Con el ejército pakistaní
estableciendo, a un nivel muy amplio, las reglas de juego con Washington en la
cuestión de la reconciliación con los talibanes afganos, el Mullah Abdul
Ghani Baradar, el comandante supremo talibán en Afganistán, se ha convertido
en la primera entrega importante para la partida final de Estados Unidos en
Afganistán.
Según se informa, Baradar
fue arrestado hace unos días en el puerto de la sureña ciudad de Karachi, en
una redada llevada a cabo por oficiales de la inteligencia estadounidense y
pakistaní. Y se dice también que esos oficiales están ahora interrogándole.
La Casa Blanca, la Agencia
Central de Inteligencia y el Pentágono no han hecho comentario alguno.
Sin embargo, un alto
dirigente talibán con el que habló Asia Times Online manifestó, a condición
de mantener el anonimato, lo siguiente: “No es la primera vez que se afirma
que han arrestado a Baradar. Hace tan sólo cuatro días que mantuvimos
contacto con él”.
Funcionarios de la seguridad
pakistaní han confirmado a Asia Times Online, también bajo anonimato, que
Baradar fue arrestado en Baldia Town, en Karachi.
El Mullah Baradar ha
representado al dirigente talibán, el Mullah Omar, en todas las
conversaciones de paz con Washington de los dos últimos años, celebradas con
la mediación de Arabia Saudí, y la idea subyacente tras su arresto parece
ser que es la de dividir al equipo dirigente talibán que actúa en la zona
suroccidental de Afganistán. Se espera que esta detención aísle al Mullah
Omar y consiga presionarle para que participe en las negociaciones. El Mullah
Omar se ha apresurado a asegurar que no entrará en negociación alguna hasta
que todas las tropas extranjeras salgan de Afganistán.
Esto complica las cosas
porque el Mullah Baradar es el único miembro importante de la tribu Populzai
(Durrani) en la organización talibán Ghalzai (tribus rivales durante
siglos). Si llega a un acuerdo para cooperar con Pakistán y EEUU, no va a
poder, ni mucho menos, ejercer presión alguna sobre el resto de comandantes
talibanes con sólo su capacidad individual, esto es, sin el apoyo del Mullah
Omar.
En Karachi
como en casa
Todos los inviernos de los últimos
años, el Mullah Baradar, junto con otros comandantes y líderes talibanes,
han permanecido en Lea Market, en el sur de Karachi, desde donde se
desplazaban a los barrios acomodados de Gulshan–e–Iqbal, en el este de
Karachi, para recoger donativos de los seminarios islámicos.
El ISI (Servicio de Inter–Inteligencia
pakistaní) era consciente de sus movimientos pero nunca los interceptó
porque no le consideraban una amenaza para la seguridad interna del país. El
ejército no quería meterse con ellos porque estaba convencido de que una vez
que las fuerzas extranjeras se retiren finalmente de Afganistán, esos
talibanes, de una forma u otra, serán parte allí del tinglado político.
Sin embargo ahora la relación
de Pakistán con Washington ha evolucionado (véase “Pakistan’s military
sets Afghan terms”, Asia Times Online, 9 de febrero de 1010) y,
sencillamente, Pakistán pescó al pez más grande para ayudar a Washington a
comenzar conversaciones directas con los talibanes.
Sin embargo, y de cierta
forma, esto podría ser algo ilusorio porque todas las anteriores actuaciones
de ese estilo fracasaron. Como consecuencia del estricto código talibán, en
cuanto se detiene a un comandante poderoso, su influencia se reduce a cero. Un
ejemplo notorio ocurrió en 2003, cuando en Pakistán se arrestó al Mullah
Abdul Razzaq, un ex Ministro talibán. (Véase
“US turns to the Taliban”, en Asia Times Online, 14 de junio de 2003). Las
autoridades intentaron utilizarle para establecer un canal de comunicación
con los talibanes, pero la idea no empezó con buen pie y se pegaron el
batacazo. Liberaron a Razzaq, que corrió a reincorporarse a los talibanes.
Un ex embajador talibán en
Pakistán, el Mullah Zaeef, es otro ejemplo. Los estadounidenses han hecho
cuanto han podido para utilizar a Zaeef en el proceso de reconciliación, sin
éxito alguno.
El arresto del Mullah Baradar
podría producir algunos limitados beneficios en el sentido de que pudiera
divulgar el paradero de algunos dirigentes talibanes, como el Mullah Hasan
Rahmani y el Mullah Jalil, que solían permanecer con él en Karachi.
Sin embargo, puede ser mucho
más difícil conseguir información sobre el Mullah Omar, porque no se está
quieto en ninguna parte. Ni siquiera el ejército pakistaní, por muy cercano
que esté de EEUU, sería tan generoso como para permitir el arresto del
Mullah Omar y perder así su mejor baza.
La idea de aumentar las
presiones sobre el Mullah Omar a través del Mullah Baradar podría también
lograr que el tiro les saliera por la culata, porque podrían empujar más aún
al Mullah Omar hacia al–Qaida, que ha aumentado en gran medida sus efectivos
en la provincia fronteriza noroccidental de Pakistán, especialmente en las
agencias tribales de Bajaur y del Norte de Waziristán.
(*)
Syed Saleem Shahzad es director de la sección de Pakistán de Asia Times
Online.