¿Qué opina de las recientes
declaraciones del general Stanley McChrystal acerca del
“sorprendente” número de civiles afganos inocentes
asesinados por las fuerzas de EEUU? El hecho no es
sorprendente, pero ¿no debería un reconocimiento tal por
parte de un alto mando motivar una oposición real a la
guerra?
Debería, pero no lo hace porque los
ciudadanos norteamericanos y europeos (estos últimos en
gran mayoría) que se oponen a la guerra se sienten
impotentes. En EEUU, por supuesto, Obama se comprometió a
intensificar la guerra, una promesa electoral que ha llevado
a cabo a rabiar y si no se es uno de los directamente
afectados –como en los días del servicio militar
obligatorio [de la Guerra de Vietnam]− a los
estadounidenses liberales no les importa demasiado si los
extranjeros son asesinados. Las observaciones de McChrystal
fueron diseñadas principalmente para el consumo en Afganistán:
estaba simultáneamente dirigiéndose a los afganos y
alertando a los escuadrones asesinos para que fueran cautos.
¿Opina que la popularidad personal
de Obama es la principal razón de que no exista un
movimiento antiguerra visible?
Parcialmente. Obama habla de la Guerra
en términos del bien y del mal, y obtiene el beneficio de
la duda desde el momento en que sus seguidores están
seguros de que él es el bien e incluso sus oponentes
piensan que la resistencia afgana es el mal. Como he
mencionado antes, la principal razón de la ausencia de un
movimiento antiguerra efectivo es que la mayoría de
estadounidenses apenas cae en la cuenta de que están en
guerra puesto que no deben luchar. El uso de mercenarios
representa un gran cambio en comparación con las guerras de
EEUU del siglo pasado.
¿Por qué cree que Obama intensificó
la guerra en Afganistán? ¿Hay intereses materiales en ello
o se trata meramente de una cuestión de política y de
“credibilidad” estadounidense?
Creo que él cree en ello, al igual que
cuando era candidato al Senado dijo que apoyaría a Bush si
decidía bombardear Irán. El hecho de que Obama es
indudablemente inteligente no lo convierte automáticamente
en un liberal ilustrado, como nosotros hemos podido ver
tanto en el ámbito nacional como en el internacional.
En el pasado usted ha presentado a
Hamid Karzai como un títere de EEUU. ¿Qué piensa que está
pasando con él ahora?
Todavía es un títere en el sentido de
que si la OTAN se retirase se vería obligado a acompañarla.
Obviamente incluso los títeres se enfadan cuando son
maltratados. Los intentos groseros de Peter Galbraith y
Holbrooke para deshacerse de Karzai fracasaron.
En los viejos tiempos en Vietnam del
Sur, los líderes títeres recalcitrantes eran liquidados
por la CIA. El problema ahora es que los EEUU no tienen a
nadie para reemplazar a Karzai. Él es el títere más creíble
y se ha convertido en muy rico gracias a las
“habilidades” comerciales de su hermano (el contrabando
de heroína y de armas es lucrativo) cosa que le permite
comprar apoyo local.
El hecho de que EEUU tratara de echarlo
y de que fallara en el empeño ha mejorado su posición un
poco, pero toda esta atención se le ha subido a la cabeza y
cuando los títeres empiezan a fantasear que no son lo que
son las cosas a veces se descontrolan. McChrystal y
Eikenberry son muy conscientes de ello y por ello han estado
tratando de limar asperezas.
¿Cómo es la relación entre los
talibanes afganos y paquistaníes?
Los talibanes afganos ahora tienen
muchas facciones. La facción del ulema Omar ha denunciado
recientemente que los talibanes paquistaníes tienen por
objetivo militar a las fuerzas de seguridad del Paquistán más
que a las de la OTAN. Por lo demás es difícil de saber.
Algunas facciones han estado en
contacto con EEUU desde hace años en negociaciones
informales, pero no se ha conseguido ningún acuerdo. Así
que cuando Karzai también habla de la incorporación de los
talibanes el gobierno nadie debería sorprenderse.
Washington también desea que los “buenos” talibanes
hagan lo mismo. Los intentos de dividir a los insurgentes
nunca se detienen, pero hasta el momento han tenido
solamente un limitado éxito.
