El
373
Por
Juan Gelman
Bitácora, 30/07/10
Los 75.000 documentos
clasificados sobre la guerra en Afganistán que dio a conocer el sitio
Wikileaks (//wikileaks.org) provocaron la airada reacción de la Casa Blanca,
del Pentágono y de los neoconservadores de todo pelaje que pululan en
Washington. No es para menos: se trata de informes internos de las fuerzas
armadas de EE.UU. y la OTAN que combaten en territorio afgano y dan cuenta de
hechos ominosos que no se declaran oficialmente y aun se niegan. El fundador y
alimentador del sitio, Julian Assangem, les dio amplia difusión enviándolos
a The New York Times, Der Spiegel y The Guardian y anunció que está
analizando con su equipo otros 17.000 documentos que pronto dará a conocer.
El gobierno de Obama condenó en duros términos semejante filtración, histórica
por el volumen de registros secretos develados.
El vocero del Departamento de
Defensa, Geoff Morrell, anunció que se ha lanzado una caza del hombre para
encontrar al responsable de un acto que revela, por un lado, el poder de la
informática y, por el otro, las fragilidades del Pentágono. La documentación
cubre el período junio 2004–diciembre 2009 de la guerra y va de lo torvo,
como el ocultamiento estadounidense de la muerte de civiles, a lo francamente
ridículo, como el informe sobre un presunto complot del servicio de
inteligencia de Pakistán (ISI, por sus siglas en inglés) para asesinar al
presidente afgano Hamid Karzai envenenando su cerveza.
Esta hemorragia informativa
pinta el verdadero rostro de la guerra en Afganistán, los llamados “daños
colaterales” –el eufemismo inventado en la guerra de Vietnam para
disimular el asesinato de civiles– que los mandos invasores encubren, las
matanzas indiscriminadas en las aldeas, el accionar de escuadrones de la
muerte, los bombardeos de aviones sin tripulación manejados a control remoto
desde una base estadounidense, la complicidad del ISI con los talibán, los
estragos que el “fuego amigo” provoca en la policía y el ejército
afganos y otros detallitos que los Pactos de Ginebra califican de crímenes de
guerra. Pero quién se acuerda de eso en Afganistán.
Asciende a 144 el número de
incidentes que segaron la vida de simples ciudadanos en el período de
referencia. Un par de días antes de la difusión de los documentos, un misil
impactó en un caserío de la provincia de Helmand causando la muerte de 52
civiles (www.latimes.com, 26–7–2010). El servicio de inteligencia del ejército
estadounidense registró “seis insurgentes muertos, incluido un comandante
talibán”, pero el aldeano Abdul Ghaffar manifestó a la AP que había
llevado siete niños heridos a un hospital de Kandahar. Marjan Agha, otro
vecino, dijo que un grupo de pobladores fue al encuentro de las tropas alzando
una bandera blanca y fueron recibidos a balazos con un saldo de dos víctimas.
Uno de estos “errores”:
300 campesinos afganos pasaron a mejor vida en el valle de Baghni por un
ataque aéreo que, según un comunicado de la base de Bagram, se produjo
“después de tener por seguro que no había afganos inocentes en los
alrededores”. A Seguro se lo llevaron preso, recuerda el dicho popular. Las
Naciones Unidas asentaron la muerte de 2412 civiles en 2009, un aumento del 14
por ciento respecto del año anterior. Esa clase de contabilidad suele
minimizar los guarismos por un lógico prurito de considerar solamente lo
probado.
Otro capítulo sombrío es el
de las ejecuciones sin proceso que lleva a cabo el Grupo de Tareas 373 del ejército
de EE.UU., la “unidad negra” de las fuerzas especiales. Sus efectivos se
ocupan de capturar y sobre todo asesinar a dirigentes y activistas talibán
considerados importantes, aunque hay en su haber más víctimas civiles,
incluidos niños y mujeres –y hasta policías afganos– que insurgentes. Un
ejemplo es el ataque que el 373 lanzó el 17 de junio de 2007 para liquidar al
combatiente libio Abu Laith al Libi quien, según los datos de inteligencia,
se escondía en Nangar Khel, poblado de la provincia de Patitka.
Los del GT 373 utilizaron un
arma nueva cargada con seis misiles y transportable en la parte trasera de una
camioneta. No encontraron a Libi, pero al acercarse a la aldea, cumplido el
ataque, encontraron en la madrasa o escuela religiosa del lugar a seis niños
muertos y uno herido que falleció 20 minutos después. Un comunicado de
prensa del comando ocupante alegó que las tropas “habían vigilado el sitio
todo el día y no hallaron indicación alguna de que hubiera niños en el
edificio”. Pero había.
Preguntado si estimaba que el
secreto de Estado es legítimo, Julian Assangem declaró a Der Spiegel que lo
era tanto como el derecho a la apertura. “Desgraciadamente –aclaró–,
los que cometen desmanes contra la humanidad o contra la ley abusan de la
legitimidad del secreto para taparlos” (www.spiegel.com, 26–7–10). El
inconveniente es que tres personas pueden guardar un secreto si dos de ellas
están muertas, anotó Benjamin Franklin.
WikiLeaks
publica 'diario' de la guerra de Afganistán
Por
Amy Goodman (*)
Democracy Now!,
29/07/10
El sitio web wikileaks.org lo
hizo de nuevo. Publicó miles de documentos clasificados sobre la guerra de
Estados Unidos en Afganistán. WikiLeaks brinda una plataforma segura a los
informantes para que entreguen documentos, videos y otros materiales electrónicos,
manteniendo su anonimato.
En marzo pasado, el sitio
publicó un video filmado desde un helicóptero de combate estadounidense que
sobrevolaba Bagdad, y expuso la matanza indiscriminada del ejército de al
menos 12 personas, dos de las cuales eran empleados de la agencia de noticia
Reuters.
Esta semana, WikiLeaks, junto
con tres socios de los medios hegemónicos – el New York Times, The Guardian
de Londres y Der Spiegel de Alemania – publicó 91.000 informes clasificados
de las fuerzas armadas estadounidenses en Afganistán. Los informes, en su
mayoría redactados por soldados en el campo de batalla inmediatamente después
de acciones militares, representan un verdadero diario de guerra de 2004 a
2009, en el que se detallan desde la matanza de civiles, entre ellos niños, a
la creciente fuerza de la insurgencia Talibán y el apoyo de Pakistán al ejército
Talibán.
Luego de que los documentos
fueron publicados, Julian Assange, fundador y Editor Jefe de WikiLeaks, me
dijo: “La mayoría de las muertes de civiles suceden en situaciones en las
que una, dos, 10 o 20 personas son asesinadas; realmente dominan númericamente
la lista de acontecimientos. ...La forma de realmente entender esta guerra es
viendo que hay una muerte tras otra, todos los días, y no se detiene”.
Julian Assange me describió
una masacre, que denominó “el My Lai polaco”. El 16 de agosto de 2007,
soldados polacos regresaron a un pueblo donde esa mañana habían sufrido un
ataque con bomba al borde de la carretera. Los polacos lanzaron morteros hacia
el pueblo, que explotaron en una casa donde se celebraba una boda. Assange
sospecha que los polacos, en venganza por el ataque con bomba, cometieron un
crimen de guerra, que quedó oculto en el lenguaje burocrático del informe:
“Actual lista de bajas: 6x
KIA (1 hombre, 4 mujeres, un bebé) 3x WIA (todas mujeres, una tenía 9 meses
de embarazo).”
La sigla en inglés “KIA”
significa “muerto en acción”, y las decenas de miles de informes
clasificados tienen una gran cantidad de KIAs. Assange dice que hay 2.000
muertes civiles detalladas en los informes. Otros registros describen a la
“Fuerza de Tarea Conjunta 373”, una unidad de asesinatos del Ejército de
Estados Unidos que supuestamente captura o mata personas que se considera son
miembros del Talibán o Al–Qaeda.
