El Primer Ministro turco,
Recep Tayyip Erdogan, debía reunirse con el presidente brasileño Luis Inacio
Lula da Silva este jueves en Brasilia. Por mucho que el gobierno de Barack
Obama haya estado moviendo montañas para perjudicar el acuerdo de intercambio
de combustible nuclear iraní negociado por Brasil y Turquía, ambos
dirigentes (y aliados de EE.UU.) están lejos de abandonar.
Puede que la tarea sea muy
difícil, pero su caso ha resonado por gran parte del mundo; si no fuera por
la intervención de dos potencias emergentes y mediadoras, Irán nunca habría
aceptado lo que en realidad era una propuesta ligeramente modificada de EE.UU.
hecha en octubre de 2009.
En términos del acuerdo, Irán
se compromete a enviar la parte principal de su uranio poco enriquecido (LEU,
por sus siglas en inglés) a Turquía para que se almacene hasta que una masa
equivalente de uranio altamente enriquecido sea entregada a Irán, en
apariencia por Rusia y Francia, más barras de combustible nuclear para
utilizarlas en un reactor médico.
Con la vista puesta en la
dominación de espectro completo, el control de Eurasia y el cambio de régimen
en Irán, el Gobierno de Obama ha perdido el control del expediente nuclear
iraní, y Brasil y Turquía colmaron la brecha al lanzarse por la pista diplomática.
La verdadera “comunidad internacional” ha interpretado la secuela por lo
que es –Washington que sabotea la emergencia de una diplomacia global
independiente, no centrada en EE.UU., y ataca preventivamente tanto a Brasil
como a Turquía, esas molestas “amenazas” para el principal ‘club
platino’ de potencias.
¿Quién
busca la confrontación?
Obama envió una carta a Lula
a finales de abril en la que dice que seguirá presionando por más sanciones
del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a menos que Irán abandone
todo su enriquecimiento de uranio (al cual tiene derecho según el Tratado de
No Proliferación Nuclear (TPN); EE.UU. ha intentado enérgicamente modificar
posteriormente el TPN). La carta –no filtrada en su integridad– confirma
la versión del Gobierno brasileño de que el acuerdo realizado en Teherán
correspondió a los pedidos de Washington.
Esta semana, Lula envió otra
carta a Obama, en la que subraya que Irán aceptó “por escrito” lo que
otrora fue rechazado, y que nuevas sanciones del Consejo de Seguridad sólo
debilitarían la posibilidad de un acuerdo general negociado. Lula sugiere que
todos los protagonistas deberían esperar el momento oportuno antes de
cualquier votación sobre sanciones. Cartas similares se enviaron al
presidente ruso Dmitry Medvedev y al presidente francés Nicolás Sarkozy.
Por más que Lula y Erdogan
saben que EE.UU. tiene poder para convertir en cenizas con sus bombas sus
esfuerzos diplomáticos, simplemente no pueden echar marcha atrás. También
puede surgir peligro desde Irán. Después de que Irán notificó oficialmente
al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) esta semana del acuerdo
de intercambio de combustible nuclear, Ali Larijani, portavoz del parlamento
iraní, no pudo ser más claro. Irán no ratificará el acuerdo a menos que
sea aprobado por los 15 miembros del Consejo de Seguridad, y no se impongan más
sanciones.
La semana pasada, el ministro
de Exteriores brasileño Celso Amorim dijo: “Colocamos el balón en el área
del gol, pero el gol lo tendrán que meter los miembros permanentes del
Consejo y los representantes del OIEA”.
El problema es que Washington
no quiere participar en el juego. Tampoco quieren hacerlo los medios
corporativos de EE.UU. Titulares de confrontación van desde “El papel de
enfrentamiento de Turquía sobre Irán molesta a aliados” (Associated Press)
a “Occidente resta importancia al gesto de Irán, insiste en campaña de
sanciones” (Reuters). Para no mencionar un informe del New York Times que
criminaliza a Lula por ser diplomático (“Acuerdo en Irán visto como mancha
en el legado de dirigente brasileño”).
El poderoso lobby por la
guerra en Washington, con toda su miríada de ramificaciones, no quiere ningún
acuerdo con Teherán. Neoconservadores fracasados, aliados con el poderoso
Lobby de Israel, quieren volver a los tiempos de George W. Bush, con Irán
como un miembro acreditado del “eje del mal” destinado a la conmoción y
el pavor. Algunos sujetos en el Pentágono quieren abrumadoramente por lo
menos sanciones duras. Los realistas y el ala izquierda del Partido Demócrata
están en la minoría –a favor de negociaciones.