¿En qué medida están la India y
Paquistán luchando en una guerra subsidiaria, o al menos
compitiendo y luchando entre sí en Afganistán?
Hasta hace poco, la India había
respaldado a Karzai y tiene una fuerte presencia diplomática
y extradiplomática en el sur de Afganistán. Lo ven como el
tiempo de revancha por el envío que realizó Paquistán de
yihadistas a Cachemira en los 90. Así que los intereses de
los dos Estados del sur de Asia están enfrentados. La India
hará lo que pueda para detener la reafirmación de la
influencia de Paquistán después de la retirada de la OTAN.
Pero hablar de una guerra subsidiaria es exagerado. Hay una
ocupación del país por parte de EEUU–OTAN que tiene el
apoyo tanto de la India como del Paquistán.
En los Estados Unidos poco se dice
acerca de la ocupación rusa o de la historia del comunismo
afgano. Cuéntenos algo acerca de la revolución Saur de los
70. ¿Tiene un legado potencialmente positivo en el Afganistán
actual?
La ocupación soviética fue un
desastre a todos los niveles y creó los cimientos de lo que
ha venido después: un país que ha sido devastado por
guerras y ocupaciones desde 1979 hasta la actualidad, esto
es, más tiempo que las dos guerras mundiales juntas, más
tiempo que las guerras de EEUU en Corea y Vietnam juntas.
Todo esto quizás no hubiera sucedido
si los rusos no hubieran enviado al ejército en diciembre
de 1979. Lo dije ya entonces. La forma de la ocupación fue
muy diferente. Los rusos respaldaban a un gobierno que
estaba intentando crear un servicio sanitario, educación
libre para todos (mujeres incluidas) y combatía al
oscurantismo.
Lo hizo de una forma grosera y los
tiroteos al estilo del salvaje Oeste entre facciones
comunistas rivales en una de las cuales el Presidente Taraki
fue asesinado, no han causado una imagen demasiado positiva.
La ocupación de EEUU es de estilo neoliberal. Los ricos se
hacen más ricos y los suburbios de Kabul van ensanchándose.
* Tariq Ali es miembro del consejo
editorial de SIN PERMISO. Su último libro publicado es
“The Duel: Pakistan on the Flight Path of American
Power” [hay traducción castellana en Alianza Editorial,
Madrid,2008: "El duelo: Pakistán en el punto de mira de Estados
Unidos"].
Trifulcas
Obama–Karzai
El
“yanqui feo” en Kabul
Una
guerra en la que el general no conoce a su enemigo es una
guerra perdida. La forma en que la administración de Barack
Obama está manejando sus ecuaciones con el Presidente
afgano Hamid Karzai sugiere que es Karzai, y no los
insurgentes, el enemigo número uno del presidente
estadounidense en el Hindu Kush.
La
cantidad de trifulcas a cara de perro entre el representante
especial de EEUU Richard Holbrooke y el gobierno afgano son
legión. En las capitales regionales se observan esas peleas
con bastante jolgorio mientras Holbrooke le hace
incansablemente la guerra al liderazgo de Karzai. Aunque no
está claro si todo esto forma parte de la agenda personal
de Holbrooke o de las instrucciones de Obama, lleva al menos
la impronta de la administración de Obama.
El
último ataque de Holbrooke fue su anuncio suo moto
(por propia iniciativa) en Washington, poco después de
volver de una visita a Kabul, de que la yirga,
consejo de la paz, que Karzai planeaba celebrar del 2 al 4
de mayo se había aplazado hasta después de la visita a
Washington, entre el 10 y el 14 de mayo, del dirigente
afgano. Holbrooke fue y anunció que la yirga se
celebraría el 20 de mayo.
Según
todos los indicios, el gobierno afgano está furioso por el
anuncio de Washington. ¿Por qué Holbrooke usurpa la
prerrogativa del gobierno de Kabul para publicar esos
detalles? Puede haber dos razones: Una, Holbrooke se está
haciendo viejo, la memoria le falla y lo que le ocurrió fue
que tuvo un fallo, algo que puede suceder cuando la gente física
y mentalmente está hecha polvo. Dos, que intentara,
astutamente, desgastar a Karzai haciéndole pasar por tonto
en el bazar afgano.
