Las noticias sobre la
existencia de una planta nuclear "secreta" en Irán se ha convertido
estos días en todo un bombazo informativo para algunos medios occidentales.
Sin embargo, la realidad vuelve a situar a cada uno en su sitio, y una
sosegada mirada a los acontecimientos en torno a ese tema nos muestra una cara
muy distinta de lo que está aconteciendo en torno a Irán y a su programa
nuclear.
Cuando se anunció a bombo y
platillo el "descubrimiento" de esa planta nuclear se puso en marcha
todo una maquinaria destinada a "reforzar las tesis que apuntaban a la
decisión iraní de fabricar armas nucleares". Los datos posteriores, que
no han recibido el mismo tratamiento informativo, no dejan en buen lugar a los
defensores de esas teorías.
Así, las supuestas fuentes
(documentos de determinadas agencias de seguridad) no han podido concretarse
ni mostrarse, y un repaso detallado a los documentos citados tan sólo nos
muestran "sospechas, pero en ningún caso evidencias reales" sobre
las acusaciones vertidas. Además, si tenemos en cuenta que ya en el pasado
documentos similares han sido alterados y manipulados fraudulentamente, el
primer pilar de las teorías señaladas cae por su propio peso.
Pero además, fue el propio
gobierno iraní el que anunció a la Agencia Internacional de Energía Atómica
(IAEA) por medio de una carta la existencia de la misma, cumpliendo los
requisitos que internacionalmente se demandan para poner en marcha dichas
infraestructuras. Teherán también ha abierto las puertas para que los
inspectores de la citada agencia comprueben in situ que Irán no está
desarrollando un programa de construcción de armamento nuclear.
La realidad, por tanto, es
bien distinta. Existe un importante número de informes de las 16 agencias de
seguridad estadounidenses en los que se reconoce, tras un exhaustivo
espionaje, que Irán no está construyendo esas armas y que no ha reanudado su
programa de desarrollo de las mismas.
Además, Irán "respeta
el Tratado de No Proliferación, ha aceptado públicamente no producir armas
nucleares, está sometido a un severo control por parte de la IAEA y de todos
los servicios de inteligencia de Estados Unidos", ante ello, es imposible
mantener un programa de armamento nuclear sin ser descubierto.
Los dirigentes iraníes han
manifestado públicamente que están dispuestos a buscar soluciones a través
de "un diálogo comprensivo y constructivo", pero dejando claro que
no renuncian a defender "los derechos de su país en materia
nuclear".
En este contexto resulta muy
interesante al término acuñado por el prestigioso profesor y analista Juan
Cole, nuclear latency, conocido también como "la opción japonesa",
porque el país nipón, con su importante desarrollo científico y su poder
económico, podría producir un arma nuclear en un breve espacio de tiempo si
su gobierno así lo decidiera. Según esa teoría, Irán trataría de lograr
un estado latente en torno a la energía nuclear para conseguir una
dependencia energética, consciente de que las reservas petrolíferas se
acabarán algún día, y por otro lado esa situación le ayudaría a frenar
los intentos de un ataque exterior.
Como bien señala el profesor
Cole, esa situación "tiene todas las ventajas de poseer una bomba pero
sin las desagradables consecuencias que acarrea su posesión real". Y
tampoco conviene olvidar que esa situación tampoco contraviene las
directrices del Acuerdo de No Proliferación Nuclear, dificultando los deseos
de EEUU y sus aliados de acometer una campaña de castigo contra el régimen
iraní.
Los intereses geopolíticos
de Estados Unidos son otro de los componentes de la ecuación actual. A nadie
se le escapan los deseos norteamericanos para hacerse con el control de las
ricas reservas energéticas de la región. La invasión y ocupación de Iraq o
la búsqueda de un cambio de régimen en Irán marcan en buena medida la
agenda de Washington en la zona.
Desde hace algún tiempo, los
asesores de la Casa Blanca y el poderoso lobby sionista estarían presionando
para que Obama adopte medidas más duras contra Irán. Tras el fracaso
movimiento generado en torno a las recientes elecciones presidenciales, esos
actores buscan otras fórmulas para lograr sus propósitos.
La opción de un ataque
militar contra Irán no es tan sencilla, ya que tras un análisis de las
consecuencias, el panorama que se presenta empeoraría aún más la situación.
La apuesta militarista conllevaría una decidida reacción por parte iraní, y
sus consecuencias se manifestarían en toda la región (estrecho de Hormuz,
Iraq, Afganistán e incluso península arábiga, donde las minorías chiítas
son importantes en algunos estados, sin olvidar Líbano o la calle del mundo
árabe).
Por su parte, la puesta en
marcha de un estrategia de embargo y sanciones, destinada a crear problemas
económicos y tensiones sociales a Teherán, no debería obviar las
consecuencias directas que debería sufrir la población civil, y el caso del
vecino Iraq, sometido a esas medidas entre 1991 y 2003, es un buen ejemplo. En
este país, más de un millón de personas, muchos de ellos niños y niñas,
murieron en ese período a consecuencia de la falta de alimentos, enfermedades
o ausencia de agua potable.
El doble rasero también hace
su aparición en este complejo escenario. Todas las acusaciones y mentiras
sobre Irán y su supuesto armamento nuclear contrastan con el silencio de esas
mismas fuentes ante la actitud de Israel, o de otros aliados de EEUU como
India o Pakistán.
A día de hoy, Israel tiene
un arsenal de más de 200 armas nucleares, no permite ningún control
internacional de la IAEA ni ha firmado el Tratado de No Proliferación (lo
mismo que India y Pakistán); además, el gobierno de Tel Aviv ha agredido,
invadido y ocupado países vecinos (algo que no ha hecho Irán en la era
moderna), y mantiene una política genocida contra la población palestina.
Ante todo ello EEUU y sus aliados occidentales optan por el silencio y por
seguir apoyando a esos estados, lo que finalmente les confiere a éstos una
sensación de impunidad internacional que les facilita su postura
intransigente y militarista.
La campaña mediática contra
Irán busca, en definitiva, presionar a la actual administración de Obama
para que adopte una postura más acorde con los deseos de los halcones
estadounidenses y sus aliados sionistas. Y en ese contexto también es
interesante repasar lo acontecido hace unos días en Ginebra en las
conversaciones entre Irán y el grupo de los seis (EEUU, Rusia, China,
Francia, Gran Bretaña y Alemania). En la ciudad suiza, además de producirse
un encuentro bilateral entre Irán y EEUU, se ha logrado un principio de
acuerdo basado en dos puntos. En primer lugar, Teherán facilitará las
inspecciones de la IAEA en la planta cercana a Qom, y en segundo lugar,
Francia y Rusia serán los encargados de enriquecer la producción de uranio
iraní para fines médicos.
Como señalan los
representantes iraníes, el logro de este tipo de acuerdos debe sustentarse en
el "respeto mutuo" y no en la imposición unilateral de algunos
actores. Abrir un nuevo frente de guerra no producirá más que sufrimiento
para la población iraní y tendrá sus consecuencias directas para el resto
del mundo. De ahí que la búsqueda de soluciones dialogadas y negociadas sea
la fórmula ideal para éste y para otros casos similares en el mundo.
(*)
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).