Un
vez aparcada la intención de capturar a Bin Laden,
paralizada la construcción del gaseoducto transafgano por
la inseguridad de las rutas, y frustrado el plan de
convertir Afganistán en su base militar a causa de la
ofensiva política ruso–china, a los ocupantes, como
revela la prensa de la región, sólo les queda celebrar el
haberse hecho con el negocio del opio a nivel mundial desde
este país. En la retina, la logística militar de EEUU que
permitió a la CIA, durante la invasión a Vietnam, traficar
con la heroína del Triangulo Dorado: Laos, Myanmar y
Tailandia, confirmando la certeza de que abastecer un
mercado con cientos de millones de clientes no era cosa de
unos camellos de poca monta. En Latinoamérica, la
inteligencia estadounidense trapicheaba con droga para
financiar a los antisandinistas.
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Tropas
de la EEUU custodian los cultivos
de amapola: otro
narco–estado
auspiciado por la Casa Blanca
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En
Afganistán, el negocio pasaba por manos de sus aliados, los
Muyahedines–Taliban hasta que en el año 2000, el díscolo
Mulá Omar eliminó los cultivos de adormidera, originando
una escasez de heroína en el mercado. Un año después, con
el país ocupado y el Mulá en busca y captura, la
superficie cultivada aumentó hasta 20 veces. Este negocio,
al igual que el del petróleo, requiere del control militar
sobre los recursos y sus corredores. Los proveedores de la
droga recuperaron la tranquilidad y la banca, la liquidez
procedente del blanqueo de dinero.
Afganistán,
hoy el principal narco–estado del planeta, produce el 93%
del opio mundial, siendo los Taliban pieza clave en esta
cadena: dirigidos por los hermanos Hamid y Ahmad Karzai, políticos
apadrinados por la OTAN, gestionan la producción a nivel
local y protegen las rutas de posibles ataques de otras
mafias.
Para
producir opio, el cártel de Afganistán ha destruido las
cosechas de subsistencia de sus gentes, explotando a
millones de personas que aun sin tener ni agua potable, ni
electricidad ni sanidad, son adictas a la droga hasta la médula.
Los padres llegan a saldar sus deudas con los traficantes
entregándoles a sus hijas, las “novias de la droga”.
Antaño,
el opio, –taryak “antídoto” en afgano– se usaba
para tratar las picaduras de serpiente. Hoy, aletarga a los
niños que lloran de dolor o de hambre. La ruta eurasiática
de la droga afgana pasa por Kosovo, otro trofeo de las
guerras “humanitarias”.
Una
vez en Europa, el precio de esta sustancia sube hasta un 300
por ciento. Así, Afganistán y Colombia –otro íntimo de
EEUU–, se presentan como los mayores productores de
estupefacientes del mundo, que dejan alrededor de 100 mil
muertos al año y son responsables del encarcelamiento del
70 por ciento de los reclusos en todo el mundo.
La
cosecha letal ha llegado a las provincias iraquíes de
Diyala y Baquba, arrancando de cuajo los cultivos de
trigo…y no para de avanzar.
(*)
Nazanin Amirian es una escritora iraní actualmente radicada
en Barcelona. Graduada en Ciencias Políticas, entre sus
publicaciones en castellano podemos mencionar "Cuentos
Persas" (1997), "El cuentacuentos persa"
(2000), "Al gusto persa" (2003), "Los kurdos.
Kurdistán, un país inexistente" (2005). Es también
traductora de Omar Khayam y otros grandes poetas persas.