El régimen de los ayatolas juntó a
varios países en un evento durante el fin de semana, que
culminó anoche con un llamado a la completa revisión del
Tratado de No Proliferación Nuclear. Rusia y China
estuvieron presentes.
La nube de ceniza que invade a todo
Europa contrastaba ayer con el cielo azul de Teherán.
Grandes posters con imágenes del horror radioactivo que cayó
en Hiroshima en 1945 recibieron a los delegados de
diferentes países, representantes de organizaciones
internacionales y voluntarios de ONG en la Conferencia
internacional sobre desarme nuclear que culminó ayer por la
noche en la capital iraní.
Las fotografías de niños japoneses
muriendo reforzaron el mensaje dado durante todo el fin de
semana por el anfitrión de la ceremonia, el presidente de
Irán, Mahmud Ahmadinejad. En compañía del líder
espiritual supremo, el ayatola Alí Khamanei, el mandatario
aseguró que Estados Unidos es el “único criminal atómico”
en el mundo y que Irán aborrece el uso inmoral de este tipo
de armamento.
La conferencia de dos días que tuvo
como lema “Energía nuclear para todos, armas nucleares
para nadie”, fue desestimada ayer por las dirigencias de
Washington y Londres. Adujeron que se trató de una maniobra
de relaciones públicas por parte del gobierno de la república
islámica, destinada a crear una mera distracción sobre las
verdaderas ambiciones nucleares de Irán. Asimismo fue
catalogada como un infantil intento de crear una cumbre
opositora a la llevada a cabo por Barack Obama la semana
pasada, donde Irán y Corea del Norte no figuraron dentro de
la lista de 47 naciones invitadas.
El evento en Teherán no estaba
destinado a ganar un premio por su sutileza, su retórica o
la presencia de grandes figuras entre los que asistieron. Países
como Turkmenistán, Guinea Conakry y el Reino de Swazilandia
figuraron en la lista de invitados. Obviamente, Estados
Unidos –que aboga por imponer las sanciones punitivas más
fuertes de la ONU sobre el país de los ayatolas– no
estuvo entre los presentes. Los 27 miembros de la Unión
Europea también desairaron la conferencia.
En Irán, con el apoyo de algunos países
en desarrollo cansados de la doble moral que reina en la temática
nuclear, reclamaron (con cierta justificación) que
Occidente está jugando un largo y habilidoso juego diplomático.
Rusia y China, miembros permanentes del Consejo de Seguridad
de la ONU, estuvieron representados en la cumbre, aunque en
el caso de Beijing el enviado fue un diplomático prácticamente
anónimo. También asistieron otros miembros del Consejo de
la ONU como Uganda, Turquía y Líbano, todos abiertamente
opositores al régimen de sanciones a la república islámica.
Y desde Irán se insistió –aunque sin demasiado ahínco–
que tanto China como Rusia podrían eventualmente no acompañar
las sanciones abogadas por Estados Unidos.
La cumbre de Teherán dio esperanzas a
los líderes del país islámico. Ahora, Irán cuenta con
una nueva estrategia para enfrentar a Occidente y
probablemente logre consolidar un número de países que lo
acompañen con su solidaridad y con su voto. La conferencia
culminó ayer por la noche con un llamado a la completa
revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP)
vigente desde hace 4 décadas, así como también el pedido
de que el arsenal de armas nucleares en Israel entre bajo el
régimen de inspección de la ONU.
Lo acordado es potencialmente
significativo: el mes que viene, 200 naciones se juntarán
en Nueva York para revisar el TNP. La estrategia iraní será
forzar una reforma del tratado en donde se eliminen los
derechos de empresas consignatarias encargadas de brindar
programas civiles nucleares, al tiempo que se cuestionará
el fracaso en lograr un desarme completo en países como
Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.
Posicionar los términos del debate
previo a la revisión del TNP tiene un claro valor estratégico.
Si Irán logra por lo menos limitar su aislamiento
internacional, en última instancia podría evitar la
amenaza de la imposición de sanciones por Obama, aunque sin
hacer demasiado para calmar los temores de aquellos que
denuncian su objetivo de lograr armamento atómico. Así las
cosas, no resultan sorprendentes las declaraciones del
ministro de Relaciones Exteriores iraní, Manouchehr Mottaki,
de anoche: “Esto es una fuente de esperanza”, expresó.
Mientras tanto, nuevos informes dados a
conocer ayer por el diario The New York Times revelaron que
la dirigencia de los Estados Unidos carece de plan B si
fallan las sanciones a Irán. En un memorando secreto
firmado por el mismísimo secretario de Defensa de la gestión
Obama, Robert Gates, éste admitió que su gobierno carece
de una política eficaz para afrontar el progreso de los
planes nucleares iraníes (ver recuadro).
Aparentemente, tanto Washington como
las cancillerías de Europa tendrán que empezar a
contemplar una estrategia de contención antes que continuar
confrontando con un Irán fortalecido y con capacidad
nuclear.
El “desarme”
nuclear de Obama
Con gran bambolla y campaña mediática,
Barack Obama quiere hacer creer que está trabajando por la
paz y contra la posibilidad de una guerra nuclear. El
reciente premio Nobel de la Guerra, quien ha enviado más
soldados a Afganistán que Bush, ha incluido a Pakistán en
el blanco de sus ataques, asiste mudo a la barbarie de
Israel en Gaza y a su expansionismo colonialista en
Cisjordania, resucitó la Cuarta Flota, estuvo detrás del
golpe en Honduras y puso en Colombia sus bases agresivas,
quiere hoy revestirse con una piel de cordero.
