El resplandor que emiten los
hechos que hacen historia, como el acuerdo firmado el lunes 17 entre Brasil,
Irán y Turquía para resolver el conflicto en torno al programa nuclear iraní,
ilumina las zonas que habitualmente permanecen en la sombra. Las ondas
expansivas del acuerdo de Teherán sacudieron las cancillerías de los
potencias de Occidente, evidenciando la profunda molestia que provoca la
irrupción de países emergentes que trastocan el tablero global.
La reacción de la Casa
Blanca, por boca de la secretaria de Estado Hillary Clinton, que pasó por
alto el acuerdo de Teherán y pretende avanzar en la política de sanciones,
muestra la impotencia de Estados Unidos al verse desplazado del escenario
global. Entre la maraña de declaraciones emitidas desde el pasado lunes, vale
la pena desenredar los hilos que muestran la creciente polarización entre
Brasilia y Washington, que se traduce en la región sudamericana en una
inevitable escalada que, en su momento, alcanzará niveles alarmantes.
El presidente Luiz Inacio
Lula da Silva dijo que lo importante "es que nosotros podamos establecer
una relación de confianza. No es posible hacer política sin tener relaciones
de confianza" (Folha de Sao Paulo, 17 de mayo de 2010). En contraste,
Clinton destacó que el acuerdo es "un intento de detener la acción del
Consejo de Seguridad sin llegar a tomar medidas para abordar las
preocupaciones internacionales sobre su programa nuclear" (The Guardian,
17 de mayo). Instaló la desconfianza, justo al revés que Lula.
Flynt Leverett, director del
Proyecto Irán de la Fundación Nueva América, ex responsable para Medio
Oriente del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos y ex analista de
la CIA, tomó distancia de la Casa Blanca al apuntar que "la secretaria (Hillary)
Clinton está bajo presión, porque es como si el gobierno de Obama hubiera
perdido el control de la situación y Brasil y Turquía pasaran a liderar la vía
diplomática" (O Globo, 19 de mayo). Cree que la insistencia en sanciones
"se va a volver contra el gobierno" de Obama, que "está
apostando a un juego bastante arriesgado". Leverett va más lejos al
afirmar que el cambio de posición de Estados Unidos, que ahora reflota la
tesis de que Irán debe abandonar todo enriquecimiento de uranio, es
"deshonesta" y "una señal de desesperación".
Cabe preguntarse, ¿por qué
la desesperación del gobierno de Obama? Por un lado pierde aliados, como
Turquía y Brasil, en dos zonas estratégicas para sus intereses. Por otro, no
puede negar la vía diplomática ni aparecer como el gran derrotado luego de
esgrimir durante años el garrote contra Irán. Quizá el punto más duro de
digerir es que en el ex patio trasero sudamericano ha nacido una potencia que
puede, incluso, hacer sombra a la Casa Blanca en Medio Oriente.
Una auténtica novedad es que
en Brasil la prensa tiende a cerrar filas en torno al gobierno de Lula, sin
ocultar que se está ante un conflicto frontal con la Casa Blanca. Marco
Aurelio García, asesor especial para asuntos internacionales de la
Presidencia de Brasil, se refirió al gobierno de Obama diciendo: "están
heridos. Por donde nosotros pasábamos, Estados Unidos ya había pasado antes
para desalentar la iniciativa" de llegar a un acuerdo con Irán. Adelantó
que si Estados Unidos opta por las sanciones "va a sufrir una sanción
moral y política" (Zero Hora, 19 de mayo).
La prudente diplomacia de
Itamaraty no esconde su indignación con la actitud estadunidense. La
cancillería envió el miércoles 19 una carta al Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas explicando que el acuerdo de Teherán contiene los mismos términos
que las potencias occidentales vienen exigiendo desde hace tiempo, y demanda
que no se cierre el camino de las negociaciones. Por eso, Amorim dijo que
"ignorar el acuerdo es despreciar la búsqueda de una solución pacífica
y negociada" (O Estado de Sao Paulo, 19 de mayo). Para el canciller, que
fue la pieza clave en el bordado del acuerdo, es "un pasaporte para una
solución negociada y pacífica".
Pero la confrontación entre
Brasil y Estados Unidos tiene su punto álgido en la región sudamericana y
pasa por la defensa de la Amazonia y del petróleo encontrado en el Atlántico
sur. El presupuesto militar se incrementó el 45% desde 2004, sin contar los
acuerdos con Francia para la compra de cinco submarinos, uno de ellos nuclear,
que serán fabricados en Brasil, además de 50 helicópteros de combate. La
adquisición de 36 cazas de última generación a la francesa Dassault,
desechando la oferta de la estadunidense Boeing, que será oficializada en las
próximas semanas, es otro punto de fricción mayor con Washington.
Que todas las compras de
armamento incluyan la transferencia de tecnología revela que Brasil decidió
la creación de un complejo militar–industrial autónomo, como garantía de
su proyección regional y global.
Podrían mencionarse también
los acuerdos militares con Rusia, que incluyen helicópteros de ataque y
sistemas de defensa antiaérea. Sin embargo, lo más significativo es el
despliegue que realiza el ejército en la Amazonia para enfrentar las nuevas
bases de Estados Unidos en Colombia. En estos días se produce "la mayor
modificación en el tablero de tropas realizada desde que los militares
asumieron el poder en Brasil, en 1964" (Zero Hora, 18 de abril).
Los efectivos del ejército
en la Amazonia se duplican: de 25.000 que tiene en este momento llegará a
49.000 en pocos años; se instala una base de la fuerza aérea para la operación
de aviones de transporte Hércules y las nuevas brigadas se convierten en módulos
de combate independientes con unos 3.000 efectivos cada una, para adaptarse al
combate en la selva. El ejército de tierra crece casi un 30%, con 59.000
nuevos efectivos.
Brasil se prepara para un
escenario de confrontación militar con Estados Unidos cuyo epicentro será la
Amazonia. Si el choque de trenes es inevitable, se explica por qué la
Estrategia Nacional de Defensa, aprobada en 2008, defiende la necesidad de
"desarrollar y dominar la tecnología nuclear".
(*)
Raúl Zibechi es analista internacional del semanario “Brecha” de
Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la
Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos
sociales.