hamid
Karzai ha robado la elección".
Esta
es sólo una parte del contexto en el que EEUU ha estado
sumido durante ocho años, y la estrategia de Obama de una
escalada se encontrará con una resistencia creciente tanto
en Afganistán y como en el Congreso de EEUU y la opinión pública
de este país. En la actualidad hay más de 100.000
militares extranjeros en Afganistán, principalmente
estadounidenses, y el aumento de esta cifra no va a cambiar
la situación. El 58 por ciento de la población
estadounidense estaba en contra de la guerra de Afganistán
en septiembre de este año, y en algunos países de la OTAN
–en particular, Alemania, Gran Bretaña e Italia– la
oposición a la guerra es cada vez mayor. Estos países no
enviarán muchas más tropas para combatir allí. Algunos
influyentes senadores de EEUU –todavía una pequeña minoría,
pero indicativa de que la guerra se está haciendo allí
cada vez más impopular– cuestionan ya la estrategia de
Obama.
La
propuesta de Obama para ganar la guerra es demasiado
complicada para triunfar, y depende de factores sobre los
cuales tiene escaso control, entre otros y no de poca
importancia, la opinión de uno de sus principales asesores,
Bruce Riedel, que señala: "El conflicto israelo–palestino
es la tema central para todo uso de Al Qaeda." Esta
cuestión debe ser resuelta de una vez, pero las
posibilidades de que esto ocurra son casi inexistentes.
Zbigniew Brzezinski, quien fuera asesor de seguridad
nacional del presidente Jimmy Carter, ha advertido a Obama
en varias ocasiones de que "estamos corriendo el riesgo
de repetir (...) la suerte de los soviéticos." Como
autor de la trampa afgana tendida a Moscú, debe saber de qué
habla.
Sin
embargo, Obama es probable que opte por la escalada. Aparte
de estar en juego la credibilidad del poderío
estadounidense, los principales cargos estadounidenses
estiman, en palabras de presidente del Estado Mayor Conjunto
almirante Mike Mullen, que "el esfuerzo principal de
nuestro enfoque estratégico desde una perspectiva militar
debe recaer ahora en Afganistán." Algunos cargos, en
su mayoría de escasa influencia, creen que llevará al
desastre, y el comandante militar estadounidense en Afganistán
ha advertido de que a menos que haya una rápida escalada de
tropas en el plazo de un año la guerra probablemente acabe
en un fracaso.
Mientras
tanto, Obama cree que ganará la guerra por la escalada, una
ilusión de que también marcó la inútil guerra de
Vietnam. También cree que es posible la afganización de la
guerra –como Nixon creyó poder vietnamizar aquel
conflicto– aunque los reclutas del ejército de Karzai
tienen poca motivación aparte de cobrar sus salarios, y
apenas son adversarios serios para los talibanes, una
organización dividida y compleja que hoy domina gran parte
del país.
Una
creciente mayoría de la población afgana se opone ya al
esfuerzo de EEUU porque ha conducido a espantosas matanzas
de civiles, sin alcanzar éxitos militares decisivos.
"La misión está al borde del fracaso” escribía la
primavera pasada un redactor de la publicación trimestral
del US Army Parameters.
Lo
que, de hecho, puede ser un eufemismo.
(*)
Gabriel Kolko es un destacado historiador de la guerra
moderna. Es
autor del clásico “Century of War: Politics, Conflicts
and Society Since 1914” y de “Another Century of War?”
También es autor
de la más destacada historia de la Guerra de Vietnam:
“Anatomy of a War: Vietnam, the US and the Modern
Historical Experience”. Su última obra es “World in
Crisis”.
|