La firma de un acuerdo con Rusia para
reducir supuestamente el número de ojivas nucleares y de
vectores, esos vehículos (aviones, misiles, submarinos) que
las transportarán hasta dejarlas caer en cualquier lugar
del mundo, al igual que la reciente cumbre sobre la
utilización pacífica de la energía nuclear, constituyen
dos farsas que sólo pueden impresionar a los muy ignorantes
y desinformados.
Por ejemplo, es delirante hablar de la
reducción del arsenal “olvidando” los aumentos en los
presupuestos de guerra y de los arsenales nucleares, así
como el perfeccionamiento de los vectores, como el X51 de
Boeing, que entrará en acción en 30 meses, el cual puede
alcanzar cualquier país del mundo con sus cargas nucleares
en menos de una hora. O la creación y futura producción en
serie del supersubmarino ruso Yassen, con 24 misiles de
crucero a bordo, cada uno de los cuales puede transportar
seis bombas atómicas.
El tratado firmado se refiere sólo a
las ojivas hoy operacionales, que están instaladas en su
vector y que pueden ser disparadas al instante: 5 mil 200 de
Estados Unidos y 4 mil 850 de Rusia. Pero en los almacenes
militares hay otras 12 mil 350 no desmanteladas, o sea, una
capacidad destructiva que puede hacer desaparecer el
planeta.
El tratado START no limita el número
de ojivas almacenadas, sólo abarca las actualmente
desplegadas en vectores con un alcance de 5 mil 500 kilómetros.
Cada vector, además, es considerado como si pudiese tener
una sola ojiva nuclear pero, según el New York Times, un
B52 estadunidense puede llevar 14 misiles y seis bombas
nucleares.
Además, Estados Unidos declara tener
mil 762 ojivas desplegadas en 798 vectores y Rusia mil 741
en 566. El nuevo tratado les permite conservar mil 550
ojivas desplegadas (apenas 10 por ciento menos de las
declaradas) y tener 800 vectores. No hay, por lo tanto,
desarme nuclear, sino una ligera reducción del arsenal, en
particular del más obsoleto.
El tratado tampoco tiene en cuenta las
bombas atómicas estadunidenses en países oficialmente no
nucleares, que están instaladas como un collar alrededor de
Rusia –en Bélgica, Alemania, Italia, Holanda y Turquía–,
ni considera el llamado “escudo” protectivo de Estados
Unidos, colocado en las fronteras rusas, el cual tiene fines
agresivos.
Es delirante, por consiguiente, que se
hable de una reducción del armamento nuclear mientras se
sigue multiplicándolo. Y es una burla a los asistentes a la
llamada pomposamente Cumbre Antinuclear –burla en la que
éstos participaron conscientes y de buen grado– la
inasistencia de Israel a la misma, a pesar de que posee no
decenas, sino centenas de bombas nucleares y amenaza
utilizarlas en cualquier momento contra Irán, país que no
tiene ni una sola.
Al mismo tiempo, Barack, quien mantiene
la política exterior de Bush, sigue amenazando con la
destrucción nuclear no sólo a Irán, sino también a Corea
del Norte y hasta a Venezuela, ya que el tratado obliga a
Moscú y a Washington, pero éste se reserva expresamente en
el texto del mismo el derecho de aniquilar a otros pueblos
cuyos gobiernos no le gusten al establishment estadunidense.
Existe pues el peligro de que Israel
lance un ataque nuclear contra Teherán, iniciando una
guerra atómica en Medio Oriente que ni China ni Rusia verían
de brazos cruzados. Por consiguiente, la paz del mundo está
en manos de los nazisionistas de Netanyahu, racistas al
extremo de considerar que los palestinos, los árabes y los
iraníes son inferiores, subhumanos y, por tanto, pueden ser
masacrados impunemente. El cinismo de los gobiernos
asistentes al show de la Cumbre Nuclear y el del propio
Obama simula contentarse con simples murmullos de
desaprobación por el genocidio en Gaza o la judaización de
Jerusalén y Cisjordania, mientras claman al cielo por el
supuesto (e inexistente) peligro que plantearía el
desarrollo de la energía nuclear en Irán. Obama, para
colmo, pretende hacer creer que el ex agente de la CIA y
socio de Bush, el fantomático Osama Bin Laden, podría
arrojar bombas atómicas en Estados Unidos. El gobierno de
Pekin, por su parte, para no tener demasiados problemas con
Washington, adopta una política de bajo perfil, aunque hace
advertencias sibilinas para que los analistas y
especialistas las descifren en las cortes de Neardenthales
con corbata que dirigen las grandes potencias.
Esta crisis mundial del sistema
capitalista hasta ahora ha encontrado escasas expresiones de
resistencia masiva, las cuales han estado ligadas sobre todo
a los despidos y al desastre ecológico provocado por la
depredación capitalista. Ha llegado, sin embargo, la hora
de intentar frenar también a los belicistas, empezando por
Israel y su protector: Estados Unidos. Frente a la amenaza
nuclear mundial, hay que crear conciencia y organizar un
gran frente mundial por la paz que controle y desarme a los
terroristas de Estado y desenmascare al coro que pretende
presentarlos como blancas palomas.
(*) Guillermo Almeyra,
historiador, nacido en Buenos Aires en 1928 y radicado en México,
doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de París,
es columnista del diario mexicano La Jornada y ha sido
profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México y
de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco.
Entre otras obras ha publicado Polonia: obreros, burócratas,
socialismo (1981), Ética y Rebelión (1998), El Istmo de
Tehuantepec en el Plan Puebla Panamá (2004), La protesta
social en la Argentina (1990–2004) (Ediciones Continente,
2004) y Zapatistas–Un mundo en construcción (2006).