Hay dos taxis y dos furgonetas aparcadas en el centro de Lashkargah, capital
de la provincia meridional de Helmand, delante del palacio
del gobernador, Gulab Mangal. Tienen las puertas traseras
abiertas para que todo el mundo pueda ver lo que hay dentro:
nueve cadáveres ensangrentados y envueltos en mantas de
colores.
Son los cuerpos de nueve campesinos: tres son niños. Murieron el miércoles
por la noche en un bombardeo aéreo aliado en su pueblo,
Korjashien, mientras trabajaban en el campo. Las autoridades
locales han confirmado que hubo una incursión aérea, pero
dicen que las víctimas son sólo ocho militantes talibanes.
"¡Muerte a los extranjeros! ¡Muerte a Karzai!", gritan sus
familiares y vecinos, que han venido a manifestarse a la
ciudad, bajo la mirada de los paseantes que se paran a mirar
la macabra escena, guardando silencio y haciendo gestos de
desaprobación con sus cabezas envueltas en turbantes.
Se
multiplican las protestas antioccidentales
También en Jost, otra ciudad importante de la misma provincia, en el Este
del país, la gente salió a la calle a gritar eslóganes
contra los estadounidenses y contra Karzai. Protestaban por
la muerte de al menos un civil en otro bombardeo aéreo que
tuvo lugar el miércoles por la noche en el pueblo de
Baramjil.
Cientos de personas desfilaron por la ciudad
Gritaban su rabia y blandían largos bastones. Muchos de ellos son
estudiantes universitarios: los mismos que el pasado 22 de
octubre habían salido a la calle en todo Afganistán y
quemaron banderas de EEUU al conocer la noticia de un ataque
de los marines a una mezquita de Wardak, durante la cual habían
quemado un ejemplar del Corán.
París:
«Karzai es un corrupto, pero es nuestro hombre»
A pesar de la censura mediática impuesta por las fuerzas occidentales de
ocupación y por el mismo gobierno afgano, el resentimiento
de la población afgana contra la presencia militar
extranjera cada vez está más extendido en el país. Así
como el desprecio hacia Karzai: los afganos, incluso quienes
al principio apoyaban a Karzai, no comprenden cómo
Occidente puede seguir legitimando el poder de un campeón
tan descarado de la corrupción y la inmoralidad, hasta el
extremo de felicitarse con él por el éxito de sus fraudes
electorales. «De acuerdo, Karzai es un corrupto, pero es
nuestro hombre y debemos legitimarlo», declaró al New York
Times el ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner.
Luego nos sorprendemos de que en las manifestaciones de estudiantes afganos
se vean pancartas que dicen: «¡Queremos el Islam, no la
Democracia!».
La ONU
se va de Kabul
Los talibanes están ganando la guerra en Afganistán porque Occidente ha
perdido la paz, ha perdido la cara, ha traicionado las
esperanzas y la confianza del pueblo afgano.
Mandar más soldados, como hará Obama, o más cazabombarderos, como acaba
de hacer Italia, para seguir apuntalando un régimen
impopular con el de Karzai, sólo servirá para retrasar la
derrota militar, política y cultural de Occidente.
El regreso de los talibanes a Kabul es sólo cuestión de tiempo. Lo sabe la
ONU, que ha decidido salir de la capital afgana, cercada por
los insurgentes, y llevarse su personal al norte, a Mazar y
Herat, las únicas dos ciudades afganas que se libran por
ahora de la amenaza talibana, o incluso a Dubai, porque ni
siquiera el repliegue tradicional a Pakistán es ya seguro.