No
hay ni una prueba de que Holbrooke (que celebra este sábado
su 69 cumpleaños) esté volviéndose senil. La conclusión
lógica que se puede extraer es que Holbrooke puso
deliberadamente a Karzai a la altura del betún y decidió
ponerse un tanto grandilocuente afirmando que es Washington
quien lleva la batuta en el Hindu Kush en materia de guerra
y paz.
¿Realmente
necesita Obama de esa exasperante y vanidosa exhibición?
Posiblemente, la prioridad de Obama en estos momentos debería
ser ganar la guerra con cierta credibilidad para que la
imagen de EEUU como superpotencia no se vea empañada.
Mientras
tanto, Obama podría hacer como que cumple sus propias
promesas de las elecciones presidenciales de 2008 e impedir
que EEUU se enzarce en el futuro en ese tipo de inútiles y
costosas aventuras militares.
El
criterio que Obama tiene que aclarar es si la diplomacia de
Holbrooke en AfPak va actualmente en sincronía con su
agenda política.
A
este respecto, Holbrooke ha personalizado claramente su
lucha con Karzai hasta niveles innecesarios. Todo empezó
tras un desastroso banquete en el palacio presidencial el año
pasado en que Karzai le señaló la puerta de salida cuando
el enviado estadounidense trató de convencer al líder
afgano de que se retirara y desapareciera por el horizonte.
Desde
esa humillación, a Holbrooke se le ha metido entre ceja y
ceja que si el dirigente afgano tiene un plan de
reconciliación nacional, hay que desprestigiar y sabotear
ese plan.
De
esa forma, EEUU asumió una actitud contraria al plan de la yirga
mientras que las potencias europeas, a quienes les urge la
“afganización” de la guerra –política y
militarmente–, se inclinan mucho más favorablemente ante
ese plan.
El
plan de Karzai persigue “reintegrar” a cuantos elementos
moderados y reconciliables sea posible en una corriente política
nacional. Sobre esa base, intenta formar una coalición
amplia que dirija al país hacia las elecciones de
septiembre con perspectivas razonables de crear un
parlamento elegido. El nuevo gobierno podría incluso
conseguir credibilidad ante la percepción popular afgana,
impulsando así el proceso de paz.
Como
mínimo, EEUU debería dar a Karzai una justa oportunidad
para que siga adelante con el plan de celebrar el consejo de
la paz. Ningún daño puede venir de ahí, aunque en última
instancia los esfuerzos de Karzai no resulten ser
precisamente muy perfectos. Después de todo, aunque sólo
sea a un nivel mínimo, la ampliación de la corriente política
nacional sólo puede ayudar a aislar a los elementos
irreconciliables.
Echando
la vista atrás, hace exactamente veinte años, en 1990, en
la guerra civil afgana apareció una prometedora y similar
coyuntura cuando el presidente afgano Mohammad Nayibulá
reunió una loya jirga, el gran consejo de líderes
tribales, en Kabul. La idea que entonces se perseguía era
una estrategia de reconciliación nacional que implicara que
el partido comunista compartiera el poder con los muyahaidines
afganos. De hecho, la loya jirga, adoptó una nueva
constitución que puso eficazmente fin al monopolio del
partido comunista sobre el poder ejecutivo.
Pero
EEUU, en su deseo obsesivo de poner fin a la debacle
comunista en Kabul, en connivencia con Pakistán, decidió
que no se hiciera nada que pudiera ayudar a que Nayibulá,
protegido de los soviéticos, preparara el camino para
lograr una reconciliación nacional en Afganistán. Fue un
error garrafal histórico que provocó la intensificación
de la guerra civil, mucho derramamiento de sangre y gran
inestabilidad en la región, que finalmente rebotó como un
bumerán en EEUU con la tragedia del 11 de septiembre de
2001 que ha marcado época.
Al
igual que los Borbones, EEUU parece haberlo olvidado todo y
no recordar nada. Propiciarle la debacle a Karzai parece ser
una irresistible tentación, pero en ese proceso EEUU es
incapaz de ver que se pierde, una vez más, otra oportunidad
de oro para polarizar la opinión afgana a favor de la paz y
de la reconciliación.
