Amenazas de guerra
en Medio Oriente

Un mensaje persa para Obama

Por M. K. Bhadrakumar (*)
Asia Times, 31/07/10
Rebelión, 02/08/08
Traducido por Germán Leyens

Vuelve a acercarse la temporada de diplomacia sobre el tema nuclear de Irán. Ha pasado otro duro invierno. La retórica ha llegado a un punto de rendimientos decrecientes.

La conclusión lógica de los paquetes de sanciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, EE.UU. y de la Unión Europea así como la concentración de fuerzas militares en el Golfo Pérsico debería ser la imposición de sanciones mediante inspecciones en alta mar de barcos iraníes. Pero es una ruta cargada de consecuencias peligrosas, ya que Teherán tomará represalias.

Mientras tanto, Teherán ha ofrecido una escala para que EE.UU. se baje del alto pedestal al que se subió –a través de un anuncio de que está dispuesto a hablar de un trueque de combustible nuclear “sin condiciones previas”. Washington ha hecho lo correcto al aceptar la propuesta iraní y las potencias europeas se muestran visiblemente aliviadas.

El portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Philip Crowley, puso las cosas en marcha el miércoles cuando dijo: “Obviamente estamos plenamente preparados para seguir adelante con Irán sobre aspectos específicos respecto a nuestra propuesta inicial en relación con el reactor de investigación de Teherán… así como, ya sabéis, los temas más amplios de tratar de comprender plenamente la naturaleza del programa nuclear de Irán. Esperamos tener el mismo tipo de reunión en las próximas semanas como la que tuvimos en octubre pasado”.

La “propuesta inicial” mencionada por Crowley se refiere a un plan para suministrar combustible para un reactor de investigación en Teherán a cambio de uranio poco enriquecido. El plan se planteó en la reunión en Ginebra en octubre pasado entre Irán y el grupo de los “Seis de Irán” – EE.UU., Gran Bretaña, China, Rusia, Francia y Alemania.

De repente aparecen “pitidos” en varios puntos de la pantalla de radar diplomática. Resulta que había habido una confabulación respecto a una “reunión prospectiva” entre EE.UU. e Irán entre Catherine Ashton, la alta representante de la Unión Europea para asuntos exteriores, y Manouchehr Mottaki, Ministro de Exteriores de Irán, el 20 de julio, al margen de la conferencia internacional sobre Afganistán.

Seis días después de esa reunión en Kabul, Teherán dirigió al Organismo Internacional de Energía Atómica una comunicación sugiriendo que está dispuesto a negociar los detalles del intercambio de 1.200 kilógramos de su propio uranio enriquecido a 3% por 120 kilos de uranio enriquecido a un 20%. De nuevo, el Ministerio de Exteriores ruso emitió tres declaraciones conciliadoras entre el martes y el miércoles volviendo atrás enérgicamente respecto a su posición brusca de los últimos meses sobre el tema nuclear iraní.

Muy importante es que el Ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, ha revelado desde entonces que Teherán ha asegurado a Ankara que dejará de enriquecer uranio a 20% si se acuerda el trueque. Mottaki expresó otro importante mensaje durante su visita a Turquía la semana pasada, diciendo que si se firma el acuerdo de Teherán e Irán recibe el combustible necesario para sus actividades de investigación, “ellos [Irán] no continuarán enriqueciendo uranio a 20%” dijo Davutoglu.

Actualmente la gran pregunta no es si se reanudarán las negociaciones entre EE.UU. e Irán, sino cuál debería ser su alcance. Ashton, de la UE, al sugerir que las conversaciones deberían reanudarse lo más pronto posible, expresó la opinión de que las conversaciones deben concentrarse exclusivamente en el programa nuclear de Irán. Pero la agenda debe ser más amplia y cubrir la gama de preocupaciones de seguridad que subyacen el enfrentamiento entre EE.UU. e Irán.

Como dijo a la BBC la semana pasada Suzanne Dimaggio, directora de estudios políticos en el think tank Asia Society, hay mucho que discutir. “Los iraníes ponen de manifiesto que viven en un vecindario difícil rodeado de Estados con armas nucleares: Rusia, Pakistán, e Israel. También tienen dos guerras ante sus fronteras… ¿Qué clase de atmósfera de seguridad quieren ver los iraníes en sus vecinos, Iraq y Afganistán? ¿Cuáles son las posibilidades de llegar a algún tipo de acuerdo de cooperación en relación con la estabilización de ambos países?”

En particular, EE.UU. debería esforzarse por promover una participación activa de Irán respecto a Afganistán. Sigue existiendo el hecho de que el punto destacado más significativo de las revelaciones de Wikileaks es que EE.UU. se ha atrapado en Afganistán por su abrumadora dependencia de los militares paquistaníes. Y gran parte de esa locura debe ser rastreada en las limitaciones impuestas a la estrategia afgana del gobierno de Barack Obama por el enfrentamiento entre EE.UU. e Irán.