Mientras tanto, Obama se
ahoga en el propio vertido de petróleo de su gobierno –cuando Hillary
‘dominatrix’ Clinton, su secretaria de Estado, (vea “Irán, Sun Tzu y la
dominatrix”, Rebelión, 27 de mayo de 2010) y el supremo del Pentágono
Robert Gates fueron soltados para que siguieran martillando el sonsonete
(falso) de que Irán es un desafío importante para la seguridad de EE.UU.
Bajo la presión del ciclo
permanente de noticias, pocos recordaron cómo Obama, a comienzos de 2009,
quería emprender negociaciones directas con Irán. La lógica es ahora una
campaña general por sanciones como medio para apaciguar al gobierno de
Benjamin Netanyahu en Israel, (tal vez) impedir que realice un bombardeo
unilateral de las instalaciones nucleares iraníes, y como señuelo para
negociaciones sobre Palestina. En pocas palabras, es lo que pasa con la política
del gobierno de Obama respecto a Irán.
La ruleta
rusa
Otra fuente de desconcierto
generalizado es lo que se propone realmente Rusia con su apoyo al actual
borrador de resolución de sanciones en el Consejo de Seguridad. El analista
ruso Konstantin Makiyenko dijo la semana pasada que otra vuelta de sanciones
torpedearía la cooperación militar–técnica entre Irán y Rusia, incluida
la entrega a Irán de misiles tierra–aire S–300. “El primer contrato
para la entrega de los sistemas de misiles de defensa aérea Tor M–1 fue
firmado en 2006, y para entregas del S–300, en 2007, pero el contrato todavía
no se ha cumplimentado. Rusia habla de problemas técnicos.”
Sin los S–300 le sería
mucho más difícil a Irán contrarrestar un posible ataque israelí. Diplomáticos
occidentales insisten en que Moscú ha dado garantías privadas de que no
entregará los S–300 a Irán. Lo probable es que esté demorando la entrega
como peón en una negociación tanto con tanto EE.UU. como con Irán.
Especialmente el Gobierno de Obama está tocando todos los registros para
seducir a los rusos. La semana pasada, EE.UU. suspendió una prohibición de
comercio para cuatro fabricantes rusos de armas –como lo había solicitado
Moscú. Por otra parte, la primera estación de energía nuclear de Irán, la
planta construida por los rusos en Bushehr, finalmente hará partir su reactor
en agosto –a pesar de la alarma de Washington.
Podría decirse que China y
Rusia –ansiosas propugnadoras de un mundo multipolar– permitirán que las
tácticas duras del Gobierno de Obama triunfen en el Consejo de Seguridad
sobre el camino diplomático de Brasil y Turquía. Esto se agrava por el
antagonismo suscitado por el Gobierno de Obama en Brasil y Turquía. Las
elites de Washington simplemente no pueden soportar el hecho de que Brasil
trate de posicionarse para competir con EE.UU. como mediador en Oriente Próximo.
Árabes, persas, palestinos pueden oler a un buen mediador en cuanto lo ven.
El panorama global es aún más
suculento. Tiene que ver con la selva tropical amazónica y las enormes
reservas de petróleo halladas recientemente en el sudeste de Brasil –que, a
juicio de los militares brasileños– son magnetos para los propósitos
imperiales de EE.UU. Brasil está invirtiendo fuertemente en la modernización
de su complejo industrial–militar fuera de la esfera de Washington
–comprando de Francia y Rusia, incluida la transferencia de tecnología.
Las fuerzas militares brasileñas
se introducen en la zona del Amazonas como una manera de contrarrestar las
nuevas bases militares de EE.UU. en Colombia. No es exagerado imaginar un
escenario a largo plazo de un inevitable rumbo de colisión entre EE.UU. y
Brasil centrado en la inmensa riqueza natural de la zona del Amazonas.
Mientras tanto, el hecho
–notado por el mundo en desarrollo– es que el Premio Nobel de la Paz Obama
apuñaló por la espalda tanto a Lula de Brasil como a Erdogan de Turquía al
torpedear el acuerdo con Irán mediante la presentación de un borrador de
resolución para una cuarta vuelta de sanciones de las Naciones Unidas contra
Irán, después de hacer que ambos aliados tomaran un inmenso riesgo y
pusieran en juego su prestigio por su cuenta.
Todo esto a cambio de un
paquete de sanciones totalmente diluido que no hará absolutamente nada por
cambiar la conducta del régimen iraní (para no hablar del “cambio de régimen”
en sí). ¿Quién gana? Los neoconservadores fracasados, el Lobby de Israel y
los fanáticos de la dominación de espectro completo. Irán es ahora el
gemelo político del vertido de petróleo del Golfo.
(*)
Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is
Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a
snapshot of Baghdad during the surge”. Acaba
de publicar su nuevo libro “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009).