Afganistán

Países europeos en Afganistán

¿Están o no están?

Por Leyla Carrillo Ramírez (*)
Boletin Entorno, Año 7 Nº 73, 14/09/09/

Cuando el gobierno de George W. Bush arguyó el atentado perpetrado contra las torres gemelas de Nueva York para desatar su cruzada antiterrorista, sus aliados del viejo continente en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la Unión Europea (UE) desdeñaron las consecuencias de su participación en un nuevo conflicto internacional. Los gobiernos británico y español se incorporaron con entusiasmo al convoy bélico. Los restantes europeos han metamorfoseado su apoyo, según las circunstancias.

Desde el año 2002 el terrorismo mediático ha sido uno de los instrumentos favoritos de los Estados ocupantes de Afganistán para manipular a la opinión pública sobre la campaña antiterrorista. Los videos “casuales” o “premeditados” que mostraban amenazantes comparecencias de Osama bin Laden llegaron a ser cuestionados con humor negro: “Afganistán, aquí están, allá no están, Tayikistán, Pakistán”…

Hoy la ocupación no ofrece margen para burlas ni mucho menos para acallar la realidad: los ataques contra civiles, el desplazamiento de seres humanos, la inocultable debacle táctica y estratégica de las tropas agresoras, la proliferación del tráfico de opio, la indefendible cruzada antiterrorista, la exacerbación del odio antislámico, ni las torturas con modernísima tecnología.

La tecnopolítica se ha perfeccionado tanto en el siglo XXI, que el gobierno de Barack Obama “descubrió” que no bastaban las operaciones militares “Libertad Duradera” ni la implementada por la Fuerza Internacional de Ayuda a la Seguridad (ISAF) y ha incorporado un proyecto denominado AFPAK. El novedoso plan atribuye el incremento de la resistencia talibán al apoyo proveniente de Pakistán y fue esbozado durante la campaña electoral demócrata. Por tal motivo, Estados Unidos, los países miembros, socios o aspirantes de la OTAN y los de la UE recién incorporan a su agenda político–militar castigar, tanto a Afganistán, como a la frontera paquistaní.

Si alguien dudó sobre la posible instrumentación de la estrategia concertada durante las Cumbres de la OTAN y de Estados Unidos con la Unión Europea, celebradas en mayo, ahora puede precisarlo con los recientes acontecimientos. Simplemente trasmutaron el repliegue de Irak por un acelerado despliegue de fuerzas hacia Afganistán. Cada vez con mayor frecuencia mueren más soldados europeos, que sus respectivos gobiernos ocultan. Ni qué decir de las víctimas civiles de los ataques.

El secreto militar dificulta inventariar con exactitud las bases y enclaves de la OTAN en el continente europeo, donde se aprovisionan las tropas, trasladan a los prisioneros y – alguna que otra vez – los “presionan” mediante sofisticadas torturas. Algunas fuentes sitúan 20 bases provistas con misiles de mediano alcance, otras reconocen la existencia de 30 con nomenclatura diferente. La USAFE solo declara la existencia de bases ubicadas en Alemania, España, Turquía, Italia, Reino Unido, Bélgica, Países Bajos y Grecia. Sería iluso creerlo.

Semejante discreción impide precisar los efectivos que aporta cada Estado europeo a la guerra en Afganistán y más aun respecto a las bajas y consecuencias traumáticas para sus soldados. De los 42 países integrantes de ISAF, el Reino Unido ocupa el segundo lugar (8 300 hombres), Alemania entre 3 600 y 3 800; Francia 3 300; España aportó 1 040 en el año 2003 hasta un promedio actual de 2 400; Italia aumentará a 2 800; Chequia 855; Dinamarca 700; Países Bajos ampliará su contingente ubicado en Kandahar; Suecia (en ejercicio de la presidencia de la UE) se ha comprometido a una mayor presencia; Polonia aumentará sus fuerzas de 400 a 2 000. El Consejo de Ministros portugués aprobó en julio enviar un nuevo contingente de 170 hombres desde el año 2010, añadidos a los 40 actuales y el parlamento búlgaro aprobó 215 efectivos. Los no integrados aún a la OTAN ni a la UE, como Macedonia, también se han sumado a la agresión.

Releer la Resolución A/62/722 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de 2008 para la transición en Afganistán confirma la insalvable distancia entre los propósitos del documento y la unilateral guerra relámpago–punitiva de Washington con una responsabilidad compartida por los aliados de la OTAN, de la UE y otros. Se ha perpetuado la ocupación foránea, destrozado el principio de solución pacífica de los conflictos, irrespetado la soberanía, duplicado el tráfico ilícito de estupefacientes, enriquecido los bolsillos de las compañías “privadas” de seguridad  y prolifera la vulnerabilidad ante los ataques terroristas.

Ha sido desenmascarada la actitud de Washington y el apoyo europeo respecto a los campos y vuelos secretos hacia Guantánamo y de las torturas allí infligidas. El marasmo moral que han significado para el ciudadano común europeo las torturas, el consentimiento, el secreto y la impunidad de sus respectivos gobiernos no cesarán. Mucho peor es la existencia del campo de “detención” de Bagram, inaccesible por su ubicación geográfica. Esta lamentable experiencia podría exacerbarse con la escalada conjunta en Afganistán.