El gobierno de Obama está
tratando de protegerse, y su respuesta ha sido confusa. El General James Jones,
asesor de Seguridad Nacional, condenó la publicación de la información
clasificada, diciendo que “podría poner en riesgo la vida de
estadounidenses y de nuestros socios, y amenazar nuestra seguridad
nacional”. Al mismo tiempo, el secretario de prensa de la Casa Blanca,
Robert Gibbs dijo “no hay nada especialmente revelador en estos
documentos”.
Pero esta filtración histórica
de información no representa una amenaza para las vidas de los soldados
estadounidenses que están en la guerra, sino para la política que pone esas
vidas en riesgo. Con la disminución del apoyo público que ya tiene la
operación militar en Afganistán, la filtración de estos informes solo
fortalecerá el pedido de poner fin a la guerra.
“He esperado esto durante
mucho tiempo”, escribió en tweetter Daniel Ellsberg, el informante más
famoso de Estados Unidos.
Ellsberg es el ex analista
militar que filtró los Documentos del Pentágono en 1971, miles de páginas
de un estudio altamente confidencial del gobierno que revela la historia
secreta de la Guerra de Vietnam. Muchos consideran que la acción de Ellsberg
contribuyó al fin de la Guerra de Vietnam. Daniel Ellsberg me dijo esta
semana: “Estoy muy impresionado por la publicación [de WikiLeaks]. Es la
primera vez en 39 años, desde que entregué los Documentos del Pentágono al
Senado, que se hacen públicos archivos de ese nivel. ¿Cuántas veces en
todos estos años se deberían haber publicado miles de páginas que
demostraran cómo nos mintieron para entrar en guerra con Irak, al igual que
pasó en Vietnam, y que mostraran la realidad de la guerra en Afganistán?”
Los abogados de Assange le
aconsejaron al fundador de WikiLeaks que no viajara a Estados Unidos.
Recientemente, agentes de
seguridad nacional fueron a una conferencia de hackers en Nueva York, en la
que Assange tenía programado hablar. Assange canceló su participación y
dijo que el gobierno de Obama también intentó que el gobierno de Australia
lo arrestara. Assange habló conmigo desde Londres, luego de la publicación
de los documentos. Me dijo: “No somos pacifistas. Somos activistas a favor
de la transparencia. Entendemos que de un gobierno transparente surge un
gobierno justo. Este es el modus operandi que rige todo el trabajo de nuestra
organización: hacer pública la información oculta, de manera tal de que la
prensa y la población y nuestros políticos puedan trabajar a partir de esa
información para lograr mejores resultados”.
El Pentágono dice que comenzó
una investigación penal para averiguar quién filtró los documentos a
WikiLeaks. Pero eso no es lo que el Pentágono debería investigar.
Nuevamente, Julian Assange dijo: “¿Por qué será que se anuncia una
investigación de la fuente, antes de anunciar una investigación de la
conducta potencialmente criminal que se revela en este material?”
Devastador
retrato de la verdadera situación en
Afganistán
Estupor en
EEUU por las revelaciones
Los
documentos relatan numerosos crímenes de guerra
Por
Silvia Pisani
Corresponsal en EEUU
La Nación, 27/07/10
Washington.– La mayor
filtración de documentos secretos en la historia de Estados Unidos ha dejado
expuesto un devastador retrato de la verdadera situación de la guerra en
Afganistán.
Asesinatos de civiles,
descripción de crímenes de guerra y sospechas de que, en realidad, Estados
Unidos está "ayudando al enemigo", dado que posiblemente su aliado
Paquistán ampare a "elementos de la insurgencia" afgana, están
causando una ola de estupor general.
La indignación va de derecha
a izquierda e instaló en el foco de la escena una guerra tan larga y penosa,
la de Vietnam, que ya nadie quiere recordar.
Llevará semanas evaluar el
contenido de los más de 90.000 documentos de guerra difundidos anteayer en el
sitio web WikiLeaks. Pero lo primero que llamó la atención fue la sospecha
de que se está frente a "crímenes de guerra" cometidos por tropas
norteamericanas. El presidente Barack Obama permaneció ayer en silencio. Pero
sus colaboradores condenaron la filtración como un hecho que "pone en
riesgo la seguridad del país" y de las tropas, según dijeron su vocero,
Robert Gibbs, y el consejero de Seguridad Nacional, James Jones.
La Casa Blanca no quiso
hablar de eso, pero el responsable de la difusión –y pesadilla de la Casa
Blanca y de varios gobiernos– está convencido de ello. "De los
elementos que tenemos surge claramente que estamos frente a crímenes de
guerra", dijo Julian Assange, fundador de WikiLeaks, el sitio de Internet
en el que se publicó la información (ver aparte). "De todos modos,
corresponderá a la justicia determinar si esto es así", concedió este
ex ciberpirata de 39 años, que dijo tener muchos "más documentos"
en su poder y que se negó a revelar la fuente.
Su conferencia de prensa de
ayer en Londres posiblemente haya batido el récord de atención entre
funcionarios de gobierno en tres capitales al mismo tiempo –Washington,
Londres e Islamabad–, donde, sin embargo, fue catalogado de "sinvergüenza".
La posible comisión de crímenes
de guerra –asesinatos de civiles a los que se disparó desde helicópteros y
muertes de militantes planificadas fríamente– se suma al otro escándalo de
la filtración: la sospecha de que Paquistán, aliado de Estados Unidos en la
guerra de Afganistán, colabora con el enemigo.
"Paquistán colabora con
los talibanes mientras acepta la ayuda de millones de dólares de Estados
Unidos", dicen los documentos filtrados. "El gobierno paquistaní
afirma que se esfuerza por controlar sus servicios de inteligencia para evitar
que colaboren con la insurgencia. Pero yo creo que ni siquiera lo ha
intentado", disparó Paula R. Newberg, directora del Instituto de
Diplomacia de la Georgetown University.
Sobre llovido, mojado:
semejante información se conoció al mismo tiempo en que el almirante Mike
Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, comunicó mayores bajas de las fuerzas
de la OTAN en Afganistán. Y, además, admitió que un bombardeo aliado la
semana pasada mató a 52 civiles.
La catarata de documentos,
entregada por WikiLeaks hace unas semanas en exclusiva a The New York Times ,
The Guardian y Der Spiegel , provocó indignadas reacciones en Londres y en
Islamabad. "Es evidente que a los aliados de Washington se les hace difícil
hacer frente a esto", decía ayer la CNN.
Con una visión más crítica,
Fox News –más próxima a los republicanos– cargaba sobre "la falta
de visión y de manejo" del gobierno de Obama en Afganistán. Y la
coincidencia para unos y otros fue que el tema se instaló como prioridad en
la agenda informativa.
"La filtración es
alarmante", dijo Gibbs, que trató de orientar el debate hacia la difusión
"ilegal" de los documentos. Parte de la indignación se centró en
el "riesgo" que la información significaba para las tropas de
Estados Unidos en la zona. "Alguien, por candidez o con toda la intención,
les acaba de suministrar a los talibanes un listado de sus enemigos",
protestó la demócrata Jane Harman, en un clamor generalizado.
Tan generalizado como el que
ayer potenciaba las dudas sobre el sentido de que Estados Unidos permanezca en
Afganistán en estas condiciones, trabajando para el enemigo y a un costo
feroz en vidas (ver aparte).
Fue imposible atenuar el
golpazo. "Vamos a necesitar semanas, si no meses, para evaluar el daño",
dijo el vocero del Pentágono, Dave Lapan. "Hay vidas en juego."
Los documentos incluyen
escabrosas descripciones sobre asesinatos de civiles, entre ellas, los
realizados por una unidad secreta de operaciones especiales, llamada Task
Force 373, contra lo que autoridades norteamericanas consideraban
"blancos insurgentes y terroristas de alto valor". Algunos de los
operativos provocaron la muerte de civiles afganos.
Entre los asesinados por la
unidad secreta figura Shah Agha, al que se considera un agente de
inteligencia, además de un combatiente libio, Abu Lait al–Libbi, descripto
en los textos como un alto líder de Al–Qaeda.
Assange dijo que el poder del
material radica en su acumulación de pequeños detalles previamente
desconocidos sobre la guerra en Afganistán. "La historia real de este
material es que se trata de una guerra; es una cosa tras otra. Son los pequeños
eventos continuados, las muertes continuas de niños", declaró.
El
segundo capítulo de los “Papeles del
Pentágono”
Su difusión,
en 1971, desató una grave crisis
El
País, 27/07/10
La filtración de más de
92.000 informes secretos sobre la guerra de Afganistán llevaron a recordar
otra gran fuga de información de similares características, como fue la que
tuvo como protagonistas a los denominados Papeles del Pentágono, un informe
secreto del Departamento de Defensa norteamericano sobre el compromiso militar
y político en Vietnam entre 1945 y 1967.
Su filtración al diario The
New York Times, en 1971, desató uno de los mayores escándalos políticos en
Estados Unidos y abrió una apasionante controversia en torno de la libertad
de expresión y la seguridad nacional.
El documento, de 7000 páginas,
había sido encargado en 1967 por el entonces secretario de Defensa, Robert
McNamara, y fue el ex marine Daniel Ellsberg, uno de los analistas que
participaron de su elaboración, quien decidió hacer público su contenido.
Ellsberg estaba convencido de
que la guerra de Vietnam era tan injusta como imposible de ganar, y confiaba
en que el apoyo popular disminuiría al conocerse "el comportamiento
inconstitucional de varios presidentes", según confesó 35 años después.
La divulgación del informe
no sólo dejó en evidencia el discurso oficial sobre la guerra, sino que
encendió la paranoia del presidente republicano Richard Nixon y aceleró su
afición a los seguimientos y escuchas que terminaron con su presidencia.
Los documentos recopilados
ponen en la picota, sobre todo, la administración del demócrata Lyndon
Johnson, pero tampoco salen bien librados sus antecesores Harry Truman, Dwight
Einsenhower y John Kennedy. Los sucesivos gobiernos, por ejemplo, habían
extendido la guerra, con bombardeos a Camboya y Laos.
Tras recurrir, sin éxito, a
senadores antibelicistas, Ellsberg optó por filtrar el documento a The New
York Times, que comenzó a publicarlo el 13 de junio de 1971. La Casa Blanca
trató de impedir la difusión del informe y demandó al diario. Era la
primera vez en la historia norteamericana que un gobierno federal intentaba
restringir una publicación.
Fue entonces cuando Ellsberg
entregó los Papeles del Pentágono a otros periódicos, que siguieron
publicando su contenido.
La difusión de los papeles
llevó a Nixon a crear un grupo clandestino, los llamados Plomeros de la Casa
Blanca, que acabarían implicados en el caso Watergate, el escándalo de
espionaje que provocó su renuncia.
Ellsberg se entregó a la
justicia el 28 de junio y fue acusado de robo, conspiración y espionaje. Los
cargos, sin embargo, fueron desestimados ante los abusos cometidos por las
autoridades (como asaltar la consulta de su psiquiatra en busca de información
para desacreditarlo).
Al ex marine le llevó meses
fotocopiar los 7000 folios y tardó un año en hacerlos públicos. Ayer dijo
al diario neoyorquino que hoy todo hubiera sido más fácil: "Lo habría
escaneado y subido en Internet".
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