Cualquier cambio serio de rumbo sobre Afganistán por el gobierno de Obama involucra la participación de Irán. Negociaciones más amplias no serán fáciles. ¿Cómo podría la relación entre EE.UU. e Irán cambiar el juego en Afganistán para la estrategia AfPak de Obama?

Primero, si la historia ha de servir de guía, en las semanas después del 11–S Teherán mostró inequívocamente su voluntad de trabajar con Washington durante la invasión estadounidense en 2001 en la expectativa de que su cooperación ayudaría a moderar la hostilidad de Washington hacia el régimen iraní. Si el proyecto limitado a corto plazo que duró hasta la conferencia de Bonn en diciembre de 2001 no floreció siguiendo las líneas esperadas por Teherán, la culpa se debe enteramente a la visión miope del gobierno de George W. Bush.

Segundo, las antiguas inquietudes de Irán respecto a los talibanes no son realmente diferentes de las del gobierno de Obama. Irán comparte la aversión hacia la resurrección de los talibanes como fuerza importante en la política afgana. De hecho, Irán va un paso más lejos, ya que considera que la ideología wahabí de los talibanes es perniciosa y ve a grupos talibanes como la red Haqqani como peones en la proyección de la influencia paquistaní y saudí en Afganistán. Teherán se sentirá tan receloso como Washington en cuanto a una toma directa del poder de los talibanes en Kabul, una vez que haya comenzado la retirada de EE.UU.

Tercero, Irán tiene un compromiso total con la eliminación de los últimos vestigios de al–Qaida de la región.

Cuarto, hay un punto de encuentro entre las posiciones de Irán y EE.UU. respecto a la “reintegración” de insurgentes no vinculados con al–Qaeda.

Quinto, ni Irán ni EE.UU. son reacios a un compartimiento del poder en Kabul que refleje la sociedad diversa del país.

Sexto, la actitud de Teherán de forjar múltiples alianzas dentro de Afganistán y su conciencia de la necesidad de tener un equilibrio regional en cualquier solución afgana debería ser útil para el gobierno de Obama.

La estrategia de “reconciliación” de Karzai ya está generando una reacción entre comunidades no–pastunes que también son las aliadas afganas de Irán. Es concebible que Irán puede ser un puente útil para constreñir a esos grupos mientras al mismo tiempo los moviliza astutamente para que “hagan retroceder” a los talibanes resurgentes. En breve, Irán puede ser útil para la estrategia de EE.UU. de reducir el riesgo de una nueva guerra civil en Afganistán.

Teherán ve que la ocupación extranjera crea resentimiento en partes sustanciales de la población afgana y que esto sólo puede ser una ventaja para los talibanes. Pero entonces, se puede argumentar que Teherán y Washington podrían tener incluso un interés compartido en el desarrollo de una “estrategia de salida” dentro de un plazo definible.

En suma, hay un campo de acción enorme para que las estrategias estadounidenses e iraníes en Afganistán se complementen. El esfuerzo en las próximas negociaciones debería ser superar el déficit de confianza que existe entre las dos partes. Teherán percibe a Washington como hostil a sus intereses y, por lo tanto, haría lo posible por asegurar que EE.UU. no utilice su presencia militar en Afganistán para atacarlo, debilitar su gobierno y su sistema político mediante operaciones encubiertas o para fortalecer a los rivales regionales de Irán.

Sobra decir que, después de un comienzo promisorio, el gobierno de Obama abandonó sistemáticamente su nueva forma de pensar sobre Irán. En las circunstancias actuales, por lo tanto, EE.UU. tiene que ir un poco más allá para persuadir a Irán de que vuelva a cooperar con EE.UU. en Afganistán. No existe ninguna alternativa a encarar las antiguas inquietudes de Teherán respecto a los talibanes, el equilibrio regional del poder, y las intenciones de EE.UU. hacia Irán.

En su primera reacción pública a las filtraciones de WikiLeaks, Obama dijo: “El hecho es que esos documentos no revelan ningún tema del que no haya informado nuestro debate público sobre Afganistán”. (Énfasis agregado). Sin embargo, a veces las percepciones importan más que los hechos y además, la guerra afgana no es tema de debate sólo dentro de EE.UU.; más bien, esta guerra también tiene que ver con la gente de Afganistán.

Las percepciones derivadas por el pueblo afgano de las filtraciones de WikiLeaks probablemente serán extremadamente desagradables, para decir lo menos. Sin duda, los afganos deben estar descostillándose de risa por cómo una arrogante superpotencia ha sido timada por los astutos generales paquistaníes. Es importante que la reunión a la que Obama ha convocado en la Sala de Situaciones de la Casa Blanca oiga la risa que resuena por los valles y montañas del Hindu Kush.

La credibilidad de EE.UU. ha sido seriamente erosionada y se hace cada vez más difícil restaurarla en el Hindu Kush. Hablando objetivamente, un gran acuerdo estadounidenses–iraní es la necesidad más urgente para evitar lo que se acerca peligrosamente a un fracaso estratégico en Afganistán.


(*) El embajador M K Bhadrakumar fue diplomático de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció sus funciones en la extinta Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanza, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía.