Está considerado el quinto
país más pobre del mundo, uno de los mayores productores de opio, las
infraestructuras destruidas tras tantos años de enfrentamientos armados, altísimas
tasas de analfabetismo y con uno de los índices de corrupción más elevados.
Y por si todo eso fuera poco, este mismo mes hemos visto cómo la estrategia
de la ocupación sigue sufriendo nuevos reveses que ponen en tela de juicio su
plan para este país asiático.
Durante junio, según
informes oficiales de instituciones internacionales, han aumentado los ataques
coordinados de los grupos de la resistencia, así como el uso de bombas
camufladas en las carreteras. También las bajas de la coalición ocupante son
cada vez más elevadas (sólo este mes de junio cerca de 60 militares
ocupantes han perdido la vida, cifra que hay que sumar a los más de 1.100
soldados estadounidenses fallecidos desde el comienzo de la ocupación y a
otros 300 británicos).
Los problemas se suceden para
los estrategas de Washington. La corrupción y la producción de opio siguen
aumentando, el rechazo y la ira contra los ocupantes se extiende por zonas que
los ocupantes consideraban “amigas”, la resistencia sigue atacando más
objetivos (recientemente han lanzado una campaña contra los
“colaboradores” locales), y la influencia de estos grupos resistentes se
extiende por todo el país (controla ya más de 25% de Afganistán).
Por su parte, la campaña
militar dirigida por Estados Unidos, se muestra como una suma de continuos
fracasos. Bajo el mando del ahora destituido general Stanley McChrystal,
Washington había apostado por un aumento de las tropas ocupantes (solicitud
que encuentra muchas reticencias entre el resto de aliados de la coalición),
por las operaciones a gran escala, “para limpiar esas zonas calientas de
resistentes”, y posteriormente iniciar la “tantas veces prometida
reconstrucción”. Y todo ello acompañado de un aumento de los ataques de
aviones no pilotados.
De lo planeado nada de nada.
La mediática campaña de Helmand , que pretendía expulsar a los talibanes de
esta provincia del sur del país no ha cumplido las expectativas anunciadas, y
tras la marcha de los fotógrafos y periodistas “encrustados”, la situación
se ha mostrado en su cruda realidad. Los talibanes han vuelto a la zona, si es
que se habían ido alguna vez (en este punto algunos analistas recuerdan la
falacia del triunfo de EEUU tras los primeros días de la ocupación), además
han tomado la iniciativa nuevamente, y todo ello entre protestas de la población
civil contra las acciones indiscriminadas de los ocupantes. Un alto mando
militar estadounidense definió la situación como “una ulcera sangrante”.
Por todo ello, no es de extrañar
que el anuncio de una inminente ofensiva contra la ciudad de Kandahar,
siguiendo el plan previsto, se haya “demorado” de momento. Para los
estrategas de la ocupación esta nueva operación suponía un salto
cualitativo pues se trata de un importante centro urbano, y se pondría sobre
el terreno un peligroso test, ya que los “daños colaterales” entre la
población civil local serían mayores y más visualizados, lo que generaría
un mayor rechazo popular.
El otro soporte, forzado, de
esa nueva táctica, el gobierno colaboracionista de Karzai, tampoco parece que
sigue el guión diseñado por EEUU. El rechazo popular a su gestión, las
alianzas con los señores de la guerra, sus maniobras para iniciar contactos y
negociaciones con los talibanes y otros grupos de la resistencia afgana (en
ese contexto se situaría la liberación de decenas de detenidos, la solicitud
a Naciones Unidas para que elimine de su lista de organizaciones
“terroristas” a esos grupos, así como la destitución de del ministro de
Interior y el jefe de la Inteligencia afganos, contrarios a las pretensiones
de Karzai), muestran que el actual presidente persigue sus propios intereses.
En ese panorama desolador,
algunos medios mostraron su entusiasmo ante una supuesta noticia bomba. Tras
una interesada filtración desde el Pentágono, la prensa de EEUU publicó un
sorprendente descubrimiento en Afganistán, un enorme filón de litio sin
explotar, que se convertiría en “la Arabia Saudí del citado mineral”.
Casi nadie se molestó en investigar que esos datos ya habían sido publicados
hace años, y que las referencias económicas actuales a una eventual
explotación se basaban en proyecciones teóricas.
Y si el conocimiento público
de esas reservas minerales era público, ¿por qué se filtra ahora dicha
noticia” Evidentemente, los cerebros del Pentágono contaban con el
seguidismo de la prensa “amiga” en Occidente, y ello se enmarcaba dentro
de una evidente campaña “de manipulación política” para frenar el
continuo goteo de noticias demoledoras contra la estrategia de la ocupación
en Afganistán. Además, se pretendía “justificar” la presencia de sus
tropas para posibilitar la explotación futura de las reservas, y si en Irak
el eje giraba en torno al petróleo, en el caso afgano la importancia
geoestratégica se veía incrementada ahora por ese “descubrimiento”.