Hay
europeos que parecen apoyar el plan de Karzai, pero que se
sienten impotentes. “Para la Unión Europea, quizá sea
uno de los mejores ejemplos de reconciliación del siglo
XXI, damos un gran significado e importancia a este
proceso”, dijo recientemente Vygaudas Usackas, jefe de la
delegación de la UE en Kabul.
“No
será sólo un evento sino que lanzará un proceso que puede
llevar a conseguir la paz en el país”, dijo. “Cualquier
proceso de reconciliación necesita tiempo antes de que las
semillas den fruto”.
La
posición de la yirga contrasta con la forma en que
la embajada de EEUU en Kabul está manipulando a los
diputados afganos para convertir el parlamento en un foco de
oposición a Karzai. El teatro del absurdo está llegando
demasiado lejos.
En
efecto, un puñado de dólares puede llevar muy lejos
actualmente al Tío Sam en el Hindu Kush. Pero la cuestión
que se plantea es ¿a qué fin están sirviendo los
intereses estratégicos estadounidenses al incitar a los
parlamentarios afganos a que teman la disolución del actual
parlamento (que ha sobrevivido al período del mandato
constitucional) y la elección de un nuevo cuerpo
legislativo?
Está
claro que el grueso de los parlamentarios afganos puede
tener que hacer frente a serias dificultades para conseguir
ser reelegidos. El portavoz del Congreso Yunus Qanuni puede
estar experimentando como incierto su propio futuro político.
Por tanto, la embajada estadounidense en Kabul tiene una
buena oportunidad para persuadir al actual parlamento de que
ponga obstáculos en el camino de Karzai ante cualquier
cuestión imaginable. Pero,
¿necesita acaso Afganistán esa crisis constitucional en
estos momentos?
Karzai
ha manifestado su acuerdo a una petición de las Naciones
Unidas para que dos extranjeros, con poderes de veto,
intervengan en la comisión electoral en las próximas
elecciones parlamentarias. Karzai ha nombrado también a una
personalidad creíble para que presida la comisión. Estas
actuaciones subrayan la voluntad de Karzai de ser razonable
y hacer un esfuerzo extra para que conseguir legitimidad
internacional para el proceso democrático afgano.
Estos
son pasos notables hacia la transparencia en el reparto del
poder y en el juego constitucional por el líder asediado
que resiste en las barricadas.
Para
ser justos con Karzai, Obama debería tenderle la mano para
mejorar su imagen entre sus compatriotas como líder afgano
y no como adlátere de Holbrooke. Los próximos encuentros
en la Oficina Oval ofrecen una oportunidad final de abordar
el proceso político afgano como una aventura de colaboración
entre EEUU y el gobierno afgano, aunque dándole la
apariencia de estar genuinamente dirigido por los afganos.
La
actuación ante los medios de Holbrooke en Kabul la pasada
semana fue atroz y cualquier dirigente afgano que se respete
a sí mismo debería sentirse molesto de que un extranjero
se comporte así. Unilateralmente, Holbrooke le leyó a
Karzai en voz alta el itinerario de su visita. Como diplomático
profesional, debería saber que Afganistán tiene un
Ministerio de Asuntos Exteriores completamente hecho y
derecho al que le habría gustado que le vieran perfilando
el itinerario para la visita de su jefe de Estado a la
capital estadounidense.
Los
novelistas estadounidenses William J Lederer y Eugene
Burdick tenían una expresión famosa para definir cómo los
virreyes de EEUU aparecían a los ojos de los extranjeros:
el americano [estadounidense] feo. Eso fue hace ya bastante
tiempo, en los años de la década de 1950 en el Sureste Asiático.
Pero la imagen persiste.
La
parte triste es que la imagen del estadounidense feo es
diametralmente opuesta a la extraordinaria percepción que
una parte de la opinión mundial tiene del mismo Obama como
hombre de estado y humanista.
* M K Bhadrakumar fue diplomático
de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció sus
funciones en la extinta Unión Soviética, Corea del Sur,
Sri Lanza, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán,
Kuwait y Turquía.