La
guerra en Afganistán es una guerra en la que tanto Estados
Unidos como Obama perderán sin importar lo que hagan ahora
los Estados Unidos o el presidente Obama. El país y su
presidente están en una situación de trabazón total.
Consideren
la situación básica. El gobierno afgano en Kabul no tiene
legitimidad alguna para la mayoría de la población.
Tampoco tiene un ejército digno de su nombre. No tiene
tampoco una base financiera. No hay casi seguridad militar
ni personal por ninguna parte. Se enfrenta con la oposición
de una guerrilla, los talibán, que controlan la mitad del
país y que de un modo constante se han fortalecido desde
que el gobierno talibán fuera derrocado en 2001 por una
invasión extranjera (en gran medida estadounidense). The
New York Times informa que los talibán "conducen una
sofisticada red financiera para pagar sus operaciones
insurgentes", algo que los funcionarios estadounidenses
intentan, infructuosamente, cortar.
Hace
poco, el presidente Hamid Karzai fue reelegido en una votación
manifiestamente falsificada. El gobierno estadounidense
aceptó tragarse esto porque Karzai es el único político
importante que es pashtún, el grupo étnico que es la base
del apoyo los talibán. Por lo tanto es el único que puede
tener la esperanza de llegar a algún arreglo político con
algunos o todos los talibán. Estados Unidos tuvo que pasar
la vergüenza pública de reconocer el fraude electoral y
recibió presiones para ponerle presión a Karzai para que
aceptara unas elecciones extemporáneas de segunda vuelta.
Al final no hubo segunda vuelta.
El
principal aliado político de Estados Unidos en la región,
Pakistán, está claramente coludido con los talibán, en
gran parte para garantizar su propia supervivencia interna.
El comandante militar estadounidense, el general Stanley
McChrystal, insiste en que necesita de inmediato 40 mil
efectivos más o será demasiado tarde para ganar la guerra
en Afganistán. Parece poco probable que obtenga la cifra
completa de esta tropa, o con la celeridad suficiente, para
cumplir con el plazo implícito. Hay muchas figuras
militares que dudan de que tenga razón en argumentar que
con sus 40 mil efectivos más, si le llegaran de inmediato,
pudiera hacer una diferencia.
No
es muy arriesgado sugerir que Estados Unidos tendrá que
retirarse de Afganistán en algún momento. Quién llegará
al poder en Afganistán en ese momento, es una cuestión
demasiado abierta. Puede muy bien haber una guerra civil
prolongada.
Al
interior de Estados Unidos, la opinión acerca de la guerra
"perdida" se dividirá en extremo. Parece claro
que la derecha republicana se prepara para acusar de traición
entreguista a los demócratas en general y a Obama en
particular. El general McChrystal puede muy bien ser su
candidato a la presidencia, si no en 2012, entonces en 2016.
Obama
no obtendrá crédito por nada de lo que haga. Si les brinda
respaldo pleno e inmediato a las peticiones de McChrystal,
será de todos modos acusado por los republicanos de haberlo
hecho demasiado tarde. Al mismo tiempo habrá generado una
ira profunda entre por lo menos la mitad, si no más, de
quienes votaron por él en 2008.
La
guerra en Afganistán se habrá convertido en la guerra de
Obama. Cuando Estados Unidos "pierda" esa guerra,
será Obama quien será acusado de haberla
"perdido". Aun si logra que se apruebe algún tipo
de legislación de salud (lo cual es posible), y aun cuando
la situación económica de Estados Unidos y del mundo
mejore en los próximos años (lo cual es dudoso), la guerra
en Afganistán seguirá siendo la sombra más grande y será,
por sí solo, el elemento más importante para juzgar su
presidencia.
¿Puede
Obama revertir esta situación moviéndose dramáticamente
en otra dirección, hacia un rápido acuerdo político con
los talibán y hacia una retirada completa?
Aparte
del hecho de que no haya evidencia pública de que con
seriedad está Obama contemplando esto, no hay todavía el
nivel de respaldo público en Estados Unidos como para que
esto sea una opción política posible para él. Aún no
cuenta con el grado de respaldo necesario dentro de su
propio gobierno para un viraje dramático.
Así
que Estados Unidos y Obama se tropezarán con el asunto, por
uno o dos años, mientras que la situación política y
militar se deteriora. Para Estados Unidos y para Obama, si
sale cara pierden; si sale cruz, también pierden.
(*)
Immanuel Wallerstein, sociólogo e historiador
estadounidense, continuador de la corriente historiográfica
iniciada por Fernand Braudel, es ampliamente conocido por
sus estudios acerca de la génesis y transformaciones históricas
del capitalismo. Su monumental trabajo "El moderno
sistema mundial", cuyo primer tomo publicó en 1976,
analiza el desarrollo del capitalismo como "economía–mundo".
Actualmente es Senior Research Scholar en la Yale University.
En el 2003 publicó “The Decline of American Power:
The U.S. in a Chaotic World” (New Press).