Estados Unidos es consciente
de que las cosas no van nada bien para sus intereses en Afganistán, y Obama
también sabe que es necesario afrontar importantes retos domésticos en ese
sentido. Tal vez de esa manera sea más sencillo comprender estas maniobras.
El ultimo revés que ha
sufrido el plan de la administración norteamericana han sido las
declaraciones del general McChrystal, quien acaba de ser destituido por el
presidente de EEUU. Este suceso ha sido el colofón de un largo enfrentamiento
dentro de la propia administración, con divisiones a la hora de afrontar la
ocupación en Afganistán.
Por ello sería simplista
focalizar dichas diferencias únicamente en McChrystal. El plan de éste
(“tomar, limpiar, mantener y construir) está lleno de contradicciones y de
errores de bulto en sus apreciaciones también. Ni cuanta con el respaldo de
la población civil afgana que sigue viendo a las tropas ocupantes como un mal
mayor, ni a día de hoy encontramos en Kabul un gobierno que asuma el control
del país, entre otras cosas (la corrupción también)) porque uno de sus
sustentos, el ejército afgano, apenas puede mantener el orden de la capital
sin el apoyo de las fuerzas de ocupación. Pero sobre todo porque repite
errores de sus predecesores, todos ellos coinciden en un claro desconocimiento
de la realidad y la historia de Afganistán.
El discurso de Obama en política
exterior se asemeja cada día más al que mantuvo su predecesor, George W.
Bush. Recientemente, el actual inquilino de la Casa Blanca volvió a airear la
“supuesta amenaza” de al Qaeda para justificar su intervención en el país
asiático. Además, su promesa de comenzar la retirada de las tropas en julio
del 2011 se puede volver a demostrar como una afirmación que se la lleva el
aire, ya que desde fuentes militares se pretende mostrar la inviabilidad de
dicho proyecto.
El aumento del rechazo
popular entre la población de EEUU a la ocupación en Afganistán, el próximo
comienzo de la campaña preelectoral para las elecciones presidenciales del
2012, son otros factores a tener en cuenta a la hora de analizar los posibles
movimientos de Obama. Aunque son cada vez más los analistas que se decantan
por una sentencia nada favorable al presidente de “cambio”, acusándole de
carecer de un “plan y unos objetivos definidos en torno a Afganistán”, y
escudarse en su guión sobre la política de “Af–Pak”.
Y todo ello a las puertas de
un verano que mostrará nuevamente la capacidad operativa de los grupos de la
resistencia y abrirá nuevas grietas en la política de ocupación. Así es
que si las cosas van mal en Afganistán, todavía pueden ir mucho peor, al
menos para la ocupación.
(*)
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
Según sus propios
comandantes, EEUU y la OTAN van perdiendo la guerra militar de ocupación en
Afganistán, y esta situación no solamente profundiza el enfrentamiento
interno entre los sectores ultra conservadores y la administración demócrata
que maneja la agenda exterior, sino que también desacomoda a sus aliados de
la OTAN, que no saben cómo escapar del pantano. La nueva escalada militar
fracasada de Obama a su vez dispara el “síndrome Afganistán” en EEUU y
Europa cuyas sociedades profundizan cada vez más el rechazo a la guerra de
ocupación en Irak y Afganistán. La reciente destitución del comandante
militar, general Stanley McChrystal, tensionó aún más la situación y
agudiza la sensación de derrota militar que se vive en EEUU y en las
potencias implicadas en las políticas de ocupación.
Sumando más presión a la
sensación de derrota que viven los jefes militares de la ocupación en
Afganistán, la resistencia Talibán
descartó negociar con el gobierno colaboracionista o con las fuerzas
USA–OTAN, no obstante que
generales estadounidenses y británicos estarían dispuestos a abrir la puerta
del diálogo tras el alejamiento del ex comandante militar, general Stanley
McChrystal, destituido por considerar como un “fracaso” la estrategia de
Washington en el país ocupado.
La guerra de ocupación en
Afganistán sobresale nítidamente como el frente más “peligroso” para el
eje ocupante EEUU–OTAN, cuyas tropas se encuentran sometidas a una feroz y
sangrienta ofensiva de los talibanes que ya controlan más del 70% del país,
según organizaciones internacionales que actúan en la región.
El portavoz de la resistencia
Talibán, Zabiullah Mujahid, le dijo a la cadena BBC que su agrupación tiene
la ventaja en la guerra y que está segura de obtener la victoria.
El anuncio Talibán apunta a
la opinión pública estadounidense –y europea– cada día más reticente a
que las tropas occidentales permanezcan en el polvorín afgano, donde los
ataques de los talibanes se multiplican y han dejado cientos de muertos y
heridos, civiles y militares, en los últimos meses.
El temor generalizado en
Europa y EEUU es que una ofensiva indefinida, como en Irak, termine
demostrando que algunas guerras (como la sangría estadounidense en Vietnam,
entre 1958 y 1975) son imposibles de ganar, incluso para la maquinaria bélica
de EEUU.