Hace un trienio los españoles y franceses se “especializaron” en la formación de militares afganos, según el modelo de su Guardia Civil y la Gendarmería, respectivamente. Entonces los alemanes prefirieron acantonarse al norte –lejos de la primera línea de fuego– para “reconstruir” el país. Hoy la participación europea en la operación AFPAK se revitaliza con un protagonismo alemán, el ímpetu francés y la suma de muchos europeos que habían mostrado algún recato en el escenario bélico.

Cuando el presidente Obama comprometió a sus aliados para multiplicar su presencia en Afganistán, el gobierno español consideró que “enviar más tropas no era la solución”; el italiano habló de una estrategia para la retirada; el Primer Ministro británico viajó a Kabul para arengar a sus tropas, calificando a Afganistán de “incubadora del terrorismo”.

En cambio, el replanteo de Alemania representa: reducir la “ayuda humanitaria y reconstructiva” y multiplicar la logística: tanques tipo “Marder”, aviones AWACS –aprobados por el Parlamento Federal– visitas sorpresivas de la Canciller Federal Angela Merkel y del ministro de defensa, Franz Joseph Jung al campo de batalla. La “nueva estrategia” germana proviene de una filosofía peligrosa: “hay que lograr que la policía afgana consiga mejorar en menos tiempo”, “Afganistán no puede volver a ser un campamento de formación de terroristas”; proliferan las condecoraciones por “bravura militar”, evitando pronunciar la palabra guerra. Pero lo más decisivo es; “Afganistán es hoy la prueba más importante que afronta la OTAN y no debemos permitir que represente una amenaza terrorista para la seguridad de sus miembros”.

La ofensiva de los gobiernos europeos en AFPAK es rechazada por diversos sectores populares. Aunque las encuestas no sean siempre fiables, la revista germana “Stern” arrojó que un 61% de la población alemana promueve la retirada de las tropas; más de la mitad de los votantes del Reino Unido; un 53% de los italianos y franceses sugieren la retirada; la Liga Francesa pro Derechos del Hombre reclama el regreso. Como se trata de decisiones gubernamentales, comunitarias y otanistas, la opinión popular no cuenta mucho.

Algunos funcionarios de la UE tuvieron que retractarse, como el alto representante de Política Exterior y Defensa, Javier Solana, quien en febrero desestimaba el envío de más tropas. Otros, como el presidente de la Comisión, Joao Barroso reconocen el otorgamiento de 1 600 millones de euros y la actual presidencia sueca anuncia inversiones multimillonarias para el desarrollo agrícola, educativo, policial y la reconstrucción de Afganistán. Claro está, una vez que la dignidad y el honor de ese país, la autodeterminación, el respeto a la religión, a la mujer y la infancia, el patrimonio cultural y medioambiental han sido pisoteados.

El entusiasmo de la Unión Europea por las escasas e intangibles elecciones del fin de semana excede los límites de su pseudodemocracia y la gobernabilidad porque resulta impensable para cualquiera hablar de libertad ni de elecciones en un país ocupado, asediado, martirizado, bombardeado y donde la paz no se vislumbra por parte alguna. Allí un centenar de observadores europeos verificaron cuán democráticas y pluralistas fueron las elecciones afganas. Por cierto, que en vísperas de éstas varios gobiernos europeos enviaron refuerzos militares que “garantizasen” la virginidad de los comicios, tales como franceses (unos 200), españoles (450), fineses (100); italianos (200 a 250); más los enviados por los checos, entre otros.

Algunos comandos en Afganistán (estadounidenses o europeos) se trazan metas ficticias para perseguir “a todos los traficantes de droga y sus instalaciones”. En tanto el reciente bombardeo en Kunduz por aviones alemanes, perseguían camiones cisternas “talibanes” y aniquilaron entre 90 y 135 civiles, bajo la moderna nomenclatura de “bajas y daños colaterales”. ¿Primeras reacciones?: negativa inicial de que hubiese sucedido; ¿necesidad del ataque?; la compasión “si hubo civiles muertos o heridos” expresados por la Canciller Federal y la petición de aclaraciones por algunos aliados como Francia. Después de todo no es posible diferenciar a los insurgentes de los civiles. El Ministro de Defensa, Jung lo justifica; tal como lo justificó el mando italiano cuyos soldados asesinaron a una niña de 13 años en mayo pasado. Lo más aleccionador del episodio de Kunduz es que la base limita con Tayikistán, que podría ser arrastrada impunemente a la operación AFPAK.

En septiembre se conmemora la agresión a Polonia de 1939, inicio de la Segunda Guerra Mundial. En 2009 los bombardeos indiscriminados sobre el norte afgano ejemplifican la vulnerabilidad de las normas internacionales de convivencia. Resultaría inimaginable para los europeos, que presenciaron y sufrieron la persecución y el holocausto, o para sus nietos, volver a las andadas: practicar el genocidio, la guerra bochornosa sin un final honorable.

Lamentablemente falta mucho por presenciar. Europa está en una nueva guerra, fuera de sus fronteras. Alcanzó la paz en su continente, desde 1945, claro está, con excepción de Yugoslavia. La OTAN y la UE sí están en Afganistán, en Pakistán y en las cercanías de Tayikistán. La historia dirá hasta dónde y hasta cuándo.


(*) Investigadora del Centro de Estudios Europeos, La Habana.