Nueva
York, 11 de noviembre.– El gobierno de Estados Unidos está
por determinar su apuesta militar en Afganistán en lo que
algunos alertan sería una aventura bélica que podría
hundir a la presidencia de Barack Obama, si no es que marca
el fin del último superpoder mundial. No es por nada que
Afganistán se ha ganado el apodo del “cementerio de los
imperios”.
Hoy
el presidente y sus principales secretarios y asesores de
seguridad nacional se reunieron una vez más (como lo han
hecho unas ocho veces durante los últimos dos meses) para
evaluar las “mejores opciones” para Estados Unidos en
Afganistán en lo que hasta ahora es la guerra más larga de
la historia del país. No se espera una decisión hasta el
regreso de Obama de su gira asiática.
Durante
meses el equipo de seguridad nacional de Obama ha ponderado
qué hacer con el país que ha frustrado las ocupaciones e
invasiones desde Gengis Khan, el imperio británico, la Unión
Soviética y ahora Estados Unidos.
Su
comandante militar en ese país, general Stanley McChrystal
–experto en operaciones clandestinas y de las llamadas
“fuerzas especiales”–, ha recomendado incrementar el número
de tropas hasta 40 mil efectivos más a las 68 mil ya
desplegadas ahí para una estrategia nacional de
contrainsurgencia en ese país.
El
vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs, confirmó ayer que
hay cuatro opciones en consideración y que entre ellas se
contempla el envío de otras 20 mil a 25 mil tropas, hasta
40 mil, y que cada una se basa en estrategias.
Según
fuentes oficiales citadas por los medios, los principales
funcionarios de seguridad nacional –el secretario de
Defensa Robert Gates, el jefe del estado mayor almirante
Mike Mullen y la secretaria de Estado Hillary Clinton–
favorecen una opción que incluye el envío de unas 30 mil
tropas, algunos apuestan por la cifra mínima y otros altos
asesores evalúan la opción de enviar un número mucho más
reducido, de entre 10 mil a 15 mil, la mayoría en capacidad
de entrenadores, informó esta noche el New York Times.
Anteriormente
se informó que algunos en el equipo de Obama –entre ellos
el vicepresidente Joe Biden y el jefe del gabinete Rahm
Emanuel– expresan preocupación sobre incrementar el número
de tropas por ahora, posición que fue fortalecida al
revelarse que el embajador en Afganistán, quien fue
comandante de las fuerzas estadounidenses ahí, también
cuestionó los beneficios de un incremento.
Obama,
en una reciente entrevista con ABC News, dijo que al tomar
la decisión desea “asegurarse de que si estamos enviando
tropas adicionales se mejoren las perspectivas de un
gobierno afgano que funcione y que se reduzcan las
perspectivas de que Al Qaeda tenga la capacidad de atacar a
la patria estadounidense”.
Su
vocero Gibbs ha repetido que Obama está tomando en cuenta
la situación política, la de seguridad, la salud de la
fuerza estadounidense y “todo lo que se necesita para
asegurar que tenemos una estrategia que pueda lograr la meta
de desmantelar, irrumpir y destruir Al Qaeda”.
Pero
hay dos problemas enormes que enfrenta Obama. El primero es
el externo, pues las recientes y cuestionadas elecciones
restaron legitimidad a Hamid Karzai, presidente de Afganistán,
junto con dudas sobre la corrupción, el talibán y el poder
del narco, que ofrecen un panorama que mina cualquier
estrategia estadounidense.
El
segundo es posiblemente más grave: la guerra en Afganistán
no cuenta con el apoyo del pueblo estadounidense y hay
profundas divisiones sobre el tema entre los legisladores y
líderes del Partido Demócrata. No faltan preguntas de
periodistas en las rondas de prensa en la Casa Blanca, y
hasta veteranos de guerra y políticos que participaron en
decisiones parecidas sobre los paralelos de esta coyuntura
con las del gobierno de Lyndon Johnson a mediados de los años
60, al debatirse un incremento en las fuerzas militares
estadounidenses en Vietnam.
Bill
Moyers, legendario periodista, quien fue secretario de
prensa de Lyndon Johnson, advirtió recientemente que Obama
estaba por repetir el mismo error en Afganistán que Johnson
cometió en Vietnam al intensificar la guerra en ese país,
lo que finalmente derrumbó esa presidencia.
También
hoy hay disidentes notables, como Matthew Hoh, ex capitán
de los marines con experiencia en combate en Irak, que se
sumó al servicio exterior encargado como civil de la
provincia de Kabul, y quien en septiembre se convirtió en
el primer funcionario estadounidense en renunciar a su cargo
en protesta por la guerra. “He perdido el entendimiento
de, y la confianza en, los propósitos estratégicos de la
presencia estadounidense en Afganistán”, escribió en su
carta de renuncia.
Noam
Chomsky calificó la guerra estadounidense en Afganistán
como “uno de los actos más inmorales de la historia
moderna”, en una entrevista reciente con la BBC, donde
explicó que los costos humanos de esa hazaña han sido
terribles. Cuando le preguntaron si Estados Unidos debería
retirarse del país asiático, respondió que no importaba
lo que pensaba él sino “qué piensan los afganos”, y
preguntó: “¿dónde está la voz de ellos en todo este
debate?”
Gore
Vidal, en entrevista reciente con The Independent, publicada
por La Jornada, afirma que tal vez lo único bueno de que
Obama continué la aventura bélica en Afganistán es que
llevará al fin del “imperio estadounidense”.
Jon
Stewart, el conductor del noticiero ficticio satírico The
Daily Show –uno de los programas de noticias más
influyentes de Estados Unidos–, se dedicó anoche a
burlarse de los noticieros reales que se dedicaron todo el día
a la “nostalgia” de la caída del muro de Berlín hace
20 años.
En
plática con un “corresponsal”, imitando los noticieros
reales, para analizar los eventos que llevaron al fin del
“imperio soviético”, recordaron: la Unión Soviética
“tenía hecha pedazos su economía”, actuaba
“arrogante” en el ámbito internacional y ya contaba con
pocos aliados, pero llegó un líder “carismático” que
“prometió cambios y reformas”, hasta le dieron un
Premio Nobel, aunque lo que ayudó a la destrucción de ese
superpoder fue la invasión a un país que se llama…
Afganistán.
Obama,
dijo su vocero, evaluará las opciones y tomará una decisión
en las próximas semanas, tal vez antes del fin de
noviembre.