“No queremos hablar con
nadie, ni con (el presidente Hamid) Karzai ni con ningún extranjero, hasta
que las fuerzas extranjeras se retiren de Afganistán”, afirmó el vocero d
e la resistencia Talibán.
Las declaración se producen
luego que varios comandantes estadounidenses y el jefe del ejército británico,
el general David Richards, sugirieran que podría ser útil negociar con el
Talibán.
Los talibanes señalan que
van seguir con los combates atentos a las señales de que Washington y sus
aliados ya están estudiando un repliegue de Afganistán.
“Estamos seguros de que
estamos ganando. ¿Por qué deberíamos hablar si tenemos la ventaja, las
tropas extranjeras están considerando la posibilidad de retirada y hay
diferencias en las filas de nuestros enemigos”, agregó el portavoz.
Según la BBC, el Talibán
estima que los estadounidenses han caído en un abismo tras la destitución
del comandante de la Organización para el Tratado del Atlántico Norte
(OTAN), el general Stanley McChrystal.
Aumentando la presión,
combatientes talibanes asaltaron el miércoles una base militar extranjera en
la localidad de Jalalabad, en el noreste del país, según
informaron fuentes del Gobierno local y de la Fuerza Internacional de
Asistencia a la Seguridad (ISAF), la misión liderada por la OTAN en Afganistán.
En este escenario ofensivo la
resistencia Talibán considera cualquier sugerencia de posibles negociaciones
como un signo de debilidad de la OTAN.
Según la cadena británica,
muchos afganos sienten un profundo disgusto por la presencia de fuerzas
extranjeras en el país y comparten la opinión de que esas tropas están
desorganizadas y están perdiendo la guerra.
Uno de los mayores desafíos
que enfrenta David Petraeus, quien reemplaza a McChrystal como comandante de
la OTAN en Afganistán, es tratar de cambiar esta percepción.
Obama fijó julio de 2011
como fecha para el comienzo de la salida de las tropas norteamericanas, pero
el ritmo de ese plan dependerá de las condiciones sobre el terreno, consideró
el propio general Petraeus que tomó el mando tras la destitución del general
McChrystal .
El miércoles el general
Petraeus declaraba, en una presentación ante el Senado para ser ratificado
como nuevo comandante en Afganistán, que
“pasarán años” antes de que el Ejército afgano pueda asumir el control
de las tareas de seguridad en su propio país.
El general señaló en el
Congreso que el compromiso de EE UU con Afganistán es “duradero”.
“Pero mi impresión es que los duros combates continuarán; incluso pueden
ser más intensos en los próximos meses”,añadió.
“A medida que despojamos al
enemigo de sus santuarios y reducimos su libertad de acción, los insurgentes
lucharán cada vez más”, admitió Petraeus.
Petraeus –actualmente jefe
del comando regional que cubre todo el Próximo y Medio Oriente– se mostró
proclive al plan de retirada de Afganistán propuesto por el presidente Barack
Obama, pero dejó la puerta abierta a una prolongación o retraso de los
plazos.
La
fracasada escalada militar de Obama, a su vez, dispara el “síndrome
Vietnam” en EEUU y Europa cuyas sociedades profundizan cada vez más el
rechazo a la guerra de ocupación en Irak y Afganistán.
No obstante las muestras de
“optimismo” para la prensa, las potencias aliadas
retacean en la práctica el envío de más tropas atendiendo al rechaza
generalizado –tanto en EEUU como en Europa– que produce la nueva escalada
militar imperial en Afganistán.
Por distintas razones, la
escalada militar de Obama, además de poner en ridículo el Nobel de la Paz
que le entregaron, recibe críticas tanto de los republicanos como de los demócratas
(su propio partido) y de los propios votantes que lo eligieron
creyendo en sus promesas de “terminar con la guerra”.
Las dudas hacia la nueva
estrategia surgen incluso del gobierno colaboracionistas de Kabul.
Por distintas razones, la
fracasada escalada militar de Obama, además de poner en ridículo el Nobel de
la Paz que le entregaron, recibe críticas tanto de los republicanos como de
los demócratas (su propio partido) y de los propios votantes que lo eligieron
creyendo en sus promesas de “terminar con la guerra”.
Curiosamente, el que mejor
describió una derrota potencial de
EEUU en Afganistán fue el destituido comandante militar de la OTAN en
Afganistán, el general estadounidense Stanley McChrystal.
En la primera semana de
septiembre de 2009, Stanley
McChrystal había pedido al Pentágono en un informe, revisar la
“estrategia” de las fuerzas extranjeras ocupantes para combatir a los
talibanes.
El jefe militar de la OTAN en
Afganistán advirtió en dicho documento remitido al Departamento de Defensa
de EEUU, que si no recibía más tropas EEUU corría el riesgo de fracasar y
ser derrotado en Afganistán.
El alto jefe militar
estadounidense describíó el poder del “Gobierno en la sombra” de los
talibanes que siguen
capitalizando las debilidades de las tropas ocupantes y del gobierno
colaboracionista afgano.